lunes, febrero 23, 2009

ELIMINAR EL PROBLEMA

Mado, una amiga de Ciudad de México, me envió cierto día un cuento que decía que en un templo budista tibetano murió el Maestro y todos los monjes se reunieron para elegir al sucesor. Ninguno sabía a quién nombrar y entonces, el más anciano, puso un lujoso jarro de porcelana con un ramo de flores sobre una mesita y dijo: “He aquí el problema. Aquél que lo resuelva tendrá nuestro voto”.
¿Qué era eso, qué relación había entre el jarro, las flores y ellos? ¿Qué clase de problema había?, se preguntaban todos
Y entonces el monje más joven de todos, un niño aún, se levantó, cogió un bate de béisbol y se lió a golpes con el jarro, la mesita y las flores, dejándolo todo hecho añicos.
Todos se miraron, pasmados, y el anciano se acercó al chico, le puso la mano sobre la cabeza afeitada y dijo:
“Has acabado con el problema, lo has eliminado. Tú eres el elegido para el puesto de Maestro.”

Y lo que venía a decirme mi amiga es que cuando tenga un problema que me atosigue debo eliminarlo, hacerlo desaparecer completamente. Si la causa que me mantiene triste pensando con nostalgia en lo que fue o no pudo ser, es una persona, un objeto o una actividad que me obliga a pensar en todo momento en ella y me impide reaccionar llevando adelante mi proyecto de vida, ese problema debo eliminarlo completamente, arrancando de mi mente a la persona o cosa que lo causa. Es el único modo de recuperar la libertad de pensamiento y con ello la vida feliz.

Pero es fácil decirlo. Sobre el papel, todas las teorías son fáciles.
Hace meses que vivo un sin vivir que me hunde en la angustia y ansiedad. Un día conocí a una persona que se convirtió en mi amiga, la mejor que tenía. En cierta ocasión vimos a una pareja de novios sentada en una mesa al fondo de un bar y yo le dije a mi amiga que aquellos eran mis peores enemigos, que por su causa yo había perdido algunas oportunidades importantes que habían marcado mi futuro, que por todas partes ellos me iban calumniando y haciendo daño, y que seguramente intentarían también separarnos. Ella me dijo que los conocía y que no les caían bien, que los detestaba y que ahora, sabiendo lo que me habían hecho, aún los aborrecía más. Y yo me quedé tranquilo y contento de tener una amiga tan leal.
Pero a la semana siguiente los vi a los tres en el bar bebiendo juntos y riéndose. Y cuando mi amiga me vio me dio la espalda. No lo entiendo. Ella podía haberme dicho el primer día que aquéllos eran sus amigos y con ella se portaban bien, y que mi problema con ellos era solo mío, que no la involucrara. Y no fue así: me sonsacó a preguntas todo lo que yo llevaba dentro acerca de ellos y luego fue a contárselo.
Me prometí olvidarlos a los tres, romper el tiesto y su contenido, como hizo el monje.
Pero a los pocos días la mujer de la pareja odiada me escribió una carta que decía: “¿Te das cuenta, desgraciado, de que puedo quitarte hasta lo que más quieres? Tu amiga ahora está con nosotros, nos enviamos mensajes y quedamos a veces. No reímos mucho de ti…”
Y eso me causó gran depresión. Nunca he vuelto a mirarla a la cara ni a contactar con ella. He podido comprobar que lo que me decía aquélla en la carta era cierto, y que el chico le lanza los tejos también a mi ex-amiga.
Pasaron los meses y la echaba en falta; pensé que yo no debía exigirle exclusividad, que ella era libre de elegir a sus amistades. Sí, la extrañaba mucho. Había sido durante varios meses mi dulce amiga, la de los ojos claros y brillantes como el agua de la fuente; la de la voz dulce y acariciadora que me hablaba de sus cosas mirándome a la cara, la de la sonrisa fácil, inocente y cautivadora que me azoraba tanto. Estuve a punto de llamarla varias veces por teléfono para relacionarme de nuevo, escribirle y quedar como antes. Noté también en ella miradas nostálgicas, o las imaginé; pero pasaban los días y ninguno daba el paso. ¡Maldito orgullo!
Un día me enteré de que había sufrido un accidente, y venciendo el ego herido la llamé. Me respondió, agradecida por el interés, afirmando que no había sido nada, que todo estaba bien y solucionado. Me decidí a ir a verla, pero la vi desde lejos con el otro riendo y me di la vuelta.

Quiero romper el tiesto, eliminar el problema, sé que es la única solución, pero es tan difícil…

Y aquí sigo, escribiendo y acudiendo a fiestas con otros amigos, riendo sus chistes y gracias mientras intento alejar de mi mente la imagen de ella. Imagino que lo mismo les sucede a ellos, que también tienen problemas de hipotecas, desempleo, o de relaciones personales o amorosas y que intentan romper el jarro disimulando su pesar con risas y copas entre amigos para alejar la soledad.
Es difícil romper los jarrones delicados y caros; siempre tendemos a conservarlos.
Sin embargo, sólo si logramos hacer eso podremos renovarnos y sentir sensaciones nuevas que nos aporten la felicidad.

****
Aquí de nuevo. Después de escribir lo que precede, me fui a dar una vuelta y comenté el artículo con mi amigo Manuel, que tiene que mantener esposa y tres hijos pequeños y la letra de su coche, herramienta necesaria para su trabajo, siendo éste eventual; con mi yerno, que está sin trabajo y debe pagar 900 euros mensuales de hipoteca; con mi amigo Bartolo, que tiene que cuidar de una persona mayor e inválida que necesita su atención constante... Y todos ellos me han dicho que le pregunte a mi amiga y consejera Mado cómo pueden ellos eliminar esos problemas. ¿Si no encuentran trabajo para mantener a su familia, dejan de buscarlo y de preocuparse? ¿Si no pueden pagar la hipoteca, abandonan la vivienda para el banco? Y Bartolo, ¿qué hace con nuestra querida persona mayor y su silla de ruedas?
Así que he regresado a mi casa dándole vueltas al tema y he encontrado el error del planteamiento budista: el niño no debía haber golpeado el jarrón con las flores, sino liarse a palos con el monje anciano que dijo que una cosa tan bella era un problema.
¡Coño! ¿Un viejo chiflado así puede estar a cargo de una comunidad religiosa?

9 comentarios:

  1. Juan, que tal va? Llevo un tiempo algo ausente por que estoy hasta arriba de trabajos... Ay!! A ver cundo puedo leerte a fondo... Besitos!!

    ResponderEliminar
  2. Conocí una variante de esa historia. Un maestro que plantea un problema y la solución es destruir. Yo lo hubiese vendido. Pero al maestro le hacía gracia que alguien lo rompiese. En fin, Juan... para gustos los colores.

    ResponderEliminar
  3. Eso, eso, Lamas, a ver cuando puedes.
    Mucho éxito en tus trabajos.
    Nos leemos. Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Venga, Manuel,parece mentira que sólo piensas en el dinero,¡vender el problema!
    Y eso, sí, para gustos... ¡Las papas fritas con huevos de gallinas de corral!
    Sé que el relato es un esperpento, pero qué quieres,algo hay que escribir para no perder el pulso,aunque sea desfigurando la realidad. Te prometo mejorar.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Pero que lectura tan fatalista, jejeje. Yo me refería al gusto del monje budista por destruir. Si es que eres lo que no hay.
    Tú si que eres un esperpento con chocos.

    ResponderEliminar
  6. Anónimo8:53 p. m.

    Mi querido Juan, gracias primero por haber subido a tu página mi espacio, te han quedado regios los cambios! En cuanto a las preguntas de tus amigos, que te diga Mado que hacer...aquí te va mi respuesta....En los años 60 cuando las cosas en la ciudad de México no eran del todo fácil, sobre todo para una mujer joven, guapa, sola y con tres hijos pude salir adelante y aquí estoy con tres profesionistas exitosos, felices y yo pues tú ya sabes de mí...la clave es simple y eso lo saben bien mis hijos...primero que no estas solo que vas de la mano de Dios y arriba de Dios no hay nadie y segundo, si tiene precio no es problema, problema es cuando hagas lo que hagas no tiene precio. Al final del día cuando sentía ganas de claudicar ante lo agobiante de salir adelante sin hipotecar mi dignidad o mis principios, me bastaba con ir a la habitación de mis hijos y ver sus tres caritas confiadas en que tenían una madre que todo lo podía y claro que lo podía porque dejaba cada noche en manos de Dios mis agobiantes cuitas. A ti te digo sobre lo de la traición de tu amiga, que la traición mi querido Juan es la llave de crecimiento humano más grande que existe, como los toros de miura si tienen casta, la sacan, cuando los picadores los lastiman, si no se amilanan y se paralizan, que bueno saber que tú si tienes casta!, a tu amigo Manuel que en lugar de irse a dormir con sus problemas se duerma sabiendo que por lo menos tiene con quien compartir su pena que una pena compartida es una pena partida a la mitad, a tu amigo Bartolo que no piense en un día más porque es un día menos de tener esa carga y cuando su padre Dios se la quite va a extrañar esa presencia, mejor que se vaya a la cama con una muestra de agradecimiento, que la semilla de la abundancia es el agradecimiento mi querido Juan, y el cuento no va tan mal, es una pena que todo lo que sabemos nos impide ver lo que aún no sabemos!...Te abraza tu amiga Mado.

    ResponderEliminar
  7. Hola, Mado, muy interesante tu comentario.Hablas por experiencia y eso tienen un valor enorme.
    le verdad es que el que tiene Fe tiene un tesoro, pues ya está escrito "La Fe mueve montañas".
    Un abrazo fuerte, amiga.

    ResponderEliminar
  8. Juan:
    Animo, que no hay mal que dure 100 años, se fuerte y trata de ensar menos en engaños y traicioenes para ver un mundo nuevo de posibilidades y amig@s nuevos por descubrir.

    hasta pronto mario

    ResponderEliminar
  9. Hola, Mario, no tengo problemas. Los problemas de mis amigos sí que son ciertos y graves.
    Un abrazo, paso a ver tu blog.

    ResponderEliminar