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domingo, noviembre 24, 2013

NO ESTAMOS SOLOS



Verano del año 1974. Había ido con unos compañeros a Palma de Mallorca en barco a trabajar durante una semana. Mi mujer se había quedado en casa a última hora cuidando de los niños, pues mi madre cayó enferma y no pudo quedarse con ellos.

Acabado el trabajo, pasé el siguiente día visitando la ciudad. Ese día  por la tarde hice mi maleta y me fui hacia el puerto, el buque salía a las 20 horas. A medio camino me encontré a mis compañeros sentados en le terraza de un bar y me llamaron. "Aún faltan dos horas para que salga el barco, siéntate con nosotros y tómate algo", me dijo uno de ellos.
Les hice caso, total, en diez minutos un taxi me dejaría al pie de la escalerilla del Ciudad de Valencia.

Pero la cosa se salió de madre y una cerveza siguió a otra. Mis compañeros estaban ya  fuera de punto y querían ir a otra parte cuando de súbito escuché la sirena del buque. Me levanté corriendo y me puse en una esquina de la avenida que conducía al aeropuerto con la idea de detener el primer taxi que pasara. No había manera, todos los taxis iban llenos, debía buscar una parada, pero ni yo sabía dónde ni tenía tiempo.

 Escuché la sirena por segunda vez, la siguiente sonaría poco antes de soltar amarras. Me sentí solo, una soledad tan grande que se me saltaron las lágrimas. Por culpa de aquella gente había perdido mi barco, mi billete, y quizás mi trabajo, pues a mi llegada a Valencia tendría justo el tiempo de llegar a casa, besar a los míos y salir de viaje a realizar las pruebas de aptitud para trabajar en una nueva central nuclear: C.N de Cofrentes, ubicada a  100 kms de la capital. Si no me presentaba perdía la oportunidad y debería esperar a una nueva convocatoria.

Miré el reloj con ojos lagrimosos y maldiciendo la hora en que hice caso a mis amigos. Ellos, a saber dónde estaban, pues  eran solteros y les daba igual  un día más o menos: tenían dinero.
Escuché el tercer aviso del buque y comprendí que ya lo había perdido. Me incliné a coger la maleta cuando de pronto se detuvo un  coche  al lado  y oí una voz que me preguntaba: ¿Va usted al Puerto? Suba, dese prisa que aún  puede coger el barco.

Era una señora de unos cincuenta años que me hablaba asomada a la ventanilla de un flamante Renault 12. Su marido se apeó, cogió mi maleta y la introdujo rápidamente en el maletero, y yo subí al vehículo. Llegamos al barco cuando ya estaban soltando las gruesas sogas de sus amarres. El hombre tocó el claxon e hizo señas  a los estibadores y éstos esperaron un poco antes de retirar la escalera. Les dije adiós y gracias mientras corría hacia la escalera. Cuando llegué arriba el Renaul 12 rodaba en dirección a la salida. Nunca supe quienes eran aquellas amables personas, no hubo lugar a presentaciones, fue todo tan rápido...
Fue un milagro.


Aquella experiencia  reafirmó mi idea de que independientemente de mi creencias,  religiosas o no,  alguien nos cuida. No estamos solos.

12 comentarios:

  1. Querido Juan,
    me quedé maravillada por el contenido del relato y más por el final y tu certeza de que Alguien está siempre, en las buenas y en las malas.
    ¿Fue el ángel de la guarda o Dios o simplemente casualidad o suerte?
    Yo me inclino que fue un golpe de gracia.
    Abrazos de amiga.

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  2. Sin duda Juan, no estamos solos, llamale como quieras pero muchas cosas lo demuestran.

    Hasta pronto Mario

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  3. :)

    Dos buenas personas.

    Bien por ellos.

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  4. Calro que no lo estamos querido amigo por suerte grqacias Dios para mi no estaos solos, siempre alguien está para ayudar en los momentos en que realmente necesitamos.

    Amigo querido tengo dos premios para blog que me han sido otorgados, te pediría ya que se deben pasar a blog que consideras de valía, te pediría dije pasaras por
    www.cuandolossilencioshablan.blogspot.com
    allí los verás arriba de todo, los copias y te los llevas.
    Lo mereces!!! Espero lo hagas!
    Un abrazo!

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    Un abrazo!

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  6. Cómo disfruto leyéndote.
    Hace poco estuve a punto de perder el último tren, atacada de los nervios, después de un pesado día y con la bicicleta plegable y su "transportín" dándome problemas. Si no fuera porque un chico, cuyo nombre desconozco, me ayudó en el último minuto, no podría haber regresado a mi casa como lo hice.
    Este escrito me ha recordado a esta persona, a la angustia que sentí, al alivio después y al agradecimiento enorme por la ayuda desinteresada que nos prestan algunas personas.
    Tus letras también hacen mucho bien desinteresado.
    Espero que todos estéis bien por allí.
    Un besito con mucho mucho cariño, mi fiel y querido amigo Juan.

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  7. Estoy convencido de ello, Mario. Un abrazo

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  8. Así, es, Toro salvaje, una pena no supe quienes eran para agradecérselo.
    Saludos

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  9. M.Susana, coincido contigo en que siempre hay alguien para ayudar a levantarnos en nuestros momentos críticos. No estamos solos.
    Mira, antes tenía esto lleno de premios, algunos de tu foro, y como no cesaban de entregarme más, los quité todos y puse los enlaces a vuestras páginas para que al entrar aquí os vena mejor. Si empiezo a poner premiso otra vez , se llenará esto, y no quiero.Te agradezco la intención: eso es lo que cuenta. Un beso

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  10. Querida Lady Luna, gracias por tu interesante aportación, eso demuestra que el enunciado de esta entrada es cierto:No estamos solos.
    Estamos todos bien, gracias, y tú con tu comentario me has alegrado el día. Un beso fuerte.

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  11. Hola amiga genessis: me encanta tu comentario. Yo siempre he buscado la verdad,pero no en las instituciones religiosas: en ésas no creo. Sin embargo me maravillo ante la sabiduría e inteligencia que demuestra el funcionamiento del Universo, y estoy convencido de que no surgió por casualidad: toda ley indica la existencia de un legislador, toda fórmula, la de un matemático o físico, todo reloj, un relojero... Sé que no estamos solos, pero tampoco me explico cómo puede ser. Un beso, amiga.

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