martes, febrero 10, 2015

LA CARTA


Cuando abría el buzón sólo encontraba publicidad y facturas pero aquel día fue distinto:
Había un sobre blanco con un sello precioso.

Tomé el sobre en mis manos y lo acaricié un momento, contemplé su sello, olí su papel... Hacía tanto tiempo que no recibía una carta...

Recuerdo cuando era pequeño y estaba interno en un colegio que preguntaba cada lunes a la monja si había recibido carta de mi madre. En ella venía su cariño envuelto en un papel de cuaderno, con rayas, escrito a tinta con letras grandes que se salían de la línea. Ni un farmacéutico entendía su letra; pero yo sí.

Más tarde, en mi adolescencia, yo escribía desde Málaga dos veces por semana a la novia que había dejado en el colegio madrileño. Recuerdo que le pedí me enviase un cabello de su larga trenza rubia. Ella me envió unos cuantos, pero no eran de su trenza. Los guardé en mi cartera. De noche, en la intimidad de mi cama, yo los olía y los besaba. La imaginación volaba sin límites y me encontraba con ella en la Gran Vía, en el anfiteatro oscuro del cine Callao.

Hubo muchas cartas después a lo largo de mi vida: Las recibía en Francia de mis padres y de otras chicas. También hubo muchas cartas de mi esposa en Sudáfrica. Y aún recibo alguna de América cada Navidad. El abrirlas me emociona: son mágicas.

El internet ha acabado cruelmente con las cartas debido a la facilidad y rapidez conque nos comunicamos. A su vez, el internet con su emails y los mensajes de las redes sociales, ha sido desplazado por el Wassap. Es instantáneo y no tienes por qué estar conectado a la red.

Pero yo añoro las cartas en papel que traían en su interior el amor de la autora, cuya huella había dejado impresa en el papel con carmín de sus labios. Ya no puedo coleccionar sellos de diferentes países, sellos que también me traían a la mente el recuerdo y la imagen de las personas que me lo habían enviado.

Ahora nadie se molesta en escribir cartas.

La gente se conforma en enviar el mismo mensaje a diez personas diferentes. No hay calor, ni cercanía. Se escribe algo, se envía y ya está. Ni siquiera los escriben con todas las letras. No sabemos cómo los recibe el otro, si le ha gustado o lo ha borrado enseguida sin abrir.

Ningún email puede emocionar tanto como una carta escrita a mano. Las fotos que se enviaban se guardaban en Álbumes para verlas toda la vida. Las otras, las digitales, son frías, se borran al instante y con ella el recuerdo que intentaban conservar.

Aquel día fui muy feliz porque, al abrir el buzón, encontré una carta de verdad, un sobre blanco, escrito a mano con letra pequeña. He conocido enseguida la letra.


2 comentarios:

  1. Juan:
    Muchas cosas se van perdiendo con la modernidad, mejor dicho no perdiendo sino transformando, el mundo avanza vertiginosamente y cada quien toma lo que le interesa y puede, recuerda que no se muere sino simplemente se transforma.
    un gusto leerte Mario

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  2. Sí, es cierto; pero se transforma a peor: no hay educación, nadie se levanta del asiento al entrar una anciana o mujer embarazada; nadie se molesta en dedicar un tiempo y unos centimos en escribir y enviar una carta personal, etcc.
    Un placer contar contigo, amigo Mario. Como puedes ver, el facebok también se ha llevado a todos los amigos que comentaban antes. Un abrazo

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