Fragmento de la novela:
....–¿Qué te ha pasado, hija mía?, ¿por qué lloras?
–Por nada, mamá. Está claro que para encontrar un trabajo
decente hay que estar afiliada al partido gobernante, o quitarte
las bragas y bajarte al pilón –le contestó irritada.
–¡¿Pero qué dices, mujer…?! – respondió ella, alarmada
por el lenguaje empleado por su hija.
Mari Luz se encerró en su habitación, renunciando a dar
más explicaciones.
Al anochecer llegó Miguel para invitarla a ver una película
en los multicines. Mari Luz salió con él y le puso al corriente de
todo lo ocurrido. Al principio su amigo parecía muy indignado;
pero luego acabó aconsejándole que aceptara lo sucedido como
la cosa más natural del mundo con estas palabras:
–En todas las empresas los directivos intentan conseguir
los favores de sus empleadas. Hay mucho acoso sexual en los despachos;
la mayor parte de ellos no se denuncia ni sale a la luz por
diferentes motivos: unas veces, las víctimas no quieren perder el
puesto de trabajo; otras se callan y evitan así que sus cónyuges se
enteren de los tocamientos y demás abusos a los que han sido sometidas,
por temor a verse repudiadas. También sucede lo contrario:
hay empleadas que provocan ellas mismas esas situaciones
para lograr un ascenso o un matrimonio. Tú no te atormentes y
olvida esta desagradable experiencia. Mejor aún: que te sirva de
lección a la hora de confiar en la gente.
Al salir del cine decidieron ir a cenar y se sentaron en la
terraza de un restaurante ubicado en la Ribera del Marisco. Las
ramas de las palmeras del parque danzaban alegres, animadas por
la brisa marina. La Luna lucía escondida tras las ramas de una palmera
y, enternecida, les observaba con una sonrisa pícara pintada
en su cara redonda. Las terrazas de la Ribera estaban ocupadas y
la gente buscaba desesperadamente una mesa libre para sentarse
y pasar la velada. Al otro lado de la calle había niños jugando en
un jardín infantil, vigilados por sus padres; los paseantes compraban
bisutería, libros, helados y chucherías en los quioscos. Ya en
la sobremesa, Miguel le recordó que hacía dos años que salían
juntos y que desde el primer día estaba muy enamorado de ella.
Le confesó que la amaba con locura. Entonces sacó un estuche
de su bolsillo y se lo entregó: contenía una preciosa sortija con
un diamante. Mari Luz la aceptó, dichosa, y desde aquel momento
quedaron comprometidos. Se miraron a los ojos con ternura y se
besaron. Cuando salían del restaurante, Miguel pasó un brazo por
los hombros de su novia, la atrajo hacia sí y la besó en la mejilla.
Luego le dijo:
–¿Sabes, Mari Luz?: En la empresa Contenedores del Sur
las cosas comienzan a arreglarse: van a hacer fijos a unos cuantos
obreros, y creo que estoy en la lista. Con una nómina fija, los bancos
me concederán los créditos que solicite. Y entonces podremos
casarnos.
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