El pasado día 26 de marzo se celebró en el Hotel Saray de Granada el IV Encuentro de Poesía en la Red. De los noventa poetas que se inscribieron hace dos meses quedamos cincuenta, y eso permitió leer dos poemas cada uno en vez de uno solo como estaba previsto. Los míos ya los conocéis, porque los publiqué en este blog en su día: «Atardecer en Granada» y «Tu nombre».
El Saray nos reservó una sala muy coqueta e íntima para el recital, y fuimos pasando uno a uno por el escenario. Nos dio la bienvenida el poeta y escritor granadino Gregorio Morales, dedicándonos un poema que me emocionó tanto que se me anudó la garganta. Se lo he tomado prestado al amigo Gregorio para que lo podáis leer aquí:
La Alhambra de Granada a los poetas virtuales
Alzaron mis muros sólo
para que los poetas
cantaran mi belleza.
Mis paredes están construidas de poesía.
Mis torres, mis adarves y mis fuentes
están hechas de versos.
Mis ladrillos son poemas sobre poemas.
Soy una ciudad invisible,
cerrada para muchos y abierta para pocos.
Multitudes se estrellan en mis paredes.
Contados ven el espíritu tras mis adobes.
¡Gracias por venir, poetas virtuales!
Cada uno de vosotros es una torre.
Vuestros versos son una Alhambra paralela.
A mí vienen los poetas del cielo.
Los poetas de la tierra
acampan en las afueras.
Los poetas de la tierra son esclavos.
Tienen que franquear policías y fronteras
y nunca cantan cuando quieren.
Los poetas del cielo viven sin ataduras.
Cantan lo que aman
en el momento que aman.
Los poetas de la tierra, cuando quieren cantar,
van a un editor.
A los poetas del cielo les basta con hacer click.
Los poetas de la tierra,
cuando quieren ejercer de poetas,
se arrodillan ante un vate.
A los poetas del cielo les basta con entrar en la red.
Los poetas de la tierra se cierran en grupos
y se hieren en batallas.
Los poetas del cielo abominan de los ejércitos,
son solitarios, piensan, aman y duermen en paz.
Vosotros, poetas virtuales, poetas del cielo,
¡no emuléis a los poetas de la tierra!
Vosotros sois la Alhambra de la poesía.
La Alhambra no ama ser Nueva York.
Los poetas de la tierra van a Nueva York,
pero los poetas del cielo vienen a la Alhambra.
¿No veis que yo guardo celosamente mis secretos?
¿Qué soy áspera por fuera y sublime por dentro?
Los poetas de la tierra no se conocen a sí mismos.
Los poetas del cielo excavan para encontrarse.
Sólo se puede ser uno mismo
fuera del glamour y de la gloria.
¡Evitad los agujeros negros
y venid a mí!
En mis jardines aflora
la música secreta que os define.
¡Seguid como sois, poetas del cielo!
Lo tenéis todo.
Vuestros medios son invisibles
como el alma es invisible.
Los poetas de la tierra
se traicionan y se venden.
¿Cómo vais a traicionaros vosotros
si los milagros fluyen de vuestras manos?
¿Si estáis en todas las partes
y habéis vencido el tiempo?
A solas con vuestro ratón mágico
construís invisibles paredes,
con versos invisibles
que edifican torres invisibles
donde habita el duende.
No habéis venido a mí por casualidad.
Os pido que seáis
tan sólidos como mis cimientos;
tan inasequibles como mi historia;
tan fuertes como mis muros;
tan dulces como mis versos;
tan etéreos, tan misteriosos
como los príncipes que habitaron en mí.
Una multitud secreta vive en mis palacios.
Una multitud de almas
que se buscan, se aman y se abrazan
como vosotros en Internet.
¡Miraos al espejo, poetas virtuales!
Y me veréis a mí.
Y me veréis como soy.
Mi rostro es el vuestro.
¡Bienvenidos a mi reino!
¡Llevaos mi magia!
¡Dejadme la vuestra!
Finalizada la primera ronda de poemas, hubo un descanso de media hora en los jardines del hotel, y merendamos café y dulces. Seguidamente entramos de nuevo en la sala para recitar la segunda ronda de poemas.
Al finalizar pasamos al comedor reservado para los participantes en el evento poético y dimos cuenta de una abundante y exquisita cena en la que compartimos experiencias y proyectos unos con otros y pasamos de ser conocidos virtuales a amigos reales.
La organizadora del encuentro, Marian Gardi, celebró su cumpleaños tras la cena y todos brindamos por ella con Cava.
El acto, que comenzó a las cuatro de la tarde, acabó a media noche, y algunos se fueron luego de copas por Granada. Mi mujer y yo nos fuimos a la cama, estábamos agotados tras haber subido a pie al Albaycin y recorrido luego media ciudad sacando fotos y tapeando.