Había leído mucho sobre la Romería a La Virgen de la Cabeza, la más antigua de España, que cada año se celebra el último domingo del mes de abril, y a la que acuden decenas de miles de fervorosas personas. Poco en cambio sabía de lo que realmente sucedió en ese lugar durante la Guerra Civil en los ocho meses que duró el asedio del Santuario, pues las versiones varían según sus autores sean de derechas o de izquierdas: cada cual arrima el ascua a su sardina. Por ello es conveniente leer a historiadores extranjeros de reconocido prestigio como Hugh Tomas o Ian Gibson.
Sin embargo, dejando a un lado las encendidas proclamas y explicaciones partidistas de cada bando, es interesante observar que todos coinciden en lo siguiente:
En septiembre de 1936, el capitán Cortés acompañado de 249 guardias civiles, sus familias y algunos simpatizantes de los sublevados, formando una columna de 1200 personas, se refugian en el Santuario con la intención de pasarse al bando de Franco.
Más tarde son rodeados por el ejército republicano, que le exige la entrega de las armas y la rendición, a lo que el capitán se niega. El mismo Franco, para quien conservar la posición del Santuario no merecía la pena y necesitaba sus batallones en otros lugares, le envía a la Cruz Roja Internacional para que negocie la rendición y se haga cargo del personal civil, asegurando el buen trato y respeto a sus vidas. El capitán se opone a ello y al cabo de ocho meses de asedio con hambre, bombardeos y ataques el santuario se derrumba y cae en manos del ejército republicano. De los 249 guardias iniciales sólo salen de las ruinas 60, y otros 107 guardias permanecen gravemente heridos entre los escombros. Entre ellos, el capitán Cortés, a quien la metralla a abierto un boquete en el vientre. Los republicanos encuentran un centenar de tumbas en un lateral del Monasterio, con un cartel en la entrada del recinto alambrado que dice: “La Guardia Civil muere, pero no se rinde”.
Al verle tan gravemente herido, el comandante de las fuerzas republicanas le dice: ¡Sois unos valientes!, con doscientos hombres como ustedes llego yo a Burgos”.
Todos los historiadores coinciden en lo siguiente:
1 El buen trato que se les dio a los prisioneros.
2 En la condecoración al capitán Santiago Cortés González con la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta condecoración militar.
3 En que desde ese mismo año en todos los cuarteles de la Guardia Civil existe una placa en sus salas de armas conmemorando su nombre y la duración del asedio, que dice: Capitán Cortés, septiembre 1936 -1 de mayo de 1937.
Este asedio, tan importante o más que el del Alcazar de Toledo, ha sido siempre silenciado en los medios culturales y políticos, nunca se ha hablado de ello ni aparece en muchas de las enciclopedias populares más conocidas, como la recientemente publicada por el diario El País.
4 Coinciden también los historiadores en que el sitio del Santuario no tenía ningún valor estratégico, pero fue utilizado por el ejército franquista para mostrar ante la opinión internacional a los milicianos como salvajes sin escrúpulos y sedientos de sangre, y a los tres centenares de guardias como héroes dispuestos a morir cumpliendo su deber ante un ejército infinitamente superior formado por 12 mil hombres, varios tanques, ametralladoras, cañones y aviones.
El poeta Miguel Hernandez fue uno de los que participó en el asalto del Santuario de la Virgen de la Cabeza defendido por el capitán Cortés de la Guardia Civil, según contó el propio Miguel en el Ateneo de Alicante. Existe una fotografía donde se ve a Miguel junto al diputado Martínez Cartón, jefe de la XVI Brigada, con prismáticos, a Vittorio Vidali o comandante Carlos, a otros oficiales en ese frente. El asalto duró ocho meses, el Santuario se tomó el 1 de mayo de 1937 a las 15´15 horas.
Esta afirmación de participación en el ataque fue una de las acusaciones esgrimidas con más vehemencia por el Fiscal militar en el Consejo de Guerra contra Miguel.
Contrariamente a lo publicado por la prensa y los escritores franquistas, Miguel afirmaba que en el asedio el ejército republicano estaba formado por campesinos civiles que carecían de preparación militar y luchaban sin armas apropiadas: escopetas de caza, trabucos, hondas, palos y navajas... No fue hasta el mes de abril del 37 que acudió en su ayuda el batallón de Martinez Cardón con todo su armamento, y entonces, en dos semanas, acabaron con la resistencia de los defensores del Santuario.
El Santuario de la Virgen de la Cabeza fue reconstruido y ampliado en los años 50. Desde entonces continúan las peregrinaciones y romerías en honor a la Señora.
Ya desde mi época estudiantil supe de la Romería por mis compañeros del Instituto y me prometí visitar algún día el Santuario de la Virgen de la Cabeza; pero no fue hasta 2004 que pude hacerlo, aprovechando un viaje a Madrid para ver a mi nieto: Al llegar a Andújar, me desvié de la autovía de Andalucía y subí con mi esposa al Cerro del Cabezo. Mi mujer se emocionó mucho y le ofreció a la Virgen un ramo de flores. Luego continuamos el viaje para ver a Iván, nuestro único nieto hasta el momento.
Aquella vez salimos del camerino de la Virgen y pasamos por el patio interior de la iglesia, un patio lleno de macetas;allí vimos una imagen pequeñita de piedra, que sustituye a la auténtica imagen fundadora del Santuario, la cual desapareció en la Guerra Civil. Luego salimos fuera a admirar el paisaje, y me impresionó ver en una plazuela un monumento fascista: un águila de bronce sobre un pedestal de piedra, erigido en honor a las victimas del asedio.El artículo lo publiqué aquí.
El libro ha sido escrito, supervisado y editado por una Comisión de la Guardia Civil, cuyos responsables aparecen nominados en la contraportada. Al final muestran una bibliografía con la lista de archivos y documentos consultados para apoyar el texto, y también la lista de muertos y heridos en el ataque con sus respectivas graduaciones.
Ya digo: me ha gustado mucho el libro por los datos que aporta sobre las razones que movieron a los guardias a revelarse contra La República y la situación en que vivían en el Santuario los asediados, cosas que leo de la mano del mismo capitán Cortés a través de los partes que a diario enviaba con palomas mensajeras y los mensajes con heliógrafos, conservados en el Archivo Nacional y reproducidos en el libro.Así mismo, me gustan mucho las excelentes descripciones que da del entorno.
Aborrezco, en cambio, los pasajes abundantes en que el autor imparte cátedra e intenta justificar lo injustificable: el golpe de estado en una democracia; la división entre los buenos: los que tienen el favor de la Virgen que preside el Santuario y que dieron su vida por defenderlo,y los del bando republicano: los malos, los salvajes que violan y asesinan a las mujeres y prisioneros. Afirman, en sucesivas ocasiones, que los republicanos son “Ordas salvajes”,y ellos, en cambio, como verdaderos cristianos, respetan a las personas, etc, etc.
Por eso siempre he preferido documentarme leyendo a autores extranjeros, neutrales y ajenos al conflicto, como Larry Collins y Dominique Lapierre en su novela “Llevarás luto por mí”, o "La Guerra Civil Española", de Hugh Tomas, o en otros temas de Ians Gibson