¿Se me había olvidado contarles que aunque con dos días de retraso, los Reyes Magos me dejaron un jamón ibérico de recebo?
Esto no tendría mayor importancia en otra época, pero habida cuenta de la crisis el jamón está trayendo cola.
Al comentar yo en el bar mi alegría por haber recibido inesperadamente un jamón de Badajoz, alegando que posiblemente había llegado con retraso porque en vez de venir por carretera llegó por el mar en un barco velero que se halla amarrado en el muelle, al día siguiente mis vecinos fueron de noche al puerto y llenaron el muelle de botas y zapatos para que los reyes dejasen sus regalos.
Y como resulta que aún no lo he tocado porque todavía me queda algo del jamón que le tocó a mi Carmen en la rifa de la Frutería Antonia — este año sólo hemos estado tres personas sentadas a la mesa en las navidades en vez de las diez u once que solían estar hasta hace un par de años, por eso nos ha sobrado, que si no... –, lo teníamos colgado en el lavadero. Por otra parte, hace frío por las noches, y Carmen se ha apiadado del jamón y le arropa para que no coja un resfriado y nos lo pegue a nosotros el próximo fin de semana, que es cuando calculo yo que me decidiré a meterle mano a sus partes íntimas. A este jamón, el primero que me regalan en mi larga vida, se lo voy a comer todo, nada de escrúpulos. Al Kama Sutra ese le van a faltar páginas para describir lo que vamos hacer nosotros solitos en la intimidad del hogar con una botella de Ribera del Duero. Aunque luego me digan que me vaya a Madrid al desfile del Orgullo Gay.
Pero hete aquí que esta mañana me levanté como muy temprano, todavía de noche, y al encender la luz del comedor me llevé un susto de infarto: sentado delante del televisor había un tipo que al primer momento me pareció ser el jefe de la Garduña, esa sociedad secreta de asesinos a sueldo que salían en la novela Bandolera.

– ¡Pero cómo va a sé el tío de la Garduña! Aynsss...-- decía mi Carmencita golpeándose la sien con el dedo índice mientras me ofrecía una pastilla para la tensión y un vaso de agua.
– ¿Y por qué no puede ser el tío de la Garduña, si la novela terminó el viernes y todos ellos se han quedado parados? – respondí yo
–¡ Coño! ¿ Y de 46 millones de zere humano que tiene España iba a dá la cazualidá de vení a mi caza? A vé zi zá creío que zemo rico...
– Ricos no, pero como saben que estás colgada por la Bandolera y comentas los capítulos en sus blogs y páginas webs, y te has pasado dos días llorando porque se ha terminado y no los ibas a ver más... pues aquí lo tienes, no vas a perderlo tan facilmente.
– No, no. La culpa la tiene tú por ir alardeando de nuectro viajecillo en el feicbu y en tu bló...
Y mientras decía eso, mi Carmen acariciaba dulcemente al jamón como si el de la Garduña se tratara, y demostraba su cariño ajustándole bien el pañuelo y el gorro para que no pasara frío.
































