domingo, diciembre 23, 2012

EL GORDO DE NAVIDAD

 
Pensaba yo, iluso de mí, que  tocarme la lotería navideña sería el cambio que los Mayas hace siglos  presagiaran, pero llegó la fecha y se celebró el sorteo y, como es costumbre, no me ha tocado nada.


Sigo tal como estaba: mileurista, que vive en un piso soñando con mudarse a una casa con patio y jardín donde plantar naranjos, césped, rosales  y diversas plantas. No; no podré comprarme la casa de mis sueños, una que está en venta desde hace cuatro años.

 
 En estos casos se suele decir que no importa, que estamos bien como estamos, que lo principal es la salud, que otros necesitan más el dinero que nosotros...

 
Ayer en televisión una señora de Alcalá de Henares  que había rechazado comprar el número que ha sido agraciado y prefirió otro que no le ha dado nada, respondía a la reportera que «Era feliz sabiendo que el premio había caído en los hogares de  sus vecinos más necesitados; ella tenía sus necesidades cubiertas y se alegraba por ellos».
¡Ja,ja,ja!, permítanme que me ría.

 
Suena bien de cara al tendido, pero no deja de ser una declaración hipócrita: lo que esa señora hubiera querido, como yo y como todo el que compra un número, pues para eso lo compra, es que le hubiese tocado a ella; los demás, que se jodan.

 
Ésa es la pura realidad, lo demás es engañarse a sí mismo. Seguramente, esa pobre mujer se dio de cabezazos contra la pared cuando escuchó el número que había ganado en la radio o en la televisión. Entonces se dio cuenta del tremendo error cometido.

 
 Asegurar el futuro, recibir  a domicilio a los mejores médicos sin esperar colas de varios meses, vivir holgadamente sin temblar ante las decisiones del Gobierno, chulear a los banqueros en vez de humillarse ante ellos. Viajar a  lo sitios soñados, disfrutar de la vida y de los placeres... todo ello hubiera sido posible si mis  décimos hubieran coincidido con el número premiado con el Gordo.

 
Ya  me veía yo como  Berlusconi: sentado en el borde de la piscina de una lujosa mansión, rodeado de hermosas jóvenes posándose sobre mí como moscas hambrientas; y a mi mujer tendida en una camilla mientras un mulato  joven y musculoso, solamente vestido con una pequeña toalla a modo de falda, la cual no logra cubrir del todo su tercera pierna, se afana en darle un placentero masaje en la espalda y las nalgas.

 
Tampoco hubiera despreciado un segundo premio con el cual adquirir ese chalet de dos plantas que veo cada vez que voy a caminar por la ruta del colesterol, con 200 metros de jardín vallado, paneles solares, piscina y barbacoa. Poder contratar a una asistenta para las labores de la casa y dejar descansar a mi mujer; viajar a Sevilla en taxi para ir a  los  teatros y sala de fiestas, y  llamar por teléfono a mi mujer y decirle que se me ha hecho tarde y que debo  pernoctar en  un hotel (sin decirle, por supuesto, que  me acompaña una belleza para que me cuente cuentos para dormir y cuando tenga hambre me dé teta).

 
Incluso me hubiera venido bien un tercer premio para comprarme el dichoso chalet, aunque luego me rompiese las espaldas y las piernas cavando en el jardín para plantarle flores a mi parienta. Vendería este piso viejo y con el dinero obtenido tendría un colchón para amortiguar los pellizcos del Gobierno y de  Hacienda

 
Ya me gustaría, visto  que  nada me ha tocado, que me hubiese tocado el cuarto o quinto premios para realizar el viaje al Iguazú, esa maravilla de Argentina, donde también residen algunas de mis mejores amigas virtuales, a las cuales hace años que prometí visitar, abrazar y besar. Por ese orden.

 
Pero nada de eso ha sucedido: sigo igual de pobre que antes, peleando con el monedero para llegar al día 30 de cada mes, maldiciendo cada vez que me obligan a realizar gastos imprevistos, como la ITV; restringiendo los viajes y salidas de ocio; ocupando un piso en la última planta de un edificio en el que viven 20 vecinos, la mayoría morosos y en pleitos con la Comunidad, pues ni acuden a las asambleas ni pagan la cuota, dejando que el edificio se caiga a trozos, habiendo de  espolvorear el motor del ascensor con Viagra para que tenga fuerzas  para subir hasta la última planta. Todo ello  me impide invitar a mi casa a los amigos porque siento vergüenza de ver el estado del edificio.

 
Y, claro, viendo la situación en que viven  millones de personas en España, debería decir lo mismo que esa señora de Alcalá: «Otros lo necesitan más que yo y estoy contento de que les haya tocado»

 
¡Y un carajo! Lo que estoy es hundido, decepcionado, ¡joder! Si la Constitución dice que todos somos iguales y con los mismos derechos, ¿por qué coño no me toca a mí la lotería  y a otros sí?

 
 De alegrarme por los demás, ¡nada! Siento que la diosa de la Suerte me ha maldecido: jamás me ha regalado nada y lo poco que he conseguido lo he tenido que sudar con sangre y lágrimas; y últimamente no  me toca ni mi mujer. Ella es más conformista, más sensata, más dulce... Me dice: Cariño, no pasa nada, quizás tengamos más suerte en la del Niño...

 
¡Anda, anda...!, déjate de niños, cariño, que no está el horno para bollos ni para pestiños.

4 comentarios:

  1. Me uno al club de los poco afortunados...pero bueno te deseo una Navidad llena de amor porque el dinero no quita la soledad ni te hace un mimo cuando estas enfermo, ni siquiera te sirve la comida con mucho amor...y te dice papa te quiero mucho, en fin para mi eso es lo más importante, besossssss y que esta Navidad la pases con mucho amor y alegría...

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  2. A mí tampoco me ha tocado.
    La verdad es que cada vez juego menos y menos que jugaré porque el año que viene el estado se llevará el 20% de todos los premios.
    Efectivamente el dinero permite muchas cosas que mejoran la vida y el que lo niegue no está diciendo la verdad.

    Felices Fiestas.

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  3. Yo, Juan, no puedo decir ni lo de "mientras tengamos salud..." :-) Porque no tengo ni salud ni dinero. No sé si cortarme las venas o dejármelas largas.

    Eso sí, aunque no tengamos ni dinero ni salud, mientras tengamos humor, iremos tirando.

    Besos y felices fiestas!

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  4. Bueno, Juan, otra vez será... eso es lo que solemos decir. Y, eso sí, como bien dice Ana, que no falte el sentido del humor. A mí tampoco me ha tocado nada.

    Lo de la salud, pues será un tópico, pero yo digo lo que aquél "Virgencita que me dejen como estoy".

    Ais, entiendo a esa señora. Es verdad que si yo tengo el número en la mano y lo rechazo (¡cosa que nunca hago por si las moscas!), me daría rabia, pero también me alegraría por los demás, más si sé que están necesitados. Están los tiempos... Recuerdo que uno de los momentos más entrañables que siempre nos gustaba ver a mi madre y a mí, era ver en el telediario a la gente que le había tocado celebrando con cava y gritando de alegría. Nos contagiaba.

    Espero que hayas pasado un buen día de Navidad y que tengas una entrada inmejorable del 2013 y que este año nuevo te traiga todo lo que necesites para ti y los tuyos.

    Un beso,

    Margarita

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