Querid@s, amig@s:
El sábado por la noche fui al centro de la ciudad para ver el alumbrado especial navideño y los concursos de belenes que se exponían en los escaparates de bancos y tiendas, y en una casa antigua en obras vi a un gato maullando sobre el tejado, que me miraba fijamente. Me detuve un instante y el felino bajó a la acera, vino a mí y frotó su cabecita y el lomo contra mis piernas. Parecía que quería decirme algo. Lo cogí en brazos y, mientras yo le acariciaba, él me contó una historia que afirmaba haber escuchado en una tertulia literaria celebrada en una buhardilla cercana. La historia me ha parecido tan interesante, que me he pasado toda la noche traduciéndola para ustedes con la ayuda del Diccionario Oxford Español-Gatos. Éste es el resultado:
Un cuento de Navidad con premio
IDEA ORIGINAL DE LOLA MARINÉ:
http://gatosporlostejados.blogspot.com/
Los co-autores: Lola, Mariné, Arwen, Martikka, Didac, Thiago, Juan (éste soy yo), Manolo y Dianna nos llevamos como premio este precioso gatito.
"Como cada año, la Navidad le cayó encima sin previo aviso; de repente, las calles se habían llenado de luces de colores, la gente caminaba apresurada cargada de paquetes y todos mostraban ese aire feliz que requería el momento. Pero allí estaba él, con su máscara dorada ocultando su rostro pálido, con la única compañía de un perro harapiento que no ladraba, tan solo miraba pidiendo lo mismo que él: unas monedas para comer caliente esa noche, tan solo esa noche tan especial.
Una figura se destacó de entre la multitud; era una niña de rubios cabellos y sonrisa contagiosa; le tendió su manita y él la cogió entre sus rugosas manos, sintiendo la suavidad y el calor humano que tanto hacía que no sentía.
La niña depositó en su manos una moneda dorada.“Pide un deseo”, dijo. Luego hizo un gesto de despedida y desapareció entre la gente.
Él guardó muy dentro aquel deseo, soñó con la mirada perdida en la multitud que a aquella hora de la tarde se afanaba en los últimos preparativos para aquella noche. Fue entonces cuando de entre la multitud se destacó otra figura, más prosaica, nada infantil, pero igualmente sonriente. No cabía duda, se dirigía hacía él, después de tantos años pasando la noche bajo las luces del ayuntamiento…
—Hola hermano —dijo el alcalde agachándose a su lado.
Él se quitó la máscara dorada sin creer que estuviera hablándole, llamándole hermano. ¿Cuánto tiempo hacía desde la última vez? ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta Navidad?
Entonces recordó aquella noche lejana, otra navidad fría y oscura, cuando era todavía un niño, y su padre le explico que no podía alimentarlo a él y a su hermano. Cómo le dio también aquellas cuatro monedas y lo lanzó a la calle, provisto apenas de unos guantes sin dedos y un viejo sombrero de fieltro... el día en que cruzó el cielo aquel cometa.
El alcalde sacó un billete de diez y se lo entregó. En ese momento el flash de una cámara le cegó.
—¿Qué tal he salido?-preguntó el alcalde, mirando al reportero y olvidándose del mendigo.
—Perfecto, Sr. alcalde. Mañana, en primera página.
El mendigo, todavía deslumbrado por el flash, se miró a sí mismo y se quedó boquiabierto: ¡Volvía a ser niño!
Corrió a la otra esquina de los grandes almacenes, donde estaba Sarita, una niña de seis o siete años de ojos tan grandes como tristes, ofreciendo claveles a los peatones, y le compró todo el ramo.
Con las flores en la mano, volvió donde había dejado al señor alcalde. Ya se habían marchado casi todos; el jefe de policía, le despedía ceremoniosamente tocándose el ala de la gorra, a guisa de saludo.
El niño se acercó por detrás y le tiró de la manga de la chaqueta. Un guardia hizo además de apartarle.
Él, mirando hacia arriba, le enseñó el ramo de flores...
—Es para su mujer...
El alcalde lo aceptó distraídamente y lo arrojó dentro del vehículo que le aguardaba, sin reconocer en aquel niño al mendigo que se apostaba a diario junto al ayuntamiento. Ya no estaban allí los reporteros para captar el momento.
El chiquillo se sentía feliz. ¡Su deseo se había cumplido! ¡La moneda era mágica! volvía a ser un niño, tenía la oportunidad de arreglar su vida; le habían concedido otra oportunidad...
Después de entregar el ramo de flores, volvió en busca de Sarita. — Sara —le dijo—, sé que te has escapado de tu casa, no preguntes como lo sé, pero si no vuelves, tu vida será un fracaso.
Sara, le miró fijamente
— ¿Cómo sabes tú eso? dime...
—Yo, sé mucho, créeme...—dijo él—, vamos te acompaño a tu casa.
A veces, la vida da segundas oportunidades y él iba a aprovecharla y también quería que Sarita se salvase.
Cuando estaban llegando a casa de Sarita el niño preguntó:
—Sara, ¿tú también sueñas con un príncipe azul?
—¡Pos claro, como todas!
— ¿Y es así como yo?
— ¡No, que va! ¡Mucho más guapo y alto!
—¡Jo! Pero él no te compra flores...
—Anda, no seas tonto. Dame un beso.
Y el chico la besó. Luego ella le sonrió y le dijo:
—Feliz Navidad!
—¡Feliz Navidad!—respondió alegremente.
También él debía regresar a casa y disfrutar junto con su familia de aquel maravilloso regalo que había recibido.
Miró al cielo y sonrió; un cometa surcaba la oscuridad, y él estaba seguro que era un ángel: era aquella niña de rubios cabellos que le ofreció la moneda mágica.
—¡Vamos, Noel! —le dijo a su perrillo, convertido también en un pequeño y alegre carrocho —, tenemos que darnos prisa en llegar a casa: ¡es Nochebuena!"
Muchas gracias por publicarlo en tu blog, Juan, y por la "presentación" tan bonita que has hecho.
ResponderEliminarLa verdad es que el gato es una monada...
Gracias a ti, amiga Lola, por dejarme participar en tu juego.
ResponderEliminarHa sido un gran acierto conectar con tu blog y conocerte. Espero continuemos colaborando mucho tiempo. Un beso.