Pues resulta que esta desagradable experiencia que viven los fumadores ya la había previsto yo hace cinco años. Incluso daba fechas. No miento, pueden leerlo aquí:
http://ellugardejuan.blogspot.com/2005/12/adnde-vas-espaa.html
Y es que Raphel y todos esos falsos adivinos que aparecieron como setas en televisiones y revistas en los años noventa no me llegan ni al tobillo. Por eso, habida cuenta del éxito obtenido en mis prediciones, les puedo asegurar, sin gran margen de error, que esto no acaba aquí y las prohibiciones estarán al orden del día en los próximos años. Desde que yo predije lo del tabaco, se ha prohibido beber una sola cerveza con las comidas, hablar por el móvil mientras se conduce, tocar los GPS, los detectores de Radars, salir del coche sin chaleco reflectante...
Y se ha ido mentalizando progresivamente a los ciudadanos del poder del Estado con el programa práctico Gran Hermano.
Siguiendo las recomendaciones de la UE, se colocarán cámaras en las farolas y las esquinas de las calles, provistas de un diminuto y potente cañon que enfocará a los que arrojen colillas de cigarros en el suelo, a los que no recojan las cacas de sus mascotas, a los que escupan sobre los parabrisas de los coches aparcados, a los que crucen fuera de los pasos de cebra, a los que se exciten contemplando lascivamente los traseros de las peatonas, a los que abandonen en trabajo demasiadas veces para fumar, a los que abusen de la buena fe del empresario para salir a fumar y aprovechen el tiempo del cigarrito para echar un casquete en el aparcamiento...
Una vez enfocado el infractor, se activará el dispositivo y efectuará un disparo que le enviará una descarga eléctrica que le fulminará, dejándole tieso en el suelo con la lengua afuera, los ojos espantados y la cara retorcida como si hubiera disfrutado súbitamente de un orgasmo múltiple con Lady Gaga.
O con la Vicepresidenta del Gobierno
O con Jorge Javier Vazquez, que el libro de los gustos...
Previamente al disparo, la cámara ya habrá enviado la foto del delincuente a la Jefatura de Policía y a la Delegación de Hacienda, y en cuestión de segundos, antes de que lleguen los Servicios de Recogida de Cuerpos Inanimados, ya habrán comprobado la solvencia del sujeto y redactado la correspondiente denuncia, confiscando sus nóminas y cuentas bancarias.
¿Que estoy loco? Tiempo al tiempo.
También me decían eso en los foros en los que puse el artículo en 2005 , y ya veis si me he equivocado mucho.
¡Bueno, venga ya! Como sé que pasais siempre rápido y no vais a perder el tiempo pinchando en el enlace que os puse antes, os ahorro el tremendo esfuerzo de hacer clik con el dedo, no sea que acabeis herniados, y pego aquí el artículo:
¿ADÓNDE VAS, ESPAÑA?
España. Año 2010.
Carlos se hallaba mirando un expediente en su despacho de la planta 29 de la Torre de Madrid cuando escuchó un ruido raro en la fachada del edificio. Vio el helicóptero parado frente a él durante unos segundos; luego, el aparato fue ascendiendo poco a poco hasta perderlo de vista sobre su cabeza. Carlos se preguntó qué estaba ocurriendo
Desde hacía unos días notaba algo raro en la conducta de sus compañeros, quienes apenas le dirigían la palabra, esquivando su mirada y su compañía con pretextos torpes, inventados deprisa sobre la marcha. De pronto, un hombre enmascarado con una capucha y vestido totalmente de negro irrumpió en su despacho, dando una patada en el cristal de la ventana, que saltó hecho pedazos. Casi al mismo tiempo escuchó unas carreras en el pasillo exterior de la oficina, seguidas de una pequeña explosión que hizo trizas la puerta de entrada a su departamento. ¡Joder!, exclamó. Carlos se levantó rapidamente y corrió hacia el cuarto de baño. Apenas tuvo tiempo de lanzar el objeto al interior del water, cuando fue empujado bruscamente y lanzado contra la pared.
No había tenido tiempo de tirar de la cisterna y el agente del grupo especial de operaciones (GEO) sonrió al ver flotando en el agua la prueba del delito. Se puso unos guantes de látex e introdujo su mano en el receptáculo, cogió el diminuto objeto, lo miró detenidamente y sonrió diciendo:
–Ya te tenemos, de ésta no te libras.
– Eso no es mío; lo has puesto tú ahí dentro –contestó, desafiante, Carlos.
El agente le propinó un rodillazo en el bajo vientre que le hizo doblarse en dos, gimiendo de dolor. Luego le puso las esposas y le empujó hacia fuera del cuarto.
– Ya veremos lo que dices cuando encontremos tu ADN en esa prueba.
– ¿Sí? ¿Podrá sacarla estando empapada de agua?-dijo Carlos, con una sonrisa irónica.
El agente le dio un puñetazo en el estómago y otro en el costado. Procuraba pegar donde no dejase marcas: no deseaba enfrentarse a una demanda judicial por el detenido. Carlos cayó al suelo hecho un ovillo. En eso llegó otro de los agentes que habían entrado por la ventana y con una sonrisa mostró un objeto, prueba irrefutable del delito.
–Lo he encontrado dentro de una carpeta de archivos, en el armario –dijo, enseñándole la cosa que llevaba dentro de una bolsita de plástico transparente.
– ¡Perfecto! –respondió el jefe de la operación.
Al ver aquello Carlos se desmoronó; no tenía escapatoria posible: la prueba era contundente, irrefutable, condenatoria. Pensó que todo había terminado: su vida en la comunidad, su trabajo en aquella importante empresa, sus amigos, su familia… Todo se había ido al carajo por no ser capaz de controlarse.
–Sí, es mío –confesó–; pero no lo uso, lo guardaba como un recuerdo, como un objeto para coleccionistas. Dentro de unos años tendrá un valor incalculable…
– Eso se lo cuentas al Juez. Vamos, ¡andando!–dijo el policía, empujándole.
Todos los agentes abandonaron el despacho de Carlos, cruzaron el pasillo que comunicaba con el resto de las oficinas de la planta 29 y se dirigieron a los ascensores. Mientras esperaba la llegada del elevador, Carlos vio cómo se abrían todas las puertas de las oficinas contiguas y los empleados se asomaban para mirarle, sonriendo con cara de satisfacción por su detención. Algunos incluso aplaudieron a los agentes. Uno de los GEOS llevaba cuidadosamente en la mano la bolsita de plexiglás que contenía la prueba acusatoria: un paquete de tabaco, de la marca Ducados.
Desde hacía unos días notaba algo raro en la conducta de sus compañeros, quienes apenas le dirigían la palabra, esquivando su mirada y su compañía con pretextos torpes, inventados deprisa sobre la marcha. De pronto, un hombre enmascarado con una capucha y vestido totalmente de negro irrumpió en su despacho, dando una patada en el cristal de la ventana, que saltó hecho pedazos. Casi al mismo tiempo escuchó unas carreras en el pasillo exterior de la oficina, seguidas de una pequeña explosión que hizo trizas la puerta de entrada a su departamento. ¡Joder!, exclamó. Carlos se levantó rapidamente y corrió hacia el cuarto de baño. Apenas tuvo tiempo de lanzar el objeto al interior del water, cuando fue empujado bruscamente y lanzado contra la pared.
No había tenido tiempo de tirar de la cisterna y el agente del grupo especial de operaciones (GEO) sonrió al ver flotando en el agua la prueba del delito. Se puso unos guantes de látex e introdujo su mano en el receptáculo, cogió el diminuto objeto, lo miró detenidamente y sonrió diciendo:
–Ya te tenemos, de ésta no te libras.
– Eso no es mío; lo has puesto tú ahí dentro –contestó, desafiante, Carlos.
El agente le propinó un rodillazo en el bajo vientre que le hizo doblarse en dos, gimiendo de dolor. Luego le puso las esposas y le empujó hacia fuera del cuarto.
– Ya veremos lo que dices cuando encontremos tu ADN en esa prueba.
– ¿Sí? ¿Podrá sacarla estando empapada de agua?-dijo Carlos, con una sonrisa irónica.
El agente le dio un puñetazo en el estómago y otro en el costado. Procuraba pegar donde no dejase marcas: no deseaba enfrentarse a una demanda judicial por el detenido. Carlos cayó al suelo hecho un ovillo. En eso llegó otro de los agentes que habían entrado por la ventana y con una sonrisa mostró un objeto, prueba irrefutable del delito.
–Lo he encontrado dentro de una carpeta de archivos, en el armario –dijo, enseñándole la cosa que llevaba dentro de una bolsita de plástico transparente.
– ¡Perfecto! –respondió el jefe de la operación.
Al ver aquello Carlos se desmoronó; no tenía escapatoria posible: la prueba era contundente, irrefutable, condenatoria. Pensó que todo había terminado: su vida en la comunidad, su trabajo en aquella importante empresa, sus amigos, su familia… Todo se había ido al carajo por no ser capaz de controlarse.
–Sí, es mío –confesó–; pero no lo uso, lo guardaba como un recuerdo, como un objeto para coleccionistas. Dentro de unos años tendrá un valor incalculable…
– Eso se lo cuentas al Juez. Vamos, ¡andando!–dijo el policía, empujándole.
Todos los agentes abandonaron el despacho de Carlos, cruzaron el pasillo que comunicaba con el resto de las oficinas de la planta 29 y se dirigieron a los ascensores. Mientras esperaba la llegada del elevador, Carlos vio cómo se abrían todas las puertas de las oficinas contiguas y los empleados se asomaban para mirarle, sonriendo con cara de satisfacción por su detención. Algunos incluso aplaudieron a los agentes. Uno de los GEOS llevaba cuidadosamente en la mano la bolsita de plexiglás que contenía la prueba acusatoria: un paquete de tabaco, de la marca Ducados.
Fin
Qué os ha parecido, ¿eh? Es lo que digo: ¡YO NO SOY TONTO!
Tiempo al tiempo.
ResponderEliminarEl estado es cada vez más intervencionista.
Y nos está ahorcando.
Solo les falta hacernos formar cada mañana en las calles para contarnos.
Esto es insoportable.
Saludos.
Yo fui de los que pinchó el enlace. Je je. Y lo leí.
ResponderEliminarMe he dejado de fumar para no sentirme discriminado. Y por mi peque fundamentalmente. Y por la pasta que no sobra. Y por.......
Y porque me he dado cuenta ahora, que no hay que joder ha quien no fuma. Después de 20 años fumando. je je. Más vale tarde que nunca.
Un saludo Juan.
¿El cara al sol no nos lo harán cantar, verdad? que no me acuerdo.
Toro, ¿has leído la novela 1984? La del Gran Hermano. Pues eso más o menos es lo que nos espera.
ResponderEliminarSaludos.
No sé si nos obligarán a cantar ese himno, David. ¿Lo dices por que es un himno fascista? No creo que ese detalle los detenga.
ResponderEliminarA mí, eso de las denuncias anónimas me recuerda lo que hacían los nazis en Alemania con los judios y disidentes? ¡Hasta los propios hijos denunciaban a sus padres a la Gestapo!
Yo no fumo desde los años sesenta, y estoy muy contento con que no se fume en los sitios públicos,así podré llevar siempre conmigo a mi mujer, que es alérgica y se ahoga en las salas llenas de humo, y luego mi ropa no apestará a tabaco y ahorraré en lavados innecesarios.
Lo que no me gusta es el método que se emplea para impedir el fumar, invitando a la gente a poner denuncias anónimas.¿Para qué está la policía? Si no tienen bastantes medios para hacer cumplir una ley, mejor no decretarla.¿Y quién le devuelve los gastos realizados a los restaurantes que acondicionaron sus locales para fumadores y no fumadores?
Saludos.
Pero esas denuncias serían hipocresía o conciencia social????
ResponderEliminarAlgún día tenía que llegar leyes que protejan los derechos, como a no fumar pasivamente. je je
Por crear polémica, nada más. Pero mi hijo crecerá con el ambiente algo más despejado.
Ya te digo que no soy fumador, David, y entiendo que se respeten mis derechos a no tragar un humo que ha pasado por las tripas, el esófago y la boca de otro, lo mismo que no como con una cuchara usada ni bebo en una copa usada por un desconocido.
ResponderEliminarSin embargo tengo los pulmones negros de tragar humos y gases de soldaduras, así como ahora lo tiene mi hijo,que tampoco fuma, y el Gobierno no obligaba a nadie a poner remedios.
¿De qué me sirve no haber fumado nunca delante ni detrás de mis hijos para que ellos sigan ejemplo si luego su trabajo en la industria les pudre los pulmones?
Insisto en que me parece mal la forma, que no el fondo.
A cuánta gente han jodido en las dictaduras simplemente porque alguien las ha denunciado. Y a veces las denuncias se hacían por venganza, por envidia o por celos.
Saludos.
Me acercas auna realidad que hace poco parecia imposible, pero que hoy la veo cercana, con estos gobernantes las mayores aberracones pueden ser una realidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola!!!!
ResponderEliminarFeliz 2011!!!!
Países, gobiernos y nosotros el último eslabón, casi no pude leer el articulo, es que se corta, después de unos segundos, perdón……que tengas una muy buena semana.
"La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes." John Lennon.
Un abrazo de oso.
Bueno que te comento Juan? Ante todo que como siempre, me encanta la forma crítica que tienes al comentar las cosas.
ResponderEliminarY ahora sobre este tema, pués que soy fumadora pasiva desde hace 29 años y yo creo que también tendo derechos no?
Que se han pasado? Yo creo que no.
Me dará la razón, quién soporta los humos a cualquier hora del día, y lo siento pero los no fumadores también tenemos derechos de tomarnos un café sin humos, estar en una sala de espera sin humos y bajar en el ascensor sin que te ahogues con el rastro que dejó el vecino del quinto.
Un besito.
Pd: Leí hace mucho 1984, y esa novela parecía una profecía de lo que está sucediendo.
Hola, icue: bienvenido a este lugar.
ResponderEliminarLa realidad en que vivimos se ha deteriorado a nivel mundial y surgen normas impropias de la Democracia:
los registros y escáneres en aeropuertos ordenados por EEUU y puestos en práctica por todos sus siervos lo demuestran. A partir de ahí,las libertades sufrirán cada vez más amputaciones.Es lo que creo.
Gracias por tu visita.Saludos.
Hola, Común, siento lo que estais pasando en Argentina con la energía eléctrica y la comunicaciones. Te agradezco que apesar de todo me visites.Un beso enorme.
ResponderEliminar¡Oréadas, pero si yo soy de los tuyos! Solamente habré comprado tres paquetes de wiston en mi vida para cortar el hielo y ligar con las chicas en las discotecas.Odio que la gente fume en lugares públicos y durante años lo he soportado.
ResponderEliminarPero creo que podrían haberlo hecho de otra forma: Decirme que yo denuncie anónimamente a los fumadores me suena a La Gestapo. Obligar a los bares a invertir en salas de fumadores y ahora prohibirlas, despilfarrando el dinero invertido por unas empresas a las que crujen con impuestos es inmoral.
En facebok una amiga no fumadora ha iniciado un debate sobre el tema.Mira mi comentario:
Juan Pan García
Pues yo sí disfruto viendo a la gente fumando fuera de los bares, ja,ja,ja.
Antes, en la mayoría de los bares de mi barrio había puesto el cartel “Aquí se puede fumar”, y cuando alguien preguntaba dónde estaba el compartimento para no fumadores, algunos clientes le miraban y decían:”El que no quiera humos que no entre”, y así por todas partes.
Era inútil tratar de dialogar con ellos. Una vez le pregunté a un fumador de puros que me estaba asfixiando si él en un restaurante compartiría su cuchara con un desconocido, si bebería en su mismo vaso y luego compartirían el mismo cepillo de dientes, y me dijo que no con una cara de asco que no veas. Entonces le dije: Eso mismo estoy haciendo yo ahora: tragarme el humo que ha pasado por tu garganta y tu estómago, es como si tragase tus vómitos.
“Pues ya sabes: no entres donde yo esté”, me dijo.
Ayer por la noche le vi pasando frío en la acera mientras yo entraba en el bar. Hacía tiempo que no me sabía tan buena la cerveza.
Ana Santos Arenilla Una cosa, Juan, ese señor te respondería así no por ser fumador sino por ser un borde. Claro que si le entraste a saco con ese interrogatorio sentiría que le estabas tocando las narices. Yo soy fumadora y hace muchos años que, antes de encender un cigarro, pregunto si molesto, si alguien dice "sí", me lo fumo en otra parte.
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Juan Pan García
Tienes razón , Ana, mucha gente pregunta si molesta o no si fuma y nunca he visto a nadie impedírselo. La gente suele ser comprensiva y tolerante. Entendía que es una droga y como tal debe ser difícil dejarla. Llevo treinta años entrando en todos los bares de mi barrio y en todos se fuma y me he aguantado. Pero fue a raiz de cuando legislaron eso de separar a uno y otros, lo que suponía una inversión que no todos podían acometer, que surgieron los conflictos como el que menciono arriba. Los fumadores incordiando y desafiando a los que no fuman. Yo dejé de entrar en dos bares en los que entraba desde que vine en 1982 por no discutir con ellos.
Al señor de los puros se le dijo antes de explicarle yo eso que había dos niños tosiendo y que era debido a que él les echaba el humo casi en la cara. Y dijo que él era libre de fumar y que lo que tenían que hacer los padres es no llevar niños a los bares.
Por eso ahora me alegro mucho de verle pasar frío en la acera y hoy le he dicho además que llevo el boli dispuesto para rellenar hojas de reclamaciones.