Ayer fuimos al cine, aprovechando el cupón de regalo que nos dieron la semana pasada, ya saben: 2 X 1 (Compre 2 y pague 1), que caducaba mañana.
No sabía qué película elegir, pues unas ya las había visto; otras eran de generos que no me interesan. Dudé entre dos personajes históricos: La Dama de Hierro y J, Edgar Hoover, el protagonista de las novelas y tebeos de detectives de mi adolescencia.
De Margaret Thatche no me interesa nada, bastante la sufrió el mundo en la década de los ochenta, y lo mejor que hago es tacharla de mi memoria.
De Margaret Thatche no me interesa nada, bastante la sufrió el mundo en la década de los ochenta, y lo mejor que hago es tacharla de mi memoria.
Me decidí por Edgar.
J. Edgard llegó a ser el hombre más poderoso de los Estados Unidos. Durante los más de 40 años que permaneció en el cargo no hubo nada ni nadie que le impidiera hacer lo que él creía necesario para proteger a su país.
Para conseguir fondos que mejorasen la efectividad policial, lo mismo se enfrentaba al Fiscal General que a Kennedy o a Nixon. Obsesionado por la seguridad del Estado en plena guerra fría, era anticomunista, antirrevolucionario y antisindicatos. Edgar Hoover sobrevivió a ocho presidentes y a tres guerras, luchando contra toda amenaza real o ficticia. Y si hacía falta saltarse las reglas para acabar con el delincuente, se las saltaba. La admiración y reconocimiento del mundo ante sus buenos resultados era su mejor premio. Fue el que aportó a las investigaciones policiales los laboratorios para estudios de huellas, análisis forenses y exámenes de las pruebas. Por primera vez en la historia se conseguía detener a criminales y mafiosos muy respetados como resultado de los estudios de laboratorio que relacionaban las huellas encontradas en los escenarios del crimen con los que cometían los delitos.
De este modo Edgar puso fin a las mafias que campaban a sus anchas por las grandes ciudades americanas.
Pero la película que dirige Clint Eastwood trata ese tema de pasada. Clint profundiza en la personalidad de Edgar: un ser extraño, ambiguo, educado por su madre, a quien adoraba y obedecía ciegamente.
Edgar no tenía decidido si le gustaban las mujeres o los hombres y esto le confundía y convertía en una persona irascible, en permanente estado de tensión. Un hombre nervioso y de mal carácter, al que todos temían
No se fiaba de nadie, hacía investigar a los personajes influyentes y guardaba celosamente los secretos obtenidos a la espera de poder usarlos en su contra para tenerlos controlados o desenmascararlos ante la opinión pública.
Tres personas formaban su círculo de confianza: su madre, su amigo Clyde, y su secretaria Helen Gandy, quien le fue leal obedeciendo sus órdenes, por mucho que éstas le inquietasen, incluso después de su muerte.
Como suele ocurrir, Edgar miraba la paja en el ojo ajeno y no veía la viga en el suyo. Por ejemplo: cuando repasaba en su despacho las fotos y grabaciones obtenidas ilegalmente de la relación lésbica de la esposa de un importante político, se justificaba alegando que él luchaba contra la inmoralidad; pero él mismo rechazaba a mujeres totalmente entregadas y sentía deseos por su amigo Clyde, al que había ofrecido el puesto de Secretario Personal para tenerlo cerca, rechazando currículos más brillantes.
La cinta es buena y está entretenida, pero no es de las mejores que he visto de Clint Eastwood. Creo que ha sido valiente al abordar en un país tan puritano como EE.UU el tema de la inclinación sexual de uno de sus ídolos. Lo ha hecho con mucho tacto, insinuando pero sin explicitar.
El protagonista de Edgar, Leonardo Di Caprio, el mismo del Titanic, realiza un trabajo genial. Lo que más me ha gustado de esta película es precisamente la interpretación de sus actores, están realmente metidos en la piel de sus personajes. Lo que menos, demasiada cera y látex en el maquillaje; había planos en los que parecían maniquíes del Museo de Cera.