Mi mujer ama el ganchillo y lo cuida y trata con delicadeza, transmitiendo en cada movimiento los sentires de su alma para con la persona a quien va destinada su trabajo.
Es quizás por eso que la lana se pliega a sus deseos y se deja conducir mansamente por medio de las agujas, formando una maravillosa y cálida manta destinada a envolver con calor y cariño al ser amado.
En la foto de abajo, manta para una sobrinita. A Carmen le dedico el poema de Las manos, que muestra la diferencia entre las manos trabajadoras y las otras, las que no sirven para otra cosa que para hacer daño.
LAS MANOS Dos especies de manos se enfrentan en la vida, brotan del corazón, irrumpen por los brazos, saltan, y desembocan sobre la luz herida a golpes, a zarpazos. La mano es la herramienta del alma, su mensaje, y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. Alzad, moved las manos en un gran oleaje, hombres de mi simiente. Ante la aurora veo surgir las manos puras de los trabajadores terrestres y marinos, como una primavera de alegres dentaduras, de dedos matutinos. Endurecidamente pobladas de sudores, retumbantes las venas desde las uñas rotas, constelan los espacios de andamios y clamores, relámpagos y gotas. Conducen herrerías, azadas y telares, muerden metales, montes, raptan hachas, encinas, y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares fábricas, pueblos, minas. Estas sonoras manos oscuras y lucientes las reviste una piel de invencible corteza, y son inagotables y generosas fuentes de vida y de riqueza. Como si con los astros el polvo peleara, como si los planetas lucharan con gusanos, la especie de las manos trabajadora y clara lucha con otras manos. Feroces y reunidas en un bando sangriento avanzan al hundirse los cielos vespertinos unas manos de hueso lívido y avariento, paisaje de asesinos. No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos, mudamente aletean, se ciernen, se propagan. Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos, y blandas de ocio vagan. Empuñan crucifijos y acaparan tesoros que a nadie corresponden sino a quien los labora, y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros caudales de la aurora. Orgullo de puñales, arma de bombardeos con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña: ejecutoras pálidas de los negros deseos que la avaricia empuña. ¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden al agua y la deshonran, enrojecen y estragan? Nadie lavará manos que en el puñal se encienden y en el amor se apagan. Las laboriosas manos de los trabajadores caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas. Y las verán cortadas tantos explotadores en sus mismas rodillas.
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Lindo poema de Miguel Hernandez y linda y caliente mantita.
ResponderEliminarMis manitas andan muy perezosas ultimamente, para esas cosas claro.
Besitos a los dos.
Flor
Excelente el poema elegido Juan; y ni hablar de la mantita! :)
ResponderEliminarva un abrazo
Contenta ha de andar Carmen con esta dedicatoria.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Menuda paciencia tiene Carmen! Y bonito homenaje le dedicas amigo Juan. Mi madre también hacía ganchillo y nos ha dejado de recuerdo algunos pañitos que guardamos como un tesoro. Es un arte, y un modo como cualquier otro -el nuestro- de matar el tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Flor: La verdad es que Miguel Hernandez llega a los tuétanos con sus mensajes.
ResponderEliminarLa mantita es muy ligera pero abriga mucho.Creo que la de la foto es la nº 11 que hace Carmen. Y ya ha comenzado otra cosa, la veo haciendo punto mientras ve las noticias en la tele. Un beso
Hola, Claudia! Me alegro mucho de verte por acá. Perdona que te tenga abandonada, la última vez que entré en tu blog no se podía comentar y no quedaba constancia de mis visitas.Te prometo que volveré al tuyo y al de Leny. Un beso
ResponderEliminarMaría, no todo es oro: lo pero es no poder dormir por los ronquidos, ja,ja,ja. Bueno, pero ya llevamos 42 años así. Un beso,guapa.
ResponderEliminarSiempre me ha encantado hacer punto, hacer ganchillo. Los que compartimos esa afición (hay hombres también ¿eh?) sabemos la tranquilidad de espíritu que da y lo edificante de ir viendo como avanza poquito a poco la labor. Y, por supuesto, sabemos del cariño que se pone cuando lo que estás haciendo es para alguien.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que Carmen esté ya bien de la vista porque yo he tenido que dejar de hacer labores por culpa de las dichosas cervicales y lo echo de menos. Por cierto, si ya Carmen está leyendo de nuevo, dile de mi parte que hay un libro que se llama "El club de los viernes" que es muy bonito y trata de un grupo de mujeres que se reunen a hacer punto.
Besos, pareja.
Ah!Chapó por recordar esta poesía. Parece que hay cosas que no cambian.
No Creas, Antonio, ella ni se molesta en leerla, ya se lo he pedido un par de veces.Cree que sólo escribo chistes y tonterías.Un abrazo
ResponderEliminarPues sí, amigo Juan, mucha paciencia para eso y para aguantarme a mí.Por supuesto, es un arte que desaparecerá tambien cuando las personas mayores dejen este mundo. Un abrazo
ResponderEliminarMamen me encanta tu comentario, amiga.Las cervicales también las siente Carmen y , según el médico, a ello se debe los mareos que sufre, pero es tan cabezona que sigue haciendo labores de punto y ganchillo. Carmen se quiere apuntar a la Biblioteca para devorar libros.Anotaré el título que me recomiendas para que lo busque y si no lo encuentra se lo compraré.Besos.
ResponderEliminarSi que tenemos un problema con los comentarios.
ResponderEliminarestoy seguro de haber puesto un comentarios en este tema y una felicitación para Carmen por tan bello trabajo.
en fin .... hasta pronto mario
Hola, Mario: lo comentaste en facebok.Muchas gracias amigo.Un abrazo y feliz domingo
ResponderEliminarUn hermoso homenaje a tu mujer, Juan.
ResponderEliminarQué gusto volver a pasarme por aquí y encontrarme con tan bella entrada.
¿Qué tal estáis todos?
Os envío mis mejores deseos, de andaluza a andaluz, a dos días del día de Andalucía^^
¡¡Un abrazo con mucho cariño para ambos!!
Muchas gracias, Lady Luna.Un palcer verte por aquí. Besos
ResponderEliminar!!!Qué amor de personas, ambos!!!!!
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