«Ardor guerrero» es una obra
autobiográfica, las memorias de la mili del autor; pero al mismo tiempo es una crítica
implacable al servicio militar y a la institución que lo administraba: el Ejército.
Un ejército, en palabras del autor, « que no sería capaz de ganar una guerra
contra un eventual país extranjero, pero que se ensañaba doblegando y
humillando a los jóvenes reclutas», quienes eran arrancados de sus estudios y
puestos de trabajo y arrojados a los pies de una casta de militares "patriotas" descendientes de militares "patriotas" cuyo único fin era machacar a los jóvenes miembros de la sociedad civil, a la
que ellos desprecian, manteniéndolos en la antesala del infierno durante 14
meses.
Dormirán vestidos y con las botas
puestas para protegerse del frío, desfilarán y harán flexiones en el patio
diariamente hasta extenuarse, sufrirán los insultos y atropellos de sus cabos y
sargentos y esperarán con ansia salir a la calle de paseo para comer en los
bares algo diferente de la bazofia que les sirven en el cuartel. Una gorra
torcida, olvidarse de saludar cuando pasa un oficial significaba un mes de
arresto o de guardias; discutir con un oficial o mostrase reacio a obedecer una
orden significaba consejo de guerra y un año de prisión en un penal militar.
En el cuartel de Loyola, San Sebastián, el mismo en que el autor realiza el servicio militar, lo que cunde es el miedo.
Miedo de los reclutas a los suboficiales,
miedo de éstos a sus oficiales, miedo de éstos a los altos mandos de la jerarquía
militar. Miedo a la ETA y sus adeptos. Atravesar el puente sobre el río que separa el cuartel de la ciudad,
pintado de frases y consignas amenazadoras de ETA era ya peligroso, y los
soldados salían en grupos y corrían a cambiarse de ropa en los bares para pasar
desapercibidos. Los oficiales alquilaban sus viviendas en el centro de San Sebastián,
lejos del cuartel y de las barriadas de militares para pasar desapercibidos,
pero su hedor cuartelario los delataba y eran ignorados por sus vecinos. Era
tal la humillación y el trato injusto que recibían en aquel cuartel, que ningún soldado sentía
dolor o pena ante la noticia de la muerte de un general por tiro en la nuca a manos de ETA, y cuando salían
licenciados abandonaban el cuartel de Loyola y atravesaban el puente corriendo
sin mirar atrás, no fuera que en el último minuto sucediera algo y les
llamaran.
Todos los ingredientes de la mili,
desde el momento en que se recibe la carta de la Caja de Reclutas pasando por el periodo brutal de
instrucción, tan cruel que algunos intentan suicidarse, hasta el momento de salir licenciado, está detalladamente explicado en este libro. Llama la atención el
desorden en la administración del cuartel y la falsa contabilidad con que se
oculta el fraude. Si el Gobierno destina 128 pesetas diarias para la comida de cada
soldado y el en cuartel existen mil personas, se facturan dos mil comidas, que han necesitado de mil quinientos litros de aceite, mil docenas de huevos, mil quinientos kilos de boquerones... Y el capitán
firma la factura sin mirarla y luego la firma el coronel y luego el general. De vez en cuando
sale un furgón cargado de documentos y facturas hacia la Capitanía General ,
en Burgos, donde son apilados con otros
miles de documentos de otros cuarteles. Nadie verificará jamás los datos de las
facturas. Nadie pondrá en duda la
palabra de un cabo contra un soldado al acusarle de desacato, y éste acabará
condenado en los calabozos o en un penal por un simple capricho de aquél.
Menos mal que el servicio militar
ya no es obligatorio y sólo acuden al Ejército algunos jóvenes sin preparación que no tienen esperanzas
de encontrar trabajo y ven en el sueldo que ofrece el Ejército Profesional la única salida para “independizarse” y poder formar una familia.
Aunque yo me he librado de hacer la mili y odio
las batallitas que siempre cuentan los que sí la han pasado (sólo cuentan las
buenas) me ha gustado este libro y lo recomiendo porque no solo habla del servicio militar, es
más que eso. Mucho más. Da que pensar. Mi cuñado me reprochaba que no hubiera hecho la mili: "Quien no hace la mili no es un hombre completo", me decía él, que se fue siendo un mozo muy alto y atractivo y volvió cojo. Mis dos hijos, que ni fumaban ni bebían cuando se fueron, regresaron bebiendo como cosacos y fumando tabaco y hachís a punta pala, vicios que originaron fuertes discusiones en el hogar.
Valiente libro, que cuenta una realidad que va mucho mas halla de lo imaginable, cuantos cabos y x. han llenado sus despensas a costa de los soldados pagado por todos nosotros. Me alegro mucho que ya no sea obligatoria. Dicen que la mili es para defender nuestra patria y yo me pregunto? si solo entran extranjeros, y gente que jamas se esforzó en nada en su vida, pensando que es un chollo, que por cierto dura muy poco. Si todos fuésemos como deberíamos no existirían fronteras, pero claro hay demasiados impresentables en esta vida.
ResponderEliminarCreo que ahora es así, entrar en el ejercito es llegar a "cobrar" un dinero, ya que en España, América, o en el Congo, hay gentes de toda clase, de todas las nacionalidades, así que tanto como amor a la Patria...
ResponderEliminarPero así es la vida.
Abrazos
Dicho desde el más profundo de los respetos: tu cuñado es pelín anticuado :-)
ResponderEliminarBuena reseña, abrazos, Juan.
Lo que cuenta en el libro, es una broma al lado de lo que puedo yo contar de mi estancia en el ejercito...ese cuartel que conozco, era un convento de Ursulinas al lado de lo que yo viví en otro punto y jugándome la vida de verdad casi todos los días...si te apetece la próxima vez que estemos juntos Juan, te contaré muchas cosas...un abrazo de tu amigo azpeitia
ResponderEliminarHola Juan
ResponderEliminarHa de ser interesante el libro, después de leerte, me pregunto, por qué la mili tiene esta fama? creía que solo allá en el sur se daba estas cosas y hasta la bendita frase de tu querido cuñado, yo la he escuchado.
Parece ser que todos los pueblos tenemos una subcultura que nos iguala en algunos rasgos de idiotez....
Saludos y un buen domingo
Eso decían Mercedes, que la mili era un servicio a la patria; pero en realidad para muchos ese servicio a la patria consistía en servir de criado y de chófer a su oficial llevándole en el Land Rover militar (gasolina y mantenimiento pagados por todos nosotros) los niños al colegio, a sus esposas de compras al supermercado,trasladar alimentos sustraídos desde el cuartel a sus casas en el Land Rover, etc.Era un secreto a voces, ¿quienes de los ex-soldados que conocemos no hablan de lo mismo?
ResponderEliminarComo bien dices, menos mal que eso se acabó.Un beso
Así es Higorca, de amor a la patria nada, es un ejército compuesto de mercenarios que sólo están por el sueldo y no sabemos cómo actuarían si tuvieran que defendernos. Besos
ResponderEliminarNo, María, aún los tengo abrazaditos a mí.Me quieren mucho. Pero son más débiles y sólo me dan cuando me agacho a recoger monedas del suelo. Menos mal que tal como está la situación nadie pierde monedas.Besitos, paisana
ResponderEliminar¡Hola, Ana!Dicho con todos mis respetos, mi cuñado no es anticuado; es un ...... No encuentro adjetivos
ResponderEliminarPasé dos años muy malos al finalizar la Expo de Sevilla sin trabajo y sin subsidio. Le di una paliza tremenda a mis ahorros para que mi famlia (mis hijos estaban estudiando), no sufriera penalidades.Preparé de nuevo mi maleta para ir a donde hubiera trabajo, pero entonces ocurrió un milagro:
Mi cuñado tenía una empresa de Artes Gráficas y necesitaba gente.
Pero, ¿sabes qué? Pues que él prefirió colocar a amigos de su mujer antes que a mí,que soy el marido de su única hermana, desentendiéndose de nuestros problemas. La situación mejoró mucho para mí luego, y la de él fue al contrario: se despeñó como una roca rodando cuesta abajo.Hace 20 años que sólo nos saludamos en los funerales. Besos, guapa.
¡Hola, amigo Azpetia!
ResponderEliminarNo te lo vas a creer, amigo, pero mientras leía el libro me acordaba mucho de ti. Te imaginaba recorriendo las avenidas;en la Concha,disfrutando del oleaje junto al monumento de Chillida; entrando en los bares de tapas y comercios que se mencionan en el libro. También imaginaba el terror que sufriste por la amenaza etarra...
Mi hermana mayor también hizo la mili en el Regimiento Cazadores de Montaña, pero no en tu tierra sino en Sabiñánigo(Huesca). También, como todos, cuenta muchas batallitas y buenas aventuras, pero no serían tan buenas cuando fue él quien me aconsejó que hiciera todo cuanto estuviera en mi mano para librarme de la mili.
Un abrazo, amigo. Nos vemos pronto.
¡Hola, Genessis!
ResponderEliminarEs lógico que las mismas cosas se reproduzcan en todos los países:son como los chinos, se copian unos a otros.Estudian los mismos libros de cuentos militares...
Según cuenta el autor del libro, mientras desfilaban cantando el sargento hacía preguntas estúpidas que los soldados debían responder, al igual que habían visto que hacían los marines americanos en las películas. La diferencia es que los marines tienen armas de verdad y en aquel cuartel eran tan arcaicos que los fusiles eran de la 1ª guerra mundial, con la mira tan desviada que no acertaban en la diana aunque ésta fuera el arco iris y muchas pistolas eran de madera porque no había dinero para todos. Besos.
¡Hola Juan, siento no haber pasado a saludar por aquí en tiempo, hacía semanas que no pisaba blogger!
ResponderEliminarYo tampoco fui a la mili, en mi caso por una malformación estética en el pecho que, a pesar de no ser más que estética, el médico convino en estimar como eximente.
Pienso que uno de los aciertos ha sido convertir el servicio militar en algo profesional, tengo un amigo, un pedazo de pan, que sí que hizo la mili y que si tuviese que defenderme con un fusil, pues no sé...pienso que incluso yo lo haría mejor. Por suerte comprendieron que lo obligatorio no es bueno.
Y te hablo desde mis 33 añitos, que ya hace 15 años de por sí la mili era bastante light, me imagino lo que debió ser la de épocas anteriores.
Un abrazo, compañero.
Leí este libro hace tiempo.
ResponderEliminarY me gustó una barbaridad.
Me han dado ganas de releerlo.
Saludos.
¡Hola, Jesús! ¿Cómo estáis por tu casa? Seguro que el bebé no te deja tiempo para otra cosa que secarte las babas de felicidad.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu aportación, compañero.En mis tiempos había una forma de librase de la mili: comprometiéndote por escrito en la Enbajada a permanecer durante diez años en el extranjero como emigrante. Imagina cuántas divisas aportábamos al Tesoro para que Franco concediera ese privilegio. Esos años lo llamaron "El milagro español" refiriéndose al gran desarrollo experimentado en las ruinosas estructuras de la posguerra. Todo se hacía no gracias a la buena gestión económica del dictador sino por las divisas que enviaban un millón de españoles desde el exterior, que entonces eran superiores a los ingresos por turismo.
Un abrazo, amigo.
¡Hola, Toro Salvaje! Me alegra que compartamos gustos literarios.Feliz semana.
ResponderEliminarSaludos
Muy buenooo!!!!!!
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