sábado, agosto 11, 2012

SÁBADO: PLAZA DE ABASTOS



  Hoy es sábado y tocaba ir a la Plaza de Abastos a comprar el pescado fresco. Sobre las ocho, para no llegar tarde y llevarnos los restos despreciados por otras manos, mi esposa y yo cogidos de la mano (no por ser  románticos sino porque llevo unos días sufriendo vértigos) nos hemos acicalado y hemos ido caminando hasta la plaza del mercado.
Como sucede siempre, hemos observado diferentes precios para el mismo pescado, cosa algo extraña si todo procede del mismo barco, y, también como siempre, nos hemos detenido en el mismo puesto de pescado, el que gestiona una muchacha de tan buen ver que hasta los peces parecen felices de ser manipulados por sus manos.

Mis ojos no se alejaban de ella mientras ella pesaba cada pedido que le hacía mi esposa, y me dirigía una mirada que yo imaginaba cómplice, pero que a no dudar lo que hacía —deformación profesional llaman a eso—, era analizarme de la cabeza a los pies, calculando cómo despedazarme, en  qué lugar del mostrador podría ponerme, con qué etiqueta y a qué precio, para que los portuenses y los turistas pudieran degustar mis diferentes miembros. Yo me hubiera conformado con degustar parte de ella (no soy egoísta y dejaría amablemente para su marido o su novio el resto).

 Mi mujer, que es una consumidora  compulsiva de pescado no parecía tener bastante y cada vez pedía más género, hasta que me vi obligado a apartar la mirada de la niña y dejar de soñar despierto, imaginando si era rubio u oscuro su vello, si blanco o moreno el  cutis de su trasero, y  afirmando mis pies en tierra, exclamé con voz un tanto brusca:

    ¡Ya vale con tanto pescado, que  a mí me gusta más la carne! Cualquier carne: pollo, ternera, cerdo, caballo, cordero… Sobre todo la que viene envuelta en sujetadores y bragas para que no se pierdan.
    ¡¿Qué dices, Juanillo…?! — dijo mi jefa, con el ceño más fruncido  que las cortinas de mi dormitorio.
    Nada, vámonos ya, que aquí hace mucho calor — respondí yo.
Y sujetando en mis manos dos bolsas de plástico rellenas con cinco kilos de pescado, regresamos a casa. Ella pensando en qué iba a hacer de comer, yo maldiciendo las asas de las bolsas de plástico porque me estaban cortando las manos.
Me encontré de frente con mi médico de cabecera, el cabrón ese, que dirigió su mirada hacia la compra que colgaba de mis manos. No dijo nada, pero sé que me lo va a decir en la primera consulta.
Los médicos son unos listillos, se curan en salud por si no aciertan con su diagnóstico. Te recomiendan  cosas que saben que no puedes hacer y cuando vuelves a la consulta, tan enfermo o más que antes, te preguntan si has hecho todo lo que ellos te habían recomendado. Como le digas que no, son felices: ya no tienen que reconocer que no tienen idea de lo que te sucede y por tanto no te pueden curar; lo que cuenta es que no has seguido el tratamiento y eso es lo que impide que te cures.
 Cuando yo era un niño y estaba enclenque y escuchimizado, como esos pobres seres de Biafra, el médico del pueblo le decía a mis padres que me dieran de comer mucho jamón, mucha carne, mucha leche, mucha fruta  y mucho marisco.
 Entonces se había puesto de moda  pasar hambre y todos en mi pueblo se vestían a la moda. Lo único que podíamos comer era lo que nos daba el  amo del cortijo por trabajar de sol a sol: gachas de harina, bellotas, algarrobas y las migas de pan refritas con ajo y aceite.Además,  éramos analfabetos y no sabíamos cómo sabía  el  jamón ni las parrilladas de chorizos y de salchichas; no sabíamos siquiera lo que era  el marisco. Y no lo sabíamos porque nunca hubo dinero en casa para comprar esas cosas. Por eso, a pesar de haber visto al médico,  yo no mejoraba y cada día estaba peor.
Incluso cogí el paludismo, aprovechando que éste pasaba por allí y que yo no tenía otra cosa que hacer para entretenerme.

Pues como iba diciendo, al regresar a la consulta, el medico le preguntó a mi madrecita de mi alma  si me había dado de comer marisco, huevos con  jamón y chuletas de cerdo. Como era lógico, pues a mi padre le pagaban en especie: media telera de pan, medio litro de aceite y un trozo de tocino al día por trabajar de sol a sol  en el cortijo, ella le dijo  que no lo habían hecho,  y el matasanos sonreía y decía:
    Pero  María, entonces ¿para qué vienes a verme, si no piensas hacerme caso?

En la actualidad sucede lo mismo pero al contrario: hoy, que se puede comer de todo, los médicos te prohíben que lo comas.
Según mi médico, no puedo beber alcohol, no puedo comer embutidos ni grasas, ni huevos fritos con papas, ni jamón, ni panceta ni salchichas ni carne de cerdo, pescado frito, ni nada que tenga azúcar: refrescos, cubatas, helados, tartas, dulces, ni carne al toro, 25 gramos de pan máximo, nada de frituras, todo asado y pesado…
Pesado él, mi médico, el cabrón ese con quien  me he topado esta mañana. ¡Anda y que le den!
 Así cualquiera es médico. Lo bueno sería que te curasen sin quitarte la vida.
 Ahora  se trata de complacer a mi Carmen comiéndome lo que me ponga por delante sin rechistar, que luego, entre comida y comida, ya iré yo a la Venta Andalucía a ponerme al día.
 Me acaba de decir mi querida esposa que al medio día vamos a comer cazón con guisantes.

A mis amigos los peces, dedico este poema:

Al pez  brillante que surcaba los mares
cuyas escamas lloran en el  mercado,
millares de ojos  se posan, admirados
curiosos, calculadores, sobre tu cadáver

  Ignoran todo sobre tu  real linaje:
 tu familia, tus proyectos, tu pasado…
 sólo valoran  si realmente  merece
el precio que por  ti han señalado.

Antes que el hombre te  convierta
en manjar  de  exquisitos paladares
Antes  que  asado o frito te ofrezcan
en bandejas de diseño en restaurantes
 o en simple loza blanca en los hogares.

Regado con vinos de excelente marca
o con cerveza clara,  rubia fresca,
 guarnecido con patatas y mahonesa
o simplemente con vegetales y salsa,

Antes de que aclamen tu dulzura
 y  tu esencia acaricie   paladares
 estómagos expertos, hambrientos,
y luego, sin asomo de amargura,
al eterno y oscuro lugar del olvido…
 te arrojen entre sucios excrementos


Quiero brindar contigo, pececillo
 por un mundo de amor y de paz
donde  hombres y animales
puedan convivir en libertad.


11 comentarios:

  1. Una pregunta que siempre me hago cuando leo tus textos "picantillos" :-) ¿Tu mujer qué piensa cuando los lee? Porque si yo fuera tu mujer y leyera eso de "soñando si sería blanco o moreno el cutis de su trasero" cuando hablas de la niña pescadera, yo, no a pescado, yo te dejaba a pan y agua hasta después de Nochevieja :-) Será que yo soy más pasional y tu esposa más buena persona.

    Buen texto, Juan, me he reído, espero que se pasen esos mareos pronto. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Hola Juanillo
    Tus posts son buenísimos, cultos, elegantes y edificantes siempre, pero a veces lo aderezas con un poco de ají picante, pero de los buenos, entonces también me hago la pregunta que hizo Ana....Una vez ya me lo habías dicho que Carmen si sabe de tu blog.....vaya a creerte!
    Creo que los bloggeros somos un poco especiales. En mi caso (casa) nadie sabe que tengo un blog y que en pocos meses me he convertido en una empedernida bloggera....

    Saludos y un gran abrazo
    y un buen domingo!

    ResponderEliminar
  3. Que imaginación tienes "Juanillo" jajaja.

    Me diras donde compras esa carne envuelta en sujetadores y bragas jajaja. Es tierna esa carne??

    Y el poema dedicado a los pececillos, fenomenal jajaja.

    Y el cazón era del otro día? porque yo no veo cazón en la mesa...

    Cuidate mucho con esos mareos, a ver si es de la tensión arterial o de alguna medicina que estés tomando.

    Besitos.
    Flor

    ResponderEliminar
  4. ¡Hola, Ana! Imagino que hace mucho calor en Olvera y leer estas cosas picantillas no ayuda. Es broma, guapa.
    Mi mujer no lee lo que yo escribo a no ser que yo la llame y la invite.
    Una vez puse un texto muy picante y ella lo leyó, sonrió un poco y luego dijo: Perro que ladra no muerde.
    Ahora cuando tiene un momento libre se pone a leer novelas en su lector electrónico. En lo que va de año lleva unas veinte. Un beso, guapa.

    ResponderEliminar
  5. ¡Hola, genessis! Muchas gracias por tus halagadoras y bonitas palabras. Mi familia nunca lee mis escritos, no confía en mí. Creo que sólo mi hija ha leído mi novela.Ya conoces el dicho: Nadie es profeta en su tierra.
    Mi blog, como supongo el tuyo y el de cada bloguero,es mi rincón íntimo en donde me divierto cuento libremente lo que siento y lo que quiero moderadamente, sabiendo que también está abierto al público, que no siempre comparte mis pensamientos.
    Y cuando consigo entretener a mis amig@s y sacarles una sonrisa me siento pagado con creces. Te envío un beso.Una pregunta:¿Estás en facebok o Twiter?

    ResponderEliminar
  6. A ver, Florecilla, vayamos por partes:
    Esa carne envuelta, la que más me gusta, es justamente la que menos consumo,y no ha sido el médico quien me lo ha prohibido sino mi jefa, que me dijo: "Ánadate con ojo,Juanillo, que como te escantilles te doy una ostia que te van a echar yodo con una escoba"
    El poema me gusta también, lo voy a poner en mi blog de poemas.
    El cazón lo hizo Carmen ayer, cuando escribí el tema aún no lo había hecho, y aunque tengo la receta y la foto en este blog no quise poner la misma foto.
    Los amreos me tienen preocupado, mañana lunes iré al médico.Creo que son las cervicales, pues me da al girar la cabeza.
    Un beso, y muchas gracias por tu interés.

    ResponderEliminar
  7. Hola Juan
    No tengo facebook ni twitter,
    Mi escaso tiempo no me permite desparramarme por esos benditos lugares, pero no lo descarto, quizás un día entre en pensión....(jajjaja)
    Feliz domingo caro amico!

    ResponderEliminar
  8. ¿Sabes, genessis? Cuando veo una nueva entrada tuya pienso: Ya ha vuelto a publicar "La mujer misteriosa". Y es que no puedo ponerte cara ni conozco tu email ni nada que no sea ese hermoso jardín.Por eso preguntaba si tenías facebok, pues normalmente allí se muestran datos y fotos.Feliz domingo para ti también. Aquí soleado y con 34 º.

    ResponderEliminar
  9. Segunda vez que escribo el comentario por un error y encima no lo había copiado...je,je.
    Bueno, te decía que mi marido está igual que tú. Le hicieron una analítica en la Empresa y anda pensando que ha sido un complot de la CIA y bebiendo cerveza sin alcohol como si fuera un purgante a ver si se acostumbra...ja,ja.
    Un beso y que te mejores.

    ResponderEliminar
  10. María, sí, teníamos invitados, pero como ya digo los días de mercado Carmen compra para toda la semana. Besos

    ResponderEliminar
  11. Hola, Mamen, perdona mi tardanza, no había visto los últimos mensajes.
    Llevo ya dos semanas de tratamiento y no he mejorado mucho. Sólo voy seguro de pie, si e inclino para coger algo a acostarme veo girar el mundo.
    Espero estar bien para la última semana de septiembre, pues me voy de viaje con el coche.
    Espero que tu marido ya esté bien.Muchas veces la curación depende del médico que te toque en el seguro. Algunos le dieron el título a cambio de puntos de Ariel.
    Besos, guapa,

    ResponderEliminar