Es Navidad, todo el mundo parece ser feliz y lo celebra en la medida de sus posibilidades.
No sé por qué yo siento que no lo soy. Tengo de todo, incluso nos tocó una buena cesta navideña, ha venido desde Madrid para estar con nosotros uno de mis hijos, y mi esposa me cuida y adora; pero algo me falta y no sé qué es.
¿O sí?
Siento tristeza al comprobar que, como cada día del año, muchas personas hoy predican el bien y actúan mal. No se da ejemplo actuando como se predica.
Y no me refiero a que den o no donativos a indigentes callejeros, a Caritas o a la Cruz Roja, no: existe otro campo donde demostrar el espíritu navideño.
"Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad".
Amor entre humanos, esperanza, solidaridad...
Éstas son frases que abundan en estas fechas; pero las decimos mecánicamente, sin pensar, pues de otra forma, si alguien nos ofendió en el pasado ¿porqué no se perdona el daño?, ¿por qué no se olvida el mal?, ¿ por qué mantenemos en el estigma, la negación, la exclusión de nuestras vidas a seres que nos han perjudicado o faltado el respeto aun cuando son cosas del pasado en las que también tuvimos algo de responsabilidad?, ¿por qué le deseamos paz, salud y prosperidad en estos días si sabemos que dentro de dos semanas vamos a negarle el saludo y la palabra, volviendo a empujarlo a la ignominia, al olvido, al ostracismo mental?
Algo huele mal en estas fiestas en las que deberíamos impulsar el amor, la esperanza y el perdón.
"Conócete a ti mismo", esta misteriosa frase, hallada en el templo griego a Delfos, nos invita a reflexionar, a examinarnos interiormente para saber quiénes somos realmente, cuál es nuestra realidad. ¿Somos sinceros con nosotros mismos? Lo que hacemos en estas fechas tan celebradas ¿es acorde con lo que nos dice nuestra esencia o alma interior?
Felices fiestas
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