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miércoles, mayo 31, 2017

LA DEPRESIÓN DE ADELA


Pintura al óleo de Antonio Quero Matas

Adela es una  mujer soñadora, no se amilana por la crisis. Las penurias que ahogan su vida tienen que cambiar, es imposible que puedan empeorar con las  largas jornadas de trabajo de puerta en puerta que dedica a su empleo de   vendedora de productos AVON.
Su marido está en paro, como casi todo el mundo, y sólo esporádicamente acude a reemplazar de noche  al vigilante de una gasolinera.
Un día se encontró con una amiga en el mercado y le dijo:
— Hija, que vida más dura, trabajar, trabajar y nada más que trabajar. Tengo ganas de divertirme, llevo demasiados meses sin salir a ningún sitio. Ni siquiera a comer un domingo en una venta. Creo que tengo depresión.

— La depresión te la quitas esta noche de encima si me acompañas a la despedida de soltera de mi sobrina. Te espero a las nueve en mi casa y nos vamos juntas.

— ¡Ay, que bien! Esta noche me iba a quedar sola, mi marido va a trabajar.

Y así fue.
Llegada la hora, se presentaron en el restaurante.
El local estaba lleno y la cena fue deliciosa. Al finalizar pasaron a una sala contigua reservada para ellos, donde había un estrado, y tomaron asiento en primera fila.
 Adela nunca había estado en una despedida de soltera, pero sabía de oídas lo que en ellas sucedía. Estaba muy nerviosa.
Al poco sonó la música y apareció en el escenario un hombre vestido de Batman, quien poco a poco, mientras se movía al ritmo de la música, fue despojándose de la ropa hasta quedarse con un minúsculo tanga y la máscara. Todas las mujeres tenían los ojos casi fuera de las órbitas, clavados en el bulto que  lucía orgulloso el Boy  en su entrepierna.
"A ese tío me lo tiro yo aunque me cueste el divorcio", pensaba Adela, con la boca seca por el ansia y los nervios.
De pronto el Boy bajó del estrado y comenzó a mover sensualmente su cuerpo a pocos centímetros de la boca de una de las asistentes. Ésta le besó el paquete e introdujo la mano para parparlo. Las demás, fuera de sí, como poseídas por el Diablo, pedían al Boy que fueran a ellas. Todas le metían mano.
 Adela, que estaba pasmada al principio, deseaba con todas sus fuerzas  acariciar los atributos del Boy, que ya estaba a medio metro de distancia.

Por fin le tocó el turno a ella y prácticamente  lanzó sus dos manos al ansiado regalo, "Dios mío que bombón", exclamó.
Sin pensárselo dos veces le bajó el tanga al Boy dispuesta a tomar un segundo postre, cuando de pronto se quedo pasmada con la boca abierta y sin decir palabra:
¡El Boy tenía un tatuaje a lo largo de la picha y un testículo más gordo que el otro!
 ¡No podía ser verdad!
Se puso en pié y le arrancó la máscara de Batman.
¡¡¡ ¿Túuuuuu?!!!
¡¿Pero tú no estaba trabajando en la gasolinera, so hijoputa?!



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