El sangriento y abominable atentado de Manchester, con 19 muertos, la mayoría niños, y más de cincuenta heridos ha eclipsado la publicidad que buscaban internacionalmente el presidente de la Generalitat y sus adláteres en Madrid, de la que se hacen eco hoy los periódicos y las emisoras españolas.
Los atentados terroristas, por la imprevisible fecha y lugar en que se van a cometer, son lo mas temido y difícil de evitar para las fuerzas de seguridad de los estados libres. Provocan numerosas muertes y mucho sufrimiento y, seguramente muy pronto, una respuesta desproporcionada del país atacado en el país de origen de los terroristas.
La otra noticia es esta:
Los separatistas llegan a Madrid echando cojones. Piden diálogo, pero avisan de que el referéndum se celebrará sí o sí, y que si el Gobierno se lo impide, la cámara de la Generalitat declarará unilateralmente la independencia.
Dicen que el Hombre es el único ser que tropieza dos o más veces con la misma piedra, y esta gente no se ha leído la Historia del primer tercio del siglo pasado. Aquí, a apenas quinientos metros, se expone al público la celda en que estuvieron presos los cabecillas separatistas de los años treinta. Lo peor es la sangre inocente que se derrama en estos casos, pues ellos seguramente abandonarán a sus seguidores ante el Ejército, cogerán el dinero y cruzarán la frontera como hizo Tarradellas y compañía, que vivieron lujosamente en el exilio durante cuarenta años. Y después, al cabo de los años, regresarán triunfalmente diciendo "Ja estic aquí", y les darán una paga vitalicia a ellos y a sus esposas.
No me lo invento yo, es la puta Historia que queda escrita para prevenir a los incautos.
Por mí se pueden ir ya, hace años que no los quiero como españoles. Concretamente desde que Guardiola y Piqué comenzaron a dar sus conferencias de prensa en catalán, mostrando una total falta de respeto a los cientos de miles de seguidores de todos los pueblos de España.
Desde entonces celebro la Navidad con cava extremeño y valenciano.
Los embutidos de Casademón y Tarradellas han sido reemplazados por productos andaluces, extremeños y salmantinos. Hoy he comprado unos salchichones y fuets deliciosos, marca Rolongo, procedentes del matadero de la Estación de Cártama, Málaga. El coche que tengo ahora ya no es un SEAT como los dos anteriores, sino un FIAT. Ahora me cuido mucho de mirar el origen de los productos antes de comprarlo. ¡Que se vayan! Lo único que hacen es pedir. Pedir y pedir dinero e inversiones al Gobierno, e insultar al pueblo andaluz, que es el que los ha enriquecido, y donde ahora ha nacido otra organización separatista andaluza, ANA, mil quinientos gilipollas que dicen representar a los ocho millones de andaluces. A mí desde luego no. Yo soy español, andaluz, y algareño, por ese orden
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