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martes, septiembre 18, 2007

CRÓNICA DE LA QUEDADA EN MÁLAGA

LA QUEDADA EN MÁLAGA
Cuando conducía por la costa en dirección a Málaga, mientras el sol luchaba por salir de entre la bruma violeta que señalaba el horizonte marino como un disco cuyo color pasaba sucesivamente del cobre al naranja, para acabar formando un círculo de fuego que me obligó a ponerme las gafas oscuras circulando a 130 kms hora por la autopista, no pensaba que me esperaba un día tan, tan, tan buenísimo.
No me lo esperaba porque no tenía ganas de ir: como me temía, habían surgido contratiempos; pero por no dar la nota otra vez echándome atrás en un proyecto, faltando con ello al respeto a los compañeros que me esperaban frente al Hotel Larios, hice de tripas corazón, me levanté a las seis y enfilé rumbo a la Costa del Sol.
Llegué el primero a la cita, dos horas antes, y me dediqué a recorrer las calles que había pateado en mi época de calzones cortos, cincuenta años antes, cuando iba a la escuela ubicada junto al Estadio de la Rosaleda, hoy llamado Instituto de Enseñanza Secundaria La Rosaleda.
Estuve sacando fotos. El centro de la ciudad es peatonal. Las calles eran un enjambre de turistas ya a esa temprana hora; las terrazas de los bares estaban repletas de ellos desayunando, mientras observaban las campanas de la catedral repetidamente, llamando a la misa que celebraban en honor de la Virgen de la Victoria, la misma que dijo el rey Fernando el Católico que se le había aparecido y le había conminado a asaltar la ciudad y masacrar a los 15, 000 defensores mozárabes que la defendían, borrando todo vestigio de ellos y repoblándola con mil familias castellanas.






Me tomé dos cafés para hacer tiempo y quince minutos antes de las once me situé delante del hotel Larios. Se acercaba la hora y no acudía nadie. Tres minutos pasaban ya y seguía solo en medio de la calle, sorteando a los grupos de guiris que iban con sus guías de un lado para otro.
De pronto sonó mi móvil y mientras lo sacaba del bolso vi sonriendo y corriendo hacia mí a una señora con una niña de unos once o doce años: Leola con su lobita. Un poco sorprendido ante el cambio de imagen, nos dimos nuestros dos primeros besos, y mientras eso sucedía llegaron Atenea, Pangeat y Cristina, la familia de El Gastor, que ya había tenido el gusto de conocer tres meses antes.
Se repitieron los primeros minutos de presentaciones e intercambio de besos y abrazos y comenzamos a hablarnos mientras íbamos conociendo la ciudad. Leola nos obsequió con un broche de biznaga, y nos lo pusimos en la solapa.
Nos detuvimos en el centro de la calle Larios para escuchar la maravillosa voz de una mujer indigente, que se acompañaba con un acordeón. Un centenar de personas la observaban, tal era su encanto. Creo que si hubiese sido su voz natural, no estaría allí, en ese lugar, sino que ya estaría cantando en una ópera, pues cantaba como la Callas, sin un fallo en la voz y perfectamente sonora, como si hubiera sido grabada y manipulada en un estudio de grabación. Todos mirábamos buscando la trampa; no era posible tal belleza, tanto arte, tanta virtualidad en la calle, No me lo creía, y apostaba a que era playbak. Leola aseguraba que no, que su voz era auténtica.
Entramos en la catedral (La manquita, como la llaman los malagueños, pues le falta una de sus torres), magnifico templo construido a lo largo de 4 siglos y en los que se puede observar los distintos estilos arquitectónicos de las distintas fases de construcción. Estaba llena de fieles y turistas que sacaban fotos de recuerdos bajo la mirada seria y desaprobadora de los creyentes, que no entendían cómo la gente puede dedicarse a otra cosa que no sea escuchar lo que allí se decía, entre cantos y sermones.





Sacamos unas cuantas fotos dentro del templo y salimos a la calle. Como era mediodía, nos sentamos en el Pimpi, un bar típico a calmar los gritos del estómago, y Leola, que aparte de que no cesó de hablar desde que nos presentamos nos hizo gala de un desparpajo tremendo y nos trataba como si de toda la vida nos conociese, nos ofreció un vinito fresco de Cartojal y unas aceitunas. 
Luego comenzamos a hablar de todo un poco: del foro, de los comentarios, del libro, de nuestros proyectos y sueños. Cuando hubimos descansado, salimos en dirección a la Alcazaba, el hermoso palacio ubicado a los pies del castillo de Gibralfaro, un lugar mágico, donde sus primeros moradores debieron sentirse en el Paraíso. Disparábamos sin temor el flash de las máquinas fotografiando el detalle más mínimo; todo nos encantaba.


Después volvimos a las callejuelas del centro y entramos en una cafetería típica, una taberna, refugio y lugar de encuentro de famosos: desde toreros, artistas de cine o teatro y cantantes, hasta los nuevos actores de la telebasura. Los antiguos muros están tapizados de fotos, posters y cuadros de los diferentes personajes que han entrado en el establecimiento.
Era la hora de la comida, los estómagos comenzaban a lanzar lastimeros sonidos y el ver a los ocupantes de las mesas cercanas con sus platos de tapas y bebidas típicas nos hizo llamar apresuradamente a uno de los camareros.
Leola no dejaba de sorprendernos, y esta vez lo consiguió pidiendo para ella, sin rubor alguno, una caña de cerveza, que luego resultó que era lo que en otros lares llamamos tankes, o sea…, ¡una jarra de casi un litro de cerveza fresquita con su línea de espuma justa! Yo no iba a ser menos; la acompañé.
Probamos una especie de empanada típica malagueña y una fuente de una ensalada buenísima, hecha con diferentes verduras y salsas. Cuando acabamos con todo, salimos a tomar el café y los chupitos en otro lugar, porque en éste no permitían fumar, y nuestra querida Leola no aguantaba más sin echar humo. Ya en otra terraza, bajo la sombra de los toldos situados a diez metros que cubren de acera a acera las calle Alcazabilla, con el teatro romano al lado tomamos café y unos chupitos. Seguimos hablando de libros, del ser escritor y sus motivaciones….. y casi de pasada hablamos de El Recreo. Entonces nos acordamos de la simpatiquísima Navarra del foro, Ely, y Leola y yo pedimos un pacharán con hielo en su honor. Conchi, Pepe y los niños pidieron otra cosa: helados y licor dulce.
La gran cantidad de cerveza, vino, chupitos y la comida nos empujaron a subir al castillo. Esa subida, que por la mañana nos pareció tan dura que no valía la pena hacerla, la encontramos inaplazable a las cinco de la tarde, con todo el calor de un sol despiadado situado sobre nosotros. La hicimos a pié, habiendo autobuses. ¡Y Atenea con zapatos de tacones! Dicen que antiguamente en la Sierra había cabras locas. Aún quedan algunas.
No os podéis imaginar la belleza del lugar, las vistas maravillosas de la ciudad desde aquella fortaleza, el paisaje del camino a través del bosque de pinos que cubre toda la montaña… Cuando alcanzamos la cima, no quedaban restos de la comida ni del alcohol ingerido. Ya podíamos conducir hacia nuestros hogares sin miedo al alcoholímetro.

Pero no teníamos prisa, total, cada cuarenta minutos había un autobús para bajarnos al centro. Estuvimos admirando todos los recovecos de la fortaleza y nos hicimos numerosas fotos para poder decir: “SÍ, ELY, HEMOS SUBIDO AL GIBRALFARO A PIE, TU AMIGA TE HIZO CASO. ¿ESTÁS SATISFECHA?”
Luego nos fuimos a la parada del bus, y esperamos su llegada. Aún estaríamos allí, si no fuera porque nos imaginamos que habíamos llegado tarde y debíamos esperar media hora. Vista así la cosa, nos bajamos a pie, dejamos la carretera y bajamos campo a través, como las cabras. ¡¡Y CONCHI CON TACONES!!
Cristina se resbaló y volvimos a la carretera para evitar más disgustos. Una vez en la ciudad, en la calle Larios nos cruzamos con la procesión de la Virgen y Leola nos invitó a entrar en “Casa Mira”, una famosa heladería artesana, para degustar unos buenísimos y nunca probados sabores: unas verdaderas delicias malagueñas, especialidad de la casa. Leola, tuvo el detalle exquisito de comprar otras biznagas, éstas naturales, para mi esposa y para Conchi.
La compañía era agradable, el ambiente sensacional: bandas de música, uniformes y gran colorido de la procesión de la patrona de Málaga. Las horas se me habían pasado sin darme cuenta y el sol se había ocultado ya cuando José Pangeat señaló el reloj diciendo: “Debemos volver a casa”.
El momento se tornó triste, las despedidas siempre lo son. Promesas de repetir el encuentro en cualquier lugar y a no tardar mucho; se repartieron los besos y abrazos con un emocionado “Hasta pronto”, y las consabidas frases hechas para el momento: “Me he alegrado mucho de conoceros, lo he pasado muy bien…”
Pero lo que da idea de la autenticidad del encuentro es que apenas nos hubimos separado tres metros, nos dimos la vuelta para mirarnos y dije: “María José, quiero otro beso…” Y corrimos todos a abrazarnos y besarnos unos a otros de nuevo, con más ganas, con más cariño, con más sentimiento.
Porque la quedada en Málaga no fue para ver salir el sol de forma mágica, eso se repite en esta costa trescientas veces al año. Tampoco fuimos allí para asistir a la misa y procesión el día de la patrona, ni para ver el castillo viejo, beber vino o degustar exquisiteces, no…
La quedada en Málaga significaba enterrar para siempre nuestros falsos nombres, con los que, protegidos por el anonimato que ellos nos brindan, nos atrevemos a desnudar nuestras almas ante cientos de lectores desconocidos, contándoles nuestras historias, pensamientos, sentimientos y sueños.
La quedada en Málaga ha significado que nos podamos mirar a la cara mientras repetimos nuestras inquietudes, sueños y sentimientos. Ver cómo brillan los ojos al recordar tal o cual historia o persona. Ver la verdadera sonrisa, preciosa, los labios distendidos, húmedos, la blancura de los dientes; una carcajada real, con el sonido de la propia voz y sacudiendo el tórax, viendo cómo se estremecen los cuerpos con la risa, algo muy distinto a escribir simplemente un ja,ja, ja en el texto; sentir el calor de la amistad, la suavidad y el olor personal de la piel al besarnos; la forma y textura de las manos.
La quedada en Málaga ha sido asistir al milagro de que personas de diferentes profesiones, estudios y medios, relacionadas solamente por ser miembros virtuales de una página web, El Recreo, quienes de otro modo no coincidirían nunca en ningún lugar, se puedan conocer, hablar, abrazar y sellar una amistad.
Todo eso se han perdido los que no han podido acudir.
Lo único malo del día fue a la hora de pagar el aparcamiento del coche, ajeno como estábamos al paso del tiempo. Cuando el empleado me ha pedido los veinte euros, no me lo creía. “Es que su coche ha estado aquí desde las 9 de la mañana, y son la 8 de la tarde…”—adujo el chico. “¿Tanto tiempo? ¡Joder!”, exclamé. 
María José, Conchi, Pepe, y a las niñas, preciosas ellas, María José y Cristina, os agradezco el honor que me habéis concedido de estar con vosotros y el maravilloso día que me habéis hecho pasar; nunca lo olvidaré. Besos y abrazos.
Juan Pan García

viernes, septiembre 14, 2007

PAISAJE


Acabo de estampar mi firma, aún está húmedo y espero se seque a tiempo para que se lo puedan llevar el martes. Lo he fotografiado para tener un recuerdo de mi obra, que uno tiene su ego y aunque no sea Murillo o Vanghó ni ningún famoso, me gusta recrearme en lo que hago.

domingo, septiembre 09, 2007

CITA EN MÁLAGA






Entrada al puerto de Málaga








Jardín de la Alcazaba






















Plaza del centro de la ciudad












Málaga, bonita Málaga;
Málaga, que guapa eres.
Eres tu la más hermosa,
eres tu reina calé.
Dicen que Málaga tiene
cerezas y el limonar
y un jardín lleno de flores
a la orilla de la mar.

(ESTRIBILLO)

El embrujo de tus ojos
y el orgullo de tu ser
se pasea por la plaza,
la plaza de la Merced.

ESTRIBILLO ... y eres tu reina calé,
y eres tu ....
reina calééé..…


Transcripción de la letra: Ilma. Tuna de Ingenieros de Telecomunicación























































Vidrieras; interior del templo, y plaza



Arriba: calle del centro de la ciudad; maceton que abunda en las calles del centro












Arriba: Vista desde el castillo de Gibralfaro























Arriba. jardines de la Alcazaba y murallas. Abajo: procesión de la patrona de la ciudad.


UN POCO DE HISTORIA

Siendo Málaga una ciudad edificada junto al mar, siempre ha tenido mucha actividad comercial. Antiguamente tenía la ventaja sobre el transporte de las mercancías por tierra por que los caminos eran pocos, mal conservados e inseguros. Málaga ha sido durante siglos la primera productora de hierro de la Península. Los fenicios llegaron hasta el lugar en busca del tan preciado metal, allá por el año 750 A.C. Dos siglos más tarde, los cartagineses arrasaron todo lo que caía bajo su yugo. Los romanos , al contrario, se destacaron por la urbanización de las ciudades que conquistaban y la construcción de las obras públicas: carreteras, acueductos, teatros, circos y palacios para que los senadores pudiesen debatir los problemas. En Málaga, Vespasiano y Augusto construyeron el puerto, que ha ido sufriendo ampliaciones a través del tiempo. También construyeron el teatro, y la conectaron con la vía Augusta, para que, atravesando Hispania, les llevase hasta Roma, el corazón del Imperio.

Luego, en 711, Tarik atravesó el Estrecho, y los árabes permanecieron en España durante ocho siglos.

Pero vivir cerca del mar tenía también sus peligros: Málaga sufría el ataque de los piratas a menudo, y su población vivía aterrorizada. Otras veces los enemigos podían venir de las montañas, por eso Málaga se vio en la necesidad de construir unas murallas alrededor para protegerse, sobre las que montaba guardia un pequeño ejército.

También era necesario un lugar para la residencia del gobernador y sus funcionarios; recibir a los nobles y embajadores y servir como oficinas de administración. Este lugar debía ser eficazmente protegido con fuertes muros y soldados. Para ello, Badis ibn Habus, rey granadino que se hizo con el control de la ciudad en el año 1057, mandó construir la Alcazaba.

“alcazaba” significa “palacio rodeado de una fortaleza”.

Con el tiempo, Málaga creció y necesitaba más soldados para su defensa. Entonces se buscó un sitio mejor para establecer a las tropas y vigilar la llegada de naves por el horizonte. Y pensaron en el monte de Gibralfaro. Según indica ese nombre, Gibralfaro fue utilizado en su tiempo también como faro

Los árabes edificaron un castillo nuevo y más grande para alojar al ejército moro.También llegó a ser utilizado como cárcel. Los musulmanes comunicaron el palacio de la Alcazaba con el castillo, construyendo un camino en medio de dos murallas para proteger a los que necesitaban trasladarse del castillo a la Alcazaba o viceversa. Este camino amurallado se llamaba "Caracha"

Los Reyes Católicos creían que Málaga les iba a ser entregada sin derramamiento de sangre. Pero aquí, su Gobernador, generalmente un príncipe nazarí que hacía de embajador ante el rey de Granada, no iba a escuchar jamás la terrible frase que arrastraría más tarde Boabdil durante toda su vida al entregar Granada al rey Fernando:"Llora como mujer lo que no supiste conservar como hombre", y los 15, 000 defensores de la ciudad presentaron batalla hasta que fueron masacrados y sus supervivientes llevados como esclavos a otras tierras. El Rey, justificó esa barbarie aduciendo que la "Virgen se me ha presentado y me ha asegurado la victoria". Y trajo a mil familias castellanas para a repoblar la ciudad devastada.

Desde entonces se venera a la Virgen de la Victoria como "La patrona de Málaga". Pocos malagueños saben hoy que la feria de Agosto se celebra en memoria de la victoria del Rey Fernando, una fiesta que conmemora el aniversario de la batalla, aplastamiento y barrido de la cultura mozárabe el 19 de agosto de 1487.

El día de la quedada, era la fiesta de la Virgen de la Victoria, y nos cruzamos con la procesión que la llevaba por las calles de la ciudad conquistada.









lunes, agosto 27, 2007

HOY TE ABRO MI CORAZÓN

Hoy me siento... No sé como me siento, decir triste no lo expresa del todo.

Hoy vuelvo con una rama de olivo en la mano, y espero sepas valorarlo; hoy te abro mi corazón y te hablo con versos de Miguel Ángel Rincón, que asumo y hago míos.

Hoy he pensado mucho en ti, en cuando eras pura dulzura..., en tus palabras y en tus besos. Éstos, aún lo recuerdo, se diluían en el viento y cruzaban los mares hasta llegar a mí...




Abrí mi corazón

Retuve el viento de la madrugada
esperando tu regreso, y esperé…
esperé mil noches y mil días.
Las madrugadas se hicieron eternas.

Guardé para ti cientos de estrellas
aguardando a que volvieras
y esperé minuto tras minuto,
hora tras hora, vida tras vida.

Abrí mi corazón de par en par
esperando acogerte en él.

Pregunté por ti a la ausente Luna
y esperando respuesta me dormí
y soñé que estabas aquí, junto a mí
a orillas del río, caminando conmigo.

Busqué entre los rayos de Sol,
busqué en enjambres de estrellas
esperando tu regreso, y esperé…
esperé mil noches y mil días.


©Miguel Ángel Rincón. http://www.miguelangelrincon.com/

viernes, agosto 24, 2007

¿MORAL O MORALINA?

Nunca me gustaron los sermones en los foros literarios, la moralina de los textos, la costumbre de juzgar en vez de comentar, el fijarse en el mensaje y no en su perfecta redacción. Y menos aún si ellos procedían de personas cuyas vidas dejaban mucho que desear.

Hoy me topado con uno de estos, y lo peor es que ha convencido al autor para que cambie el escrito y acomodarlo a sus creencias.

Tenía ante mí un relato tierno y actual: un enamoramiento virtual, dos seres que se conocen, se comunican y se enamoran a través de Internet. La relación es sincera, profunda, y sólo las circunstancias adversas en las que viven ambos enamorados impide su encuentro real.

Como en toda pareja real, han tenido una disputa y han dejado de comunicarse, y es tan fuerte el dolor que siente el protagonista que se va al bar y se emborracha; el exceso de alcohol le hace hablar más de la cuenta; el camarero le asusta y se lo lleva fuera del bar; luego regresa y comenta con risas ante los parroquianos el suceso.

En la otra parte del mundo, su amada también sufre, tanto que al considerar la pérdida de la relación se suicida.

Es pues una historia de verdadero amor, aunque no se hayan visto de otra manera que en fotos y hayan descubierto su alma en los escritos que diariamente se intercambiaban. Es más: es el amor del futuro, ya existen muchas parejas que se han conocido y unido gracias a este medio virtual.

Pero he aquí que llega una señora, maestra ella, que le dice al autor que está mal el cuento porque dice que la mujer amante se suicida y ella, sus creencias, no ven bien esa acción, y le recomienda que corte el cuento en el último párrafo, donde el camarero regresa y comenta el suceso con los parroquianos. Y el autor la cree y lo ejecuta. Sí, digo bien “ejecuta,” porque ha asesinado el cuento, ya no es el mismo: de una historia de amor sincero entre un viejo lleno de ternura y una mujer, su alma gemela, al otro lado que prefiere la muerte a quedarse sin realizar su sueño, ha convertido el texto en una crónica de un viejo que se pasa las horas enviciado y chateando por la red hasta que alguien le asusta con amenazas y le hace prometer que no volverá a hacerlo.

El autor no ha tenido aquí la suficiente personalidad para defender su texto, se ha dejado convencer fácilmente por alguien que profesa creencias distintas y le ha impuesto sus puntos de vista.

Una verdadera lástima.

Y lo digo yo, que soy el menos indicado y no tengo interés alguno en que ese cuento esté publicado, pero me joden las moralinas de una persona cuya vida, contada por ella misma en episodios continuados, deja mucho que desear

jueves, agosto 23, 2007

AMAPOLAS



Llevo varios días en los que no se me ocurre nada para escribir; las ideas no llegan y sólo se me ocurren tonterías, como esa de hablar de mi abuelo en el texto anterior. Entonces me dedico a pintar, a echar los días afuera de cualquier manera.
Mi esposa se aprovecha de eso y me tenía preparado otro lienzo... Y el otro día me dijo: "Estoy de antojo, y quiero un cuadro de flores".
Y claro, aunque ya no tenga edad para esas cosas de los antojos del embarazo, ¿quién no satisface a su esposa en una cosa tan sencilla?
Ya se lo he pintado. Ella se esperaba un jarrón o canasto con un ramo de flores, pero yo me he inclinado por las florecillas sivestres de los campos, que también tienen derecho.
En el lienzo he plasmado unas amapolas y margaritas, pintando tranquilo mientras escuchaba esta música:
EN EL CIELO UNA FLOR SILVESTRE", la puedes oír copiando esta direc
ción:
http://es.youtube.com/watch?v=FE-iNsFcI0Y

martes, agosto 21, 2007

COMPRA MI NOVELA

No olvides que mi novela la puedes adquirir en
http://circuloindependiente.net/tienda/la-pista-del-lobo-p-195.html

Alli puedes ver de qué trata la historia, pero además de la sinopsis de la obra, que verás detallada junto a la foto del libro, ya te explico que cuando yo apenas tenía 6 años los máquis secuestraron a mi amigo y compañero de juegos y se lo llevaron a las montañas.
Ése es uno de los capítulos, el principal, pero la novela narra también otras muchas cosas, propias de la vida que transcurría en la Sierra de Cádiz en los años de la posguerra española, una página negra de nuestra historia reciente: el contrabando, el hambre, atracos a trenes y bancos, fusilamientos indiscriminados...

El precio de venta al público en librerías es de 18 euros, gastos de envío no incluídos. Tengo una docena de ejemplares en mi casa para aquellas personas que deseen tener mi obra dedicada y firmada. Para ello deben escribirme y proporcionar la dirección a la que debo enviar mi novela.
El precio es el mismo: 18 euros más gastos de envío contra reembolso.
Mi dirección es: juanpangarcia@yahoo.es

MI ABUELO JUAN

MI ABUELO
Cuando me daban las vacaciones en la escuela, me iba con mi madre a casa del abuelo, en Jerez de la Frontera.
Mi abuelo era de Villalengua del Rosario, pero el Gobierno de la República repartió unas tierras para colonizarlas entre varias familias de desempleados y a él le concedieron una finca con casa y todo en Caulina, Jerez.

Mi abuelo era un hombre muy inteligente, a pesar de ser analfabeto. Había hecho de joven la campaña de Cuba y lo que no consiguieron los americanos -ni la sífilis, que acabó con cientos de soldados en los tres años que estuvo allí- lo consiguió el viaje de regreso en barco: cogió el escorbuto, que dicen que entonces era algo muy malo.

Cada día, al amanecer, mi abuelo agarraba una naranja borde de un árbol y se la comía en ayunas. Yo le preguntaba por qué se comía una fruta tan amarga y, antes de que él respondiese, mi madre me decía: “Es por su enfermedad”, y yo me quedaba preguntándome qué era una enfermedad, porque había cosas que yo no las sabía. Y es que a mí no me explicaban las cosas como hacía mi abuelo, cuando al pobre le dejaban hablar.

Por ejemplo: cuando él tenía retortijones se levantaba de su sillón y se iba al campo, y cuando mi mamá le preguntaba adónde iba él respondía: “Me estoy cagando”, y claro, eso sí que lo entendía yo, y no sólo yo: todos lo entendían, a juzgar por la cara de conformidad de mi madre.
A mí no me dejaban expresarme como mi abuelo, y cuando era yo el que tenía urgencias de vientre, decía: “Quiero hacer popó”, y para orinar, “pipí”, que es como las monjas del colegio decían que teníamos que hablar los niños.

Eso de “popó” me parecía raro y se nos quedaba la cara como de idiotas cuando nos veíamos en el trance de tener que decirlo en voz alta en la clase delante de todos. Sonaba mejor decir cagar, como mi abuelo, y todos entendían.
La monjita que nos daba clase en el colegio, cuando algún chico hacía algo malo, le decía: "Te voy a dar tras, tras en el pompis". En cambio, mi abuelo, un día que yo le escondí la petaca del tabaco, me agarró por una oreja y me dijo: "Juanillo, como lo vuelvas a hacer, te voy a dar un guantazo que tu madre te va a tener que echar el yodo con una escoba".


Mi abuelo sabía llamar a las cosas por su nombre, no hacía falta esforzarse para que lo entendieran; curiosamente, siempre decía lo contrario de mi madre. Cuando ella me explicaba que mi abuelo se comía las naranjas bordes porque eran buenas para curar su enfermedad, él me decía en voz abaja: “¡Y un carajo!: me las como porque no hay de las otras, el hijoputa alcalde de Jerez a llenado las calles de naranjos bordes, porque si los llega a poner de los buenos, con el hambre que hay la gente se comería hasta las hojas”.

De vez en cuando el viejito se ponía muy triste y se le saltaban las lágrimas; pensaba en Manuela, mi abuela, que murió hacía muchos años; yo no llegué a conocerla y él me la mostraba en fotos.
Me dijo que se fue a luchar a Cuba sin saber a qué o a quién defendería sólo porque en su pueblo no había trabajo. Nunca lo hubo en ese pueblo y la gente se iba de un lado para otro. Mi abuelo no sabía leer el contrato y puso su dedo manchado de tinta para firmarlo, se alistó y se pasó tres años en la otra parte del charco, como decía mi mamá, quien tampoco sabía leer entonces, pero sabía que había un charco grande entre el abuelo y su casa del pueblo que se llamaba “La mar”.


Me dijo que hubo guerra contra Cuba y contra Estados Unidos porque los americanos hundieron uno de sus propios barcos, "El Maine", con 266 soldados a bordo, para echarle la culpa al Gobierno de España y declararle la guerra. Yo no sabía si eso era verdad o divagaciones de mi abuelo, pero ahora que soy mayor pienso que no me extrañaría nada la certeza de sus afirmaciones: hemos visto en películas y reportajes de televisión cómo los mandos estadounidenses exponían a sus soldados a la acción nuclear en un desierto para estudiar sus efectos en los humanos.

La única ilusión que mantenía a mi abuelo vivo era el día de la paga, al fin de cada mes, porque, eso sí: le había quedado una paga por ser excombatiente en Cuba, que por otra causa no le pertenecía: no existía aún la Seguridad Social y él no había cotizado nunca.
Cuando llegaba el día del cobro, mi abuelo se vestía con lo mejor que tenía: si era invierno, se ponía su pantalón de pana, su camisa, su chaleco, la pelliza y el sombrero de fieltro de ala ancha y se iba caminando una legua hasta el pueblo. Si era verano se ponía la misma ropa, no tenía otra, y le caían los chorros de sudor por la frente. Mi madre le decía que se dejase la pelliza y el chaleco, pero él decía que debía causar buena impresión y, además, de noche hacía fresco. Y se la llevaba colgada del brazo.

Le observábamos cuando se iba hasta que desaparecía en la curva de la carretera, caminando muy erguido, llevando un bastoncillo con empuñadura de nácar en una mano, y nos quedábamos preguntando cuándo le volveríamos a ver.
Eso sucedía casi siempre a los tres o cuatro días de su partida, cuando alguien llegaba a casa en bicicleta y le decía a mi madre: “María, tu padre está tirado en la cuneta a la salida de Jerez, con una borrachera descomunal; no se tiene en pie ni deja que nadie lo levante”.
Siempre pasaba lo mismo: cada fin de mes, borrachera. En Jerez hay un barrio que mi abuelo visitaba porque tenía mucho ambiente: Rompechapines. Como tenía mucha confianza conmigo me lo contaba todo: “Algún día serás un hombre y harás lo mismo que yo; todos picamos en el anzuelo, Juanillo,” me dijo mientras cogíamos higos de las higueras que había en la finca.

En Rompechapines abundaban las tabernas y las mujeres públicas, como las llamaban entonces, y se agarraban al brazo de mi abuelo en la taberna para llevárselo con ellas a la alcoba trasera; pero mi abuelo decía que no, que era inútil insistir: “Mi pajarito guarda el mismo luto que mi corazón”.
El viejo se gastaba en las tabernas la paga y no regresaba jamás por su propio pie. En tales casos, mi madre llamaba a un vecino, que era arriero, y le pagaba por ir con la carreta a recogerlo. Y así cada mes.
Digo yo, que menos mal que estaba enfermo, pues de estar sano, no aparecería más por la casa.

Un día trajo una cosa nueva: una cajita metálica que liaba los cigarrillos en un segundo. Sólo debía poner el papelillo en el lugar adecuado y echar el tabaco en medio. Luego le daba a una palanquita y salía el cigarro ya liado. En un rato llenó una caja de zapatos de cigarrillos. Y como los tenía a mano y le gustaba de presumir de su máquina invitaba a todo el que llegaba, y debido a esa cordialidad la ración de tabaco del mes no le alcanzaba ni para una semana.
Mi mamá le reñía y le reprochaba que gastase el dinero en vicios y que no aportase nada a la casa, pero él respondía: “Ese dinero me ha costado mucho ganarlo y si lo gasto, bien gastado está. Además, por ir a Cuba he dejado morir a mi mujer poco a poco, mientras ella se dedicaba a cuidarme –llegados a este punto se le saltaban las lágrimas y comenzaba a llorar, cosa que hacía desistir a mi madre de su sermoneo–, y el que quiera peces que se moje el culo.”

Con el tiempo empeoró su salud y permanecía en la cama, donde hacía todas sus necesidades sin avisar de los retortijones, como hacía antes.
Pasaron los años y un mes de julio volví a su casa de vacaciones. Para entonces ya no me reconocía siquiera, había perdido la memoria y debido a eso murió: se le olvidó la forma de respirar y comenzó a hacer aspavientos con los brazos y a ponerse morado hasta que se quedó quieto.

Desde entonces ya he crecido un montón, bueno crecer no, sólo he llegado a medir 164 centímetros, según dijeron los militares cuando entré en quintas y me midieron; lo que quiero decir es que me hice hombre y aprendí a pensar y a hacer las cosas que hacen los hombres, que como supongo ya las conocen ustedes no voy a cansarles repitiéndolas.
Ahora soy yo el que les cuenta cosas a mis nietos cuando me visitan, si mis hijos me dejan, que ésa es otra: no me dejan hablar nunca. Perdón, creo que no me he explicado bien: me dejan, sí, hablar me dejan, pero es como si no me dejaran, porque no me escuchan ni me hacen caso.

Lo único que temo es perder la memoria como mi abuelo y llegue un día que no sepa cómo se respira. Por eso tengo en mi cajón un cuaderno lleno de dibujitos con todos los pasos que debo hacer: Inspirar…, expulsar… Inspirar…, expulsar, y así sucesivamente sin dejar de hacerlo. Bueno, y el tabaco ni lo pruebo, pues está comprobado que perjudica gravemente a la salud.

Ah, y eso de beber vino como mi abuelo y llegar apestando a alcohol agrio…, ¡eso ni hablar!; yo solo bebo ron con cola, cubano del bueno, un cubata tras de otro, no quiero que tengan que venir a buscarme a la calle como hacían con él, sino que cuando veo que las cosas comienzan a girar, me apoyo en la pared y espero a que pase mi casa por delante para entrar en ella, que uno aprende, ¡ coño!


domingo, agosto 19, 2007

REFLEXIONES DE UN SOLITARIO



"Le penseur" de Odin. Estudio Carlos Botelho

REFLEXIONES DE UN SOLITARIO

Hoy, día 19 de agosto, es domingo. Temo a los domingos: la gente se va a las playas o al campo y me encuentro solo en la red. Ahora mismo sólo yo estoy en el foro. Miro los últimos comentarios a los cuentos y me deprimo. Es como dice el dicho: “No quieres coles, pues el plato lleno”.

Entro en los foros desde enero de 2004. Comencé en Yoescribo.com y luego alterné ése con otros, hasta seis a la vez... Me tenían enganchado noche y día. En los foros he conocido a mucha gente, algunos aún se comunican conmigo cada semana; otros se fueron. He conocido a personas realmente interesantes y otras de las que tuve que alejarme. El mejor año fue el 2006. Y el peor.Yo aprendí mucho de ellas, y ellas de mí; nos necesitábamos.

Hace tres meses, hice clik, y de golpe borré tres foros de "Mis favoritos", con todos los usuarios dentro. Eso es Internet: Haces clik, clik, y desaparecen amistades, enemistades, comunicación y colaboración; todo es virtual, intangible y por tanto quimérico.

Aún me quedan dos: El Recreo y Planeta de escritores. Y me paso el día pensando, tal como el

" Pensador", de Rodín.

Sí, sé que es una tontería, que el Internet es una falacia, que las amistades son ilusorias, vienen y se van con solo pulsar el ratón. Crees que no puedes vivir si ellas, pero realmente no las conoces, sólo son un nombre y una foto , lo más probable es que sea falsa o antigua.

Pero hace unos días que siento una desazón, algo me duele, me sabe mal, y no entiendo por qué. Se forman grupitos, clanes; los mensajes privados van y vienen. Noto cambios de actitud en personas en las que había depositado toda mi confianza. Lo sé por que son ya muchos años de rodaje en los foros y uno se vuelve suspicaz, o perpiscaz, según el momento.

Estoy seguro de que con sólo un gesto cambiaría de vida: un clic y "eliminar", borrar la página Web de “Mis favoritos”, y solucionaba el problema. Atrás quedarían horas de intercambio de información, de textos, de comentarios, de proyectos y de amistades virtuales.

Lo hice hace tres meses con otros y no ha pasado nada, he sobrevivido.

A veces, como le digo e Epix en un comentario a su cuento, me gustaría deshacer entuertos, pedir excusas, volver la página; pero es imposible, la vida está formulada de tal manera que la solución a los problemas que hemos creado no depende luego de nosotros: nuestras acciones nos desbordan y aparecen incontroladas. Es difícil retroceder sin dejar rastro: la acción genera reacción y por tanto lo que hagamos genera unas actitudes en los otros que no podemos controlar, y que influyen muy fuertemente en nuestra manera de vivir y que a la larga pueden cambiar nuestras vidas.

“Rectificar es de sabios”, está escrito en algún sitio, pero cuando se ha dado el paso no se puede volver atrás, pues puede ser mal interpretado, por eso se sigue en la misma dirección que nos causó el problema, agravándolo, alimentándolo y creando un abismo entre los contendientes. Si te echas atrás en algún proyecto te catalogan como inconsecuente, inseguro, veleidoso… cuando lo que intentas al reconsiderar tu postura es recobrar la paz, la seguridad, la armonía…

Si, por el contrario, continúas en esa dirección errónea, eres un mal nacido, un ser rencoroso, celoso, despreciable…

Nunca sabes a qué atenerte.

Me siento incomprendido e inaceptado, sólo la educación, o el guardar las apariencias, hace que algunos, respetuosamente, comenten mis textos, sin más. Una palabrita aquí, otro dato allá, una frase insultante en otro lado, una pregunta insidiosa allá, dejada ahí como por descuido…

Cada cierto tiempo debo sufrir los incordios de alguien que se afana en dividir en lugar de aunar esfuerzos para crear arte, intercambiar opiniones, corregir textos y de ayudarse en la tarea de ser escritor.

Ante esto, me pregunto si no es mejor abandonar, cerrar la página que nos une y dedicarme en solitario a escribir e intentar contactar con las editoriales. Un solo clik, y vida nueva. Sería fácil hacerlo, pero… resulta que algunos me caen bien y he llegado a apreciarlos, y si los dejo los echaría de menos. Otros, sé que se regocijarían si me voy.

Mañana es lunes y recomienza la normalidad, ojalá y me aclare las ideas.

miércoles, agosto 08, 2007

EL GASTOR EN FIESTAS

Esta es una calle del pueblo gaditano de El Gastor. La foto está tomada el día del Corpus, 7 de junio de 2007, sus calles estaban engalanadas con ramas de diferentes árboles, y el suelo era una alfombra compuesta de tallos de hierbas y cereales. Para mí fue un día inolvidable, y por eso he querido inmortalizar este recuerdo pìntando este lienzo al óleo.
Pincha sobre la foto para verla más grande.

viernes, julio 13, 2007




Terminada mi segunda novela: Mariluz

AGRADECIMIENTOS: A José Tena Tejado, por el diseño de las portadas.

A mis amigas Conchi Postigo Casanueva y Marisol Tenorio López
Por su paciencia en leer, comentar y sugerir ideas y palabras que enriquecieron el texto

SINOPSIS

Mariluz es una hermosa estudiante que al acabar su carrera se enfrenta a la ardua tarea de buscar un empleo adecuado a sus conocimientos. No será fácil: preparará oposiciones, trabajará de azafata, de limpiadora, telefonista, dará clases particulares…

Y sufrirá acoso en el trabajo, será violada, y se verá inmersa en un asunto de narcotráfico y asesinatos… Es entonces que encuentra a su príncipe azul ¿Logrará salvarla?

Una novela de intriga, de pasiones incontroladas, de amor y de odio; una crítica social de rabiosa actualidad que refleja los problemas a los que se enfrentan nuestros jóvenes.

martes, junio 12, 2007

CITA A CIEGAS DE JUAN PAN Y CONCHI POSTIGO





FIESTA DEL CORPUS EN EL GASTOR, EL DÍA DE LOS PREMIOS
Hacía tiempo que deseaba conocer a ATENEA, mi paisana. Preparábamos una quedada en su pueblo para setiembre, pero los acontecimientos adelantaron la cita: ambos habíamos ganado un premio literario en el certamen  de relatos.
Amaneció un día nublado y con viento en El Puerto.”Mejor, así no pasaré calor con el traje y la corbata”, pensé mientras viajaba a El Gastor, uno de los “pueblos blancos” de la Sierra de Cádiz, situado a unos 100kms.
La entrada principal del pueblo tiene una pendiente considerable; dejé el coche al final de la calle, porque no me atreví a detenerme a realizar una maniobra de aparcamiento en esas condiciones.
Cuando cerré el coche, llamé a Conchi para decirle en qué lugar me encontraba y que viniese a buscarme. Diez minutos después, llegó ella con su marido, Pepe, un hombre muy amable, culto e inteligente, atento al menor detalle para hacer que me sintiera tan bien como en mi propia casa. También vino su hija, Cristina, la que ha escrito ese par de cuentos tan bonitos que a todos en el foro "El Recreo" entusiasmó. Los cuatro nos fuimos a ver el pueblo.
Todas las calles estaban engalanadas con ramas de eucaliptos, chopos y laureles; el suelo estaba cubierto por una alfombra verde de hierbas mezcladas con tallos de trigo y centeno. Las casas, pintadas de blanco inmaculado, resplandecían al sol; allá arriba, en el cielo completamente azul, unas parejas de buitres negros giraban de forma permanente, curiosos por saber qué sucedía en El Gastor ese domingo para que hubiese tanto trasiego de gente por sus calles.
Visitamos su plaza, el Ayuntamiento, el museo de la casa de Jose María “El Tempranillo”, y por todas partes aparecían pequeños altares, monumentos y maquetas del dolmen que existe en el término municipal. Luego nos fuimos a casa de Conchi, un precioso chalet situado en la calle de entrada al pueblo. Allí conocí al resto de su familia: su anciana madre, su otro hijo y una hermana con los suyos, una parejita de mellizos.
Conchi me hizo probar un manjar delicioso, elaborado con sus propias manos, que estaba tan sabroso que juraría que jamás lo había probado yo tan rico: lomo en manteca, y entremeses de productos ibéricos artesanales y de insuperable calidad, todo regado con Rioja. Después de comer los postres de tarta helada y tomar el café, me enseñó el resto de la casa y entramos en internet para ver qué sucedía en El Recreo.
Estuvimos hablando de literatura, proyectos, ideas y del libro que los usuarios conjuntamente estamos intentando publicar en esa web.
En casa de Conchi se está de maravilla. Y también se está muy bien sentados afuera, bajo su porche de parras de verdes hojas y rodeado de plantas y árboles frutales: melocotones, perales, membrillos, caquis, uvas…
Allí comentamos cómo se desarrollaría el acto de la entrega de premios, habida cuenta de que Conchi había asistido en años anteriores a otros certámenes y tenía experiencia.
Me explicó lo que iba a decir: agradecer la asistencia, la convocatoria del certamen y al jurado por haber elegido su relato como el mejor. Yo le dije:
 –Como voy detrás de ti, estaré atento a cómo lo presentas y yo haré lo mismo.
¡Ja, Ja, Ja! ¡Y un cuerno!
Una cosa es predicar y otra dar trigo; una cosa es proyectar algo y otra que las cosas salgan como previstas.
El salón multiusos de la Casa de Cutura estaba lleno, con más de cien personas; una cámara de televisión local estaba preparada para grabar toda la ceremonia. Llegada la hora, las tres mujeres que componían la junta directiva de la asociación "La Ladera", organizadora del certamen literario, subieron al estrado con tres hermosos y grandes ramos de flores para los galardonados.
Yo miré a Conchi, que estaba sentada junto a mí y le dije:
–Espero que no me den un ramo de flores, sólo me faltaba eso; si lo hacen, vienes a recogerlo; no lo aceptaré.
–¡Que no, hombre, que no!, ¿a ti cómo te van a dar flores? —me decía ella, con esa risa tan espontánea, y tan encantadora.
En ese instante, el presentador anunció la apertura del acto y le cedió la palabra a la presidenta de la asociación.
Ésta, muy seria y nerviosa, leyó en voz alta: ¡Juan Pan García!
¡Sí, mi nombre!, ¡yo sería el primero en salir al estrado! ¡Yo, que confiaba aprender de la ganadora del certamen y repetir sus palabras ante el público! ¡Yo, que no me había llevado las lentes para leer!
La gente se giró hacia mí –creo que era el único forastero que había en la sala y debido a ello se imaginaron que era a mí a quién llamaba–, se levantó de los asientos sin cesar de aplaudir. Me dirigí contrariado al escenario y subí los cuatros escalones dispuesto a acabar pronto, agradeciendo el premio con un simple “Gracias”.
Pero no, no fue así.
Al llegar junto a las mujeres de la Junta, me saludaron con un beso cada una, y cuando esperaba que una de ellas me ofreciera el sobre con el cheque, la presidenta me alargó dos folios escritos y me dijo:
–Tiene usted que leer su relato para que el público conozca de qué trata el cuento premiado.
Así, sin más. De golpe.
Miré angustiado al fondo de la sala, busqué a Conchi, como pidiendo ayuda; pero ella estaba demasiado ocupada pensando ya en su intervención. Cogí las hojas de papel que me ofrecía la presidenta y me dispuse a leer.
Fue a partir de ahí que el suelo tembló, una sacudida de al menos 7 grados en la escala de Ritcher: Los muebles, los asientos; la gente que tenía enfrente; el papel en mis manos; el suelo del escenario, todo, todo se movía sin cesar, sin duda el más fuerte terremoto que se había registrado en esa zona.
El papel temblaba en mis manos, las letras aparecían borrosas – ya dije antes que no llevaba encima mis gafas para leer y ver cerca. Y aunque hubiesen estado fijas las letras, no las habría visto porque era incapaz de mantener mis manos quietas, se movían más que la batuta de un director de orquestas. Recordé el truco ese de imaginar que todos en la sala estaban en pelotas y se sentían humillados de verse así ante mí. Es falso, no sirve de nada.
Las mujeres de la Junta cuchicheaban entre ellas acerca de lo mal que estaba organizado todo, de que me habían puesto en un compromiso,”Hay que ver cómo tiembla”, escuché en voz baja.
Yo no podía concentrarme en la lectura y sentí como el temblor alcanzaba a todo mi cuerpo. El cuento era largísimo, no tenía fin, a pesar de tener una página y media a doble espacio, tamaño de letra 12.
Miré hacia el público, que permanecía mudo de asombro, a la espera de asistir a mi derrumbe en el escenario. Los buitres graznaban en el cielo, sobre el edificio en el que estábamos. Pensé que estaban esperándome a mí y el temblor aumentó, ya no era un temblor normal: era la “danza del Vientre”. Sakira a mi lado era una aprendiza; mis pies bailaban mejor que Fred Astaire, los tímpanos me dolían del silencio sepulcral que invadía la sala; mis güevecillos parecían un sonajero chocando entre ellos… mis esfínteres debatían entre ellos sobre la necesidad de abrir y soltar la carga que pugnaba por salir. Aquello era el fin; me acordé de mi mujer , mis hijos y nietos, que se quedaban solos en el mundo.
Llegué por fin a pronunciar la ansiosamente buscada palabra “FIN”, y un fuerte aplauso me acompañó mientras me dirigía a mi asiento. Conchi se reía a carcajadas; yo me preguntaba que faltaba ya para morirme, Qué más cosas tenían que suceder, qué delitos más me quedaban por pagar.
–¡Concha Postigo! –llamó la presidenta.
Mi amiga se levantó del asiento y se dirigió majestuosamente hacia el estrado. La gente aplaudía estrepitosamente a su paso. Conchi caminaba lentamente, tranquila, consciente de que era la triunfadora, aquélla ante quien debíamos todos arrodillarnos. Era la más guapa, más atractiva de todas, la que despertaba en ese momento toda clase de emociones: envidia, admiración, arrobo, alegría… La impresionante mujer, joven esposa y madre de familia, subió los escalones del acceso al estrado y se puso ante el micrófono. El presentador se apresuró a colocarlo bien y se lo puso a su altura, le trajo un atril, que apareció de forma milagrosa en el estrado. ¡Qué suerte ser mujer!  Para  mí, el presentador  no  hizo nada de eso.

Conchi dejó el papel de su relato sobre el atril y, apoyando sus manos sobre él, comenzó a leer cono voz fuerte, clara y pausada, aparentemente sin nervios el maravilloso y tierno relato en homenaje a “La tía Paca”.
Su bella imagen tras el atril mirando cara a cara al público; el tono de su voz, dulce y cristalino, la emoción que transmitía al leer su relato… todo hizo que al acabar su lectura el público saltara de sus asientos, dando rienda suelta a sus emociones contenidas y aplaudiera enfervorizado.
Luego, Conchi volvió sonriendo a nuestro lado en medio de vítores y aplausos. Estuvimos escuchando a otra participante y al acabar dio comienzo el certamen de gaita castoreña. La gaita castoreña es única, sólo existe en ese pueblo. Es un cuerno, al que se le añade una cánula para soplar. La usaban los pastores del lugar, y ahora se trata de transmitir los conocimientos para que esa gaita perviva.
Para concursar con ella, de lo que se trata es de aspirar el aire y soltarlo poco a poco sin dejar de tocar una melodía. Una vez comenzado el soplo no se puede detener hasta que acabe de tocar: el que más tiempo dura tocando una melodía es el que gana.
Al finalizar la primera ronda de concursantes, nos fuimos a celebrar los premios en la terraza de una cafetería. Allí nos reímos mucho recordando la experiencia que acabábamos de tener. No comprendía cómo Conchi no había sucumbido a los nervios; ella me dijo que antes de la ceremonia se había tomado una pastilla para los nervios, pero aún a sí, no me lo creía.
Fue entonces que me di cuenta de que Conchi tenía las uñas partidas. Me dijo que se apoyaba tan fuerte en el atril, que las había dejado incrustadas en la madera.
–¡Los nervios, hijo, qué cosa tan terrible!
Luego nos fuimos a otra cafetería para divisar el pueblo desde arriba. Pepe y yo permanecimos largo rato mientras cenábamos hablando de la Naturaleza, de los senderos creados para el turismo, de los íberos que poblaron la cima de un monte que hay enfrente del bar, donde permanecen unos vestigios de su cultura. Así llegó la hora de la despedida.
Cuando regresaba hacia mi casa, al salir del pueblo vi las siluetas de los buitres en el cielo, reflejando la luz de brasas del horizonte por donde se acababa de ocultar el Sol.
“Esta vez os chincháis, amigos, no habéis conseguido mis restos.” pensé.
Sucedió el 10 de junio de 2007: un día inolvidable, que quedará grabado para siempre en mi memoria.