
“Quisiera que fueses frío o si no caliente. Así, por cuanto eres tibio y ni caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca”, libro del Apocalipsis
Esta pasada noche la he pasado en vela, no sé por qué. Quizá haya influido el estado de nervios que me produjo ver fallar tanto gol cantado al Sevilla C.F ante el Barça, o tal vez los cubatas que ingerí durante el encuentro. Lo cierto es que no he dormido y pasé las horas reflexionando sobre las cosas que componen la vida. Entre ellas, la falsedad de las personas, su afán de competir pasando por encima de la amistad o haciendo uso de ella para lograr sus fines. “Todo es vanidad y un correr tras el viento”, dijo el sabio. Mi padre era más directo: "Dentro de cien años, todos calvos."
Desde siempre, he valorado la lealtad como lo más importante en las relaciones humanas. La palabra lealtad encierra amor, solidaridad, franqueza, confianza, simpatía, apoyo, ayuda, entrega… Todo lo bueno del ser humano. Y cuando ésta falla acude el desánimo, la desconfianza, la autodefensa, el temor…
Por eso prefiero las personas sinceras, valientes, las que dicen lo que piensan aunque sea desagradable, las que tienen claras sus ideas: con ellas sabes a qué atenerte y puedes actuar en consecuencia. Las otras, las que dudan, las que intentan servir a dos amos a la vez ignorando que eso es imposible, porque traicionará al uno o al otro; las que dan palmaditas en la espalda y luego clavan el puñal donde pusieron la mano… ésas, mejor lejos. Prefiero estar solo que acompañado de alguien que me inspira desconfianza.
Pasaban las horas de la noche y el sueño no llegaba; contaba corderos y facturas, pero nada. Y pensé contar las estrellas, ¡ésas sí que son numerosas y extrañas!
Dicen que están a millones de años luz, que son sistemas solares distintos, cada una con sus planetas. A lo mejor ya no existen, se han desintegrado, y lo que vemos son las imágenes de enormes partículas incandescentes de cuando se produjo la explosión que llegan ahora después de millones de años luz viajando por el espacio.
Afirman los científicos que todo se originó con una explosión, donde cada partícula salió dispersada y formaron las estrellas y planetas. O sea, para que me entienda mi nieto de diez años: es como sucede en los fuegos artificiales, donde un cohete sale lanzado y vuela hasta el momento de la explosión, entonces se forma un círculo de fuego y miles de chispas salen lanzadas en todas direcciones. Incluso toman formas variadas: de palmeras, dardos o cohetes que a su vez explotan y forman otras figuras de diferentes colores y sonidos. ¡Qué maravilla!, ¡qué bien se explica todo! Imagino en un momento dado una enorme explosión y las “chispas” lanzadas a toda velocidad en la negrura del espacio infinito, formando los planetas de distintos tamaños y colores, con sistemas que permitirían que apareciese la vida dentro de algunos de ellos.
Esta noche pensaba en eso esperando el sueño y una pregunta, la de siempre, la que nadie responde, seguía resonando en mi adormilado cerebro: ¿Quién, cómo y por qué originó la explosión?
Porque en el ejemplo de los fuegos artificiales hay una empresa con ingenieros y profesionales que calculan la fuerza, la altura que alcanzará y el momento de la explosión y las formas y colores que saldrán de ellas. No es una piedra ni otro objeto que salta hacia arriba solo y explota produciendo esas maravillosas formas. Volvemos a lo mismo: nadie sabe ni contesta. Da lo mismo que llamemos Naturaleza, Dios, Cosmos, Big Bang… al final no se sabe qué originó la explosión, cómo llegó a formarse la materia, cómo aparecieron los seres vivos, quién o cómo los diseñaron. Una cosa es cierta: el universo funciona maravillosamente siguiendo unas leyes que los científicos intentan descubrir y controlar. Demasiada inteligencia para que todo haya aparecido de forma casual.
Me quedo tal como cuando miro la televisión sin comprender cómo pueden aparecer personas e imágenes que están en lugares lejanos, cómo puedo ver una foto en mi móvil enviada segundos antes desde cientos de kilómetros. Veo la imagen , pero no entiendo cómo es posible. Sí, vendrá el experto y me dirá que existen unas ondas, unas fórmulas que, aplicadas, hacen posible eso. Y entonces surge la pregunta: ¿Y por qué no fallan esas ondas y fórmulas, quién las ha diseñado, qué las hizo?
Agnóstico:Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia.
Esa frase creo que define a los que piensan como yo.
Siento el ascensor y la puerta de al lado que se abre, es el vecino que acaba de cumplir su turno de trabajo. ¡Y yo sin dormir!