Hoy escribiré sobre un personaje que seguramente ustedes conocen de vista o de oídas, pues preside la plaza en que se inicia el más famoso de los mercadillos populares: El Rastro madrileño.
En esa plaza compré hace una docena de años un mantón de Manila para llevárselo a mi mujer, que me costó la mitad de lo que valía en el barrio de la Judería de Córdoba; pero ella decía que era normal: los de Córdoba están hechos a mano y el que yo le compré debía ser fabricado en serie y bordado a máquina. No entiendo de eso. El caso es que nunca se lo ha puesto.
En la plaza de Cascorro vemos sobre un pedestal a un soldado en marcha, cargado con una lata de gasolina, su fusil al hombro y una cuerda atada a su cintura. La última vez que visité Madrid fui un domingo al Rastro y me detuve a contemplar la estatua.
—¿Quién era ése? —le pregunté al amigo madrileño que me acompañaba:
—Cascorro, un héroe de la guerra de Cuba.
Esperaba esa respuesta, es la más popular; pero está equivocada: Cascorro no es el nombre del soldado, sino el del caserío donde realizó su gesta. Recordémosla juntos:
El día el 22 de septiembre de 1896, 170 soldados españoles al mando del capitán Francisco Neila se vieron rodeados por un batallón de cinco mil infantes del ejército independentista cubano liderado por Máximo Gómez. En la madrugada del 30 de septiembre el sitio se convirtió en un verdadero infierno. Los españoles, extenuados por la fatiga, el sueño y el hambre defendieron sin descanso su posición durante más de treinta horas. No había tiempo para relevos ni comidas ni siestas: la lluvia de fuego que recibían era continua y densa. ¡Ni un paso atrás!, ésa era la consigna. De todas formas, no podían retroceder: estaban rodeados.
De pronto vieron que los rebeldes ocuparon una casona y desde ella dominaban su posición, causando numerosas bajas.
— Si alguien pudiera destruir esa maldita casa, podríamos resistir, si no...
La desesperada frase recorrió las posiciones defendidas, y entonces el soldado Eloy Gonzalo se presentó al capitán y le dijo:
— Capitán, eso está chupado
—¡¿Pero qué dices, soldado?!
— Digo que yo soy capaz de meterle fuego a la casa. El fuego sacará a los franco tiradores y hará que huyan como ratas.
— ¿Estás seguro que podrás hacerlo, soldado? Te acribillarán antes de que puedas llegar a la casa.
Eloy Gonzalo era consciente de que moriría en la misión. Pidió que se le atara una cuerda a la cintura para que sus compañeros recuperaran su cuerpo antes de que lo descuartizaran a machetazos los rebeldes cubanos, como hacían habitualmente con nuestros muertos y heridos.
—Mi capitán, soy inclusero y si muero no habrá nadie que me llore o me precise; déme usted una lata de combustible y yo quemo la casa. Pero si caigo no me dejen allí, tiren de la cuerda y llévenme con ustedes.
Y así fue. Al llegar la noche el soldado, provisto de una lata de gasolina y mechero, se fue reptando cautelosamente y librando cuerda hacia la casona, llegó a ella vertió la lata de gasolina y la incendió. Luego salió corriendo y logró regresar con los suyos.
— ¡Capitán, ya he vuelto!
— ¿Estás herido?
—No, mi capitán.
— ¿Hace un cigarro?
— Hace.
Mientras tanto, se propagó el incendio por la maleza y el asedio que sufrían se dulcificó. Unos días más tarde llegaron los refuerzos y se salvaran los defensores.
Desde aquel día a Eloy Gonzalo se le conoce como El héroe de Cascorro. Fue condecorado con la Cruz Roja al Mérito Militar, pensionada con 7,50 pesetas mensuales y vitalicias. Eloy continuó luchando en Cuba hasta que, como tantos otros españoles, cayó enfermo de enterocolitis ulcerosa y murió el 18 de junio de 1897 en el Hospital Militar de Matanzas. Al finalizar la guerra, sus restos fueron repatriados y enterrados en el cementerio del Este, en Madrid.
La fama que entonces alcanzó su heroísmo llevó al Rey Alfonso XIII a la erección de un monumento en la cabecera del Rastro madrileño, que él mismo inauguró el 5 de junio de 1903, y dispuso que se le dedicara una calle también en la capital.
¿Pero quién era Eloy Gonzalo?
Eloy Gonzalo García nació en Madrid el 2 de diciembre de 1868. Hijo de madre soltera, quien lo entregó en la inclusa para que fuera dado en adopción. Fue jornalero hasta que a los 22 años se incorporó a filas el 5 de abril de 1890, al Regimiento de Dragones de Lusitania 12, donde tras su primer año de servicio alcanzó el empleo de Cabo. En octubre de 1892 pasó al Cuerpo de Carabineros del Reino, donde su comportamiento debió de ser regular, a tenor de las sanciones que fue acumulando.
Fue acusado y condenado a 12 años de prisión militar "por el delito de insubordinación pasando mano a arma ofensiva con tendencia de ofender a superior" con la accesoria de que el resto de su Servicio Militar lo cumpliría en un Cuerpo de Disciplina.
Fue encarcelado en los calabozos de la Guardia principal, en la Coruña. El Gobierno dispuso la suspensión de las penas a los condenados que participasen en las operaciones de Cuba. Eloy lo acepta y el día 22 de noviembre se embarca para esa isla, incorporándose al Regimiento de Infantería de María Cristina nº 63 del Ejército de Cuba, en cuyas filas alcanzaría la fama.
Fuente: La Revista