Mi amigo Eusebio acaba de llegar de pasar las vacaciones navideñas en un pueblo de Quebec. No parece el mismo, está delgado y amarillento. Había ido a conocer una amiga de Facebok.Y me cuenta:
—No veas el frío que hacía, killo. Toda la gente se parecía a Papá Noel, con barbas y con gorros de pieles. El termómetro marcaba -5º al medio día; de noche, bajaba hasta -15
—¡A quién se le ocurre ir a Quebec en invierno! ¿No podías esperarte al verano?
—No, tío, no. La tía esa me traía loco, se mostraba muy cariñosas en las videollamadas y cada día tenía yo más ganas de tenerla en mis brazos. Y ya sabes “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, que mañana puede que estés muerto.
—Bueno, ¿y qué pasó?
—Pues que el día 6 de enero empezó a nevar y a nevar. No paraba. Mi novia asomada a la ventana, y yo también. La nieve subía ya un metro de altura, el coche estaba enterrado, la puerta de la casa bloqueada... Y yo tiritando de frío todo el día.
—Ella no tendría frío, ella debe estar acostumbrada, ¿verdad?
—¿Ella? Ella como si nada, tan tranquila. Yo la miraba implorando clemencia pero.. .
¡ —Pero, qué dices! ¿Implorando por qué?
—Ella estaba enfadada conmigo porque estuvimos 48 horas seguidas en la cama haciendo el amor. Y decía que le dolía todo, desde la cabeza hasta el culo.
—Y eso qué tiene que ver para que tú le implorases. En todo caso debería ser ella la que te pidiera que la dejases en paz...
—¡Killo, que no es eso. No te enteras! Que la nieve ya me llegaba hasta los huevos, tío, y ella no quería dejarme entrar en la casa.
—Desde luego Eusebio... Estás en el mundo para que haya un surtido de todo. ¡Con la cantidad de mujeres bonitas que hay en España y te vas al Quebec! ¡Anda ,anda y muérete!