La trama está ambientada en la ciudad de Washington, concretamente en sus cámaras, túneles y templos. Langdon abandona la vieja Europa y penetra en los secretos de la capital estadounidense, que nos muestra como es la ciudad de los masones, llena de símbolos ocultos, pasadizos secretos, edificios masónicos con sus rituales.
En las tres novelas los protagonistas corren de un lugar a otro sin descanso para descubrir en cada sitio al que llegan algo que les pondrá los vellos de punta.
Al igual que la edición de las dos primeras novelas fomentó en las agencias de viajes una idea particular de turismo, creando círculos de visitas a los lugares señalados en las obras, en Washington también se editaron guías especiales explicativas de la simbología que ofrece el Símbolo perdido de su edificios y monumentos.
Al parecer, los fundadores de la ciudad quisieron tener los mismos tesoros artísticos y monumentales que posee Europa, pero a lo grande: Si el obelisco de la plaza de la Concordia de París mide treinta metros de altura, ellos construyen uno que alcanza 170 metros. ¿Que en Alemania hay una biblioteca enorme? Ellos construyen una con diez millones de libros con capacidad de intercambio automatizado con otras bibliotecas del entorno a través de túneles con cintas transportadoras. ¿El Vaticano tiene una cúpula que destaca sobre Roma? El Capitolio tiene una cúpula más alta y mas amplia que destaca sobre Washington, con el techo interior pintado como la capilla Sixtina pero con otros temas más modernos. ¿Que Roma posee catacumbas milenarias? Debajo del Capitolio, a decenas de metros de profundidad, se extiende una superficie de miles de metros cuadrados llena de pasillos, túneles y cámaras. Y así todo por el estilo.
Leyendo las guías editadas tras el libro, el visitante descubre que hubo catorce presidentes de Estados Unidos masones, entre ellos George Washington, Andrew Jackson y Harry Truman. También lo eran los arquitectos que diseñaron la Casa Blanca, el Capitolio y el monumento de
Washington.
MI OPINIÓN SOBRE EL LIBRO:
Y lo que he percibido leyendo esta obra es lo siguiente:
El ritmo es trepidante y no deja respirar al lector, que, atrapado por la historia, se decepciona luego a medida que se acerca el final.
El libro me hace pensar en la montaña rusa de un parque de atracciones, por sus subidas y bajadas de tensión. Desde el principio atrapa la atención de lector, para luego pasar casi cien páginas llanas, de explicaciones y preparación de la trama.
No fue hasta haberme leído pausadamente un tercio del libro que comencé a sentir la necesidad imperiosa de leer sin descanso siguiendo a los protagonistas en una loca y precipitada carrera contra reloj, buscando la clave de los diferentes signos que indicaban el lugar donde se escondía el secreto de la pequeña pirámide de granito de treinta centímetros de altura que el doctor llevaba a cuestas en una bolsa de deportes durante casi doce horas. Tenía un plazo señalado para encontrarlo, si no quería que muriese su amigo.
El lector no puede evitar sentir un gran respeto y admiración ante la enorme investigación realizada y las indicaciones que facilita el autor para la comprobación de los datos.
Pero es imposible que tantas cosas puedan sucederles a los protagonistas en una sola noche.
Es inverosímil que una pareja de cincuentones puedan pasar varias horas corriendo de un lado a otro, subiendo y bajando escaleras, tomando el metro y taxis, helicópteros, mientras son heridos, golpeados, torturados con corrientes eléctricas, incluso sumergidos en agua durante demasiados minutos y que puedan recuperarse para continuar en la investigación e impedir a tiempo que estalle la tragedia.
Cansa a veces la reiteración de tanto símbolo, repetición de sus significados para luego conducir a otros diferentes.
Me ha llamado la atención la estructura de la novela, creo que la misma no se la aceptaría ninguna editorial a otro autor que no fuese tan famoso. Me refiero a la distribución de la novela en capítulos de una o dos páginas de extensión. Incluso los hay de seis o siete líneas.
Un fallo garrafal creo ver en la página 349 cuando uno de los protagonistas, Peter, que persigue con una pistola al malo, Andros, lo acorrala en el borde de un precipicio, le dispara y Andros se despeña por el barranco. Luego dice: «Allá arriba, los ojos helados de Peter miraban más allá del cañón de la pistola de Andros...»
Veamos: Si el que tenía la pistola era Peter, que le había disparado con ella ¿cómo dice ahora que éste miraba el cañón de la pistola de Andros cuando caía? No lo entiendo.
En otro lugar el profesor, que tiene los ojos vendados para que no sepa dónde se halla, sale del ascensor y entra en una sala herméticamente cerrada, conducido del brazo por su amigo. Éste lo acerca a una barandilla y le quita el pañuelo que cubre sus ojos. Aparece entonces un pozo oscuro con una escalera de caracol que se hunde en las oscuras profundidades.Cuenta numerosos descansillos en la escalera, que se pierde difuminada en lo oscuro. El amigo masón le explica el significado de la escalera al profesor y luego lo invita a bajar por ella hasta abajo del todo. Y seguidamente leo que la escalera de caracol está construida alrededor del ascensor que los ha llevado hasta allí arriba. O sea: Si está alrededor del ascensor no hay pozo oscuro, y la descripción tenebrosa anterior no me sirve.
Una enorme nave contiene en su interior un laboratorio secreto. Para entrar es necesario pasar controles de guardias, tener la tarjeta de acceso y conocer la clave que abre la puerta de acero. Pero, además, para impedir el acceso a extraños que logren pasar los primeros controles, la nave está completamente a oscuras, y hay que caminar por una alfombra, sin salirse de ella para no perderse hasta llegar, tras más de cien metros de camino en la oscuridad, al muro del laboratorio.
Mientras leía todas estas medidas de seguridad me preguntaba: Si yo enciendo mi linterna al entrar en la nave ¿de que sirve tanta alfombra y tanta oscuridad? ¿No venden linternas en Washington?
Pero lo peor es el final: leerse 616 páginas temblando, mordiéndose las uñas imaginando a los protagonistas de noche corriendo perseguidos por el más terrorífico de los personajes que he leído, y por la CIA, por la policía urbana, el FBI con sus equipos detectores especiales de infrarrojos y térmicos y detectores de móviles, intentando todos descubrir un secreto que si se divulgase sería el fin del sistema mundial que conocemos… y cuando al fin se descubre lo que buscaban, el supuestamente tan peligroso objeto que podía desestabilizar el orden mundial, resulta que yo lo tengo en mi casa. Y quizás usted también. Es algo tan corriente y usual que el lector se siente engañado, burlado.
Me queda una sensación rara, como la del que cae en la trampa de una adivinanza fácil. Me gustaron mucho más el Código y Ángeles y demonios.
Me he saturado de Dan Brown. Con tres libros, tengo suficiente.
Respeto al autor y su inmenso trabajo de investigación. Quizás haya sido presionado para terminar una obra en un plazo de tiempo determinado (ha salido a la venta en época cercana a la Navidad y Reyes, días para regalar libros) y se haya visto obligado a escribir con prisas y esas aguas han traido estos lodos. Me ha pasado lo mismo con Pérez Reverte.