jueves, noviembre 26, 2009

MEMORIAS DE SUDÁFRICA, PRETORIA


PRETORIA

No podíamos regresar a España sin visitar Pretoria, una ciudad fundada en 1855 y que desde 1860 es la capital administrativa de Sudáfrica, un país de cuarenta millones de habitantes, de los cuales el 80 por ciento son negros, el 9 por ciento mulatos e hindúes, y sólo un once por ciento blancos, la raza que dominaba el país.

Pretoria se encuentra a unos 80 kmts de Johannesburgo, aproximadamente la misma distancia que hay desde Secunda, el pueblo donde nos encontrábamos.

En la refinería de SASOL teníamos un horario peculiar: una semana trabajábamos desde el lunes hasta el viernes al medio día: long weekend; la siguiente trabajábamos desde el lunes hasta el sábado a las doce: short weekend)

Un fin de semana corto, Iñaki, Pascasio y yo alquilamos un Toyota y nos fuimos a visitar la capital. Pretoria es una ciudad cosmopolita, donde predominan los boers, la clase blanca que dominó el país durante toda su historia. La entrada a la ciudad se hace por una avenida adornada por jacarandas de bellas flores azules. Al fondo destaca la monumental sede del Parlamento.


Teníamos poco tiempo, pues en un día y medio poco se puede visitar, dado que íbamos a divertirnos y relajarnos de las presiones soportadas durante la semana. Aun así convencí a mis amigos para subir a una colina en la que destacaba un extraño edificio. Luego supimos que era el más visitado de la ciudad: el Monumento a Voortrekker.

Estas tres fotos son bajadas de internet, aquel día fue mi amigo Pascasio quien hizo el reportaje con su cámara de cine.

El monumento, inaugurado en 1949, está protegido en la base por un círculo de 64 carretas tiradas por bueyes, en recuerdo al laager, una formación defensiva que utilizaron los colonos independentistas que habían sido vencidos por los ingleses y huían de Ciudad del Cabo cuando se veían atacados en su marcha hacia el norte por los zulúes durante la Batalla del Río Sangriento. Táctica que, tal como vemos en el cine, también usaban los colonos del Oeste americano.

Una puerta de hierro forjado permite la entrada al monumento. La puerta tiene forma de azagaya (punta de lanza), el arma tradicional de los zulúes.

Cada una de las esquinas del edificio está defendida simbólicamente por cuatro estatuas que representan a Piet Retief, Andries Pretorius, Hendrik Potgieter y al voortrekker desconocido.

De cuarenta metros de altura y de cuarenta de lado, el edificio es un cubo de granito. Su puerta da acceso a la Sala de los Héroes, que contiene un friso de mármol de 92 metros de largo por dos y medio de alto, compuesto por 27 tramos de bajo relieve que recuerdan la historia del Gran Trek, los colonos llegados desde Ciudad del cabo, así como la vida cotidiana, los métodos de trabajo, las creencias religiosas y el modo de vida de los voortrekkers. Sus muros contienen vitrales belgas y unas ventanas o aberturas peculiares. En medio de la sala hay un sarcófago: el Cenotafio

Gracias a que Pascasio hablaba inglés, supimos que el Cenotafio es el foco central del monumento y conmemora la Batalla del Río Sangriento. Mirando hacia arriba se ve una abertura en la cúpula por donde entra la luz natural, y cada día 16 de diciembre, a las 12 del mediodía, como en las películas sobre los templos antiguos, el sol entra en el edificio iluminando las palabras escritas en el Cenotafio: Ons vir Jou, Suid-África ("Nosotros por ti, Sudáfrica"). El rayo de sol significa para los boers la bendición divina en la vida y el esfuerzo de los voortrekkers.

Las banderas de las provincias libres de Sudáfrica lucen en sala, junto a una colección de tapices que describen la vida de los colonos. En el fondo norte, una llama permanece encendida desde 1938 en honor a las caídos en las batallas por la conquista de la provincia del Transvaal.

En el hotel Sheraton de Pretoria nos informaron de la posibilidad de ir al Kruger Park en avioneta, pues en junio comenzaba el invierno y era la mejor estación para visitar los parques: la vegetación es menos espesa y se observan mejor los animales. El invierno que conocímos era frío y seco. Nos abrigábamos exageradamente por la mañana, luego salía el sol y nos sobraba la ropa. No llovía desde mayo. Durante la primavera y verano habíamos soportado frecuentes e imprevistos aguaceros cada tarde. Los truenos y rayos nos asustaban en el lugar de trabajo, pues nos hallábamos al aire libre sobre tubos de acero.

La noche del sábado la pasamos en una sala de fiestas griega. Allí cenamos y nos quedamos pasmados ante la danza típica que siguió al ágape: por los altavoces incrustados en el techo pusieron música folclórica y la gente se levantó de sus mesas y formaron un círculo entorno a la pista de baile. Iban danzando y cantando, y al mismo tiempo tiraban platos al centro de la pista. Los camareros estaban apostados en cada esquina y proveían de platos a los que pasaban delante de ellos en la fila. En menos de media hora la pista se lleno de platos rotos.No sé cuántas vajillas fueron eliminadas de esa forma. Cuando acabó la música todos aplaudían.

Al día siguiente no fuimos al Kruger Park (Iñaki no estaba por la labor de volar), sino a otros parques cercanos a la ciudad. Sobre los edificios monumentales que vimos destacaba el Ayuntamiento con su precioso campanario de treinta y dos campanas.

Sobre un promontorio vimos la Universidad más importante del país.

Paseamos con el Toyota en torno a la ciudad y vimos numerosos jardines: botánicos, de recreo y zoológicos. En el centro,en la plaza de Church Street, vimos el monumento a Paúl Kruger. La plaza se llama así porque en ella se edificó la primera iglesia de la ciudad.

Comimos en un restaurante argentino unos gruesos entrecots con patatas fritas, acompañado de un vino blanco alemán y una ensalada variada, mezcla de verduras y frutas tropicales: tomate, pepino, ananás, coco, lechuga, col, aguacate, melocotón…

Y, para finalizar, nos tomamos café y un chupito: ellos de Chivas; yo, de orujo.

La vuelta al campamento el domingo fue más complicada: veníamos algo cargaditos y era de noche. Iñaki no estaba acostumbrado a circular por la izquierda y ello nos causó algunos problemas con otros conductores. Al final logramos llegar a Secunda sólo con algún pequeño arañazo en la carrocería y una multa de cien Rands, que pagamos a escote, como buenos amigos.

4 comentarios:

  1. Juan ya estaba echando de menos tus relatos sobre Africa del Sur. Me gustó mucho! Mirar las fotos no me di cuenta si fueron sacas por ti por lo menos una parece que veo tu nombre.
    Nos estas dando a conocer un poco de tus memorias en ese país tan lejana y tan distinto de europa. No sé si ya te he dicho pero me encantaría ir al Kruger Park o a otro parque en Africa, pero pasar minimo unos 3 a 4 dias y dormir en los hoteles en el parque. En la noche estar mirando el horizonte en la planicie oyendo el rugido de los leones y los sonidos de tantos pajaros nocturnos... Uff! hasta me emociono solo de pensar.

    Bueno mientras voy soñando, te dejo,no antes de darte las gracias y desear que sueñes también con todo a que tengas derecho.
    Besos
    Flor

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  2. Juan, me alegra volver a África contigo.
    Un abrazo

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  3. Hola, Flor, gracias por tu visita y comentario. también a mí me gustaría pasar unos días en algún hotel de los que rodeaban el Kruger Park, salir en una camioneta y sacar fotos de los animales.
    Pero lo de sentir los rugidos de los leones no, ésos, cuanto más lejos mejor.
    Un beso

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  4. Gracias, Antonio, por tu compañía.Un abrazo.

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