Habíamos dejado la
habitación del hotel a las doce, cogimos un taxi y dejamos el equipaje en la consigna de la Estación . Nuestro tren salía a las siete de la tarde y nos fuimos a pasear
mi Carmen y yo por las calles cordobesas para disfrutar del último día de nuestro viaje.
Entramos a visitar el Palacio de la Diputación y nos
encontramos con una exposición de bonsais en el patio; luego salimos a
pasear por el parque que se halla
enfrente. Un termómetro urbano marcaba 34 grados y agradecimos la fresca sombra
que proporcionaban los frondosos árboles
que jalonaban los caminos de albero que cruzaban el parque. Nos sentamos
cerca de una fuente para comernos un helado y al cabo de un tiempo decidimos continuar el paseo para
conocer aquella parte de la ciudad.
Cuál no fue nuestra
sorpresa cuando al doblar una esquina divisamos al Cristo de los Faroles, el de
la película de los años 50, la misma en que Antonio Molina canta esta canción:
Ante la imagen del Cristo
Yo fui una tarde a pedir
Y me dijo muy bajito,
Y me dijo muy bajito,
Que vas a tener un hijo
En todo igualito a mí
El Cristo de los faroles
En mi es consuelo
Y cuando tengo una pena
Alzo los ojos al cielo
Y mi pena se serena
Y cuando tengo una pena
Alzo los ojos al cielo
Y mi pena se serena
Y mi pena la consuela
El Cristo de los faroles
Yo fui una tarde a pedir
Y me dijo muy bajito,
Y me dijo muy bajito,
Que vas a tener un hijo
En todo igualito a mí
El Cristo de los faroles
En mi es consuelo
Y cuando tengo una pena
Alzo los ojos al cielo
Y mi pena se serena
Y cuando tengo una pena
Alzo los ojos al cielo
Y mi pena se serena
Y mi pena la consuela
El Cristo de los faroles
Estaba solo, el pobre, en medio de la plazoleta de adoquines flameantes, con las velas derretidas
a sus pies y bajo un sol abrasante.
¡Una barbacoa, el Cristo está encima de una barbacoa! —exclamé,
escandalizado— ¿Cómo es posible que suceda esto en una ciudad que está
celebrando la fiesta de las Cruces de Mayo?
Y el Cristo movió su cabeza hacia mí, me miró y dijo:
— Ya ves, Juanillo, una cosa es predicar y otra dar trigo
— ¿Y
no te podían haber puesto al menos un palio o una sombrilla para protegerte del
sol? ¡Coño, es que es para cagarse en los muertos de todos ellos!
—Shssssssssssss,
tranquilo Juan, no hace falta ser grosero, y menos tú, que te dedicas luego a
escribir lo que ves y lo que sientes: los lectores de tu blog tendrán mala
opinión de ti si no te expresas con decoro.
— Bueno,
pues ya que sacas el tema podías concederme una entrevista, ¿vale?
—¡Por supuesto, amigo!, así se me
harán más cortas las horas del día.
— ¿Pero
no viene nadie a verte?
— Sí, hombre, claro que vienen;
pero siempre es la misma historia: Señor, dame trabajo, Señor ayuda a mis hijos, Señor
que me toque la lotería, Señor, que me salga novio, Señor que me
salga bien el viaje a Ceuta y venga cargado de hachis sin problemas, y así por
el estilo. Nadie viene a agradecerme nada, después de que yo entregase
mi vida por salvaros a tós vosotros.
— Jesús, se dice a todos, no a tós, a
ver si tú tampoco te expresas como es debido…
—¡Ay,
Juan!, tienes razón; pero después de vivir tantos años en Córdoba se me pega hasta el hollín de sus
velas; pero la gente me entiende…
—Y
siendo una ciudad tan azotada por el sol, ¿por qué no exiges un palio? ¡Si hasta el
bar más humilde dispone de sombrillas en
las terrazas! Si se lo pides a la fábrica de cervezas, seguro que te ponen un toldo gratis.
—El palio que me iban a
poner se lo llevaron a Toledo para que el
socialista José Bono saliese en la procesión del Corpus y allá se quedó. El hecho de ver a un
dirigente de izquierdas en la procesión daría más publicidad a Toledo y a la Iglesia. ¡Y a mí me jodieron bien
jodido!
— Jesús…
— Uy
sí, perdona. ¿Sabes? Hubo un tiempo en que yo entré con un látigo en el templo
de Salomón, el más grande y famoso de la antiguedad, y a latigazos eché a la calle a todos los
traficantes. Ahora sucede los mismo en la Iglesia y merecerían también
que alguien los echara a latigazos.
— ¿Y por qué no lo haces?
— ¿Yoooooo? ¡Y cómo coño voy a hacerlo si
tengo las manos clavás en la cruz, so idiota!
—¡Joder, cómo te pones!
— ¡Si es que pareces tonto, Juan!.
O es que no ves como me encuentro con esas gafas de pijo que llevas colgás de las orejas
— Pero el Evangelio dice de ti que tienes tanto poder, que con sólo pensarlo se
cumplen tus deseos…
— ¡Quíaaa!, tonterías, publicidad
engañosa. Todo lo que no sea moverte y tener en la mano el látigo no sirve pa ná.
Si bastara con pensarlo, ya habrían ardido en el Infierno todas las iglesias con
los curas y políticos dentro. Y la gente lo comprendería… ¡Pero si no pagan ni
el IBI, por Dios...! Así está la gente, que ha perdido la fe. Fíjate la capilla
esa de al lado y la verás vacía. No viene nadie, excepto ese moro traidor que está
en la puerta: ¡No es cristiano y vende estampitas de la virgen!
Miro a la puerta y, efectivamente, veo a un
hombre moreno y con el cabello rizado sentado en el escalón con un tocho de estampas en la mano.
—Hombre, Jesús, no se lo tomes a mal: el
pobre también tiene derecho a vivir. Si no hay trabajo… Y además, ¿no querías convertir a todos los hombres del mundo?
— Sí, yo quiero que se conviertan. Y si ese árabe desea convertirse que entre y se meta de cabeza en la pila bautismal y se beba toda el agua bendita, y que luego coma cerdo y beba vino Moriles CB como todos los cordobeses; pero venir a vender estampitas de la Virgen...
—Bueno, Jesusito de mi
vida, dueño de mi corazón, sintiéndolo mucho te dejo, que aquí hace mucho
calor.
—¿Ya te vas? ¡Vaya, hombre pa una
vé que vienes a verme. A sabé cuándo me verás otra vez…
— ¿Y qué quieres que haga? Joder
vengo a cambiar de aires, a limpiar mis ideas y sanar mi mente, y vas tú y sólo me hablas de problemas… ¡como si no tuviésemos
ya suficientes con los que nos crean tus lacayos del Gobierno!
—¿Pero qué dices, Juan? Esa gentuza
que os gobierna presume de ser creyentes y se dan golpes de pecho, pero es para
tocarse la cartera y ver cómo aumenta cada día de grosor. No es en mí en quien
creen sino en el dios de la fortuna; en cambio, la gente humilde sí quisiera
creer pero el hambre y las necesidades le trabucan los pensamientos, la cabeza
se les llena de dudas y decepciones y lo mandan tó al carajo.A mí también me han recortao las velas. ¿No las ves derretidas? Pues esas llevan así dos semanas.
— Bueno, que tengo mucha calor,
Jesusín. Voy a buscar un bar y a beberme dos cervezas cruzcampo heladas.
¿Quieres que te traiga algo?
— No gracias, así estoy bien, se me notan las tabletas del
abdomen, tengo el ombligo hundío y la musculatura espectacular, y con el sudor me tuesto al sol.
El mes que viene la temperatura alcanzará los 50 grados a la sombra, las calles se quedarán
vacías y yo aprovecharé para acercarme a la playa a presumir de palmito y
musculatura. Tal vez así me presten atención.
— Pos vale, que lo pases bien, Jesús.
Un placer haberte conocido en persona y charlar
contigo
—Sí, amigo, vete ya porque tu
mujer hace rato que ha dejado de interrogar al morito y nos mira como si estuviésemos
locos. No te doy un abrazo por razones obvias, pero ya sabes cuánto me gustaría
hacerlo.
—Pues mira, Jesusín: ya que estamos, ¿por qué no nos echas un cable
para que disfrutemos del sexo como cuando éramos jóvenes? Anoche lo intentamos y pasó otra vez lo de la otra noche, ya sabes:
el calambre en la pierna justo cuando nos llegaba el puntito.
— ¿En serio? ¡No me lo puedo
creer!
— ¿Que no? Pues mira esta foto.
La saqué para enseñársela al médico. A mis amigas del
feisbu no quise enseñársela porque es muy íntima; pero a ti sí. Contigo no
tengo secretos.
— Ay, ay ,ay… ¡qué piernas! Y cómo se te ocurre enseñarme
una foto porno a mí ¿Crees que soy de piedra?
—Joder, ¿pues de qué material estás
hecho?¿De chocolate?
— No hombre, no soy de chocolate, ¿No digo yo que eres
idiota? El chocolate se derretiría con estas calores. Soy yo, el auténtico Cristo
en carne y hueso, el de los Faroles. ¿No sabes que soy inmortal? Lo que pasa es
que a causa de la suciedad, el polvo y la contaminación del aire, tengo la piel
apelmazada.
—¿Contaminación? Aquí no veo pasar coches…
— Y
qué pasa con esos cirios que tengo a los
pies, gilipollas, ¿No echan humo, no
contaminan? ¡Anda, anda, anda… y vete ya!
En esto que mi Carmen me zarandea el brazo y
me dice:
— ¿Qué haces mirando tan fijo al Cristo?, pareces alelao, Juanitopan.
¿Nos vamos? Tengo hambre y me muero de sed…
— Sí,
cariño. Nos vamos pero ¡Ya!
Caro Juan
ResponderEliminarEres divertidísimo relatando tu diálogo con el Cristo de los Faroles. Me has hecho reir con gusto a estas horas de la noche (22,45..)
Las fotos son bien bonitas y la última una originalidad nunca vista.
Saludos amigo
só un genio!
Jajajjaaja, tienes un sentido del humor envidiable.
ResponderEliminarVaya con el Cristo de los Faroles...
Por cierto, con esas temperaturas no voy a Córdoba ni loco.
Saludos.
Juan: cuidado y te excomulgan por tal irreverencia.
ResponderEliminarPero puedes decir que fue un desvarío por estar al sol y con tan altas temperaturas.
muy divertido felicidades Mario
¡Hola, Genesis! Cuánto me alegra el saber que te he alegrado la noche. Un beso y feliz domingo.
ResponderEliminarToro Salvaje, para visitar Córdoba debe ser en primavera u otoño, jamás en verano: te asas.
ResponderEliminarSaludos
Ay, Mario. ¿Quién me va a excomulgar? Los más de cinco mil obispos y sacerdotes pedófilos que están acusados ante la Justicia? El Papa, que esconde secretos inconfesable que le obligan a llevar a los tribunales as u secretario por llevarse documentos? Como en tiempos de Cristo, un buen látigo es lo que hace falta.
ResponderEliminarUn abrazo