Brota de la entrañas de la tierra en la Sierra de Cádiz y corre, incansable y decidido, en busca de su novia: la mar.
Río amable y comprensivo que prestaba sus aguas y la sombra de los sauces de sus orillas a las parejas de enamorados y a las familias que acudían desde Jerez a bañarse en el remanso de la Cartuja
Río aventurero, anfitrión de ilustres navegantes, en cuyas aguas fondearon naves que partían hacia el Nuevo Mundo; cargadero de sal, de cemento y de vinos; asentamiento de astilleros y lonjas pesqueras. Aún perdura, noble y altanera, junto a tus aguas la Fuente de las Galeras, donde cargaban las naves antes de iniciar los viajes con barriles de aguas critalinas y frescas.
Tu cauce fue usado por Barba Roja, el pirata, y en 1587 por Martin Frobisher, oficial de la armada de Francis Drake, para llevarse 3000 barricas de vino de nuestra tierra. Tus orillas enamoraron a los moriscos y al rey Alfonso el Sabio, quienes entablaron largas batallas por conservarte, y en ellas los poderosos y nobles edificaron cien palacios en El Puerto.
Río noble, al que durante estos últimos veinte años han estado exprimiendo hasta sus últimas gotas para satisfacer las ansias de cuatro señoritos y sus niños pijos privilegiados, que pretenden jugar al golf porque el fútbol les parece un deporte practicado por gente vulgar y de origen pobre.
Falsos señoritos recien salidos del horno de la pobreza, que han esquilmado tus aguas llenando tu curso de apareados y unifamiliares con piscinas privadas, y succionando tus lágrimas para producir electricidad en dos centrales, privando a los gaditanos de gozar del maravilloso paisaje que ofrecía el deambular de tus frescas y cristalinas aguas.
Hoy, río Guadalete, río que tanto quiero, que admiro desde niño, te muestras cuan bello eres ante nativos y extraños, que acuden extasiados a presenciar tus bellos atardeceres
No hay comentarios:
Publicar un comentario