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jueves, noviembre 26, 2009

MEMORIAS DE SUDÁFRICA, PRETORIA


PRETORIA

No podíamos regresar a España sin visitar Pretoria, una ciudad fundada en 1855 y que desde 1860 es la capital administrativa de Sudáfrica, un país de cuarenta millones de habitantes, de los cuales el 80 por ciento son negros, el 9 por ciento mulatos e hindúes, y sólo un once por ciento blancos, la raza que dominaba el país.

Pretoria se encuentra a unos 80 kmts de Johannesburgo, aproximadamente la misma distancia que hay desde Secunda, el pueblo donde nos encontrábamos.

En la refinería de SASOL teníamos un horario peculiar: una semana trabajábamos desde el lunes hasta el viernes al medio día: long weekend; la siguiente trabajábamos desde el lunes hasta el sábado a las doce: short weekend)

Un fin de semana corto, Iñaki, Pascasio y yo alquilamos un Toyota y nos fuimos a visitar la capital. Pretoria es una ciudad cosmopolita, donde predominan los boers, la clase blanca que dominó el país durante toda su historia. La entrada a la ciudad se hace por una avenida adornada por jacarandas de bellas flores azules. Al fondo destaca la monumental sede del Parlamento.


Teníamos poco tiempo, pues en un día y medio poco se puede visitar, dado que íbamos a divertirnos y relajarnos de las presiones soportadas durante la semana. Aun así convencí a mis amigos para subir a una colina en la que destacaba un extraño edificio. Luego supimos que era el más visitado de la ciudad: el Monumento a Voortrekker.

Estas tres fotos son bajadas de internet, aquel día fue mi amigo Pascasio quien hizo el reportaje con su cámara de cine.

El monumento, inaugurado en 1949, está protegido en la base por un círculo de 64 carretas tiradas por bueyes, en recuerdo al laager, una formación defensiva que utilizaron los colonos independentistas que habían sido vencidos por los ingleses y huían de Ciudad del Cabo cuando se veían atacados en su marcha hacia el norte por los zulúes durante la Batalla del Río Sangriento. Táctica que, tal como vemos en el cine, también usaban los colonos del Oeste americano.

Una puerta de hierro forjado permite la entrada al monumento. La puerta tiene forma de azagaya (punta de lanza), el arma tradicional de los zulúes.

Cada una de las esquinas del edificio está defendida simbólicamente por cuatro estatuas que representan a Piet Retief, Andries Pretorius, Hendrik Potgieter y al voortrekker desconocido.

De cuarenta metros de altura y de cuarenta de lado, el edificio es un cubo de granito. Su puerta da acceso a la Sala de los Héroes, que contiene un friso de mármol de 92 metros de largo por dos y medio de alto, compuesto por 27 tramos de bajo relieve que recuerdan la historia del Gran Trek, los colonos llegados desde Ciudad del cabo, así como la vida cotidiana, los métodos de trabajo, las creencias religiosas y el modo de vida de los voortrekkers. Sus muros contienen vitrales belgas y unas ventanas o aberturas peculiares. En medio de la sala hay un sarcófago: el Cenotafio

Gracias a que Pascasio hablaba inglés, supimos que el Cenotafio es el foco central del monumento y conmemora la Batalla del Río Sangriento. Mirando hacia arriba se ve una abertura en la cúpula por donde entra la luz natural, y cada día 16 de diciembre, a las 12 del mediodía, como en las películas sobre los templos antiguos, el sol entra en el edificio iluminando las palabras escritas en el Cenotafio: Ons vir Jou, Suid-África ("Nosotros por ti, Sudáfrica"). El rayo de sol significa para los boers la bendición divina en la vida y el esfuerzo de los voortrekkers.

Las banderas de las provincias libres de Sudáfrica lucen en sala, junto a una colección de tapices que describen la vida de los colonos. En el fondo norte, una llama permanece encendida desde 1938 en honor a las caídos en las batallas por la conquista de la provincia del Transvaal.

En el hotel Sheraton de Pretoria nos informaron de la posibilidad de ir al Kruger Park en avioneta, pues en junio comenzaba el invierno y era la mejor estación para visitar los parques: la vegetación es menos espesa y se observan mejor los animales. El invierno que conocímos era frío y seco. Nos abrigábamos exageradamente por la mañana, luego salía el sol y nos sobraba la ropa. No llovía desde mayo. Durante la primavera y verano habíamos soportado frecuentes e imprevistos aguaceros cada tarde. Los truenos y rayos nos asustaban en el lugar de trabajo, pues nos hallábamos al aire libre sobre tubos de acero.

La noche del sábado la pasamos en una sala de fiestas griega. Allí cenamos y nos quedamos pasmados ante la danza típica que siguió al ágape: por los altavoces incrustados en el techo pusieron música folclórica y la gente se levantó de sus mesas y formaron un círculo entorno a la pista de baile. Iban danzando y cantando, y al mismo tiempo tiraban platos al centro de la pista. Los camareros estaban apostados en cada esquina y proveían de platos a los que pasaban delante de ellos en la fila. En menos de media hora la pista se lleno de platos rotos.No sé cuántas vajillas fueron eliminadas de esa forma. Cuando acabó la música todos aplaudían.

Al día siguiente no fuimos al Kruger Park (Iñaki no estaba por la labor de volar), sino a otros parques cercanos a la ciudad. Sobre los edificios monumentales que vimos destacaba el Ayuntamiento con su precioso campanario de treinta y dos campanas.

Sobre un promontorio vimos la Universidad más importante del país.

Paseamos con el Toyota en torno a la ciudad y vimos numerosos jardines: botánicos, de recreo y zoológicos. En el centro,en la plaza de Church Street, vimos el monumento a Paúl Kruger. La plaza se llama así porque en ella se edificó la primera iglesia de la ciudad.

Comimos en un restaurante argentino unos gruesos entrecots con patatas fritas, acompañado de un vino blanco alemán y una ensalada variada, mezcla de verduras y frutas tropicales: tomate, pepino, ananás, coco, lechuga, col, aguacate, melocotón…

Y, para finalizar, nos tomamos café y un chupito: ellos de Chivas; yo, de orujo.

La vuelta al campamento el domingo fue más complicada: veníamos algo cargaditos y era de noche. Iñaki no estaba acostumbrado a circular por la izquierda y ello nos causó algunos problemas con otros conductores. Al final logramos llegar a Secunda sólo con algún pequeño arañazo en la carrocería y una multa de cien Rands, que pagamos a escote, como buenos amigos.

miércoles, noviembre 25, 2009

FIRMIN, por San Savage

Acabo de leer un libro que mi amiga Vero recomendó en su blog: FIRMIN.
Me ha encantado.

Para explicaros de qué va la historia, creo que nada mejor que ceder el teclado a Vero, pues siempre acierta en sus críticas y fue su comentario sobre la obra lo me impulsó a correr a la biblioteca a sacarlo, dejando otros libros para más tarde. Y no me arrepiento.
Yo hago mías cada una de sus palabras, y espero que FIRMIN os guste tanto como a mí.

¡Gracias Vero!





VERO, DICE:

«Firmin ha sido un libro delicioso, yo, como Firmin, me lo hubiera comido enterito. Me habían hablado muy bien de él y no es de extrañar ya que la historia es original y muy tierna.
Firmin nace en el Boston de los 60 en una librería (¡qué suerte nacer en este entorno, no?) y desde su más tierna infancia es aislado e incomprendido por su familia. A consecuencia de que es el que más problema tiene para alimentarse de su mamá, empieza a devorar los libros que va encontrando; pero poco a poco deja de comérselos para empezar a leerlos y aprender de ellos.

Cuando su familia acaba por abandonar la librería para emprender cada uno su vida, Firmin se queda solo con sus libros y su admirado librero y de vez en cuando va al cine Rialto a contemplar a sus queridas Beldades (¡que palabra tan hermosa!) e intentar conseguir la comida por sus propios medios.


Firmin, es un personaje apasionante. Su mayor deseo es poder expresarse, contactar con los humanos, demostrar todo su conocimiento...Desgraciadamente, las ratas no pueden hacerlo y Firmin vive infeliz imaginando conversaciones con sus mitos como Ginger Rogers o Fred Astaire... hasta que encuentra a Magoon, un vagabundo tan solitario y divertido como Firmin.

Me ha encantado cómo está construido el libro, es una fábula entreñable a la vez que con un regusto amargo por lo mal que tratan los humanos a Firmin sólo por el hecho de ser una rata.

He leído en El País que la editora de Seix Barral compró en su día los derechos mundiales de la obra, se deben haber forrado.


Nota: 7'5

Lo mejor: Las ilustraciones de Fernando Krahn; me ha encantado que mencione obras importantes; el personaje de Firmin, y me ha llamado la atención la cara de Savage. A ver si encuentro más cositas.

Lo peor: En cuanto al contenido del libro la traición del librero a Firmin, y en cuanto a la forma del libro realmente nada, es un libro ameno y fácil de leer con una historia verdaderamente especial.»

VERO
http://laentropiadevero.blogspot.com/

martes, noviembre 24, 2009

DÉJAME DORMIR, MAMÁ

Fuente: Wikipedia.

El 24 de noviembre de 1713 nació en Petra (Mallorca), del matrimonio formado por Antoni Serra y Margarita Ferrer, un niño a quien se le impuso en el bautismo el nombre de Miquel Josep.
Vino al mundo en el humilde hogar de una familia sencilla, de modestos labradores, honrados, devotos y de ejemplares costumbres.




A la edad de 15 años empieza a asistir a las clases de filosofía en el convento de San Francisco de Palma y, sintiéndose llamado por la vocación religiosa, al año siguiente viste el hábito franciscano en el convento de Jesús, extramuros de la ciudad. El 15 de Septiembre de 1731 emite los votos religiosos, cambiando el nombre de Miguel José por el de Junípero.


DÉJAME DORMIR, MAMÁ


Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá, que no hace ninguna falta.

Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá, que no hace falta ninguna.

Hijo mío, por favor,
que traigo el café con leche.
Mamá, deja que en las sábanas un rato más aproveche.


Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto porque no me da la gana!

Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá, no pasa nada si falto.

Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca me ha importado el qué dirán.

Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame, que no me va pasar nada.

Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy diputado del Congreso y si falto a las sesiones ni se advierte ni se nota. Solamente necesito acudir cuando se vota, que los diputados somos ovejitas de un rebaño para votar lo que digan y dormir en el escaño. En serio, mamita mía, yo no sé por qué te inquietas si por ser culiparlante cobro mi sueldo y mis dietas. Lo único que preciso, de verdad, mamá, no insistas, es conseguir otra vez que me pongan en las listas. Hacer la pelota al líder, ser sumiso, ser amable Y aplaudirle, por supuesto, cuando en la tribuna hable. Y es que ser parlamentario fatiga mucho y amuerma. Por eso estoy tan molido. ¡Déjame, mamá, que duerma!

Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés
que produce el Parlamento!


ESCRITO POR

Fray Junípero (1713 - 1784) Religioso franciscano español.

NOTA ACLARATORIA DE JUAN PAN

Aunque en Google existen muchísimas entradas que atribuyen este poema a Fray Junípero, mucho me temo que sea obra de José Aguilar Jurado, creador del personaje Fray Josepho de Tarina, un contertulio de la Cadena COPE, por estas razones:

1º Existe un enlace donde el mismo autor recita su poema:

http://www.ivoox.com/dejame-dormir-mama-3-nov-08-audios-mp3_rf_5400_1.html.

2º La palabra Estrés no creo que fuese utilizada en el siglo XVIII.

3º Curiosamente, nunca antes se había publicado este poema: ni con Franco, ni la UCD, ni Aznar. Se hace ahora, con Zapatero.
4º No tengo conocimientos de que en esa época hubiera un Parlamento como el actual, sino un poder absoluto con las monarquías, y éstas tenían Consejeros y cortesanos, entre los que destacaban los obispos y cardenales. ¿ Criticaba, pues, Fray Junípero a su propia iglesia?

Este archivo está circulando desde hace algún tiempo por internet. Os dejo que penséis.

martes, noviembre 17, 2009

¿ARDE NUEVA YORK?




















Hace un mes fui a la Biblioteca y saqué dos libros que debo devolver mañana: ¿Arde Nueva York?, y el Hombre que fue jueves, de Cherton.
Del segundo no voy a comentarles nada, pues tras la lectura tediosa de 30 páginas, decidí abandonarlo.
¿Arde Nueva York?, es una de las obras de mis autores preferidos, ésos que inculcaron en mí desde temprana edad la afición por la lectura. Junto a Frederick Forshite, son los que más me gustan, como prueba la cantidad de obras de ellos que tengo en mi pequeña biblioteca particular: O llevarás luto por mí; Oh Jerusalén; Arde Paris; Águilas Negras; La ciudad de la alegría; Juego Mortal y El Quinto Jinete.

Me faltaba leer este que os presento y tengo que decir que es una obra excelente, de esas que comienzas la primera página y ya no puedes dejarlo porque los personajes te atrapan.

Los autores te conducen de la mano a través del desierto de Afganistán, los campos de refugiados del Líbano y la enorme ciudad de Nueva York. Asistirás personalmente como testigo invisible en las reuniones de Ben Laden con sus generales; entraras en la reunión de alerta máxima en el despacho Oval de la Casa Blanca y verás discutir a Condoleezza Rice, George Bush, Colin Powers y todos los demás personajes que gobiernan al mundo. Serás testigo privilegiado del enfrentamiento entre George Bush y Sharon, el lider de Israel, llegando incluso a ordenarse el ataque al país amigo por la Sexta Flota.

Y todo eso es debido a que unos terroristas han logrado colocar una bomba atómica en el centro de Nueva York y amenazan con destruir la ciudad si Israel no abandona los territorios ocupados en Palestina en el plazo de una semana.
La detonación se hará a través de una llamada de móvil a un teléfono acoplado a la bomba, cuyo número sólo conoce Ben Laden, quien duerme con un celular en la mano presto a activarla. Todos los servicios secretos americanos trabajarán para encontrarla, sin dar aviso a la prensa ni a las familias para evitar el pánico entre la población, que huiría en masa bloqueando todas las salidas.


Es un libro apasionante, de esos que no deseas dejarlo, y que te molesta tener que hacerlo cuando alguien te interrumpe la lectura.
Un libro que, como escritor novel, me pone los pies en tierra al comprender cuán insignificante soy ante unos maestros como éstos, y cuánto debo aprender aún como narrador hasta poder producir una novela de tal calidad. Me faltarían años de vida para lograrlo.

Como asiduo lector de estos autores, sí puedo comentar algo en contra de la obra:

Es una trama copiada de su más importante best sellers: El Quinto Jinete.
Para el que haya leído ambos libros se dará cuenta de que es la misma idea llevada a cabo por terroristas de origen diferente
:






















En El Quinto Jinete, que me regalaron unos amigos franceses en 1980, (A ver si cunde el ejemplo), es Gadafi quien envía a unos ingenieros físicos árabes a Nueva York, donde instalan una bomba atómica en el metro; emplea para hacerla explosionar a unos estudiantes palestinos que están dispuestos a morir por la causa. Hay un plazo corto para que el Gobierno cumpla las condiciones de Gadafi. Toda la novela trata sobre la lucha secreta de todos los servicios para intentar el éxodo masivo y en calma de ocho millones de neoyorquinos.

En ¿Arde Nueva York?, es Ben Laden quien provoca la misma situación, y en vez de estar en el metro, la bomba está en un apartamento en el centro de Manhattan.

En ambas obras, la bomba llega camuflada en un barco de carga asiático. Veo, pues, que el éxito que alcanzó el best seller El Quinto Jinete, que fue llevado al cine, ha motivado a los autores a hacer una segunda parte autoplagiándose descaradamente.

Pero ya digo: el que no haya leído el libro anterior encontrará en ¿Arde Nueva York? una obra magnífica, que os recomiendo.
No sé si fue por la novedad, o porque no me gustan las segundas partes; pero a mí me gustó más El Quinto Jinete.

lunes, noviembre 16, 2009

LA MARCHA VOLANTE


Dijo Ortega y Gaset: «Yo soy yo y mis circunstancias». Y eso aplica a cada cual. También a mí, cómo no. Ahora que se aproxima el 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Jose Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, en la que estuve obligatoriamente afiliado durante el tiempo que permanecí en el Instituto de Formación Profesional, quiero volver a colgar aquí el artículo que narra una experiencia inolvidable de mi niñez como miembro de ella, que inculcó en mí un valor que hoy día se añora: el compañerismo abnegado.


LA MARCHA VOLANTE

fotos de internet

Mes de junio de 1959. Vacaciones en el campamento juvenil de Cortes de la Frontera de la IX Promoción de la Escuela de Formación Profesional «Francisco Franco». Málaga.

El gran número de escorpiones y tarántulas que habitaban el parque de encinas, alcornoques y lentiscos obligó a las autoridades a montar el campamento sobre una plataforma de albero de cien metros de larga, cincuenta de ancha y dos metros de altura, construida en la cima de la sierra. En la parte norte se hallaban las tiendas de los jefes y el botiquín; en la parte izquierda se contaban siete tiendas de campaña, y otras tantas en el lado derecho. Cada una de ellas estaba ocupada por una “escuadra”, es decir: siete personas. Las 14 escuadras que habitaban el campamento formaban la «Centuria Guerrero Castillo».


En medio se alzaba un mástil de quince metros de altura, donde ondeaba a la bandera de España.

Eran las cuatro de la mañana cuando la corneta tocó diana. Nos levantamos apresuradamente, preguntándonos qué demonios sucedía para que nos convocasen tan temprano



Cinco minutos más tarde, los cien miembros de la centuria se presentaban firmes delante de sus respectivas tiendas de campaña. El jefe pasó revista de una punta a otra. «Sin novedad», exclamaban los jefes de escuadras al pasar por delante de sus respectivas tiendas. Una vez pasada la revista, el jefe de centuria leyó la Orden del Día:


«Después de desayunar marcharemos hasta la Cueva de las Piletas, sita en Benahoján, a unos treinta kilómetros del campamento. Cada escuadra llevará los utensilios necesarios para la marcha: platos, vasos, cubiertos, y agua. La comida se facilitará en el lugar de destino por el Ayuntamiento de la ciudad anfitriona. Los componentes de cada escuadra, se turnarán en la labor de transportar los utensilios que usarán sus compañeros.»


Luego comenzó a izar la bandera mientras todos nosotros cantábamos el «Cara al Sol » con el brazo extendido a la altura de los ojos. Al grito de «¡Rompan filas!», cada cual se fue corriendo a las duchas y a los servicios. A las cinco en punto, tras ingerir con prisas el desayuno, iniciamos la marcha hacia la cueva.
Mi tienda era la última de la derecha y como se comenzó a formar la fila por la parte de la izquierda, resultó que nosotros éramos los últimos de la columna de cadetes que caminaba por la vereda hacia el destino programado. Al cabo de un tiempo de marcha noté que la bota me hacía daño. Y llegó mi turno para llevar el macuto con los utensilios de la comida. Debido al peso del macuto y a la rozadura del pie, me fui rezagando.


Poco a poco me fui alejando de todos. La orden era de relevar al camarada que fuese cargado con el macuto de los utensilios cada media hora; pero como me hallaba lejos, nadie venía a relevarme. La distancia se fue ampliando y llegó un momento que me quedé solo, sin ver a nadie, sin saber por dónde estaba el resto del grupo.
Me preocupé mucho al verme
solo en la montaña, cargado y con una rozadura dentro de la bota que me hacía imposible continuar caminando.


Estaba amaneciendo, el sol aparecía ya por encima de la línea de la sierra de Ronda, llenando el paisaje de tonos anaranjados. No se veía a nadie delante de mí. Calculé en unos dos kilómetros la distancia que me separaba de mis compañeros, pues ésta era, más o menos, la longitud de la senda que aparecía ante mí sin rastro de ellos. Pensé que éstos se habían dado cuenta de mi ausencia, pero como a ellos les beneficiaba, porque así no tenían que relevarme de mi carga, no se daban por enterados.
No podía más. Decidí sentarme a descansar y abandonar la visita a la cueva. A la vuelta me encontrarían en el mismo sitio que me había detenido, pensé. Fue en ese momento que me resbalé y caí rodando por la pendiente del monte. Me detuve a unos diez metros de la senda




Sentía un fuerte dolor en la pierna y en la cabeza, sangraba por la nariz y tenía arañazos en los brazos. Tuve miedo de no poder salir de allí, y comencé a llorar. No podía mover la pierna derecha, el tobillo se había hinchado y me dolía terriblemente. Una hora más tarde, quizás para espantar al miedo, comencé a cantar en voz alta un himno que cantábamos en los desfiles del Instituto:

Al cielo se alzan
Canciones que salen del alma,
y el viento las lleva por ahí.
¡Que en España, en España,
comienza a amanecer!
Al cielo se alzan felices promesas
Y hasta las estrellas encienden mi fe.
¡Gloria, gloria! ¡Gloria y victoria!
Con el cuerpo y con el alma,
con las armas en la mano.
Por la Patria.

De
pronto me asusté al sentir un ruido; pensé que algún animal salvaje venía a atacarme, y grité: ¡Socorrooo!

– ¡No temas, camarada, aquí estamos!
Miré hacia arriba,
y vi a un grupo de compañeros que bajaban a recogerme. El jefe de centuria me examinó y vio el estado en que me hallaba. Miró alrededor y percibió que no había ramas ni ningún material apto para construir una camilla. Entonces gritó:
– ¡Un voluntario para llevar a cuestas al camarada!
– ¡Presente! –, gritaron cien voces a la vez.


Uno de ellos, de diecisiete años, me puso sobre sus hombros, con una pierna colgando a cada lado de su pecho, y me llevó así durante media hora; luego, otro le relevaba, y así llegamos hasta la cueva.
La Cueva de las Piletas era una maravilla recién descubierta, cuya entrada se hacía por arriba y una vez dentro se bajaba hasta cuatro plantas. Contenía pinturas murales y preciosas figuras de estalactitas y estalagmitas que semejaban a personas y animales. El agua era abundante y formaba grandes pilas, de ahí su nombre. Acostada en un nicho de la tercera planta se hallaba el esqueleto fosilizado de una mujer, cuya antigüedad calculaban en unos diez mil años.


El Ayuntamiento de Benahoján nos obsequió con un almuerzo al aire libre y luego regresamos en tren hasta la estación de Cortes.
Al bajar del tren, el jefe de la expedición me dijo que iba a llamar a un taxi para que me llevase hasta el campamento, pero yo le dije que preferiría irme con mis compañeros.


– ¡Pero si no puedes andar!–, exclamó él.
– Nos arreglaremos, camarada–, le dijo mi jefe de tienda.


Y así regresamos. Atado a una cuerda por la cintura y remolcado por mis compañeros, subí los ocho kilómetros que separaban la estación de RENFE del campamento.


FIN

jueves, noviembre 05, 2009

LA NIÑA QUE VENCIÓ AL MONSTRUO

DEDICADO A MI AMIGA FLOR, UNA MUJER VALIENTE


imagen de www.culturandalucia.com

Érase una vez una ciudad muy hermosa. Sus calles eran estrechas y empinadas, y presumía de sus antiguos y preciosos palacios. Miraba hacia el mar en el estuario del río Tajo. Se sentía orgullosa de contar con el puente Vasco da Gama, el más largo de Europa, con sus 18 kms. La habían construido sobre siete colinas, formadas por antiguos volcanes.
En un pueblecito cercano, a cinco kilómetros de la gran ciudad, en un lugar verde y lleno de árboles, vivía Flor, una niña muy alegre y traviesa.
Aquel día había salido al campo a dar un paseo.Le gustaba tener siempre un jarrón lleno de flores frescas en su casa. Hacía un día primaveral: los almendros la saludaban al pasar, abrían sus flores y se cubrían con ellas como si fuera una túnica de nieve. El prado era una explosión de colores.
Flor se agachaba a recoger amapolas, margaritas y violetas; las avejas revoloteaban a su lado, protestando porque ella les impedía recoger el polen para hacer la miel.
Pero al llegar la tarde, el día cambió súbitamente y se puso tormentoso y oscuro. Una nube negra entró por el océano y cubrió el cielo, alcanzando en seguida la ciudad. El viento se levantó muy fuerte y azotaba sin piedad a la niña, tumbándola en el suelo y esparciendo su ramo de flores, que salió volando y se perdió a lo lejos.
La niña quiso levantarse y entonces lo vio:
Era un ser gigantesco; tenía puesta una máscara que ocultaba su rostro deforme. Tres agujeros señalaban el lugar de los ojos, que eran redondos y despedían llamaradas de fuego, y su boca, una hendidura sanguinolenta y baboseante. Iba montado en un caballo negro, vestido también de negro, con su capa manchada de sangre ondeando al viento.
La niña, asustada, echó a correr dando gritos; el caballo la seguía relinchando y levantando sus patas delanteras para aplastarla. Entre los relámpagos y los truenos se escuchaba la fuerte risa del monstruo,"¡Ja,ja,ja,ja! Soy el dios del Terror", decía, blandiendo en la mano una espada ancha y curvada.
La niña, agotada, no pudo más y cayó al suelo. A lo lejos, el “Puente del 25 de Abril” se perdía entre la niebla. El jinete se inclinó a un lado, la aferró por un brazo, tiró de ella y la puso delante de él en su montura. Entonces espoleó a su caballo y éste voló por el aire, cruzó valles y montañas, dejando atrás Sintra sumida en las tinieblas.
Llegaron a la colina de Monsanto, antiguo volcán, y el monstruo se apeó de su montura, cogió a Flor en sus brazos y entró por un viejo y oscuro crater. Caminó con ella en brazos varios metros en la oscuridad.
De pronto se encendió la luz. Estaban en el interior de un salón grande, como el de un palacio. Al fondo había un trono precioso y dorado; grandes cortinajes adornaban las paredes, y todo el suelo estaba cubierto por una gran alfombra persa. En medio de la sala había una enorme cama cubierta con sábanas de seda color rosa. El monstruo depositó muy despacio a Flor en ella y le dijo que no tuviera miedo que él entraría en su cuepo sin hacerle daño. Y comenzó a acariciarla y a darle besos…
A Flor le daba asco sentir sus babosos labios y su rasposa lengua rozando su piel. Y comenzó a chillar. El monstruo le dijo: “No temas, niña, ya te dejo.No tengo prisas. Hasta mañana”. Y se fue.
La niña buscó por la cueva y encontró una gran cocina llena de toda clase de productos, y vio una estantería repleta de objetos raros: cuchillos, alambiques, platos, balanzas, un bote de veneno de vibora, otro de escorpiones, otro de avejas; otro de setas, de frutas… Había botes de matarratas.
Y Flor recordó lo que había leído en el cuento de las Mil y una Noches, y tuvo la misma idea que la princesita del cuento.
Cogió el bote de veneno de víbora y se untó en el vientre, los senos, la cara y las nalgas: todos los lugares que el monstruo había besado o lamido antes. Y luego se acostó en la cama.
Al día siguiente regresó el ser monstruoso, se acercó a ella y acarició su cara, la besó y lamió; luego se arrodilló y comenzó a oler, besar y lamer todo su cuerpo. De pronto se levantó un poco mareado, y salió a la calle a respirar hasta el día siguiente.
Flor se untó de nuevo el cuerpo con un brebaje donde mezcló el mismo veneno del día anterior con el de setas y escorpiones, y se acostó a esperar a ver qué sucedía.
Cuando llegó el monstruo parecía muy cansado, pues arrastraba los pies y caminaba con su cuerpo encorvado. Se arrodilló y comenzó a acariciarla y tocarla como siempre: lamía todo su cuerpo, acariciaba con sus zarpas sus genitales, mordía sus juveniles senos y besaba sus mejillas. De pronto se levantó y se puso en pie mareado, no se mantenía derecho, se tambaleaba, dio dos pasos atrás y cayó de espaldas. La niña corrió hasta la cocina, cogió un cuchillo grande y se lo clavó en el pecho. Cuando se quedó quieto, Flor le quitó la máscara y se asustó al verlo: era horrible, aquello no era un rostro sino una masa deforme con una llaga en lugar de boca.

La niña se lavó muy bien para quitarse el veneno del cuerpo, pero su piel también había absorbido un poco y ella también se sentía débil. Comenzó a correr mucho y a dar saltos para entrar en calor y sudar. Y cada vez que sudaba, el veneno salía de sus poros, y Flor se metía en la ducha y lo eliminaba.
Poco a poco su cuerpo quedó limpio y fue recuperando su lozanía y belleza. Al fin salió de la cueva y admiró la gran ciudad abajo, junto al río, con sus dos puentes cruzando la Bahía; y echó a correr cuesta abajo.
Flor aún está convaleciente; pero es feliz porque siendo una persona tan frágil y tan débil, ha vencido al monstruo.
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miércoles, octubre 28, 2009

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Bebé cubs

1º de NOVIEMBRE, FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

El próximo domingo es día festivo en España. Sí, lo sé: ya lo sabíais porque se aprovecha que cae en domingo para hacer un puente hasta el martes. Si no fuera por eso, ni os hubierais acordado. En estos días las televisiones intentan justificar el auge de la fiesta de Halloween: nos informan que es más antigua que la nuestra de Todos los Santos porque antes que los cristianos ya lo celebraban los celtas en honor a sus difuntos.
Sabemos que la Iglesia intentó acabar con la fiesta pagana celebrando otra el mismo día, tal como hizo con la Navidad que sepultó las bacanales romanas, las fiestas en honor del Sol cuando vencía a las tinieblas y los días comenzaban a ser más largos.

Lo que no sabéis es que el hecho de que el 1º de noviembre sea festivo en España me lo debéis a mí: Yo vine al mundo contra mi voluntad y en circunstancias extrañas un 1º de noviembre, hace solo 66 añitos, nada comparado con la eternidad, de donde provengo.

Comencemos desde el comienzo, que suele ser por donde se comienzan las historias, valga la redundancia: En el estado mexicano de Juacamato, perdón, quería decir de Guanajuato (Vaya nombres, córcholis), hay un municipio llamado San Diego de la Unión, donde se ubica la hacienda San Juan Pan de Arriba.
Mientras ustedes leen lo que dicen de ese lugar, yo me voy a tomar un café y regreso enseguida.


SAN JUAN PAN DE ARRIBA
La hacienda es propiedad de la séptima generación de Benito Juárez, la familia Santacilia. Tiene su propia fábrica de mole y fue la hacienda más importante a nivel mundial en la crianza de toros de lidia y las técnicas de congelamiento de semen taurino. Por su arquitectura, en ésta se han filmado telenovelas y películas, como la que protagonizó Antonio Banderas cuando personificó al mismísimo Pancho Villa.

El municipio de San Diego de la Unión fue fundado por don Manuel María de Torres, con el nombre de Pueblo de Bizcocho el 30 de noviembre de 1719. Fue en el año de 1875 en el que por decreto de fecha 4 de mayo, siendo gobernador del estado el General Florencio Antillón, se le concede el título de villa. San Diego de la Unión es uno de los 46 municipios que conforman el estado mexicano de Guanajuato.
El día 3 de septiembre de 1817, se desarrolló una batalla entre las fuerzas realistas y el ejército insurgente, el cual tenía como comandante al General español Francisco Javier Mina. El triunfo correspondió a las fuerzas de la insurgencia, quienes fusilaron a los prisioneros. La población fue incendiada, quedando prácticamente destruida.
1819: El día 30 de noviembre se iniciaron los trabajos de reconstrucción del pueblo, por órdenes del intendente de San Luis Potosí.
1927 El día 26 de septiembre el municipio se convirtió en sede de los poderes estatales, tomando posesión como Gobernador el General Celestino Gasca Villaseñor, con la presencia del Congreso del Estado.
1940 Se funda el periódico El Periquito, primer medio de comunicación impreso en el municipio.


¿Ya? Vale, continuemos:
Resulta que los señores de San Juan Pan de Arriba, tan creyentes ellos, suplicaron al Supremo Hacedor que les enviase un heredero. Ellos sabían que allá arriba había otro Juan Pan holgazaneando por allí (siempre hay quien no sabe guardar secretos y va por ahí dándole a la lengua, como la de Fátima), por eso lo pedían. No exigían mucho porque como eran muy ricos no les importaba que el bebé fuese tonto o malformado: no faltaría quien se enamorase perdidamente de él y continuara arrastrando el apellido y disfrutando de la hacienda.

Yo me opuse con todas mis fuerzas, era fijo y tenía mis derechos; pero todos tenemos un precio, y me convencieron hablando del sexo, del amor y de la buena mesa que disfrutaría en la casa de San Juan Pan.
Pero debido al mal funcionamiento del Correo Divino entregaron el paquete en la casa de Juan Pan Rodriguez, afincado en la sierra de Cádiz, y no en México.

Claro, yo me quedé pasmado a verme en una casa extraña, ubicada en un país distinto al que me habían prometido. Si me hubieran llevado a un cortijo no me hubiera importado, total, México y Andalucía se asemejan mucho. Pero no; no me entregaron en una mansión ni cortijo de señoritos ricos, sino en una choza donde ya se repartían el hambre siete personas. Y yo era una boca más.

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Mis padres no me esperaban: ellos no habían pedido nada, ya tenían bastante con alimentarse ellos con el aire y agua del río y darles las sobras a sus cinco retoños.
Muy enfadados, fueron a quejarse a Correos y allí les dijeron que ellos no tenían culpa: el paquete había llegado para San Juan Pan y el único que podía llamarse así era mi padre, por conseguir sacar adelante a una familia alimentándola con hambre.
Les dijeron que siempre tenían la opción de la devolución, pero en tal caso los gastos de envío corrían por su cuenta.

¡Ésa era la trampa! El servicio postal sabía que no había dinero suficiente en la casa de un jornalero andaluz para pagar el envío de un paquete de tres kilos hasta San Juan Pan de Arriba, en México.

Y se quedaron conmigo.
¡Qué remedio!

Mis padres fueron largando veneno contra el Supremo por todas partes.Y sus quejas llegaron a oídos del Papa Pío XII, que, como era habitual en él, no dijo ni pío y siguió vagando en Castel Gandolfo, mientras sus secretarios preparaban el Concordato que beneficiaría a la Iglesia y lavaría la imagen de Franco.

Y la gente comenzó a protestar por la ineficacia, la torpeza y pasotismo de los empleados de la Corte Celestial, capaz de equivocarse en un asunto tan crucial para una familia creyente que espera un heredero y se lo envían a diez mil kilómetros de distancia, a un pueblo que no tiene ni teléfono para contactar con ellos y reclamar al bebé.
¡Claro!, ellos saben que están fijos y no los pueden despedir, por eso no hacen bien su trabajo. Bien les vendría una reforma laboral donde no hubiese privilegios entre fijos y eventuales.

Y ahí es donde interviene Dios: para compensar a los españoles de soportar mi presencia y acallar las protestas de los jornaleros que asistían, impotentes, al crecimiento desmesurado de sus familias en época de hambruna, cosa que ni Dios se explicaba —eso de ser impotentes y tener más hijos— y debido a ello se le habían inflado las pelotas, ordenó a su representante en la Tierra, que no decía ni pío, pero sabía manejar el lápiz, que el día de mi esplendorosa llegada fuera tachado de “Rojo” en el calendario.

Y todos tan contentos:
El juez de Algar retiró la denuncia que le había impuesto a mi madre por parir un niño tan feo: los ojos, uno más claro que otro; brazos y piernas más cortos que el tronco; veintiun dedos en vez de veinte; la cabeza más ancha que la espalda; una oreja más larga que la otra, pero mucho más: descansa sobre el hombro como el capote de un torero. Y además es sorda.

Los jornaleros se alegraron de tener un día más de descanso, convirtiendo los años de paro en 366 días.

A mis padres los convencieron de la acertada inversión que habían hecho conmigo: cuando ellos fuesen viejos, sin haber cotizado jamás a la Seguridad Social por falta de trabajo, yo sería el que los mantendría gorditos y sanos hasta que se asqueasen de vivir en este cochino y corrupto país.

Eso sucedió cuando ya nos habíamos acostumbrado a compartir juntos el hambre y las ganas de comer: a mediados de los noventa. Para entonces, los políticos ya se habían apoderado de los bienes de media España.

Bebé bolquer

Bueno, pues ya que os habéis enterado de por qué este año vais a poder disfrutar del puente de Todos los Santos; de porqué es festivo y está en rojo y no en azul como bien quisiera Rajoy (aunque mucho me temo que a él en este momento ese dato se la trae floja, pues brotan más revolucionarios en su propio partido que entre los rojos), os ruego que en agradecimiento habléis de mí a vuestros agentes literarios, editoriales y correctores de textos para que me publiquen lo que escribo, ya que si yo no hubiera nacido ese día, curraríais el lunes como en todas partes.

Feliz fin de semana


domingo, octubre 25, 2009

AGORA


El sábado fui con mi esposa al cine. Dudábamos entre tres películas: la una, Malditos bastardos, la había visto mi hijo y no le gustó; la segunda, El secreto de tus ojos, también la había visto y dijo que al comienzo le aburría, pero que luego le interesó. La que le había gustado mucho era Up, una de dibujos animados, y yo, la verdad, estoy saturado de ellos.


Al final pensé que los gustos de mi hijo no tenían porqué coincidir con los míos, y entramos a ver AGORA, que a él tampoco le había gustado.


AGORA es una historia real, ocurrida en el siglo IV de nuestra era. Hypatia, una mujer de la nobleza alejandrina, dedicada al estudio y enseñanza de la Astronomía, intenta descubrir el movimiento de los planetas. Debate con sus alumnos las enseñanzas de Aristarco y Tolomeo, y pasa la vida haciendo experimentos para conocer la verdad.


Mientras tanto, en el exterior de la Biblioteca, el mundo lucha por el poder; pero esta vez parece la Historia al revés: los cristianos que antiguamente habían sido perseguidos y lanzados a los leones, ahora son los que asesinan a los fieles de otros dioses. Desean destruir la biblioteca más importante del mundo y quemar su contenido, porque para ellos los documentos que guardan el Conocimiento son peligrosos, e Hypatia hace todo por impedirlo.


AGORA es una película que contiene más de lo mismo: luchas intestinas en las mismas organizaciones, ambición de poder, destrucción de edificios, traiciones y sangre; una obra muy violenta, con imágenes impactantes.

La protagonista desprecia el futuro que se le ofrece como esposa de un noble, que posteriormente llegará a ser el representante de Roma, y prefiere dedicarse al estudio de la Astronomía.


La acompaña un joven esclavo, secretamente enamorado de ella, que no puede entender que jamás sea suya. Un amor diferente, casi platónico, el del representante del Emperador romano, antiguo alumno suyo que sigue amándola, respetando su decisión después de haber sido públicamente rechazado por ella.


Maravillosa la escena de ella saliendo de la bañera ante la mirada turbada de su joven esclavo.

Magníficos los atuendos de la época, los decorados, los efectos especiales, la calidad del sonido y la imagen.


Rachel Weisz interpreta un papel en la recredada ciudad de la antigua Alejandría que parece ser idóneo para nuestra época: la de la mujer libre, calculadora, independiente, que no deja que los sentimientos entorpezcan el camino hacia su meta.

Por momentos se echa en falta un poco de apasionamiento, es una mujer demasiado fría.


Salímos del cine un poco confusos: mi esposa decía que se esperaba otra cosa, que le habían dado demasiado bombo, creando expectativas que no se cumplieron. A mí, la película me había gustado, es verdad, era la historia de Hypatia, una mujer de la que no tenía ni remota idea de su existencia, muy bien interpretada por todos los actores, unas imágenes maravillosas; pero más bien parecía un documental con una pequeña guarnición de amor, con poca sal, y regado con el excelente caldo de las nuevas tecnologías..