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Cuando yo era niño y pasaba las vacaciones en su casa, sita en la campiña de Jerez, siempre me contaba sus aventuras por el mundo: había estado en la guerra de Cuba voluntariamente porque era mejor morir de un balazo anónimo que agonizar poco a poco de hambre en este país de corruptos.
A mi abuelo le importaba un carajo que Cuba perteneciese a la Corona de España o que se independizara; a él ni le hacía más rico ni más pobre. Solo quería comer al menos una vez al día. Y en Cuba podía permitírselo: lo pagaban bien.
Lo que no me dijo fue que además de Cuba había visitado otros puertos, y que en cada uno de ellos, siguiendo la tradición marinera, tenía una novia, como buen gaditano que era.
Yo lo recuerdo liando su cigarrillo de picadura «El Cubanito», comprado de contrabando en Gibraltar, mientras me contaba cómo avanzaba entre los matojos con la bayoneta calada sintiendo pasar a su lado las balas y llevando en el bolsillo la última carta de su novia, de Villalengua del Rosario, y en la cartera un mechón ensortijado del pubis de una mulata del malecón de la Habana.
Bueno, esto último no me lo dijo: mi abuelo era muy comedido con lo que me contaba; pero cuando hacía una pausa en su narración y se quedaba mirando fijo sin ver nada, pensaba tan alto lo que no quería decir, que yo lo escuchaba. El mechón lo descubrí yo un día que hurgaba en su cartera para ver las fotos que llevaba vestido de soldado.
–¡Trae eso, niño; que para mí es sagrado! —exclamó exaltado. Luego, más suavemente, añadió—: Es para mí una reliquia, una pequeña muestra de la vegetación que cubría el lugar donde me refugiaba cuando la muerte me concedía una tregua.
Pero también había estado en Argentina, en Perú, Venezuela y en La Española compartiendo gentilmente su cariño y alegría de vivir y sembrando indiscriminadamente su semilla vital, por lo que no es de extrañar que ahora uno escriba su nombre en Internet y salgan media docena de PAN.
«¿Quién es este tío?», pregunto yo cada vez que veo en el buscador otro nombre igual al mío. Yo creía que mi apellido era tan original y poco extendido, que estaba seguro que cualquiera llamado Pan sería pariente mío. Y ahora descubro que hay quien se llama igual que yo siendo… ¡chino!
Recuerdo que fui una vez al banco a pedir un crédito y puse a la Pan Am como aval, diciendo que pertenecía a un primo mío. No coló. Y ayer Mado, una amiga de Ciudad de México, va y me presenta la obra de una mujer china, famosa artista ella, llamada PAN.
Y eso me ha dejado pasmado. He mirado al cielo y le he dicho a mi abuelo: ¡Ay pillín!, ¿por qué no me habías dicho nada, hombre? Joder, que yo las he pasado canutas por ahí para levantar mi casa y sacar adelante a mi familia sin imaginar que tenía parientes adinerados y cultos que hubieran podido prestarme ayuda. ¿Así me agradeces que fuese el único que te entendía cuando todos, incluida la abuela y tu nuera, decían que estabas como una cabra? A mí, que te ayudaba a liar los cigarros con aquella maquinita de lata mientras tú te recostabas en la hamaca de mimbre y perdías en las nubes tu mirada nostálgica. ¡EA, pues hasta aquí hemos llegado! ¿Qué? ¿Que esa mujer no era hija tuya porque nunca estuviste en China? No te creo.
Ya no me junto contigo ni en sueños.
Pero eso sí, voy a presentar aquí las pinturas de esa chinita, cuyo ardor y sensualidad ha dejado plasmada en sus lienzos para disfrute de la Humanidad.
Pan Yuliang es considerada como una de las grandes pintoras de China, una de las primeras que usó las líneas de pintura de tinta china en composiciones al estilo Occidental.
La legendaria pintora Pan Yuliang (1896 – 1977), desafió las normas sociales y artísticas. Fue vendida a un burdel, y más tarde pintó en París durante 50 años, con sus retratos de desnudos condenados depravados en 1930.
Hoy en día son obras maestras.La trigésima edición limitada de impresos digitales de sus obras representativas está siendo exhibida en Xintiandi. La exhibición es gratis aunque se requieren reservas – la exposición atrajo a una enorme multitud cuando fue presentada en Taiwán el año pasado.
Incluye reproducciones de pinturas famosas como “Woman Lying on Her Side”, “Combing” y “Before the Catch”. Dichas impresas están de venta a precios razonables.
Aunque muchas personas conocen a Pan de la biografía cinematográfica “Alma de una Pintora”, dirigida por el director Hongkonés Stanley Kwan, esta es una oportunidad para ver de cerca a sus obras de Este -encuentro con – Oeste. Hsu considera a Pan como la mayor artista china por su valentía y dedicación de toda la vida al arte, desafiando el menosprecio de críticos de arte conservadores y el injusto tratamiento social de mujeres en aquel entonces.
En 1918, ingresó en la Escuela de Arte de Shanghai para estudiar la pintura Occidental de Wang Jiyuan. Ella sobresalió y tras graduarse, se fue a Francia e Italia para seguir estudiando pintura y escultura. En 1937, se estableció en París. Sus obras ganaron numerosos premios en Europa, como el Precio de Oro en la Exposición de Arte Internacional Romana y el Precio de Oro de París. Tras los últimos días de Pan en Francia, ella dejó un testamento declarando que esperaba que sus pinturas regresasen a su tierra natal. Más tarde, más de 4.000 pinturas fueron donadas al Museo Provincial de Anhui. Las otras fueron coleccionadas por el Gobierno Municipal de París, el Ministerio de Educación Francés, la Moderna Galería de Arte Nacional y el Museo Cernushi. “Una obra original por una famosa pintora suele costar una fortuna y la gente normal no se lo puede permitir”, declaró Hsu. “Pero el precio de los impresos varía desde varios cientos de yuanes a varios miles de yuanes. Él añadió que la colaboración con el Museo Provincial de Anhui tiene como objetivo divulgar el glamour de las pinturas de Pan a más personas.
Durante la pasada noche y hasta altas horas de la madrugada, se fallaron los premios del concurso de agrupaciones carnavalescas en el Gran Teatro Falla. Yo estuve viendo el espectáculo por Canal Sur, donde anunciaron que por gentileza de Onda Cádiz Televisión se subirían a yutube los videos para poder disfrutarlos, por lo que no cabe llamar piratería al hecho de presentarlas aquí para compartir con ustedes algunas actuaciones en sus cuatro modalidades: Coros, Comparsas, Chirigotas, y Cuartetos. Desde el día 15 de enero y hasta la pasada madrugada, han pisado las tablas del escenario del Teatro Falla 160 agrupaciones, compitiendo entre ellas durante las 25 sesiones que han precedido a la gran final, en la que sólo han participado una docena.
El coro ganador se embolsará 5,500 euros; la comparsa y la chirigota ganadoras 3000, y el mejor cuarteto, 1800 euros.
Ayer, aprovechando que era festivo en la Sierra de Cádiz porque nadie trabajaba en protesta por el desempleo generalizado que se vive en todos los pueblos, una huelga que no contaba con el apoyo de los dos sindicatos más importantes, UGT y CCOO, que presumen de defender los derechos de los trabajadores españoles cuando en realidad sólo defienden al Gobierno que les da poder, prestigio y dinero, me fui a la montaña a respirar el aire puro.
Vi a un pastor que cuidaba de sus cabras escuchando música con un móvil y me admiré de los avances de la ciencia.
Como soy de espíritu abierto fui a saludarlo, dispuesto a pasar el rato contándole mis grandezas y presumiendo de mi cultura, ya que daba por supuesta su ignorancia debido a su presunta inasistencia a la escuela en su niñez, acuciado por el hambre.
O sea, hablando en plata para que me entiendan ustedes: En la ciudad soyel último mono del parque, y solamente me respetan en Internet, donde nadie me conoce; pero en el monte, vestido con pantalón beige de pana fina, botos camperos de Valverde del Camino, chaqueta de paño grueso, color marrón claro con coderas de tono más oscuro, y un jersey con el lagarto al lado del corazón, una gorra de paño inglés con visera, la barba bien recortada y mis gafas de sol Rayban, soy alguien respetable (Mis amigos dirían que iba disfrazado de señorito pijo. Y es cierto: estamos en carnavales).
Cuando me acerqué, el pastor, que estaba distraído escuchando al Camarón de la Isla por los auriculares de su teléfono, dio un brinco y se me quedó mirando como si yo fuese el Ángel San Gabriel. (No sé cómo será ese ángel, pero queda muy bien escrito aquí, pues ése solía presentarse a los pastores que vivían entre los olivos, y a las damas embarazadas.Queda mejor que si pusiera Supermán, pues éste sólo vive entre los rascacielos, muy lejos de la sierra gaditana).
—No tema, hombre —le dije, estirando una sonrisa de oreja a oreja para hipnotizarlo con la blancura de mis dientes—, que sólo vengo a saludarle y pedirle permiso para hacerle unas fotos a las cabras.
—A cuáles, ¿las blancas o las negras?
—A todas, es lo mismo ¿no?
—No, no es lo mismo: unas son mas rentables que otras.
—¿Cuántos litros de leche producen al día?
—A cuáles se refiere usted, ¿a las blancas o a las negras?
—Esto… las blancas.
—Dos litros cada una
—¿Y las negras?
—Igual.
Llegados a este punto, ya me estaba tocando los huevos este tío; pero como yo soy un señor de la ciudad, fino y educado, no le respondí como merecía y continué como si tal cosa, esperando que al fin pudiésemos tener una charla interesante e intercambiar conocimientos:
—¿Vale mucho una cabra en el mercado?
—¿Se refiere usted a las blancas o las negras?
—Oiga, amigo: ¡Ya me está usted tocando las narices con tanto blanca y tanta negra! ¿Pero quién se ha creído usted que es?
—Hombre, no se ponga usted así, que no trato de ofenderlo. Sucede que las cabras blancas son mías, y yo puedo decidir el precio sin darle explicaciones a nadie.
—¡Ah...! Ya entiendo: las blancas son suyas… ¿Y las negras?
—También.
Aquí yo apreté los puños y mascullé doscientas cuarenta y dos maldiciones; pero al llegar a la que hacía doscientas cuarenta y tres me contuve, en aras a la buena convivencia y respeto entre ciudadanos de diferentes capas sociales.
—Vale, de acuerdo. Entonces… ¿puedo saber cuánto valen las blancas?
—50 euros por cabeza
—¿Y las negras?
—Lo mismo.
Definitivamente, no había modo de entenderse con ese hombre, y me disponía a comentarle las dificultades que tuvo su padre para reconocerlo como hijo, cuando su perro, un Mastín castellano, se acercó enseñando los dientes y yo me di la vuelta en busca de mi coche sin echarles una foto siquiera. ¡Que se chinchen!
Al cruzar un pueblo vi una manifestación por la calle que se dirigía al ayuntamiento. Portaban pancartas y por los altavoces explicaban el motivo de la huelga:
En enero se contabilizaban 39 mil parados en la Sierra de Cádiz, un 30% de su población en edad de trabajar. Pedían másayudas, menos cotizaciones, menos dificultades para cobrar el PER y... ¡permiso para coger tagarninas!
O sea: pedían seguir viviendo de la limosna, seguir cautivos del Gobierno de turno. No exigían fábricas ni reparto de las tierras improductivas ni estaban dispuestos a ocuparlas como hizo el alcalde de Marinaleda, que, por cierto, participaba en la manifestación. Eso sólo sucedía durante la Transición. Ahora los políticos viven todos muy bien en sus escaños, con su jubilación máxima asegurada tras permanecer como Diputado durante dos legislaturas.
Y a los trabajadores del campo andaluz, que les den. Que se hubieran preocupado de trabajar en Delphi, en VICASA, la fábrica de botellas, o en Astilleros y ahora se hubieran podido jubilar con 52 años con dos mil euros al mes pagados por el pueblo.
Dentro de unos días, los políticos andaluces celebrarán el Día de Andalucía, y se repartirán medallas y premios entre discursos épicos antes de darse un gran banquete a costa de nosotros, que para eso sí hay dinero.
«CAMBIARLO TODO, PARA QUE TODO SIGA IGUAL». Lampedusa.
Hace cuarenta años, un día 7 de febrero, mi esposa y yo nos casamos sin alfombra roja y sin marchas nupciales.
En aquella época, si no te casabas por la Iglesia tu matrimonio no tenía validez alguna: no tenías el Libro de Familia, no cobrabas los puntos por hijos ni por matrimonio ni familia numerosa, y no podías acceder a puestos de la Administración por « vivir arrejuntaos» como decían entonces.
Yo creía en Dios, pero no en la Iglesia: la conocía bien después de haber pasado diez años de mi vida entre monjas y curas. Mucha gente renegaba de ella, pero a la hora de la verdad, pasaban por el aro del altar por el miedo al qué dirán.
Yo quería una boda como las demás: ceremonia, invitados al banquete, viaje de novios, libro de familia y todos mis derechos; pero sin la Iglesia. Como yo vivía en París, fui a la Embajada de España y me informé de si era posible hacerlo así en España.
El señor que me atendió, D. José María de Sotomayor y Castro, Notario de la Embajada, me dijo que sólo podían acogerse a la Ley de Libertad Religiosa de octubre del 1967 los que demostrasen que no eran católicos. Le respondí que a mí nadie me había pedido permiso para bautizarme cuando nací, y que era católico en contra de mi voluntad.
Entonces me entregó un documento Notarial, previo pago de las tasas en pesetas/oro equivalentes a 150 nuevos francos franceses de la época, y con él me vine al Juzgado de Jerez con dos semanas de permiso concedidos por mi empresa.
Nunca imaginé la cantidad de trámites que tuve que realizar para lograr mi propósito. Casarme por la Iglesia me hubiera llevado sólo dos semanas, el tiempo de exponer las amonestaciones en las parroquias donde estábamos registrados; casarme por lo civil me ocupó tres meses de papeleo y visitas semanales al Juzgado nº 2 de Jerez. En la empresa me apremiaban a regresar bajo pena del perder el trabajo; pero luego comprendieron los motivos de mi tardanza y me guardaron el puesto.
Debo decir que el Sr. Juez que llevó el asunto se portó maravillosamente, enfrentándose a los curas de nuestras respectivas parroquias y al Obispo de la Diócesis, quienes se negaban a darme de baja en la Iglesia. El Obispado no respondía las cartas que le enviaban desde el Juzgado ni daba curso a mi solicitud de baja, hasta que el magistrado citó al Vicario en su despacho para entregarle en mano el documento y que firmase el acuse de recibo en su presenciaEl último día de enero llegó, por fin, al Juzgado el documento que me identificaba como apóstata del catolicismo. Mi novia tuvo que presentar declaración de que se casaba voluntariamente, sin coacciones de ninguna clase, y soportar un reconocimiento médico para demostrar que tomaba la decisión libremente sin estar presionada por un embarazo indeseado.
Al estilo de las bodas americanas que vemos en el cine, el Juez, un poco nervioso por ser el realizador del segundo matrimonio de esas características celebrado en Andalucía, comenzó por prohibir sacar fotos dentro de la sala; luego se colocó de pie en el estrado, junto a una mesa engalanada para la ocasión con un par de ramos de flores, un crucifijo y un voluminoso libro abierto sobre un atril. Nos leyó unos artículos sobre los derechos y deberes de los cónyuges, y nos hizo las preguntas de rigor. Tras responder con nuestros respectivos «Sí quiero», nos invitó a ponernos los anillos y a besarnos.
Como ningún familiar nos apoyaba ni quería ser padrino o madrina, tuve que echar mano a los amigos. Fui yo quien pagó todos los gastos de burocracia, vestido de la novia, el fotógrafo y el convite.
En sus años escolares, mis hijos estudiaron Ética en lugar de Religión.
Durante estos cuarenta años he visto como algunos de los familiares, católicos acérrimos, que presagiaban la pronta ruptura de mi matrimonio por ser únicamente civil, hoy están separados o divorciados, han sufrido la muerte de algún hijo por la droga, y tienen otros mal criados, viviendo a costa de sus padres. Mi matrimonio, en cambio, permanece estable como el primer día; mis hijos se han independizado, viven felices con sus respectivas parejas y son respetuosos, cariñosos, nobles y trabajadores.
Ayer fueron ellos quienes nos llamaron por teléfono para recordarnos que era el 40º aniversario de nuestra boda
Con gran indignación por el trato recibido por las autoridades del aeropuerto y del representante del Consulado español, que nos amenazó con quitarnos los pasaportes y no dejarnos salir del país si no permanecíamos tranquilos y callados, subimos al avión DC10 que nos traería de vuelta a España.
El escándalo se debía a que habíamos llegado con tres horas de antelación al aeropuertoy faltaban diez minutos para la salida del avión y aún no nos habían entregado los pasaportes ni nadie aparecía para darnos alguna información.
Habíamos pasado la noche anterior celebrando el regreso a España y en nuestras venas almacenábamos más alcohol de lo aconsejado. Algunos, exaltados por la larga e injustificada espera, comenzaron a criticar a los responsables del aeropuerto, y acabaron lanzando soflamas a favor de la libertad y en contra del Apartheid, lo cualatrajo la atención de la policía y de los soldados, quienes vinieron gritando y amenazando con llevarnos a no sé dónde.
El jefe nuestro hizo una llamada telefónica y al poco llegó un funcionario del Consulado Español con ganas de torturar a alguien. Era alto y pelirrojo, enfundado en un trajehecho a medida, marrón. Lucía la cabeza rapada y un fino bigote como una tirita de esparadrapo rojizo en posición horizontal sobre el labio, como los fachas del franquismo. Vino para a decirnos, destilando odio: «Aquí no estáis en España. Si es necesario, os podemosenseñar a respetar el orden establecido. No permitimos huelgas ni motines, y si continuáis así y no os comportáiscomo es debido, os prometo que vais directo a la cárcel, y el avión se irá sin vosotros.»
Pronto nos dimos cuenta, a pesar de la niebla de alcohol que aún cubría nuestras neuronas, de que fuera de España los españoles estábamos solos, que los funcionarios que dicen representarnos nos vendían a cambio de gozar ellos de buenas relaciones y disfrutar de la buena vida con sus anfitriones.
El funcionario del Consulado (ignoro si era el mismo Consul en persona, algunos decían que sí, y si lo era me produjo las mismas náuseas que los policías sudafricanos), parecía descontento de que no hubiera triunfado el golpe de Tejero, pues no cesaba de repetir: «Si en España hubiera mano dura, no existirían los problemas que acosan al país. No sabéis vivir sin el látigo».
Y nos callamos, y, humillados, bajamos la vista al suelo y apretamos los puños para no empeorar las cosas y darle gusto a aquel residuo facista, capaz de amargarnos la vida.
Pasaba media hora de la salida anunciada en los tablones de Departures cuando nos permitieron subir al avión.
Al entrar nos encontramos con la tripulación de Iberia, que ya conocíamosdel viajede ida: unas chicas que en su día hubieron de ser hermosas, pero que aquel día se habían convertido en brillantes candidatas al INSERSO. Se mostraron desagradables a más no poder, y sólo dibujaban una sonrisa cuando intentaban convencernos para que les comprásemos algún Rolex de oro, anillos o colgantes con diamantes, bolso de Loewe o perfumes de Dior, Chanel nº,5, o similares. Decían que los productos que nos ofrecían no pagaban impuestos y por ello sus precios eran muy ventajosos comparados con los mismos productos si lo comprásemos en cualquier tienda de España.
El aparato hizo escala técnica en Nairobi, donde durante una hora mantuvieron la puerta trasera del avión abierta para introducir los alimentos que nos iban a servir en la cena. El aire frío invernal entraba y descomponía nuestros cuerpos. Pedimos mantas a las azafatas y éstas, señalaban el compartimento que había sobre nuestras cabezas; pero éstos estaban vacíos. «Los pasajeros se los llevan, no es culpa nuestra si no hay», decían. Y nosotros respondíamos:
«¿Pero no las reponen en cada viaje? ¿Desde cuando no lo habían hecho?»
«Siempre las reponemos y desaparecen», afirmó la más amable de todas, con cara de hastío; las otras ni siquiera respondían: nos ignoraban.
¿Cómo se podía aguantar que nos tratase de ladrones? Yo protesté, al igual que dos o tres más; pero la mayoría guardó silencio. Evidentemente, nadie quería causar problemas, sólo deseábamos llegar a España. En ese momento juré no viajar más con Iberia, y hasta ahora lo he cumplido: helas pocas veces que he volado ha sido con Alitalia, Air France y Vueling en mis desplazamientos internacionales, en el interior he usado mi coche o el tren.
Fui de los primeros en descender del avión y me encaminé al edificio para recoger mi maleta. El jefe de mi empresa estaba en la puerta acompañado de otro hombre que llevaba un maletín. A medida que íbamos pasando delante de él, nos pedía que mostrásemos el pasaporte, buscaba el nombre en una lista y nos entregaba un sobre con doscientas mil pesetas en billetes y un cheque barrado, correspondiente al finiquito del contrato que nos unía con la empresa.
Al pasar por delante de la aduana un funcionario me llamó y me ordenó que pusiera mi maleta sobre el mostrador y la abriese. Me giré hacia mis compañeros, que venían en grupo detrás, y les dije: “Chavales, hay que abrir las maletas”. El funcionario entonces preguntó:
—¿Vienen todos juntos?
— Sí, somos un grupo de doscientos trabajadores queregresamos a España.
—Pues pasen ustedes.
Y nos dejó pasar a todos. Entre nosotros venía Miguel el «Valladolid» y su amigo el «Johnny», un madrileño afincado en Huelva, quienes traían sus maletas cargadas de marihuana prensada y disimuladas en paquetes de galletas.
Miguel el “Valladolid” propuso que para celebrar nuestra despedida fuésemos todos a pasar un día juntos en Madrid en la sala El Talismán, ubicada en la Gran Vía, entre la calle la Ballesta y el cine Callao. Afirmaba que él ya la conocía, y comentaba que las artistas se desnudaban completamente, bailaban y hacían felaciones en público y luego se sentaban entre losasistentes para tomar unas copas con ellos. Estaba loco, pensé. ¿Seis meses sin ver suesposa y ahora que estaba a dos horas de camino en coche de ella, prefería celebrarsu retorno con unas putas? Media docenade compañeros se fueron con él. Los demásentramos en una cafetería del aeropuerto para tomar café y despedirnos unos de otros. Mi amigo Iñaki me abrazó con los ojos llenos de lágrimas,y nos intercambiamos las direcciones.
—Bueno, espero que nos veamos en alguna otra ocasión—me dijo.
—Los profesionales del montaje, siempre acaban reencontrándose en alguna obra — respondí.
Luego, me despedí de todos yme fui en busca de la zona de Salidas Nacionales, donde reservé billete para Valencia. Detrás de mí, en la cola, estaba Lola Flores, acompañada de una mujer desconocida. Tres horas más tarde, abrazaba a mi esposa y a mis cuatro pequeñines en el aeropuerto deManises. ¡Al fin estaba en casa!
Hola, amig@s: Tengo el kiosco un poco abandonado, la verdad, y os ruego me perdonéis. Estoy bloqueado y no se me ocurre nada para escribir, además de que me falta tiempo. Quizas se deba a la tristeza que me produce tantos días seguidos de lluvia, ¡Con lo que a mí me encanta el sol!
Mientras se me quita la humedad que me mantiene agarrotado y empañando mi imaginación, os invito a ver las fotos que ha hecho mi hijo en su reciente viaje a Lisboa y Sintra pinchando aquí.
Otro poema de mi amiga Claudia, la gran poeta argentina que desnuda su alma en cada verso. Os invito a disfrutarlo.
Despedirse tomar el cuerpo, alejarlo. Aventar la ultima imagen que no quiere andar
Despedirse de las manos fuertes que oprimen hasta el alma, que astillan todas las certezas de eternidad.
Despedirse de tu cuerpo/ de la furia de tu boca que me erosiona lentamente con cada beso De tu lengua que transita la orografía de mis caderas hasta alcanzar el abismo. Rajando todos los espejos en los que me miro…
Mimujer, tan observadora ella, me dice que me parezco al Sr. Rajoy,jefe de la oposición, y que ésa es la única razón por la que no se muestra mimosa conmigo, me niega los besos y me da la espalda en el lecho.
Me reprocha que a la vejez me haya cambiado de chaqueta en estos momentos de crisis y haya adoptado la imagen del lider del PP. y que… ¡Vaya elemento que estoy hecho!
Y mi Carmen no atiende a razones, no me deja que le explique. ¡Vaya tela, marinera!
¿Me encuentran ustedes algún parecido con ese hombre? ¿Tengo yo cara de estreñido? Porque lo único que tenemos en común ese hombre y yo es la barba, y de barbudos los hay a millones, así que he mirado a mi niña a los ojos y he dicho:
«Carmen, te lo ruego: ¡No me toques los cojones!
¿Cuándo me has visto tú subirme a un helicóptero y caerse el aparato al suelo?»
Y yo no tengo nada contra ese hombre, que conste. Yo lo respeto; pero no lo quiero.
Y que me haga el favor de quedarse en su casa y mantenerse bien lejos.
Anoche mi esposa me pidió, por favor, que me afeitase para no pensar en él cuando me besa. Y yo me he puesto rojo encendido de vergüenza, y le he dicho, levantando la voz más de la cuenta:
« ¡Que se afeite él si quiere; yo no lo hago porque hace mucho frío! Que yo tengo que ahorrar electricidad porque el sueldo no da para más, mi garganta es delicada y el vello me sirve de abrigo. Y porque me duele la cabeza cuando recibo facturas de ENDESA.
No como él, que para gastar no echa cuentas: por donde quiera que vaya, en su casa o en el Congreso, tiene calefacción central. ¡Y encima no paga la cuenta!
Pues a resultas de la discusión de ayer, mi mujer me ha tirado a la calle. Y llevo todo el día en un parque nevado, sentado en un banco aguantando esta ola de frío con la barba echa una escoba de áspera que está, las manitas congeladas y mi hermano pequeño encogido
Que dice ella que cuando me afeito tengo la piel suave como el culito de un niño. ¡Ea! Otra cosa nueva: ya no le gusta el mío.
Así que por favor os lo pido, expresad vuestra opinión en un comentario, para que lo lea mi Carmen y pueda yo decidir qué hago.
Preguntas:
¿Entre el Rajoy ese y yo existe algún parecido? ¿Debo quitarme la barba y morirme de frío? ¿Puede una esposa negarse a besar al marido porque el rostro de éste le recuerda a alguien que produce escalofríos?
Pues aquí me quedo esperando vuestra sabia opinión, queridos míos; pero no la demoréis mucho, por dios, que me estoy quedando en este banco tieso como un pepino.
Durante el pasado diciembre y lo que llevamos de este mes, he leído algunos libros:
En busca del Unicornio,de Juan Eslava Galán; Los funerales de la mamá Grande; La hojarasca, ambas de García Márquez, y La Catedral del Mar.
En busca del Unicornio me echaba hacia atrás al principio debido a su formato: letra excesivamente pequeña y el texto apretado, apenas sin puntos y apartes. Pero la historia del joven escudero del Marqués me atrapó: un joven que se bate valientemente contra los franceses en una famosa batalla en las cercanías de Bailén llama la atención del Rey, quien, en premio por su lealtad, le nombra caballero y le ordenaviajar a África en busca de un caballo que, según decían los nobles y mercaderes que visitaban la corte, tenía un único cuerno en la cerviz, cuyas propiedadesafrodisíacas eran inmensas.
Y acompañado por una comitiva de67 personas: unfraile, una muchacha virgen celosamente guardada en una carroza para ofrecérsela en sacrificio al Unicornio, un grupo de soldados a caballo y algunos esclavos, se lanzó a la aventura.
El caballero atravesará el desierto, luchará contra los Tuareg, contra los negros de Mali, contra las tribus negras deenanos, contra las de los gigantes. Incluso se planta en una ocasión con su ballesta delante de un enorme león y lo vence, lo que lo convierte en dios antes la tribu que lo acompañaba. Atraviesa selvas y picado por mosquitos y arañas coge toda clase de enfermedades. Poco a poco van pereciendo todos sus acompañantes y los que sobreviven desean morir, tales son las calamidades que sufren. Después de atravesar toda África hasta llegar a Mozambique,regresa solo y es encarcelado en un castillo de Setúbal, de donde escapa. Tras 17 años de ausencia, llega ante la corte con un extraño botín.
Es un libro escrito en castellano antiguo, el mismo que usa el autor de Diario de abordo de Cristóbal Colón. Ganó el premio Planeta en 1987
El libro Los funerales dela mamá Grande lo terminé con mucho esfuerzo. Son cuentos, y si uno no te gusta pasas al siguiente; pero la novelaLa hojarasca la dejé a medias, decepcionado
Ambos libros me recordaron las tomas falsas que muestran al final de algunas películas, tomas que no salen en ellas por defectuosas y que aprovechan para otras cosas: en este caso, al leer los libros, tenía la sensación de estar leyendo capítulos sueltos que hubieran sido desestimados para formar parte de «Cien años de soledad», en los que se habla de Macondo, el coronel Buendía y la mamá Grande con historias inconexas. Eran los dos que me quedaban por leer de García Márquez, y aunque haya otros no los leeré, pues si ya me había decepcionado con «Historia de mis putas tristes», ahora con estos dos se colma el vaso.
La Catedral del Mar es un libro cuyas doscientas primeras páginas absorben al lector; luego pasa por un tramo algo monótono para volver a atrapar la atención en las últimas doscientas páginas de tal modo que uno se sumerge en la historia y ésta llega a su fin inesperadamente, dejando un regusto agridulce.
Me ha gustado mucho, es una historia bien documentada ambientada en el siglo XIV. En ella aprendí muchas cosas nuevas sobre Cataluña y me confirmó otras que ya conocía: sus orígenes, sus fueros, sus luchas clandestinas. La Inquisición, que comenzó en Barcelona doscientos años antes que en ninguna otra zona de España; el poder de la Iglesia y del Papa, quien podía derrocar reyes o conceder reinos. Supe de la crueldad y avaricia de los obispos de la Inquisición.Bastaba una denuncia anónima para apresar a alguien, hacerlo confesar de crímenes como el de no ir a misa o ser amigo de judíos para ser quemado vivo en la plaza. ¡Y todos sus bienes pasaban a manos de la Iglesia! No es de extrañar, pues, la barbarie que cometieron los avariciosos frailes dominicos. El uso del derecho de pernada por los nobles es descrito con tal realismo que destroza el alma, un derecho que estuvo en vigor en Cataluña hasta1486
Es la primera obra de Idelfonso Falcones, un autor novel, que a pesar de haber recibido desagradables críticas por los puristasen cuanto a su calidad literaria, tal como las recibió el Código Da Vinci, no deja de merecer un gran respeto al conseguir saltar a la fama con su primera obra y que de éstase hayan vendido millones de ejemplares en todo el mundo. He leído una crítica demoledora hacia el autor en la que se le acusa de "haber acudido a un taller de escritura, lo que demuestra que no es un escritor", y yo reto a este señor a que escriba su propia novela y la publique para que comprobemos si es tan interesante como esta. Es muy fácil criticar intentando destruir el trabajo de cuatro años del nuevo autor, pero yo digo como aquél: «Obras, obras son amores, y no buenas razones», y mostrar sus obras es lo que debería hacer ese crítico endiosado que escribe, intuyo, corroído por la envidia. Creo que tantos millones de lectores como ha conseguido La Catedral del Mar no pueden estar todos equivocados. Significa que la gente lee para distraerse y aprecian una historia absorbente mejor que una sucesión de palabras bellas que no les dice nada. Libros como éste incitan a la lectura, y convierte en lectores asiduos a jóvenes y menos jóvenes que habitualmente ocupan su tiempo de ocio con otras cosas.
Me ha gustado tanto el libro que he buscado en Internet fotos e información adicional de esa bonita y original Catedral del Mar, que se construyó en sólo 54 años. La llamada Catedral del pueblo, porque fue construida por y parael pueblo. Os la recomiendo.
SINOPSIS publicada por la editorial:
Siglo XIV. La ciudad de Barcelona se encuentra en su momento de mayor prosperidad; ha crecido hacia la Ribera, el humilde barrio de los pescadores, cuyos habitantes deciden construir, con el dinero de unos y el esfuerzo de otros, el mayor templo mariano jamás conocido: Santa María de la Mar.
Una construcción que es paralela a la azarosa historia de Arnau, un siervo de la tierra que huye de los abusos de su señor feudal y se refugia en Barcelona, donde se convierte en ciudadano y, con ello, en hombre libre.
El joven Arnau trabaja como palafrenero, estibador, soldado y cambista. Una vida extenuante, siempre al amparo de la catedral de la Mar, que le iba a llevar de la miseria del fugitivo a la nobleza y la riqueza. Pero con esta posición privilegiada también le llega la envidia de sus pares, que urden una sórdida conjura que pone su vida en manos de la Inquisición...
La catedral del mar es una trama en la que se entrecruzan lealtad y venganza, traición y amor, guerra y peste, en un mundo marcado por la intolerancia religiosa, la ambición material y la segregación social. Todo ello convierte a esta obra no solo en una novela absorbente, sino también en la más fascinante y ambiciosa recreación de las luces y sombras de la época feudal.
Ahora ya puedo disfrutar de estos dos libros, regalo de reyes de mi esposa, dos obras de autores que me encantan:
Como bestias carroñeras, los bancos y otras muchas entidades han preparado mesa y mantel para darse el banquete a costa de las víctimas de Haití.
Las entidades bancarias y cajas de ahorros, que ostentan en sus oficinas diferentes huchas y cuentas solidarias en la lucha humana contra el cáncer, el sida, el hambre, Médicos sin fronteras, Caritas, etc. Cuentas de cuyas recaudaciones nadie controla el destino (¿Quién dona una pequeña cantidad y se molesta luego en pedir explicaciones de dónde ha ido su dinero? ¿Quién controla a la hora de declarar los donativos las cantidades recaudadas? ¿Quién no ha oído alguna vez la denominación “Caja B”? Y ahora, aprovechando el tirón publicitario de los medios gubernamentales y de las televisiones y emisoras de radio moviendo nuestros corazones a contribuir con lo que podamos en favor de Haití, van estos señores banqueros y cobran por transferir el donativoImagen de Xanaz.blogpost.com Veamos: En mi Caja de Ahorros, una transferencia a una cuenta nacional de otra entidad tiene un coste mínimo de 3 euros. Ignoro la tasa que tienen por realizar una operación internacional, sirva el ejemplo de que por ingresar en mi cuenta un cheque de la Wersten Unión por valor de 20 dólares, me cobraron 7 euros. «Tarifa mínima», me dijeron al protestar por el abuso.
Continuemos: Si un millón de españoles decidimos ingresar 10 euros en una de las cuentas que aparecen en la televisión, resulta que los bancos ingresan como mínimo 3 millones de euros, quinientos millones de pesetas, gracias al terremoto asesino de Haití. Aquí no cuenta la solidaridad, sino el negocio. ¡Buitres carroñeros que se alimentan de los cadáveres!
¡Ya no recuerdan la solidaridad del Gobierno hacia ellos, cuando les entregó sumas enormes para sanear sus cuentas y tapar sus errores en la gestión del dinero de los ahorradores! Nunca le perdonaré a este Gobierno el haber entregado nuestro dinero a la Banca en vez de a los ciudadanos que se quedaban sin trabajo y no podían hacer frente a las hipotecas.
Me parece bien que el Gobierno le compre las viviendas a una entidad que ha prestado temerariamente su dinero a gente insolvente y se haya quedado sin liquidez al no ingresar las cuotas de las hipotecas. En este caso el banco recupera su inversión y las viviendas pasan a titularidad del Estado, que debe arreglárselas con los deudores para cobrárselas mediante un alquiler o dando más facilidades a los que se quedaron sin empleo.
Pero no ha sido así: el Gobierno les ha entregado miles de millones de euros a los bancos irresponsables para sanear sus cuentas y recuperar sus inversiones; pero éstos mantienen las hipotecas de las viviendas y desahucian a los que no las pagan. Así las venden dos veces. Negocio redondo con la complicidad del Estado.
Y ayer, en el telediario, la Vicepresidenta del Gobierno aseguraba que « El Gobierno está negociando con la patronal de la Banca para evitar que cobre el coste de las transferencias de los donativos a Haití». ¡Tienen que negociar! Por lo visto los banqueros no desean renunciar a una tarta que le llega del Cielo sin costes de promoción.
Qué pena que Dios sólo se cebe en los países vulnerables, ya esquilmados por el hambre y la enfermedad. Porque Dios existe, prueba de ello es que el Vaticano y los grandes edificios de culto religioso siempre se han mostrado inmunes a terremotos y bombardeos, mientras que hospitales, colegios y viviendas no han disfrutado de esa protección. Siento vergüenza del Sistema, de mis gobernantes, de los bancos en que me veo obligado a tener una cuenta para que ingresen mi pensión y a domiciliar los recibos. Siento vergüenza de comprobar cómo nos manipulan y de cómo nos dejamos manipular.
Siento una pena enorme por las víctimas del terremoto, pena por las familias destrozadas que dejan; pena por todos los hermanos haitianos que llevan cincuenta años sufriendo el atropello de sus derechos por los dictadores de turno, la familia Duvalier, que amasan fortunas en detrimento de sus gobernados con el beneplácito de los países más poderosos del mundo. Siento vergüenza de mí mismo por ser parte de este sistema al que llamamos "el menos malo" y permite que sucedan estas cosas.
Me levanto de la cama y veo que no llueve. ¡Alegría, me levanto de la cama y no llueve! Sonríe, Sol, entre las nubes te engrandeces Reflejado en las aguas del Guadalete
¡Ya no llueve, ya no llueve! Has salido, Sol, todo se mueve: Las mujeres, al mercado. Los niños, a las escuelas. ¡Al casino, jubilados! Los amantes, adonde siempre
Que con tanto frío , ¡Ay Señor! Mi pilila se había encogido. La lluvia derritió la nieve, y acabó con el frío;
mi hermanito ha crecido.
¡Señor, me has dado un respiro!
En la carretera helada, rodeados por la nieve, los novios se calentaban, abrazados temblorosos, tiritando se entregaban
¡Ya no llueve, ya no llueve! «Que salga el sol y me caliente», decía un pobre viejo, sentado junto a la fuente
El pobre se había asustado porque fue a orinar, y con el frío, tenía el pito agarrotado, duro como un pedernal, ¡ y sin habérselo tocado! Y el hombre lloraba de alegría por su nuevo potencial.
Pasaban los quita nieves en la carretera de Madrid. Mi coche estaba en medio de un olivar, se me fue, descontrolado, al tener yo que frenar. Y mientras la nieve caía y caía, en el coche encerrado con mi mujer, recordamos el maravilloso día, en que nos entregamos una vez.
Era un Citroen Diane 6, descapotable él. Ella se puso de pie, yo acariciaba sus nalgas y ella decía: ¡Hazlo otra vez!
Y cerramos la capota, Y nos tumbamos en la banqueta, y el Citroen empezó a bailar, y llegaron los guardias, a querernos rescatar.
«Mire usté , zeñor guardia, que no no paza ná, y perdone usté, no le preocupe zi hace frío: nozotro lo aguantamo bien». Decía mi mujer.
Y ese día de nieve todo acabó bien, ¡qué les voy a contar! Las máquinas quitaron la nieve y mi mujer se quedó preñá.
Que ya no llueve, que ya no llueve, que ha salido el sol. La gente sale a la calle, los niños juegan en el parque, los perros mean en los árboles, los viejos toman el sol, las marías van de compras, los albañiles trabajan los maestros dan las clases y yo que no hago nada, le miro el trasero a mi mujer y sin poderme aguantar, le digo: «Ven para acá, niña,
volvamos a jugar!».
Y ahora que el sol nos mira por la ventana nosotros nos arrullamos en la cama ¡Que nieve, que llueva, o que salga el sol por Antequera! Que yo me quedo abrazado a mi mujer mientra ella quiera