De todos es sabido que nadie da duros a pesetas, que lo barato resulta caro y que te pueden dar gato por liebre.
De lo cual se deduce que lo bueno tiene su precio y se vende solo sin necesidad de regatear o de regalar otras cosas.
A ver si me explico, no sea que crean ustedes que desvarío a causa de la edad o del mal tiempo:
¿Creen ustedes que un verdadero jamón ibérico, aunque sea de recebo, con la denominación Jabugo o Guijuelo, se puede vender por 130 euros y además te regalan un queso y seis botellas de vino de Rioja?
Estuve trabajando en Guijuelo durante los años 2000 al 2002, y por entonces en la fábrica de jamones El Rubio ya me costaba 30 mil pesetas(180 euros) un jamón de recebo de 6 kilos. El de bellota no podía permitírmelo, ni aún menos el de denominación de origen, que se iba ligero en busca de las 85 mil pesetas = (500 euros).
Hace dos años que no compro alimentos en Carrefour, y fue por causa de las ofertas de jamones navideños. Durante tres años consecutivos piqué, reclamé y acabé con ganas de incendiar el almacén. No habrá una cuarta vez, lo prometo con la mano extendida sobre la tapa del Código de Circulación, el libro del Mormón, la Biblia o el Corán, les dejo elegir.
La primera vez me convenció un jamón ibérico de recebo, de la Sierra Morena, del pueblo cordobés Los Pedroches. El empleado en la sección de jamones del Carrefour sacó una aguja de madera y la hundió en el jamón y me la dio a oler. Sabía a gloria, una gloria de jamón. La boca se me llenó de agua, bajé la mirada humillada ante el experto y con una sonrisa entregada tomé el jamón y lo eché en el carrito. Al llegar a mi casa le quité el traje y lo dejé en pelotas; fue entonces que me llamó la atención una frase de color azul, estampada en un costado: «Jamón procedente de Hungría».
Lo probé: estaba rico, rico, rico; excelentemente curado y en su punto de sal; pero no era español. ¡NO PODÍA SER IBÉRICO!
O sea: en determinada empresa, traen los cerdos de Hungría, los descuartizan, los cuelgan para que se curen en sus secaderos y luego los venden como ibéricos de Sierra Morena.
Me apresuré a quitarle la frase estampada para evitar algún brote de racismo, y nadie supo por esta boquita mía que el animalito era un inmigrante. Con papeles; pero inmigrante.
Al año siguiente, otra experiencia: era en Nochebuena, ya habíamos cenado y la familia al completo miraba el programa especial en la televisión, cuando de pronto salió un anuncio de Hipercor: Un jamón ibérico de seis Kg. más seis botellas de Rioja, todo por 100 euros.
Supongo que no hace falta insistir mucho para que os creáis que el día 26, a las diez de la mañana, ya estaba yo esperando que abrieran la puerta para hacerme con un jamón. ¿Cierto? Pues eso.
El jamón estaba regular, se podía comer; pero el vino tenía un sabor tan fuerte a corcho que lo hacía imbebible. Cogí el coche, invité cortésmente a subir al jamón y al vino, y recorrí los 20 Km. que me separaban de Hipercor; una vez dentro fui al mostrador a reclamar, presentando el lote de la oferta y tiket del dinero de la compra,.
«¿Y qué espera usted por cien euros?», fue la respuesta del empleado. «Espero y tengo el derecho a que lo que compro está en buen estado, o si no, que hubieran avisado de que el vino estaba malo. Publicidad engañosa, se llama a eso»
«No hay problema, le devolveré el dinero», me respondió.
La última vez que yo compré un jamón en Carrefour era en verano, y me sedujo una oferta de un jamón ibérico de Guijuelo, de recebo, por 130 euros con un queso manchego de 1kg, de regalo.
El jamón estaba crudo, cortabas una loncha y parecía un filete. Fui a devolverlo y exigí mi dinero. Nada, no me daban dinero sino que lo cambiaban por otro. ¿Dónde he oído yo esa frase que dice «Si no esta contento, le devolvemos su dinero»? ¿No es en Carrefour?
Pues no había manera. El empleado me lo cambió por otro y me dijo que probase y, si no salía bueno, entonces me devolvía el dinero. Tres veces tuve que volver con el mismo tema: jamones tiernos.
Es lógico que todos los jamones de la misma oferta estén en las mismas condiciones: vienen en el mismo transporte y proceden de la misma casa y la misma serie de curación.
A la tercera exigí la hoja de reclamaciones y sólo entonces accedieron a reintegrarme el dinero. ¡Cuatro viajes de ida y vuelta con el coche! Casi gasto más en gasolina que en el jamón.
Desde entonces no he vuelto a comprar alimentos allí. Quizás algún libro o electrodoméstico cuando tocaba hacer recambio; pero alimentos, nunca. Han perdido un cliente que durante 26 años se dejado mensualmente algo más de la cuarta parte de su sueldo en su tienda.
Ahora compro casi todo en Mercadona. Suelo comprar cuatro o cinco jamones ibéricos, de recebo, de Guijuelo o de Jabugo cada año. Hasta hoy no he tenido motivo para ninguna queja. Pero no son ofertas de jamones con regalos que se traen para la campaña de Navidad. Esta tienda los tiene durante todo el año, sin regalos de quesitos ni vinos malos, y te lo dan a probar.
Para finalizar el tema y corroborar lo que digo, les cuento que hace una semana vino mi hijo mayor con su familia desde Valencia y un día fue al Carrefour para dar un paseo por las tiendas. ¿Y sabéis que compró?
¡UNA PALETA DE JAMÓN IBÉRICO DE RECEBO! Mi nuera leyó mal y donde ella entendió Pata Negra decía Capa Negra.
¡El jamón está crudo! Viene acompañado de un queso curado de oveja, algo pasado de sal.
Para no hacerle pasar por el calvario que pasé yo, y para no estropear el detalle y la ilusión del regalo, nos lo estamos comiendo en lonchas muy finas.
Otra cosa: el turrón.
He visto en algunas tiendas tabletas que tienen casi el mismo precio que el año pasado, pero al examinarlas he visto la trampa: pesan un 33% menos. Las tabletas de turrón siempre han pesado 300 gramos; pero ahora he visto algunas de las mismas marcas que compré el pasado año por 3´50 euros la pieza y hoy cuestan lo mismo, pero pesan 200 gramos en vez de 300.
Creedme, amig@s: vale más comprar en una tienda de confianza en el barrio donde vives que querer encontrar duros a pesetas en las grandes superficies.