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jueves, febrero 03, 2011

SE HACE CAMINO AL ANDAR

Ayer me fui a caminar solito, aprovechando el soleado día. Hacía meses que no hacía ningún ejercicio y las adiposidades se pegan a mi cuerpo como nidos de golondrinas a los balcones.
Tomé dirección al centro de la ciudad, la atravesé, siguiendo la orilla del Guadalete, y caminé recto hasta la playa de la Puntilla.


























La marea estaba baja, la orilla estaba lejos y había que atravesar
una franja de arena de trescientos metros.
























Continué mi marcha por el espigón hasta que se cortó el camino al llegar al mar. Ignoro cuántos metros de muro le ganaron al mar para encauzar el río y proteger la playa, pero tardé 25 minutos caminando de prisa en recorrer el espigón de principio a fin.

















El camino lucía la erosión causada por el mal tiempo en estos últimos años y había hoyos y rocas a punto de desprenderse y caer rodando al agua.


















Dos o tres catamaranes llenos de turistas me adelantaron y continuaron su viaje a Cádiz.




















































Por el río el barco navega como una seda, no se nota ninguna sacudida; pero cuando sale del espigón y se adentra en la bahía, da tal respingo que parece que el navío haya visto emerger a Neptuno con su tenedor, y a partir de ahí comienza un tramo de unos trescientos metros de turbulencias que hace que algunos pasajeros sientan fatigas. Son las corrientes de agua que entran con fuerza del Atlántico en la bahía.


















Al otro lado del río hay otro espigón que protege de las corrientes a la Playa de Valdelagrana. En su extremo, cara al mar, divisé la silueta de la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, encaramada en un pilar. Ayer no saludaba a nadie y no lo tuve en cuenta. La comprendo, la pobre mujer toda la noche aterida de frío, soportando un viento helado del norte. ¡Vamos que la cosa no estaba para milagros!, y si algún marinero necesitara de su ayuda no creo que ella moviera un dedo. Y que me perdonen los creyentes, ¿pero cómo va a mover un dedo una virgen de piedra?
Por que virgen sí lo es, no creo que nadie hay intentado penetrarla… Aunque vete tú a saber, pues, como dicen por aquí « Hay gente pa tó».
A lo largo del camino había varios hombres con cara de haber pasado mucho frío, pues, al parecer, habían madrugado mucho para colocar sus cañas de pesca e intentar llevarse el cestito lleno de pescado para casa, pues con 400 euros una familia no puede vivir y hay que ayudarse de una forma u otra para llegar a fin de mes.


















Se movían de un lado a otro contando chistes y gastando bromas a los que estaban más abajo, junto al agua. Ya veo la escena: un hombre sentado abajo con su caña y los de arriba empujando una de las rocas que están en equilibrio a punto de caer hasta que ésta sale rodando y aplasta al pescador. «¡ Hijoputas, cabroneeeees!», grita el pobre bajo la piedra, y los otros le dicen:
« ¡No te enfades, joé, no aguantas ni una broma, maldita sea la leche que has mamao!»
En fin, que ayer hice 12 kilómetros de marcha en dos horas y media y llegué rendido a casa, justo a la hora de comer.
Observé que la crisis sólo se nota en los escaparates de las tiendas y en los numerosos comercios de toda la vida que ahora están cerrados. Por lo demás, la gente vive alegre, en los bares están los de siempre y sólo se habla de la liga de fútbol, del Cristiano o del Messi, y del Carnaval, que para eso sí hay dinero, aunque en Cádiz sólo trabaje uno de cada tres, soportando un 33% de paro.










jueves, enero 27, 2011

SOY LIBRE



















Se pierden en la noche del tiempo los momentos de alegría y de sueños que compartí contigo. Difuminada está tu imagen en la niebla; ya no escucho en mi mente la dulce voz y las cristalinas risas que atravesaban mis oídos y erizaban mi piel, derritiendo mi alma castigada por los avatares de la vida.

Hoy me siento libre, se rompieron las cadenas que a ti me ataban y me impedían vivir. Hoy ensancho mi pecho y aspiro el aire limpio; vuelo y veo el mundo desde lo alto, y aparece diáfano el horizonte en todas direcciones…

Entiendo que te había sobrevalorado, que no eres la singular estrella capaz de iluminar mi mundo, ni siquiera eres estrella sino vulgar reflejo en el espejo de la luz de los luceros.

Nada haces que no tenga un determinado propósito, todo lo has perfectamente calculado. Lo demás: tu proclamada sensibilidad, tu amor y tu humildad es puro teatro.

Hoy me siento libre, ¡sí, libre al fin! Puedo volar, y vuelo.

martes, enero 25, 2011

DOS AMIGOS
















La Naturaleza
no se había mostrado generosa con Pablito, quien, a sus nueve años, tenía escasas luces y era mudo.

Había nacido sobre un colchón de paja tirado en el suelo en el interior de una choza anexa a las cuadras de un cortijo, donde sus padres trabajaban desde siempre.

El padre cuidaba de los dos hermosos corceles blancos de raza árabe que habitaban los establos, los ensillaba y los tenía listos para cuando el amo, don Francisco Sánchez, y su hijo, el señorito Juan, decidieran montarlos. La madre se ocupaba de la cocina y las labores de la casa.

Pablito adoraba a los caballos y los contemplaba, ensimismado, cuando salían de las cuadras al paso y, de pronto, al sentir las espuelas en los costados, se encabritaban y se lanzaban al galope, complaciendo a sus amos. A veces, absorto en el espectáculo, no se daba cuenta de que estaba en medio del camino, y recibía el varapalo del señorito:

« ¡Quita de ahí, niño estúpido!»

Y su padre corría a su encuentro, maldiciéndolo, y le cogía por la oreja y le empujaba adentro de la cabaña. Ésa era su vida, así pasaron los años.

Un día, un perro famélico apareció en el cortijo. Nadie sabía de dónde venía ni quién era su dueño. El animal se acercó a Pablito meneando el rabo, y el niño le puso la mano en la cabeza y acarició su pelaje. No hizo falta más preámbulo para que ellos se entendieran y se hicieran amigos.

Pablito le daba trozos de pan duro y restos de la comida que tiraban los señoritos. Todos los días se iban juntos a deambular por la dehesa; el niño lanzaba piedras y palos para que el perro corriese a recogerlos, y, cuando se cansaban, jugaban a pelearse en la hierba. El sol brillaba en lo alto, la piara de cerdos ibéricos rebuscaba las bellotas bajo las encinas, mientras el niño revisaba las perchas y cepos en busca de alguna incauta presa. De noche, el perro se tumbaba a su lado en el jergón, y, al menor ruido, estiraba las orejas y ladraba para ahuyentar el peligro.

Un día, el amo entró muy irritado en la choza cuando Pablito se tomaba un tazón de leche migada con pan duro que su madre le había puesto para desayunar, y le dijo a su padre que estaba agotado y sufría de los nervios, pues no podía dormir casi ninguna noche porque el perro ladraba mucho y lo despertaba.

—Así que llévate al perro y mátalo. No quiero verlo más, ni aquí ni por la dehesa.

—No se preocupe usted, don Francisco, que esta tarde, cuando vaya al pueblo por la compra para la señora, me lo llevaré y acabaré con él para que no moleste más.

Y Pablito se agarró a la mano del amo y comenzó a ponerse rojo. Sentía un ardor subirle desde el vientre hasta el pecho, intentaba hablar y decirle que él enseñaría al perro a estar callado; pero las palabras no salían de sus labios y el amo le empujó desdeñosamente.

—¡Quita de en medio, idiota! Entre tú y el perro, me tenéis harto. Prepárate si cuando yo regrese esta noche me encuentro al perro.

Y aquella noche el perro no estaba. Ni el niño tampoco. Ambos habían huido y caminado durante horas, atravesando ríos, montes y cañadas. Y, cuando les sorprendió la noche, se sentaron bajo una encina y se repartieron el pan y el tocino que Pablito había sustraído de la cocina. Luego, extenuados por la agotadora caminata, se tumbaron sobre la hierba y se quedaron dormidos con el monótono canto de los grillos, bajo la atenta mirada de un mochuelo que vigilaba el camino desde una rama.

La noche estrellada de enero extendió sus sábanas de escarcha y cubrió con mantas de aire helado a las dos criaturas, quienes, abrazadas, compartiendo el amor y el calor de sus débiles cuerpos, se quedaron dormidas.

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domingo, enero 16, 2011

¡ANDALUCÍA ES DE CINE!



La noche es más larga si transcurre en una sala de hospital. En serio.

Hacía diez años que no pasaba una noche en el hospital de Puerto Real y después de ese tiempo pocas cosas han mejorado, a pesar de los enormes gastos en publicidad que ha realizado la Junta para convencer de lo contrario:

Han pintado las paredes y han eliminado una de las tres camas, dejando más espacio para moverse; han puesto dos taquillas para que cada paciente guarde su ropa. Antes había clavos en las paredes para colgar las perchas. Las camas son nuevas y con mando a distancia para cambiar de posición. Antes eran las clásicas y viejas camas de hospitales y horfanatos, echas con tubos de hierro pintadas de blanco, y con una manivela para elevar el cabezal.

Para los acompañantes no ha cambiado mucho, aunque éstos realizan muchas veces la labor que deberían hacer los enfermeros que hacen la guardia, pues cobran por ello y se pasan la noche durmiendo, a menos que los llames por el timbre.

Colgado de una alcayata en el muro destaca el cartel de la Junta:

DERECHOS DE LOS PACIENTES: Recibir atención sanitaria en condiciones de igualdad, sin que pueda ser objeto de discriminación por razón alguna, respetando su personalidad, dignidad humana e intimidad.

· Que se le ofrezca la atención, las prestaciones y servicios sanitarios disponibles que se consideren necesarios para cuidar su salud.

· Que se realicen todas las acciones oportunas que, junto a la atención a su proceso, tengan como fin reducir y paliar el sufrimiento y el dolor tanto en aquellas situaciones críticas como ante el proceso de la muerte, de acuerdo con el máximo respeto a la autonomía, la integridad y la dignidad humana.

¿Y eso se cumple? Veamos:

Una semana antes, recibimos una llamada en casa citándonos para el martes, día 12 a las doce del día. Nos dicen que después de las siete no deberíamos comer nada, pues iban a intervenir a la paciente al medio día y que, tras unas horas de observación, nos vendríamos para casa el mismo día.

Llegamos a las 11, una hora antes, para presentar la documentación e historial y recibir información. Nos dicen que vayamos a la sala de espera y que ya nos llamarían. Nos llaman a las cinco de la tarde, ¡cinco horas esperando. Mi mujer sin comer desde las siete de la mañana, sabiendo ellos que es diabética y propensa a sufrir bajones de azúcar si no come! Ahí empecé a acordarme del presidente de la Junta, de la Consejería de Sanidad y de todos sus muertos. Pero no nos llamaban para ingresar, no, aún no. Era para llevarnos a conocer la habitación y el número de cama que mi mujer iba a ocupar. Porque, dada la hora tardía en que iba a ser operada, se iba a quedar ingresada. A las 7 de la tarde vienen a buscar a mi esposa y la llevan a quirófanos; yo debo esperar en la sala de espera, dejando todo el equipaje en la habitación. A las 9 me llaman para decirme que la operación ha salido bien y que mi esposa se halla en la sala de observación. De las dos cosas que había programadas para operar sólo le han hecho una, la del menisco, pues la otra, rotura de ligamento, dice la cirujana que es una fractura muy antigua y no la opera porque mi esposa no tiene treinta años sino 60, y con esa edad no merece la pena.

Puede que a partir de ahora mi esposa no sienta molestias del menisco, pero continúe sufriendo por los ligamentos. Pero si le duele la rodilla y acudimos al médico de cabecera, nos dirá lo de siempre: «Es la edad, no podemos hacer nada.»

¿Pero es que no han leído lo que dice el primer artículo de los Derechos de los pacientes?

Bueno, prosigamos: a las once me avisan de que Carmen ya está en su habitación y que puedo subir. Se queja de la mano, donde el anestesista le ha pinchado tres veces para encontrar la vena, y como ella se quejara el hombre le pide perdón: «Es la crisis», asegura, mostrando la aguja toda doblada, ejemplo de la calidad de los materiales que compra la Junta de Andalucía para recortar gastos. Me imagino al encargado de compras de la Consejería de Salud rebuscando en los bazares chinos las agujas, esparadrapos, tijeras y demás utensilios para uso de hospitales públicos.

Como mi esposa está recien operada, no le dan cena. Pero tranquilos, ya tiene medicación y, además, ellos están al tanto por si necesita algo. Carmen está sedada y pasa la noche adormilada, incluso ronca a veces. Yo estoy sentado en un sillón antiguo, cuyo reposa pies está roto y colgando, estiro las piernas con cuidado por el peligro de que la chapa me corte en los tobillos. Paso las horas intentando dar una cabezada, pero la señora que acompaña a la enferma de la cama de al lado no cesa de arrastrar el sillón buscando mejor acomodo. La miro con cara de asesino, pero la perdono porque es una mujer de cuarenta, está de buen ver y tiene un trasero que invita a soñar.

A las cuatro de la madrugada logra por fin quedarse dormida, y ronca como un venado en celo, ¡ y se tira pedos! Pedos tan sonoros que la despiertan. Ella disimula tosiendo y mira de reojo para ver si yo los he escuchado. Me veo bligado a salir de la sala para respirar, pues si el tabaco está prohibido, nada hay decretado sobre los pedos. «Paciencia, tiempo al tiempo; todo llegará.», dice la estúpida vocecilla en mi conciencia. ¿Pero cómo puede un culo tan bonito estar tan podrido? «Es lo que se conoce por publicidad engañosa. Denúnciala», responde la misma voz en mi interior.

Pero vamos a ver, seamos realistas: ¿Cómo demuestro yo ese fraude ante el juez?

Dos horas más tarde, subo un poco la persiana y contemplo un bellísimo amanecer.

Luego, abro un poco la ventana para que entre aire limpio, y en ese momento recuerdo un cartel del Metro: «Antes de entrar, dejen salir», y yo, que soy respetuoso con las normas, me aparto a un lado para ceder el paso al perfume que ha dejado la vecina, que no es precisamente de Chanel 5, ni de Ester Laude. Ni siquiera de Avón.

A las diez de la mañana nos visitan el médico y el cirujano, y le dan el alta a mi mujer. Pero cuando el reloj marca la una de la tarde aún no me han entregado el documento. Traen la comida para los pacientes, pero como a mi esposa le habían dado el alta ya no se la dan. A esas alturas ya estoy cansado de esperar y voy a preguntar cuándo podremos salir del hospital, y me dice la jefa que vaya a Administración a recoger los documentos y recetas, y que pida las muletas que había recetado la cirujana. Voy de una oficina a otra, pues los administrativos o no están en sus puestos o me dicen que es en otro sitio. La voz maldita y provocadora de mi ego resonaba en el silencioso cerebro: « No te dejes avasallar; esos trámites no debes hacerlo tú, sino que los enfermeros, que cobran de los impuestos, deben traerlo todo a la habitación.»

Pero es tarde y van a proceder al cambio de turnos, y lo que menos deseo es recomenzar desde cero. En Administración trabaja una joven muy guapa con una deficiencia física, que es nueva y no se aclara con los impresos que debe rellenar. A su lado, una mujer con bata blanca le explica pacientemente cómo debe hacerlo. Se lo repite dos o tres veces, para nada. Mientras tanto, yo me subo por las paredes. Al cabo de media hora llega un ATS que conozco porque antes trabajaba en El Puerto en el mismo centro médico al que yo acudo cuando estoy enfermo; él me reconoce, me saluda y me pregunta por mi esposa. Yo le digo que está bien, y que llevo dos horas intentando llevármela del hospital sin éxito alguno. «Paciencia, caballero; aquí sabemos la hora en que hay que ingresar, pero no se sabe cuándo se va a salir».

Son las 13 horas 45, cuando regreso a la habitación con todos los documentos y las muletas. La enfermera jefa le dice a mi mujer que se ponga otra inyección de Clexane cuando llegue a casa.

¿Qué inyección?pregunta mi esposa.
La misma que le pusieron anoche, una para prevenir coágulos del post operatorio responde la otra.

¡Pero si a mí nadie me ha puesto inyecciones!exclama mi esposa

La jefa se la queda mirando, extrañada, se rasca la cabeza (muy educada ella, pues no se iba a rascar el pubis delante de mí, creo yo, pues ¡bueno estaba yo para fantasías!) y se alza de hombros, luego le entrega a mi esposa la receta del Clexane.

Yo, a punto de sufrir un ataque de nervios, le ruego que llame a alguien para que lleve a mi esposa en un carrito hasta el aparcamiento y me dice que vaya ella con las muletas y que yo la acompañe. A punto de cometer un crimen, recojo a mi esposa y la llevo despacito al ascensor y la bajo hasta la entrada del hospital. Luego voy por mi coche y vengo a recogerla. Salí de allí como un apestado, maldiciendo una vez más a los chupópteros de la Junta de Andalucía que no sólo nos chupan la sangre a base de incrementar los impuestos, sino que encima presume de dar los mejores servicios sanitarios de todo el territorio español, como prueba que sea aquí donde se realicen los cambios de sexo y se regalen píldoras para el día después.

Curioso que nos digan que hacen falta más inmigrantes porque ha disminuido la natalidad y peligran las pensiones en el futuro, y por otra parte regalen pildoras para evitar embarazos. ¿Ustedes encuentran eso lógico o es que yo soy demasiado quisquilloso?

¿ANDALUCÍA ES DE CINE? SÍ, DE CINE DE TERROR

viernes, enero 14, 2011

¿CUÁNTOS CADÁVERES MÁS NECESITAIS, MALDITOS?

Los jóvenes son en la actualidad comunmente calificados como irresponsables y/o "ni-nis", y si sufren un accidente enseguida se les culpa porque se supone que van drogados o borrachos.

Y eso no es verdad, nada tiene que ver la juventud, pues está demostrado que, independientemente de su edad, unas personas son responsables y otras no. Recuerdo que un ministro de Felipe González fue cazado por el radar cuando viajaba a 220 km/hora por la autopista.

En el caso que muestra el video, la muerte de un joven en una carretera de mi pueblo natal, Algar, la culpa no ha sido de los jóvenes, sino del Ministerio de Fomento o de las instituciones que han asumido sus competencias. Concretamente, de la Diputación Provincial de Cádiz, a cuyos miembros sólo les preocupa su reelección y conservar el sillón. Aún permanecen carreteras cortadas debido a desprendimientos causados por las lluvias en diciembre de 2009. En 365 días, ¡no han hecho nada!

Hace un año, un joven circulaba a menos de 70 km/hora por esta carretera cuando de pronto su coche patinó en el barro que cubría la calzada. Debido a que no existen vallas de protección en esa curva, que anteriormente ya había ocasionado varios accidentes graves, se fue dar contra un muro de hormigón, pereciendo en el acto.

Ha pasado un año, han vuelto las lluvias y esa maldita curva continúa, un año después, sin ninguna valla protectora. ¿Cuántos muertos se necesitan en este puto país para que los responsables que nos gobiernan olviden sus intereses personales y cumplan con su deber?

Ante la nefasta gestión realizada, y perdida toda esperanza de regeneración política, los ciudadanos se ven en la necesidad de proclamar su enfado por las injusticias que sufren. De momento, lo hacen de forma pacífica: manifestándose por la carretera; luego, si sucede algo que nadie desea, las autoridades dirán que son unos exaltados y lanzarán sus dobermans contra ellos. Sí, dirán cualquier cosa antes que reconocer su incompetencia e hipocresía.

Para más información, pinchar aquí

sábado, enero 08, 2011

ADIOS, AMIGO



Desde hacía una semana, se ahogaba y tosía, no podía respirar ni tenía fuerzas para subir al sofá.
Mi perro Lucero, el que durante 14 años fue para mi familia cojín, juguete, guarda, amigo y leal compañero ya no podía más y mi alma sangraba viéndole sufrir. Con todo el dolor del mundo concentrado en mi corazón, ayer llamé al veterinario y lo sacrificó.
No he dormido nada en toda la noche, aún veo su mirada triste, incrédula, como de reproche por dejar que le inyectaran.
Hoy no valgo nada, me siento mal, muy mal, por haberle quitado la vida a mi mejor amigo. Perdonad que no os escriba ni visite vuestros blogs, no tengo ánimo para nada.

miércoles, enero 05, 2011

LAS ACELGAS CON GARBANZOS DE CARMEN

Foto del blog "Nostalgia bajo la Luna"

Han pasado las fiestas de Navidad y Nochevieja, comienza el nuevo año y luce el sol en la provincia de Cádiz. Mi cuerpo ha aumentado de peso y mi cartera lo ha perdido; se impone, pues, un régimen bajo en calorías y que sea económico. Por eso Carmen, esa andaluza que fue capaz de atarme en corto y conseguir en un año que medio París hablara perfectamente el andaluz antes que ella una sola palabra de francés, me ha dicho:

«Oye, Juani, hoy te viacé un platito de verdura, algo ligerillo de graza y mu baratito, que el dinero zenohaío zin darno cuenta y hay que apretalce el cinturón»

Et voilá:

Plato 1º: LAS ACELGAS CON GARBANZOS DE CARMEN

Ingredientes para dos personas: ½ kg. de garbanzos, 1kg de acelgas, 100g, de pan, ajo, comino, aceite y 2 huevos duros.

Doce horas antes se ponen los garbanzos en remojo.

Se cuecen en la olla las hojas de las acelgas y los garbanzos.

Mientras tanto, en una sartén se sofríen los ajos y el pan cortado en taquitos, y se condimenta con comino y pimentón.

Luego se echan los garbanzos y las acelgas en el sofrito, se mezclan bien y se añade agua del caldo de las acelgas. Dejar hervir 15 minutos hasta consumirse el caldo. Luego se corta el huevo en tiras y se coloca por encima.

2º Plato: GALERAS A LA SAL DE CARMEN

Ahora es el tiempo de las galeras y las hay de dos clases y precios: las de carne y las de coral.

Las de coral son las mejores y las más caras: hoy estaban en la plaza a12 euros el Kg.

Carmen sólo ha comprado medio, y han entrado 20 piezas. Salen, pues, a 0´30 euros pieza.

Se ponen las que se vayan a comer en un plato y se las espolvorea con sal. Luego se introducen en el microondas y se calientan durante cinco o siete minutos. Y ya están listas para servir.

La verdad es que su aspecto engaña: el menú estaba riquísimo, ha sido ligero y no ha pasado de 3´50 euros por persona, incluidos un botellín de cerveza, pan y fruta.


martes, enero 04, 2011

¡YO NO SOY TONTO! ¿O SÍ?

La apariencias engañan , amig@s, y aquí donde ven un hombre mayor con cara de gilipollas, resulta que es un lince y acierta en todos su planteamientos.
Pues resulta que esta desagradable experiencia que viven los fumadores ya la había previsto yo hace cinco años. Incluso daba fechas. No miento, pueden leerlo aquí:
http://ellugardejuan.blogspot.com/2005/12/adnde-vas-espaa.html

Y es que Raphel y todos esos falsos adivinos que aparecieron como setas en televisiones y revistas en los años noventa no me llegan ni al tobillo. Por eso, habida cuenta del éxito obtenido en mis prediciones, les puedo asegurar, sin gran margen de error, que esto no acaba aquí y las prohibiciones estarán al orden del día en los próximos años. Desde que yo predije lo del tabaco, se ha prohibido beber una sola cerveza con las comidas, hablar por el móvil mientras se conduce, tocar los GPS, los detectores de Radars, salir del coche sin chaleco reflectante...
Y se ha ido mentalizando progresivamente a los ciudadanos del poder del Estado con el programa práctico Gran Hermano.

Siguiendo las recomendaciones de la UE, se colocarán cámaras en las farolas y las esquinas de las calles, provistas de un diminuto y potente cañon que enfocará a los que arrojen colillas de cigarros en el suelo, a los que no recojan las cacas de sus mascotas, a los que escupan sobre los parabrisas de los coches aparcados, a los que crucen fuera de los pasos de cebra, a los que se exciten contemplando lascivamente los traseros de las peatonas, a los que abandonen en trabajo demasiadas veces para fumar, a los que abusen de la buena fe del empresario para salir a fumar y aprovechen el tiempo del cigarrito para echar un casquete en el aparcamiento...

Una vez enfocado el infractor, se activará el dispositivo y efectuará un disparo que le enviará una descarga eléctrica que le fulminará, dejándole tieso en el suelo con la lengua afuera, los ojos espantados y la cara retorcida como si hubiera disfrutado súbitamente de un orgasmo múltiple con Lady Gaga.
O con la Vicepresidenta del Gobierno
O con Jorge Javier Vazquez, que el libro de los gustos...

Previamente al disparo, la cámara ya habrá enviado la foto del delincuente a la Jefatura de Policía y a la Delegación de Hacienda, y en cuestión de segundos, antes de que lleguen los Servicios de Recogida de Cuerpos Inanimados, ya habrán comprobado la solvencia del sujeto y redactado la correspondiente denuncia, confiscando sus nóminas y cuentas bancarias.
¿Que estoy loco? Tiempo al tiempo.
También me decían eso en los foros en los que puse el artículo en 2005 , y ya veis si me he equivocado mucho.
¡Bueno, venga ya! Como sé que pasais siempre rápido y no vais a perder el tiempo pinchando en el enlace que os puse antes, os ahorro el tremendo esfuerzo de hacer clik con el dedo, no sea que acabeis herniados, y pego aquí el artículo:

¿ADÓNDE VAS, ESPAÑA?

España. Año 2010.
Carlos se hallaba mirando un expediente en su despacho de la planta 29 de la Torre de Madrid cuando escuchó un ruido raro en la fachada del edificio. Vio el helicóptero parado frente a él durante unos segundos; luego, el aparato fue ascendiendo poco a poco hasta perderlo de vista sobre su cabeza. Carlos se preguntó qué estaba ocurriendo


Desde hacía unos días notaba algo raro en la conducta de sus compañeros, quienes apenas le dirigían la palabra, esquivando su mirada y su compañía con pretextos torpes, inventados deprisa sobre la marcha. De pronto, un hombre enmascarado con una capucha y vestido totalmente de negro irrumpió en su despacho, dando una patada en el cristal de la ventana, que saltó hecho pedazos. Casi al mismo tiempo escuchó unas carreras en el pasillo exterior de la oficina, seguidas de una pequeña explosión que hizo trizas la puerta de entrada a su departamento. ¡Joder!, exclamó. Carlos se levantó rapidamente y corrió hacia el cuarto de baño. Apenas tuvo tiempo de lanzar el objeto al interior del water, cuando fue empujado bruscamente y lanzado contra la pared.

No había tenido tiempo de tirar de la cisterna y el agente del grupo especial de operaciones (GEO) sonrió al ver flotando en el agua la prueba del delito. Se puso unos guantes de látex e introdujo su mano en el receptáculo, cogió el diminuto objeto, lo miró detenidamente y sonrió diciendo:
–Ya te tenemos, de ésta no te libras.
– Eso no es mío; lo has puesto tú ahí dentro –contestó, desafiante, Carlos.
El agente le propinó un rodillazo en el bajo vientre que le hizo doblarse en dos, gimiendo de dolor. Luego le puso las esposas y le empujó hacia fuera del cuarto.
– Ya veremos lo que dices cuando encontremos tu ADN en esa prueba.
– ¿Sí? ¿Podrá sacarla estando empapada de agua?-dijo Carlos, con una sonrisa irónica.
El agente le dio un puñetazo en el estómago y otro en el costado. Procuraba pegar donde no dejase marcas: no deseaba enfrentarse a una demanda judicial por el detenido. Carlos cayó al suelo hecho un ovillo. En eso llegó otro de los agentes que habían entrado por la ventana y con una sonrisa mostró un objeto, prueba irrefutable del delito.
–Lo he encontrado dentro de una carpeta de archivos, en el armario –dijo, enseñándole la cosa que llevaba dentro de una bolsita de plástico transparente.
– ¡Perfecto! –respondió el jefe de la operación.
Al ver aquello Carlos se desmoronó; no tenía escapatoria posible: la prueba era contundente, irrefutable, condenatoria. Pensó que todo había terminado: su vida en la comunidad, su trabajo en aquella importante empresa, sus amigos, su familia… Todo se había ido al carajo por no ser capaz de controlarse.
–Sí, es mío –confesó–; pero no lo uso, lo guardaba como un recuerdo, como un objeto para coleccionistas. Dentro de unos años tendrá un valor incalculable…
– Eso se lo cuentas al Juez. Vamos, ¡andando!–dijo el policía, empujándole.
Todos los agentes abandonaron el despacho de Carlos, cruzaron el pasillo que comunicaba con el resto de las oficinas de la planta 29 y se dirigieron a los ascensores. Mientras esperaba la llegada del elevador, Carlos vio cómo se abrían todas las puertas de las oficinas contiguas y los empleados se asomaban para mirarle, sonriendo con cara de satisfacción por su detención. Algunos incluso aplaudieron a los agentes. Uno de los GEOS llevaba cuidadosamente en la mano la bolsita de plexiglás que contenía la prueba acusatoria: un paquete de tabaco, de la marca Ducados.


Fin
Qué os ha parecido, ¿eh? Es lo que digo: ¡YO NO SOY TONTO!


sábado, enero 01, 2011

¿ YA HA PASADO UN AÑO?

Anoche nos pasamos tres leguas en la cena y luego estábamos viendo una película para evitar el bodrio de programas televisivos cuando de pronto nos dimos cuenta que faltaban seis minutos para la media noche y cambiamos a la primera cadena. Lo dicho: ese Sr. Mota está más quemado que un tubo de escape y la mujer que le acompañaba, canija de carnes y de nombre raro, me hicieron pensar por un momento en el enchufe que debe tener en televisión para que aún nos la impongan después de tantos años. Los seis minutos se me hicieron eternos, hasta que, por fin, bajó el carillón y pudimos comer las doce uvas al ritmo de las campanadas del célebre reloj. Luego continuamos con la peli mientras bebíamos cava y degustábamos los turrones y mantecados, hasta las dos de la madrugada, hora en que salimos a tomar una copa por el barrio.

Y esta mañana tengo la sensación de que se ha detenido el tiempo: el salón está lleno de vasos sucios y sobras del año pasado, quedan algunos polvorones, turrón y mazapán en la bandeja y no sé si estarán caducados, pues abrimos la bandeja el año pasado. En la cocina veo platos de entremeses y medio rollo de pechuga de pavo relleno en una bandeja que harían las delicias de mucha gente que no tienen nada que comer, y siento pena de tanto desperdicio, pues esa carne y esos entremeses se cocinaron el año pasado y ya deben estar caducados.

¡Si al menos los hubiera congelado! No entiendo nada, antes mi familia no era así, tan guarra ni despilfarradora: usaba a diario el lavavajillas y nunca se tiraban alimentos, aunque tuviésemos que comer el mismo menú repetido al día siguiente. ¿A quién se le ocurre dejar sobre la mesa la vajilla sucia de un año para otro? Claro, que el año pasado anunciaron la subida de la luz y tal vez por eso ahora el lavavajillas se muere de aburrimiento. Creo que podré aprovechar los alimentos como hacen en algunos Burguer y bares: echándoles mucho tomate, kepchut o salsa rosa para que no se note que están caducados. Luego, si te vas de vareta y reclamas, te dicen que es por lo que has bebido de más y no por lo que has comido.

¡Cuánto cambian las cosas de un año para otro, he ido a la librería y está cerrada, no hay periódicos! Qué raro, el año pasado estaba abierta y el dueño parecía contento de la marcha de su negocio. A la gente sólo le preocupa guardar las apariencias… Son unos falsos.

Lo que sí ha cambiado es mi aspecto físico, se nota bien que he tenido un bajón: desde la última vez que me miré en el espejo cuando me lavé los dientes después de la cena de nochevieja del año pasado me han salido unas ojeras más profundas que la cueva de Alí Baba y el mentón más descolgado que las tetas de la Duquesa de Alba.

Bueno, no recuerdo si ya lo hice el año pasado, en todo caso deseo felicitaros y desearos un feliz y próspero año 2011 y que los Reyes Magos os traigan muchos regalos, ya que el nuestro no regala nada, todo lo quiere para él.

jueves, diciembre 30, 2010

CONDENADO

El clima no acompañaba, hacía mucho frío y soplaba un viento desagradable que se clavaba como garfios en las orejas y hacía lagrimear los ojos. El fugitivo se ajustó el abrigo y avanzó encogido con las manos en los bolsillos y los brazos apretados a los costados. Las oscuras nubes, amontonadas unas sobre otras, pasaban raudas, desarrollando caprichosas y monstruosas figuras. A lo lejos, el cielo se encendía en cegadores relámpagos, seguidos por el rumor pesado del trueno, que se acercaba produciendo un sonido bronco cual inmensa y pesada bola de acero rodando por la calzada. En breve, las nubes pasarían sobre la ciudad, descargando un fuerte aguacero sobre sus calles y tejados de pizarra.

El anciano caminó unos metros por la angosta calle, con la mirada clavada en la puerta posterior del palacio. Avanzaba lentamente, apoyándose con una mano en la pared, exhausto por la dura travesía que había soportado. Declarado en busca y captura, y perseguido con todos los medios a su alcance por una policía alentada por los medios informativos, que publicaban sus fechorías aumentándolas y distorsionándolas, como es costumbre en ellos, y sabiéndose odiado por la ciudadanía, que le acusaban de todas sus desgracias, el fugitivo había decidido entregarse.

Los guardias salieron a su encuentro y se abalanzaron sobre él, le pusieron las manos detrás y lo esposaron, reflejando en sus rostros el odio que les embargaba y que sólo la obediencia debida a las leyes les impedía manifestar salvajemente contra él. Cuando llegaron a la puerta del palacio, los guardianes le aferraron por los brazos y le condujeron sin miramientos por un pasillo en dirección a una sala en cuya puerta, con letras doradas, había un rótulo: Archivos Generales.

«Acomódate donde quieras y escribe todo lo que recuerdes para que lo tengan en cuenta los jueces que deben juzgarte. Los ánimos están exaltados, ya has sido condenado, y todos claman por una rápida ejecución», dijo el jefe de los guardias, empujándole adentro y cerrando la puerta.

No era el primero, ni seguramente sería el último, que acabaría en aquella sala: en una estantería se hallaban los restos de los anteriores gestores, conservados en el interior de unos cofrecillos rectangulares forrados en piel, cuidadosamente alineados, y en cuyos lados destacaban sus nombres en letras doradas.

« ¡¿Y qué querían que hiciera?! Estaba todo tan mal cuando me encomendaron el trabajo…», exclamó el viejo en voz alta para que lo oyeran desde el otro lado.

Recordó que una semana antes, mientras cenaba en un hostal de carretera, a cien kilómetros de donde se hallaba, había visto en la televisión al Rey, pronunciando su discurso navideño con voz monótona y los párpados semi-caídos sobre unos ojos ausentes y vidriados, repitiendo la retahíla de palabras huecas, ambiguas, que había pronunciado en la misma fecha durante los últimos treinta y cinco años, sugiriendo lo que deberían de hacer los trabajadores para que el sistema funcionase bien. Pero en esta ocasión en su discurso, escrito sin duda alguna por algún ministro del Gobierno, añadió algo que consternó al pueblo: el Rey aprobaba las reformas y leyes promulgadas por el Gobierno y fuertemente repudiadas por los trabajadores y las clases humildes, las únicas víctimas de una crisis creada por la Banca y los especuladores.

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El detenido estaba agotado y sufría una gran depresión. Por lo que había oído y leído en su triste deambular, nadie había respetado su derecho a la presunción de inocencia y ya lo habían sentenciado; no le extrañaría nada que acabasen con él al día siguiente. «Pensándolo bien, me harían un favor: ya no me quedan ganas de vivir.»

A lo largo de su vida sólo había conocido calamidades de todo tipo: ciudades y bosques devastados por inundaciones e incendios; numerosos atracos de maleantes a bancos y joyerías; decenas de mujeres muriendo a manos de sus maridos… Había sentido en su boca el amargo sabor de los prestamos usureros concedidos por insaciables banqueros; había visto a millones de desocupados suplicando comida en los centros sociales; había observado a miles de viejos rebuscando alimentos caducados en los contenedores de basura de las grandes superficies, y en los vertederos; había visto la desesperación en los rostros de cientos de miles de familias desahuciadas, que vivían con sus hijos bajo los portales, bajo los puentes, en las estaciones del Metro y de los trenes; había presenciado las colas de jóvenes estudiosos y titulados universitarios enrolándose en el Ejército o en las compañías de Seguridad porque no encontraban un trabajo donde aplicar sus conocimientos; docenas de ancianos muriendo de frío porque no podían pagar la calefacción; había presenciado el terrible espectáculo que ofrecían los 170 caballos de Boñar muriendo de hambre en un corral porque ni el dueño ni el Ayuntamiento quieren gastarse dinero en alimentarlos; la impotencia y desesperación de cientos de miles de viajeros atrapados durante días en aeropuertos fuera de servicio por causas inconfesables; la desfachatez de los políticos que viven como reyes en otra galaxia, lejos de sus representados, y asegurándose sus sueldos y pensiones mientras recortan las de los ciudadanos…

Dibujo de Sánchez Casas

Pasaron unos minutos y el viejo se dirigió a una ventana y observó a la muchedumbre que se agolpaba en la plaza, ansiosa de espectáculo.

El anciano se quedó observando la actividad frenética que se vivía afuera. De pronto sonó un repique de campana y en la plaza la gente guardó silencio y permaneció quieta, expectante, con los ojos clavados en el reloj de la plaza, sujetando bolsitas de uvas en las manos y botellas de Cava bajo los brazos.

En ese momento un guardia abrió la puerta de la sala y se echó a un lado para dejar paso a un desconocido y dijo: «Este es tu sustituto. Ha querido conocerte antes de partir». El visitante, un joven fuerte y alto, le miró despectivamente de arriba a bajo y le dijo: «¡Que te jodan, mal nacido!»

Seguidamente, salió de la sala y desapareció por el pasillo.

Entonces entró en la habitación un sacerdote con una Biblia en la mano, seguido de cuatro guardias armados.

—¿Ya, padre?— inquirió el hombre.

—Sí, hijo; ya es la hora.

En el mismo instante en que el anciano era ejecutado en la sala desierta de los archivos, en la puerta del palacio apareció su sustituto, que alzó su mano para saludar a la multitud reunida en la plaza y comenzó a caminar entre ellos.

Y todos lo recibían alegremente alzando sus copas y diciéndole: ¡Bienvenido, 2011!

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