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viernes, octubre 20, 2023

REVOLUCIÓN, DE ARTURO PÉREZ REVERTE



He terminado de leer la novela “Revolución”, de Arturo Pérez Reverte: ¡Me ha encantado!

Es un escritor al que seguía desde hace varios años pero que yo había dejado de leer, porque me defraudaron las ultimas obras que leí de él: “Un día de cólera” y “Trafalgar”. Pero con la lectura de éste, vuelvo a ser fan de Reverte.
Lo elegí por el tema que trata: La Revolución de Mexico, en 1910 al 1917. La época dorada de Zapata y Pancho Villa, y porque tengo algunos amigos mexicanos con quienes me comunico casi a diario: Mario Garza, May Durand, Hilda Fuerte , Kennia Fuerte y Kennia Winehouse, y me interesaba conocer esa parte de la historia de su país.
Además, mi pueblo natal, Algar, tiene una relación especial con México:
Su fundador, D. Domingo López de Carvajal, lo construyó hace justo 250 años en cumplimiento de una promesa a la Virgen de Guadalupe, patroma de México, por haberle salvado de un naufragio cuando regresaba de México en uno de sus viajes. De ahí que el 8 de septiembre se celebren en el citado pueblo gaditano las fiestas en honor de su Patrona con ropas, danzas y coros mexicanos.
El tema va de un español, ingeniero de minas que es enviado por su empresa a trabajar en una mina mexicana, cerca de la frontera con estados Unidos. La encuentra cerrada a causa de una revuelta y se tropieza con un grupo de revolucionarios que le piden hacer saltar la caja fuerte del banco más importante y protegido de Ciudad Juarez, una gran ciudad. . Él acepta, pues para él significaba un reto, una aventura que ni se imagina el cambio que le va a dar a su vida. Duelos a pistola, amoríos, sabotajes, condenas a muerte y muertos, muchos muertos y traiciones es lo que conoce al lado de Pancho Villa. Esta escrita en el lenguaje coloquial de los campesinos revolucionarios. Algunas veces he tenido que recurrir al Diccionario.
Os la recomiendo


miércoles, octubre 18, 2023

¡QUÉ VERGÜENZA!

 

Vergüenza siento de los gobernantes del mundo occidental porque usan diferentes varas de medir según sea el país atacado y de qué modo eso influye en sus intereses.
Vergüenza siento de ver cómo todos se alinean junto a Israel siguiendo el ejemplo del Gran jefe, Estados Unidos. ”Israel tiene derecho defenderse”, es la frase más difundida tras el horrible ataque terrorista de Hamas.
Olvidan el origen del conflicto: Durante decenas de años, Israel ha estado expulsando de sus casas y de sus tierras a palestinos para instalarse ellos.
Leemos en Internet:
“El representante de la Cruz Roja para Israel y los territorios ocupados ha afirmado que el establecimiento de asentamientos israelíes en los territorios ocupados es una grave violación de las Convenciones de Ginebra.1718192021
El CICR también sostiene que el desplazamiento de los palestinos que puedan ocurrir debido a los asentamientos también viola el artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra.22”.
Qué pretenden los EE.UU y la UE, ¿que los palestinos pongan alfombras rojas para recibir a los okupas israelíes en sus casas y tierras? ¿No tienen ellos el mismo derecho a defender sus hogares?
En los Estados Unidos está permitido tener armas en las casas para defenderse de ladrones y ataques extraños. ¿Por qué no lo permiten en otros países?
El bombardeo de un hospital lleno de personas civiles inocentes, causando 500 muertos, es algo que nunca se ha permitido en ningún conflicto; pero a Israel se le permite. Puede hacer los que quiera que nadie levantará un solo dedo para impedirlo. ¡Qué vergüenza!
Ayer , el presidente Pedro Sánchez, pronuncio la posición de la UE tras la reunión urgente que habían mantenido los 27 presidentes europeos. Ni una sola mención al bombardeo del hospital ¡Qué vergüenza!
“Hablan de paz, pero se preparan para la guerra"

Territorios ocupados por Israel - Wikipedia, la enciclopedia libre
ES.WIKIPEDIA.ORG
Territorios ocupados por Israel - Wikipedia, la enciclopedia libre
Los territorios ocupados por Israel[1]​[2]​ son aquellos territorios que fueron ocupados militarmente por el Estado de Israel luego de la Guerra de los Seis Días de 1967. Estos se encuentran conformados por los territorios palestinos de Cisjordania (incluida Jerusalén Este) y la Franja de Gaza...

martes, octubre 10, 2023

ANDALUCÍA , AÑO 2040



El vehículo se posó despacito sobre la cima de la montaña y cuarenta jóvenes estudiantes desendieron de él por una escalerilla corta que apareció al abrise la puerta del aerobus "Juan De la Cierva", un dron que funcionaba con la energía eléctrica de su enorme batería, que ocupaba toda la base inferior del aparato.
Dejando atrás el hermoso castillo árabe que controlaba la entrada a Andalucía desde la sierra, el grupo avanzó medio centenar de metros y se reuníó al borde de un barranco con el profesor, quien extendiendo los brazos al frente, les dijo:

— ¡Mirad el paisaje!

Ante ellos aparecía una enorme superficie llana que se perdía en el horizonte, ocupada por espejos que miraban al Sur, y flanquedada enla falde de las montañas por una hilera de molinos de viento que producían electricidad. Desde el llano y hasta la cima de la sierra, el Gobierno lo había converido en un gigantesco parque eólico, cuya estructura se repetía en todos los términos municipales, no habiendo espacio para la agricultura ni ganadería.
Aun así, toda la electricidad producida no alcanzaba para alimentar al inmenso parque automovilístico de la nación. Los alimentos de los supermercados provenían de America del Sur y de África.

—Profesor, ¿ y qué había antes en el valle y la montaña en lugar de espejos?
—Olivos. Esto era un mar de árboles. Teníamos la mayor producción de aceite de oliva del mundo.
— ¿ Y qué pasó?
— La avaricia humana acabó con ellos. Hubo una guerra entre Rusia Y Ucrania y provocó la escasez de energía y cereales. Todo el mundo se sacrificaba lavando a mano rpa y vajillas, y pasando calor y frío para ahorrar en la factura de la luz. El pan y todos los derivados de los cereales subió de precio, y las empresas aprovecharon para subirlo todo, incluso los que nada tenían que ver con la escasez que provocaba la guerra. El aceite, también. En menos de un año triplicó su precio, pasando de 4 euros a 12 . Ante las protestas de la gente , los productores alegaban que no había llovido y los olivos habían producido menos aceite; que la demanda era superior a la oferta y eso producía la especulación. Pero todos sabíamos que no era verdad: el aceite que se vendía era de años anteriores, pues las olivas del año aquel de la guerra y especulación aún estaban engordando en los áboles.
—¿ Y qué tiene que ver eso con que ya no haya olivos aquí?— preguntó otro alumno.
—La gente dejó de comprar aceite de oliva y probó aceite de semillas, un 80% más barato. Con el tiempo, se adaptó a ese aceite y se olvidó del olivar. Los productores no lograban recuperar el mercado nacional ni el internacional, y cedieron ante las ofertas de las empresas eléctricas, que compraron sus tierras para isntalar.estos parque que véis en nuestro entorno. Actualmente. somo un país rico en producir electricidad, en fabricar coches eléctricos y baterías para toda Europa. Pero hemos acabado con el trabajo agrícola y el turismo rural, pues ya no hay nada que ver en nuestros pueblos.
Aparte de parque eólicos, solo podemos ofrecer la visita a las playas y al centro de las ciudades importantes, por sus museos y monumentos.
Pero tanbién el turismo de Sol y Playa está en peligro de extinción en nuestro país: El clima ha cambiado y ahora hace tanto calor en España como en el Reino Unido, Francia y Alemania, nuestros mejores clientes.
—¿Entonces, qué va a ser de nosotros en el futuro, para qué estudiamos?
—Para estar preparados y poder ocupar buenos puestos de trabajo en la hostelería española, ya sabéis que para ser camarero te exigen saber cuatro idiomas. Y para cubrir plazas en el extranjero. Como sin duda habéis visto en los anuncios: en Europa necesitan mano de obra muy bien cualificada en las ramas de Medicina, Ingeniería y Educación.

©Juan Pan García 10 / 10 / 23
El precio del aceite de oliva virgen extra sube un 15,4 % en un mes y medio, según la organización. (EFE/Luis Tejido)








domingo, octubre 08, 2023

EL SUICIDIO DE ESPAÑA

 








Fotos del museo de Arte Contemporáneo de Málaga

¡Buenos días, amig@s! Estuve afiliado al sindicato CC.OO en dos comunidades desde 1978 hasta el 1991. Fui secretario local del Metal en El Puerto de Santa María desde 1986 hasta 1990. Siempre que voté fue a la izquierda, y pegué muchos de sus  carteles en campañas electorales.         Pero ahora veo con tristeza que esa misma izquierda, que siempre voté, está llevando a España al suicidio como nación,

Todavía quedan unas semanas hasta la investidura. Ojalá den marcha atrás. No es ético ni lícito anteponer los intereses personales al de la Nación.

" Españolito que vienes al mundo; te guarde Dios". A. Machado


sábado, octubre 07, 2023

DE REPENTE NO HAY PÁJAROS

 Por fin ha hablado el presidente Pedro Sánchez.

Se ha referido a normalizar las acciones de la Justicia en relación al Procés catalán; es decir: Annistiarlos de todas las condenas y deudas.
¡Y éstos sostienen que lo volverán a hacer! Craso error, nos espera una temible legislatura.
Lo peor para mí es que...¡Yo le voté, maldita sea mi estampa! Jamás creí que se atreviera a dividir España por continuar en su poltrona.
Ahora, otras Comunidades exigirán lo mismo: Independencia. ¿Qué sera´de España?
Si hubiese estado activo el anterior Jefe del Estado, el corrupto, estoy seguro de que hubiera exclamado : "Sánchez, ¡por qué no te callas!"
Lo malo es que es la gente la que calla, como si no fuera con ellos.


DE REPENTE NO HAY PÁJAROS
De repente no hay pájaros.
Desde un boquete gris del duermevela 
escucho el sigilo del aire, el cóncavo
baldío del no canto.

¿Dónde habla la vida,
 con qué equivocaciones enmudecen sin más
los insectos, los árboles, las fuentes?

Contemplo ese magnífico
instrumental de la naturaleza,
los sonidos no audibles hacinados
en la parasitaria cerrazón del paisaje.

Ya no soy más que ese silencio
generado en el hueco de un despertar sin pájaros.

Poema de D. José Manuel Caballero Bonald, Premio Nacional de Poesía.

jueves, agosto 17, 2023

LAS SEÑORÍAS RECOGEN SUS CARTERAS

 

 



De ANTENA 3:

“Ya han comenzado a desfilar por el Congreso para recoger no sólo su acta, también el "kit del diputado". Un complemento que incluye Iphone, Ipad y el pago del ADSL en sus domicilios.”

“Los diputados disfrutan además de otras ventajas. Cuentan con una tarjeta anual de 3000 euros para gastar en taxis, una póliza de seguros de accidente, pensiones para exparlamentarios, coches oficiales para los portavoces de los grupos y dietas por desplazamiento y alojamiento. Privilegios que para algunos son excesivos y se han comprometido a reducir. Podemos lo intentó en la anterior legislatura, sin embargo 40 diputados desoyeron al partido y no renunciaron a los 3000 euros para taxis.”

Pues me parece muy bien, no es tan caro como creía, pues me habían dicho que además del móvil, el ipad y los 3000 euros para taxis y el ADSL gratuito también contenían muñecas hinchables para los diputados y succionadores de clitoris para las diputadas. Al parecer estos artículos no entran porque esas cosas ya se las pagaban algunos con las tarjetas blaks.

¡Pensar que en Alemania, con 84, 080,000 habitantes tiene 16.182 políticos, y España, con 47.615.000  habitantes 66.662 políticos!

martes, agosto 15, 2023

EN LA FARMACIA

 

Sigo igual con el catarro. Haciéndole caso a mi vecino Eusebio he ido a la farmacia a buscar un remedio.

 Estaba yo guardando cola detrás de cuatro personas, muy preocupado porque delante de mí había un hombre que no paraba de estornudar de forma escandalosa: las vitrinas de medicamentos temblaban a cada estornudo, el suelo ya resbalaba y el ayudante del farmacéutico se puso la mascarilla.

Cuando le llegó el turno, el hombre  estornudó de tal manera que llenó de mocos el mostrador y la pantalla de cristal que separa a los pacientes del Farmacéutico. Este, si esperar nada cogió un tarro del estante, lo abrió y le dio una cucharadita del contenido al enfermo, diciéndole:

            —Son 10 euros. Ahora se toma estas cucharaditas y al llegar a casa se toma otra más, y luego, otra cada ocho horas.

         Todos  estábamos mirando sin perder nota de lo que estaba sucediendo. El hombre pagó y salió de la farmacia. Entonces el titular del negocio salió de la oficina y le preguntó a su ayudante:

         —Ramón... ¿Qué es lo que le has dado a ese señor para el resfriado?

         —Un par de  cucharadas grandes de jarabe contra el estreñimiento

         —¡¡ Pero eso es una barbaridad, hombre, me van a cerrar la farmacia !!

         —Perdone jefe, pero en estos casos, es lo más efectivo. Asómese a la puerta conmigo y vea

Salen ambos a la puerta y ven al hombre apoyado en una farola con una mano sujetándose el vientre y la otra pinzándose la nariz con los dedos.

          —¿Ve usted como ya no estornuda?

 


lunes, julio 31, 2023

EL INDULTO DE FRANCO


Foto del autor de este escrito en 1964.

Yo trabajaba en una empresa de Levallois, distrito 18 de París, cuando Franco decretó la amnistía general:
"El Decreto-ley 10/1969, de 31 de marzo, por el que se declara la prescripción de todos los delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939 es una norma legal de España promulgada por el dictador Francisco Franco el 31 de marzo de 1969, que puso fin a las responsabilidades penales derivadas de la Guerra Civil .."

Recuerdo que ese mismo año, el 31 de julio, mi compañero de trabajo José López García, refugiado político español, natural de Almacella, Lérida, vino a España dispuesto a pasar las tres semanas que nos correspondía por vacaciones. El alcalde, al enterarse por la embajada (donde le habían entregado el pasaporte), de que José venía, organizó el recibimiento en la parada del coche de línea con la banda de música local.

Todo el pueblo acudió al evento, pues entonces no todos tenían televisor ni existían redes sociales ni el Sálvame, y a falta de otra cosa, la gente asistía a misa o a cualquier acontecimiento importante. Y este lo era.

José López lucía un traje a medida de color azul marino, chaleco blanco y corbata celeste, lucía unos zapatos rojos, italianos. Le acompañaba un hombre delgado, ojos de hambre, sin afeitar con pantalones raídos con bolsas en las rodillas, y camisa de cuadros.

El alcalde pronunció un discurso de bienvenida, y tras interpretar la banda el himno nacional disolvió a lo congregados:.
—Ya sabéis, no se permiten reuniones de más de tres personas — les dijo.
Luego, bajó los tres escalones de la entrada del ayuntamiento y se dirigió al hombre que acompañaba aJ indultado:
—¿ Usted también ha regresado del exilio, aprovechando el indulto de su Excelencia?
—¡No, que va! Yo vivo aquí, he venido a esperar a mi hermano José.

Entonces el párroco del pueblo, agarró a José por el brazo y le dijo:
—Bueno, hijo, has regresado al redil y España te ha perdonado. Ahora vamos a la iglesia para confesarte y poder así reconciliarte con Dios. ¿Te parece bien?
—Me parece.
Y una vez arrodillado en el confesionario, el cura le pregunta:
—¿Qué hiciste para verte obligado a huir dejando tu casa y tu familia?
—¿ Guardará usted el secreto?
—¡Pues claro, hijo, lo que se diga aquí es secreto de confesión!
—Maté a 18 curas.
El sacerdote dio un respingo, se encogió de miedo y se tapó la boca para no gritar. Pasados dos o tres tensos minutos, le preguntó:
—Dime, hijo: ¿Cómo es que lograste escapar? ¿Dónde te escondiste?
—Eso mismo le pregunto, señor cura: ¿Dónde se escondió usted que no le vi?
© Juan Pan García
¡Buenos días, amig@s! Feliz lunes.

miércoles, julio 19, 2023

MIS RECUERDOS: Finca “ El Rincón del Rosario”, verano de 1961



El tractor que yo conducía era un Hanomac Diesel, de cadenas. Era el único que disponía de volante, los de la marca Caterpillar se manejaban con palancas: una para girar a la derecha y otra para la izquierda; una para ir adelante y otra hacia atrás.

Junto al volante había un dispositivo que mantenía fija la dirección, de manera que en líneas rectas podía desentenderme del volante. Los campos tenían una longitud de doscientos metros y estar todo el día yendo de arriba hacia abajo y viceversa arando o llevando la grada de discos era monótono. Nosotros acostumbrábamos a fijar el volante al iniciar el surco, enfilábamos la línea y nos bajábamos del tractor para buscar nidos de patos y coger los huevos. A veces eran serpientes lo que nos encontrábamos. Debíamos estar pendiente del tractor y salir corriendo antes de que llegase al canal, pues si llegaban a él sin conductores, caían al agua.

Eso fue precisamente lo que me sucedió un día: había estado en la verbena hasta la madrugada y luego había estado bebiendo con los amigos. A las seis de la mañana regresé a la finca. Debía reemplazar a mi compañero a las ocho y cuando él me despertó me monté sin problemas en el tractor. Pero al cabo de una hora, con el ruido del motor me entró sueño y comencé a dar cabezadas. Me esforzaba por espabilarme y mantenerme despierto, pero fue inútil. El Hanomac llegó al borde del canal e inclinó bruscamente el morro hacia abajo, lanzándome al aire. Afortunadamente caí por un lateral pues, si no, las cadenas me hubieran pasado por encima. El tractor tenía tanta fuerza que siguió avanzando dentro del agua y hubiera salido por el otro lado si la púa del arado, de un metro y medio de larga, no se hubiera clavado en el lecho del canal.

Otro compañero faenaba en la misma parcela, él iba en una dirección y yo en la contraria, y nos cruzábamos en cada viaje en el medio del camino. Mi compañero llegó al final del surco y se alarmó al darse la vuelta y no ver mi tractor. Imaginándose lo peor, desenganchó el arado y condujo el tractor a toda velocidad al canal. Me encontró saliendo del agua, llorando y atacado de los nervios y con una pierna sangrando
Necesitaron la fuerza de tres tractores, tirando de sendos cables, para sacar el mío del canal.

El jefe de maquinaria estaba furioso e intentó pegarme, pero le hice frente diciendo que si mi padre no me pegaba no le iba permitir hacerlo a un extraño. Eso le enfureció aún más y fue a quejarse al administrador. A consecuencia de eso, me quitaron el tractor y me castigaron tres meses a trabajar con pico y pala, excavando zanjas con una cuadrilla de jornaleros.
Durante las dos o tres semanas que aguanté haciendo ese trabajo, descubrí la cara oculta de los hombres del campo, sus resentimientos contra el Régimen y la amargura que los invadía al haber perdido la guerra. Cada día comentaban lo que habían escuchado durante la madrugada en Radio Pirenaica, una emisora ubicada en Andorra que incitaba a la rebelión e informaba de sucesos que el Gobierno trataba de ocultar: las actividades sindicales clandestinas, las torturas que sufrían algunos en las cárceles, los avances del comunismo en Europa...

En la cuadrilla había un hombre de Pego, alto delgado y alcoholizado, que al parecer había pilotado un avión ruso, Polikarpov I-16, durante la guerra, y de vez en cuando los compañeros le animaban a contar alguna anécdota. La que más me hizo gracia fue aquélla en que habiendo terminado de arrojar las bombas se quitó las botas y las lanzó también sobre el enemigo.


En esos días Radio Pirenaica ensalzaba a Fidel Castro en su lucha contra la invasión americana. Pasamos unos días con el alma en vilo a causa de la instalación de misiles rusos en Cuba, pues los Estados Unidos habían dado un ultimátum: si los barcos rusos que transportaban las piezas para los misiles no se detenían, se declararía la 3ª guerra mundial. Finalmente no pasó nada, pues según la locutora de la Pirenaica, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, los americanos habían aceptado las condiciones de los rusos....


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viernes, julio 07, 2023

RECUERDO DE LOS SANFERMNINES DEL AÑO 1969

 

CAPÍTULO 26

 

                     

          LAS VACACIONES,  JULIO DE 1969

 

Al llegar el mes de julio,  mi empresa cerraba  por vacaciones durante veintiún días.  Yo decidí disfrutarlas en Valencia con mis padres, pues el año anterior las pasé con unos amigos en Royan, en el suroeste francés. Alquilamos una casita en una playa donde había dos bunkers alemanes de la segunda Guerra Mundial.

En junio no se hablaba de otra cosa en la factoría. Las preguntas más frecuentes eran: ¿Adónde vas de vacaciones? ¿Con quién vas? ¿Cuánto te cuesta el alojamiento?

Fue en la mañana del 6 de julio, último día de trabajo, cuando Souto, el portugués, mantuvo una fuerte discusión con el encargado y le dijo que se iba a Oporto y ya no volvería, pues estaba harto del racismo y discriminación de los franceses.

Entonces vino a verme y me preguntó  si podía venirse conmigo en el coche hasta San Sebastián, de donde salía un tren que lo llevaba a Portugal sin tener que pasar por Madrid.

 

 

Llegamos a San Sebastián a las siete de la tarde. Souto quería que me quedase con él las tres horas que faltaban para la salida de su tren, pero yo me negué alegando que aún había sol y que quería llegar a Pamplona antes de que oscureciera.

—Venga, Juanito, brindemos en nuestra despedida porque nos vaya bien y algún día nos volvamos a ver.

 No pude evitar tomarme dos o tres cervezas con él en una callejuela cercana a la estación, donde nos obsequiaron con un espectacular chuletón a la plancha. Al final se me hizo de noche y me despedí del portugués cuando faltaban escasos minutos para la salida de su tren.

Me fui contento de perderlo de vista, pero el destino me preparaba una sorpresa.

Apenas comencé a subir el puerto de Alsasua, un grupo de  guardias civiles me dio el alto.  Sus correajes y guantes reflectantes, se veían a más de cien metros.

Eran cuatro los guardias, una pareja a cada lado de la carretera. Mientras uno se acercaba y me pedía la documentación, los otros me apuntaban con sus fusiles.

—¡Vos papiers!

Yo le saludé en español

— Buenas noches, soy español.

 Eso fue mi perdición:

 —¡Mi sargento, es un español!

 El sargento me abrió la puerta de golpe, me agarró del brazo y me sacó de un tirón, dejándome tirado en el asfalto. Los otros tres se acercaron y me encañonaron mientras el oficial hacía las preguntas.

—¿De dónde viene y adónde va?

—Vengo de París y voy a Valencia, a pasar las vacaciones

—¿A qué hora ha salido de París?

—A las siete de la mañana

— Ha tardado mucho, ¡qué ha estado haciendo?

—No tenía prisa y me he estado parando cuando se me apetecía. He llevado a un compañero a la estación de San Sebastián, un portugués

—¡Abra la maleta!

 Apenas saqué la llave de la cerradura y abrí la maleta me empujaron y la volcaron en el suelo. Un guardia registró toda la ropa del equipaje y luego, al no encontrar lo que fuere que buscaban, me ordenaron  continuar el viaje. Tuve que recoger todo el contenido de mi maleta del suelo y ordenarlo; ellos continuaban apuntándome con sus armas y no me ayudaron en nada ni se excusaron.  Yo llevaba pantalón corto y tenía la rodilla  rozada y con hilos de sangre del golpe que me di contra el suelo cuando me sacaron del Dyane 6.

 Me fui de allí humillado y con un sentimiento de impotencia indescriptible, maldecía la hora en que decidí venir a España de vacaciones, ¡con lo bien que lo pasaba yo en París! Pero tenía que ver a mis padres y dejarles algo de dinero.

Apenas había recorrido cinco kilómetros cuando vi otra vez los guantes y los correajes luminosos dándome el alto. Me detuve en el arcén y esperé.

—¡Baje del coche!

«¡Por favor, Dios mío, qué tengo que soportar más!», exclamé mentalmente. Salí del vehículo y el guardia me dijo:

—¡Deme sus documentos y abra la maleta!

—¡Pero si me acaban de registrar otros guardias hace cinco minutos!

—¡Usted se calla y obedece! —grito fuera de sí al tiempo que me arreaba una bofetada. Yo sentía un fuerte dolor en el pómulo y comencé a sangrar por la nariz. Su compañero se acercó y me empujó contra el coche mientras otros dos me apuntaban con sus fusiles. Soportando el dolor y aterrorizado (Podían muy bien pegarme un tiro y alegar cualquier cosa, la ley de fugas, por ejemplo, o arrojarme a un barranco; nadie se enteraría), abrí la maleta y esperé  a que lo revolvieran todo.

 Media hora más tarde,  me dejaron marchar.

Llegué a Pamplona a las cuatro de la madrugada,  aparqué en una plaza y me dispuse a dormir un poco. Me fue imposible conciliar el sueño. Pero cerré los ojos y traté de descansar. Había gente vestida de blanco y con pañuelo rojo amarrado al cuello tumbada por todas partes entre botellas vacías y vómitos. Era el día 8 de julio, el día anterior habían comenzado los Sanfermines. Cuando escuché levantar la persiana de la puerta de un bar,  fui a tomar café y a lavarme un poco. Luego salí a la calle para  continuar viaje y me detuve en una gasolinera  a la salida de Pamplona para repostar.

 Cuando llegué a  Valencia con el ojo morado y el pómulo hinchado, y conté  lo que me había pasado, nadie me creía. «Algo habrás hecho», decían.

Hasta entonces yo no hablaba de política,  y menos aún contra el Régimen, al que me sentía agradecido por  haberme concedido una beca para estudiar F. P. como interno en la Escuela de Formación Profesional de Málaga. Cada curso escolar costaba nueve mil pesetas de las de 1956. Para que se hagan una idea, el salario base de mi profesor de Tecnología era entorno de las mil doscientas pesetas al mes. O sea: mi beca costaba ocho veces el sueldo mensual de un profesor de enseñanza secundaria.

 Yo no había emigrado por carecer de trabajo, como habían hecho cientos de miles de españoles, pues era fijo en la empresa Caparrós; me fui a Francia por otros motivos: conocer el mundo libre e independizarme y para  librarme del servicio militar, pues el Gobierno consideraba que la entrada de divisas servía mejor a España que mantener a un joven durante un año sin hacer nada, y por tal motivo en el Consulado de París ofrecían la exención del servicio a todo varón  que firmase un documento comprometiéndose a permanecer trabajando  en el extranjero durante diez años.

 Viví bien, no me sacrifiqué limpiando oficinas al acabar mi jornada laboral en la empresa, como hacían otros compañeros para ahorrar dinero y enviar divisas a España. Amaba a mi país, pero el trato y las vejaciones  recibidas aquella noche  por la Guardia Civil me hicieron reflexionar y  me marcaron  para siempre.

Al regreso de las vacaciones me apunté al sindicato CGT y colaboré con ellos en la distribución del semanario  Vie Ouvriere. Durante la noche me pasaba  horas escuchando a Dolores Ibárruri en Radio Pirenáica;   me suscribí al diario L´Humanité y acudía a las diversas ferias y fiestas organizadas por el Partido Comunista para recaudar fondos.


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lunes, junio 26, 2023

LA FÁBRICA CITRÖEN , PARÍS, AÑO 1963

 

Yo intentaba pues hallar trabajo por todos los medios. Sabía por los periódicos que  la Citröen contrataba personal permanentemente, pues el trabajo era de  tal dureza que la gente entraba por una puerta y salía al poco tiempo por otra. 

Distinta era la fábrica Regie Renault, en ésa, todo el mundo quería trabajar. Había que superar exámenes teóricos en francés. Por ello era tan difícil conseguir un puesto.

Me levantaba a las cinco de la mañana para coger el primer tren del Metro con el fin de llegar de los primeros a la plaza y coger  sitio en las filas delanteras. Todo era en vano: cuando llegaba, tras cuarenta minutos de trayecto, encontraba una escena deprimente: varios centenares  de  personas  ocupaban la plaza, empujándose unas a otras para situarse  delante de la puerta de la oficina de contratación, donde habían instalado una especie de ring de madera de unos cuatro metros de lado, con su barandilla de cuerdas incluida. Observándolo desde lejos, empinado sobre mis zapatos, me preguntaba para qué servía. Pronto tendría la respuesta:

A las nueve de la mañana en punto se abría una puerta del edificio y salían tres o cuatro hombres muy bien vestidos, parecían que iban a una fiesta en vez de a contratar personal. Súbitamente, la multitud se agitaba empujando y gritando con el brazo alzado mostrando su documentación en la mano. Uno de los ejecutivos de Citröen llevaba un megáfono y anunciaba: «Solo vamos a contratar a cincuenta personas, es inútil permanecer ocupando la plaza todo el día, dificultando la circulación. Por ello, una vez terminada la selección, deben  despejar la plaza.»

Mientras decía eso, los otros observaban y elegían los candidatos entre la gente ansiosa y alterada que tenían delante. De pronto señalaban a uno de ellos, casi siempre el más alto y fuerte, y le decían: «Tú, acércate si quieres trabajar». Y el señalado se abría paso a codazos, empujones y hasta puñetazos para llegar hasta el estrado. Algunos aprovechaban el hueco que iba dejando tras él para seguirle y avanzar unas filas. Los demás le miraban con envidia y esperaban tener la misma suerte.

Cuando el elegido subía hasta el estrado, uno de los empleados de la fábrica le cacheaba, le sobaba los músculos de los brazos y piernas, le miraba la dentadura, le preguntaba la edad y el nombre, y finalmente diagnosticaba: «Este es bueno para  la planta de fundición».

Después señalaban a otro y le invitaban a acercarse. La operación se repetía hasta alcanzar el cupo de los 50.    Conseguido esto, los directivos se iban y cerraban la puerta. A los pocos minutos aparecía un camión de los antidisturbios provisto de un cañón de agua dirigido a la multitud. Así despejaban la plaza.

 

Desolado ante el trato que se dispensaba a los emigrantes, propio de los tiempos de la esclavitud, pensé seriamente en volver a España a recuperar mi puesto de trabajo, aunque hubiese de realizar el servicio militar, algo  que me angustiaba, pues mis hermanos me habían asegurado que en los cuarteles, en vez de hacerte un hombre de provecho, tal como todo el mundo anunciaba, te hacían sufrir sin necesidad y te robaban media vida.

Aprovechaba la mañana  para visitar la zona. Muchas fábricas rodeaban a la Citröen, proveyéndola de componentes. Justo al lado había una  fábrica de neumáticos, envuelta en vapor y despidiendo un fuerte   olor a goma quemada, que convertían el aire fresco y matinal en irrespirable. En ella trabajaban dos amigos procedentes del mismo pueblo que yo: Dolores y su novio José el Negro. A las doce disponían de media hora para comer y ellos salían y comentábamos lo sucedido en la puerta de la Citröen. Ellos me animaban siempre: «Otro día tendrás mejor suerte, Juan. Tienes que madrugar más para estar en primera fila». 

Al día siguiente me levanté a las tres de la madrugada y cogí un taxi. No sirvió de nada: cuando llegué, la plaza estaba a tope. Muchos emigrantes llegaban a París y se dirigían directamente a la plaza Balard cargados con sus maletas, y se sentaban sobre ellas delante de la fábrica. Los candidatos eran portugueses, polacos, yugoslavos y españoles. A  quince metros a la derecha de la puerta principal había otra puerta bajo un cartel en letras grandes que decía: «Solo para africanos», y una multitud de negros y árabes pernoctaba ante  ella.

 Un día, ¡por fin!, fui invitado a subir al estrado. Fue gracias a Dolores. Ella cambiaba de turno, y después de cenar con  ella y José en su habitación (me ayudaron mucho mientras estuve sin empleo) me dijo:

—Yo entro a trabajar a las once. Si quieres,  me acompañas a la fábrica de neumáticos y te quedas luego en la plaza Balard hasta que abran los de la  Citroën.  ¿Te parece bien?

—De acuerdo.

 ¡Qué largas se me hicieron las horas sentado en medio de la neblina en la acera de la factoría!

 Para acompañar a Dolores estrené una cazadora de ante, color marrón, que había comprado en Cortefiel por un elevado precio, a pesar de beneficiarme de las rebajas de enero. Ese día yo estaba en primera fila, frente a las cuerdas del ring, y cuando salieron los directivos una avalancha de gente me empujó contra ellas. Yo apenas podía moverme. Entonces los directivos me señalaron y entré pasando el cuerpo entre las cuerdas y rozándome con ellas. Estaban impregnadas de alquitrán y salí con mi cazadora llena de rayas negras y las manos pringadas.

Después de sufrir el manoseo del experto en esclavos, entré en una oficina para un examen médico y firmar el contrato y los documentos necesarios para obtener el permiso de trabajo y la tarjeta de  la seguridad Social. Cuando  mostré al jefe de personal los documentos que acreditaban  mi profesión y mis estudios se echó a  reír. Luego, despectivamente, me dijo:

—Los puestos de trabajos cualificados son para los franceses.

—¡Pues que se queden los franceses con la fábrica!  —le espeté.

Recogí  mis documentos y me fui de allí sin mirar atrás. Esa noche, regresé a la rutina de antes: mercado y periódicos. La  Suzi  me ayudó a escribir en francés una solicitud de   trabajo y yo la copiaba y la enviaba a todas las empresas que ofertaban trabajo para  soldadores en los periódicos. Me salía más barato que los billetes de Metro necesarios para ir a visitarlas. Total, si iba solo no iba a entender la respuesta

 Del libro “Carretera y manta. Memorias de un emigrante español retornado”  

https://www.amazon.es/CARRETERA-MANTA-MEMORIAS-EMIGRANTE-RETORNADO-ebook/dp/B08V1GZLCX

domingo, junio 18, 2023

EL REPOSO DEL GUERRERO



La pasada semana, cuando el viejo aparato de música se negó a funcionar, nos preguntamos con tristeza, Carmen y yo, qué íbamos a hacer con el medio centenar de cassettes que guardamos desde hace cincuenta años. Una de ellas contiene la grabación de 1975 en la que yo le contaba un cuento a mi hijo mayor, de tres años de edad.

Fuí a buscar un nuevo aparato a Carrefour y a un par de tiendas de electrónica, pero los radiocassettes no se venden ya,  y en en una de ellas incluso se rieron de mí:

« Es usted muy anticuado, caballero. Estamos en el siglo XXI, la era digital».

Pues Amazon no me ha fallado y, desde el momento en que la pedí, en 24 horas me la llevaron a casa.

Este pequeño aparato tiene conexíón para auriculares, conexión VHS para escuchar música enlatada en pendrives. Arriba, tiene el lector de Cd´s, y en el frontal, la radio y el lector de cassettes.

Y aquí hemos pasado la mañana  al fresco escuchando tranquilamente música española. ¡Se oye de maravilla!

¡Y  mi Carmen desborda hoy ternura hacia mí! A ver qué pasa.

https://youtube.com/shorts/uGGSnEP787o?feature=share