martes, julio 04, 2006

ALGAR de Santa María Guadalupe









ALGAR es un pequeño pueblo situado a horcajadas sobre un monte. Está a 20 kilómetros de Arcos de la Frontera, en el corazón de la provincia de Cádiz. Pertenece al grupo de los llamados "Pueblos Blancos” de la Sierra de Cádiz, y esto es así porque sus casas son blancas, encaladas cada año, y la blancura destaca sobre el paisaje.
Algar es un pueblo relativamente joven, no ha cumplido aún ni tres siglos de historia, y su fundación tiene algo de mágico:
Cuentan que allá por los años 1750, un rico hacendado, don Domingo López de Carvajal, que vivía en su palacio de El Puerto de Santa María, viajaba de regreso de México, donde tenía minas de oro. En mitad del oceano Atlántico sufrieron una tormenta que puso en peligro la vida de todos los pasajeros: los golpes de mar zarandeaban la nave de un lado al otro, tenía sus amarres rotos y la carga suelta por la cubierta… todo presagiaba el hundimiento rápido de la goleta en que viajaban. Fue entonces que don Domingo López de Carvajal se puso de rodillas ante un cuadro de la patrona de México, Nuestra Señora María de Guadalupe,que él había comprado en el país azteca, y que había sido pintada por un artista anónimo. Desesperado y preso del miedo y la ansiedad, don Domingo le hizo esta promesa:
“Virgen santa, María de Guadalupe: si me salvas de morir en estas aguas, te construiré una iglesia en el sitio más seco de la provincia de Cádiz. Y para que vayan a verte compraré todas las tierras alrededor de la iglesia, la tuya, y construiré viviendas y se lo daré todo a los más pobres del lugar”.
Milagrosamente, el mar se calmó y don Domingo se salvó y llevó a su mansión el cuadro de la Virgen. Años más tarde, en los días 15 y 16 de agosto de 1757 el hombre cumplió su promesa: le compró por 155,200 ducados de vellón al Ayuntamiento de Jerez de la frontera la llamada Dehesa de Algar, una finca de 5,220 aranzadas, equivalentes a cuatro mil metros cuadrados cada una, en total 2,080 hectáreas. La dividió en parcelas y las repartió entre las noventa familias más pobres de la Sierra de Cádiz. En el centro de la finca, sobre un monte, edificó el pueblo: una pequeña iglesia del mismo estilo que había visto en México; una posada para albergue de los caminantes; una cárcel para alborotadores y bandidos; la casa del Ayuntamiento y un palacio para él mismo.
Para labrar las tierras le dio a cada colono una yunta de bueyes y los aperos de labranza, y edificó una casa con granero para cada uno. Fue en 1776, tras largos años de pleitos con el Concejo de Jerez, cuando por fin se escribieron los nombres de los 90 colonos que debían recibir las tierras.
Por su gesto bondadoso, don Domingo recibió de Su Majestad Carlos III el título de Marqués de Atalaya Bermeja y Vizconde de Carrión.
Este pueblo, construido en la zona más seca de la provincia en lo alto de un monte, tiene en su límite Sur uno de los mayores embalses de Andalucía: El Guadalcacín.
Este pantano abastece a Jerez y a toda la Bahía de Cádiz, una población de ochocientas mil personas, que aumenta casi a un millón durante el verano, debido al turismo.
En este pueblo nacieron mis abuelos, mis padres, mis hermanos y este que escribe. Aún quedan en el Algar personas que llevan el apellido Pan, y unas ruinas conocidas como “El rancho de los Panes”.
En los años sesenta hubo una gran emigración de familias hacia el norte de España y Europa. Con ellas se fue la mía.
http://www.cadiznet.com/algar/

sábado, junio 24, 2006

MALDITO INTERNET

Hola, permítanme que me presente, soy nuevo en estos lares: Mi nombre ya lo saben, está escrito arriba, o al lado da igual. Mi edad no viene a cuento, de todas formas soy libre de poner la que quiera, será una falsedad. Digamos que tengo las pilas bien cargadas. Todas las pilas. Mi dirección  jamás la sabrán, ya me cuidaré yo.
El motivo de escribirles es porque dicen que  desahogarse es bueno para la salud, de eso sabe mucho mi siquiatra, pues pasa muchas horas escuchando los desahogos de los pacientes. Bueno, sin más dilación paso al objeto que ha conseguido que ahorita mismo me estén ustedes leyendo:
Resulta que mi  mujer se pasaba el día con la cara seria, mustia, con un rictus torcido como sonrisa, quejándose de que la vida era un asco, una rutina: trabajar, trabajar y trabajar todos los días del año. Cuando llegaba la noche me daba la espalda y nunca me deseaba, “Estoy muy cansada”, decía.
Un día me pidió que le explicase la forma de entrar en la Red, una herramienta fundamental para mí, que me dedico a promocionar, vender los productos y atender los pedidos de los clientes de una conocida marca bodeguera. Soy trabajador autónomo y trabajo a comisión. Pero esto no importa, no era eso lo que quería contarles.
Me rogó que la enseñase a comunicarse con sus amigas por Internet, o sea: a chatear.
Yo acepté, muy contento de poder complacerla en algo, ya que nada parecía conseguirlo. Le dejaba el PC durante una hora después de cenar, mientras yo miraba las noticias y mi serie preferida en televisión. Luego necesitó dos horas, tres, cuatro…
Llegó a pasar toda la noche sentada ante la pantalla, comunicándose con alguien del otro lado del mundo. Tenían las horas cambiadas, decía ella: cuando mi esposa se acostaba, la amiga se levantaba y solamente podían coincidir madrugando una y trasnochando la otra. Difícil arreglo tenía el asunto.
Un día comenzó a sacar fotos antiguas y a escanearlas para enviárselas a su amiga, fotos de diez o quince años de antigüedad. Le dio por guardar en un CD las fotos que recibía de aquélla para que yo no la conociese: “No sea que te guste y quieras también charlar con ella”, me dijo.
Mi esposa ignoraba que yo me había convertido en un experto en informática, y que para mí descubrir la clave de su correo electrónico fue un juego de niños. Entré en su correo y… ¡me quedé de piedra!
Su amiga se llamaba Ramón, ¡RAAAMÓOOON! Tenía 40 años y decía que ella (mi esposa) era lo único en su vida, su sueño, su alegría, sus ganas de vivir, que moría de amor por ella y que tenía orgasmos mirándola en las fotografías. El tío era bajo, más bien gordo y medio calvo, y me había suplantado a mí, que medía 1´90 y tenía un cuerpo modelado durante muchos años en el gimnasio, y conservaba todo mi cabello largo y plateado.
¿Qué buscaba mi mujer? ¿En qué le había fallado yo? Esas fueron las preguntas que me acosaron en los días y noches siguientes.
Me dediqué a observarla con atención. Parecía otra: se vestía como las dieciochoañeras, vestidos de la talla treinta y ocho; se cambió de peinado y tenía una sonrisa permanente en sus labios. El otro día, al salir del ascensor, nos cruzamos con unos vecinos del 2º y se quedaron mirándola. La vecina no pudo contener su admiración y le dijo: “Chica, que guapa estás, pareces enamorada”, y ella se sonrojó como un clavel de la feria de Sevilla.
Me propuse llegar hasta el final en mi investigación, ¡al cuerno con la Ética!, qué cojones, a nadie le gusta que le pongan cuernos, aunque sean digitales o como se llamen.
Abrí su correo y me fui derecho a la “papelera”, puse un CD en su sitio y copié todo lo que ella había eliminado para leerlo con tranquilidad, si se puede tener tranquilidad cuando alguien obeso y medio calvo se está trajinando a tu mujer desde el lado opuesto del globo. ¡Y menos aún si éste se llama Ramón! ¿Os imagináis a vuestra esposa diciéndole a un extraño “Ramoncín…te amo, soy tuya…?”¡Qué horror!

Lo primero que abrí fueron las cartas de ella y fue lo peor que hice en mi vida: las cosas que ella decía que le haría a su enamorado no me las ha hecho a mí ni en sueños. Ella, que siente repugnancia hasta de beber en mi mismo vaso, le hacía una felación al enano que lo dejaba tumbado sin sentido. Le mostraba sin pudor cada rincón de su cuerpo, dándole detalles de su forma y situación; le decía lo que deseaba que el otro le hiciese en el momento que leyese lo que ella le estaba escribiendo, cosas que cuando yo quise hacerlas casi se me divorcia porque decía que era un pervertido… Encontré los piropos que le dedicaba al miembro viril del enamorado, que este le había enviado en una foto: un pene feo, más bien delgado y corto: doce centímetros a lo más en estado excitado. Se me nublaron los ojos por la rabia y por la impotencia… ¡Por la impotencia! Esa era la excusa que daba ella por desearlo tanto aun estando casada, ¡decía que yo era impotente y que no la satisfacía!¡Yo, que cumplía todos los martes y sábados continuadamente desde que nació nuestro hijo, que ahora tiene veinte años! ¡Impotente yo, que se me ponen las venas de mis 19 centímetros de nabo hinchadas como rabos de lagartos solamente al verla en bragas! ¡Ay, Dios! ¿Qué le ocurre a mi esposa?
Y el otro cabrón diciéndole que su mujer no vale nada comparado con mi niña, porque aquélla tiene las tetas lacias y secas; que si el vientre parece el de una preñada, que si… ¡Por favor! Y mi esposa le sigue el juego y le dice que “desea comérselo con papas, que no le da asco, que todo se lo traga…”
El otro día me pidió que le instalase el Messenger, con micrófono y cámara. No le pregunté por qué, me lo imaginaba… Y comenzó la sesión de “cine amateur”: ella se desnudaba ante la cámara para que su amado se masturbara. ¡Pienso yo que harían eso! Lo hacía cuando yo me acostaba. Me hacía el dormido y la dejaba gozar lo que quisiera, de todas formas peor que antes no sería, cuando ella estaba tan triste, seria y amargada.
De pronto un día todo acabó, ella ya no quiso más Internet, ni más fotos ni más cartas: lo dejaba todo y volvía a mi cama y con amor me abrazaba y besaba. Yo quité la cámara, el micro y el Messenger, que en mi casa nada de eso hacía falta. Y volvieron los años mozos de recién casados, el amor y sus pecados… ¡Todo maravilloso! ¿Qué había pasado?
Pues eso, que por la web cámara salen todos los defectos, que mi esposa no tiene veinte años como la que aparecía en las fotos que ella había enviado, los años no pasan en balde. Y que el enamorado también la había engañado con las fotos: ahora era realmente él en persona el que mi esposa veía por el monitor y su picha era mucho más corta aún que en la foto, y claro, pienso yo que fue por eso: nadie cambia una autopista por una vereda, ni una caña de lomo ibérico por una salsicha frankfurt. En fin, les he contado todo eso para que sepan el Internet es un peligro grande; muchos matrimonios se han destruido por su culpa.
Ahora mi esposa me ama más que nunca. “Ay, mi amor… Si tú supieras que he estado a punto de abandonarte para irme lejos, muy lejos…”, me dice mientras cruza sus piernas sobre mí. Y yo guardo silencio y me guardo mi secreto mientras la amo.
Ella ahora se va sola a la cama y me deja trabajar tranquilamente en el ordenador. Sabe que me tendrá dos veces a la semana como antes, como siempre…
Desde hace un par de días me escribo con Alicia, una mujer preciosa, de ojos color turquesa y labios que destilan miel. Me ha enviado un par de fotos, es preciosa, ummmm..… ¡pa mojar pan y comer!

FIN

miércoles, mayo 10, 2006

Flor silvestre

















Flor silvestre y campesina
Flor sencilla y natural
No te creen una flor fina
Por vivir junto al nopal

No eres rosa ni eres lirio
Mucho menos flor de lis
Pero adornas hasta el martirio
Y al cardón haces feliz

Como tú mi flor silvestre
Tuve en la sierra una flor
Nunca supe de la suerte
Y sí mucho del dolor

Flor humilde flor del campo
Engalanas el zarzal
Yo te brindo a ti mi canto
Florerilla angelical

Mientras duermes en el suelo
Te protege el matorral
Y el cardillo y cornizuelo
Forman tu valla nupcial

Siempre has sido mi esperanza
Linda flor espiritual
Yo te he dado mi confianza
Florecita del zarzal.


Canción ranchera mexicana, de “Los Guayaki”

viernes, abril 28, 2006

¡VUELA,PAJARITA !
























Un día de marzo, paseaba por el campo y me encontré un pajarillo que no podía volar; lo cogí con sumo cuidado entre mis manos y lo observé: era un avecilla blanca. El animal temblaba de miedo y miraba hacia todos lados, buscando una salida. Besé despacito el plumaje de su cabecita y lo miré directamente a los ojos.
Sentía su pequeño cuerpo temblar a  través de mis manos y me lo llevé a mi casa. Lo puse junto a Currito, un pajarito muy bonito que tenía enjaulado. La llamé Clarita, por su plumaje.
Durante unos días el ave estuvo triste y apenas comía. Llamé a un amigo que criaba pájaros, y éste  me enseñó a darle de comer con una jeringuilla y con un palillo. Al cabo de unas semanas comenzó a aletear y cantar cuanto sabía; revoloteaba cuando me veía, ¡ yo creí que me quería!
 Le tomé mucho cariño al avecilla. Encontrándome solo, le contaba todas mis cosas, como si ella me entendiera; pero el animalito no hacía otra cosa que piar o cantar y no nos entendíamos, a pesar de mis cuidados y de que yo hacía todo por su bienestar.
Pasaron unas semanas y cada vez la notaba más triste. Miraba siempre hacia la ventana, agitándose cuando otras aves se posaban en el alféizar.
 Un día la cogí entre mis manos, le di un beso en la cabecita y la solté. El pájaro no sabía qué hacer al principio, dudaba sobre qué dirección tomar; se volvía hacia la ventana y se posaba en el alféizar, piando y mirándome desconcertado. Yo me quedé quieto, esperando a que se decidiera. Entonces echó a volar y se perdió entre los árboles.
Me dio mucha pena perderla, ella me hacía compañía y me alegraba el corazón; pero sabía que ella no era feliz en mi casa y la dejé vivir en libertad. No se puede retener a un ser contra su voluntad, ni se le puede obligar a amar;  eso debe salir del corazón.
 El saber que es feliz entre los suyos alegrará mi alma, que sin ella quedó sola, abandonada a los recuerdos.

domingo, abril 23, 2006

NO SOMOS NADA

Te he visto llegar desde lejos; venías con prisas, mirando adelante muy seria y altiva, sin prestar atención a la gente que se cruza contigo, sin mirarlos siquiera. Sabes que eres hermosa y que estás muy buena, y eso te hace sentir diferente, te llena de orgullo y te obliga a vivir en una burbuja de gloria, inaccesible a cualquiera…
Has estado a mi lado junto al semáforo y ni siquiera te has dado cuenta de los sentimientos que me has provocado; me has mirado de soslayo durante un segundo y en ese tiempo me has analizado y me has valorado; luego has cruzado la calle con pasos ligeros, ondulantes, calculados… para atraer las miradas de los mortales: las de ellas, que se fijarán en tus ropas caras, tu perfume y tus andares para intentar imitarte dentro de sus posibilidades; las de ellos, como la mía, de admiración y deseo.
Tú pasas sin ver nada, despreciando lo que sin duda vas buscando: sentirte amada, deseada y poseída, pues para eso te has preparado al salir de tu casa así tan bella.
No sabes que cada segundo que pasa es un tiempo perdido del que te resta de vida; que no te vas a llevar ningún abalorio ni vestido; que lo que no disfrutes ahora será para siempre perdido. Has pasado junto a mí y ni siquiera me has visto… ¡Lástima! Hubieras pasado un buen rato conmigo y te hubiese hecho feliz para comenzar el día con otra cara, más humana, sin arrogancia, más atractiva aún si cabe.Pero tú lo has querido así; tú te lo pierdes, princesa.

sábado, marzo 25, 2006

EL ÁRBOL VIEJO


Cuando ha transcurrido gran parte del otoño y el árbol desecha sus hojas muertas, cayendo éstas al suelo convertidas en alfombra de pasos perdidos; cuando sus desnudas ramas se aprestan para sufrir las crudezas del invierno, si antes no son podadas para alimentar al fuego; cuando nadie busque su sombra en el duro invierno, y quede él olvidado en un rincón del parque, a merced de la lluvia, del frío y de los vientos… siente él la soledad y el miedo, con la única compañía de los gorriones, de los tordos y los cuervos, que descansan en sus ramas mientras buscan alimento.
Es por eso que si sucede un milagro como el que hoy ha sucedido: que una paloma blanca fije su nido en su tronco carcomido, y al posarse le transmita su calor y del corazón sus latidos, y acaricie suavemente con su plumaje el tronco raído, y su canto resuene dulcemente en el nido… entiendo que el árbol se estire y se mantenga erguido...y se sienta orgulloso y feliz de estar vivo.
De pronto buscará con ansia la humedad de la tierra, ésa que le dará la savia nueva que vestirá de nuevo sus ramas secas; que lo llenará de vida y de sueños en su nueva primavera.

martes, marzo 21, 2006

CITA EN MÉRIDA






























La función estaba acabando y yo no sabía aún qué decisión tomar: ¿Acudir al encuentro o marcharme para olvidar todo el asunto? Observé el majestuoso teatro construido en el siglo 1º por Agripa en la vertiente oeste de una colina cercana al río Guadiana. Las figuras del escenario recordaban el fasto de esta ciudad, construida 25 años antes de Cristo para los “Eméritos”, como llamaban a los soldados licenciados de las legiones romanas, de ahí su nombre: Emérita Augusta, la Mérida actual. Sus habitantes eran considerados ciudadanos romanos. Fue erigida en capital de la provincia, y como tal, contenía los mejores servicios de la época: Un largo puente sobre el río; calzadas que la comunicaban con Roma, atravesando Hispania; acueductos para traer el agua; una presa para conservarla, que aún está en servicio; numerosos templos, monumentos y casas señoriales.

Miré mi reloj y me puse aún más nervioso: debía de decidirme ya, antes de que la gente comenzara a levantarse de sus asientos y el teatro se quedase vacío. Luego sería imposible hacer lo previsto, los guardas del recinto me echarían del lugar.

El día antes había recibido un email de la persona que más deseaba en el mundo, la más inalcanzable también. Era una famosa escritora. Me había enamorado de ella leyendo sus obras; la conocía a través de sus relatos, su estilo, la emoción que imprimía a sus frases, el sentimiento que transmitía con ellas. Luego compré su último libro y vi su foto en la portada: fue el flechazo. La seguí en una presentación pública del libro y conversé con ella unos momentos, el tiempo de pedirle que me firmase su obra y poco más, pero suficiente para sentir penetrar en mí su perfume: una mezcla de jazmín y maderas nobles; de ver su precioso escote, que mostraba un canal oscuro entre dos suaves colinas de piel fina y blanca. Admiré su forma de andar, graciosa y armoniosa, sobre sus rojos zapatos de altos tacones, que estilizaban aún más si cabe sus hermosas piernas.

Me entregó luego el libro firmado mirándome a los ojos, y sonriéndome pícaramente al observar mi arrobo, me dijo: Le he puesto mi email por si desea luego comunicarme su parecer sobre el libro.

Aquel fue el primer segundo de mi lenta agonía. Me leí el libro aquella misma noche y le escribí al día siguiente, expresándole mi fascinación por su novela. Fue mi primer mensaje, luego siguieron muchos más; ninguno obtuvo respuesta.

Me convertí en un idiota: compraba la prensa para saber si aparecía alguna noticia de ella; asistí a varias presentaciones de libros sólo por volver a verla; compré un perfume que olía lo mismo que ella, un Coco Chanel, y rocié mi cama con él; le pedí que me firmase el mismo libro en otra rueda de prensa, para sentir de nuevo su olor, su calor, su aura… para estar cerca de ella.
—¿No le he visto antes? me preguntó.
—No sé…-balbuceé, todo hecho nervios.

Y ayer recibí ese misterioso e inesperado mensaje: “Hola, soy tu musa, como bien me llamas en tus emails; mañana asistiré a una representación de uno de los clásicos en el Teatro Romano de Mérida. Antes de que acabe me iré a las milenarias letrinas y allí te esperaré. No tardes”.

Miré en la guía el lugar de la cita: estaba a cincuenta metros detrás del escenario. Las letrinas las mandó construir Agripa para el servicio de los actores romanos, se hallaban al final de una calzada adornada con columnas y arcos en medio de un jardín. Me levanté cuando el público aplaudía y los actores se aprestaban para el ritual de aparecer y desaparecer varias veces en el escenario y recibir el premio a su ego por la actuación. Salí del teatro y me dirigí al lugar.
La calzada estaba en penumbras, iluminada indirectamente por la luz que los focos proyectaban sobre el grandioso y espectacular monumento. Vi a mi princesa sentada en un banco de uno de los pasillos del jardín. Un lugar solitario, alumbrado por la luz del cuarto menguante lunar.

Ella se levantó y vino a mi encuentro, me cogió de la mano y me llevó hasta el asiento. Yo estaba apunto de morir, lo sentía por la opresión de mi pecho, donde latía mi corazón como un martillo pilón.
 —He querido estar contigo sola, ocultándome de mi marido y de los periodistas, arriesgándome a perderlo todo, porque, lo mismo que tú, yo siento algo nuevo desde el día en que te conocí. ¿Tú me amas? Dime…
 —¿Y me lo preguntas?- dije yo, abrazándola y besándola ciega y apasionadamente ¿Adónde me llevas, mi vida? Estoy loco por ti desde la primera vez que te vi.
¿Adónde te llevo? , ¿y tú?, ¿adónde me llevas? Siento que me pierdo, me pierdo… ¿Qué haces, mi amor…?
Me siento morir, pero… ¡qué bonito es esto, qué bueno! Tengo un poco de miedo.
 ¿Tienes miedo? También yo… ¿Por qué hacemos esto? Dios…
 —Yo no lo sé…
 —Tampoco yo…
 Eres dulce y suave, ¡mira que eres dulce…! Como una espuma, sí, como la espuma.
 Pero, ¡cómo tiemblas! Tiemblas tanto como yo.
 Te aseguro que no es de frío. Es por ti. ¡Cómo te amo!
 ¿Cómo me amas? Dímelo…
 ¿Nos desnudamos?
 —Nos desnudamos, ya no tengo miedo a nada.
 —Yo sí… Tengo miedo de mí.

La luna fue testigo de ese encuentro, donde los suspiros se mezclaron con el murmullo del aire entre los rosales y los setos; donde las flujos de nuestros cuerpos se unieron al rocío de la noche, protegidos en todo momento por la mirada de la escultura de una diosa romana, que nos sonreía desde su pedestal.
Fue un grupo de turistas ingleses quienes, guiados por una azafata del Teatro, nos despertó a las diez de la mañana el día siguiente.

FIN

martes, marzo 14, 2006

INOLVIDABLE PRIMAVERA



El día había amanecido en París soleado y caluroso, un día señalado para pasear por las avenidas, sentarse en los parques o asomarse al Sena, para admirar el lento avance de las lujosas embarcaciones de paredes de cristal, convertidas en restaurantes y salas de concierto.
Miré a María Asunción, que estaba dormida en el sofá-cama desnuda, apenas cubierta por la sábana. Tenía un cuerpo bonito, bien proporcionado, de carnes apretadas y tostadas. Sus rasgos eran criollos: labios carnosos, nariz pequeña, ojos de miel, cabello abundante, negro azabache, largo y lacio. Descansaba plácidamente, recuperándose de la turbulenta noche que habíamos vivido. Llegamos ya de madrugada y estuvimos hablando de ella, de su maravilloso país, de sus ríos y selvas; de su presidente, el general Stroessner, uno más de los generales que gobernaban el mundo. Me dijo que ella era libre, de ésas que decían: “Haz el amor y no la guerra”, que se entregaban a quien lo necesitara y que por tanto no quería ataduras. “Estoy contigo, pero no te pertenezco”, me dijo. Miré el reloj: las 11. La dejé dormir.

La conocí el día anterior en la Sorbonne, durante la proyección de una película en uno de los anfiteatros de la Universidad. Horas antes, observé que en el barrio latino se aglomeraba toda la población estudiantil, ocupando escalones, fuentes, terrazas y muelles del Sena. Jóvenes de diferentes especialidades, culturas y países convivían habitualmente por esa zona; pero siendo el centro de la revuelta, miles de estudiantes de otros lugares habían acudido a solidarizarse con aquéllos y era prácticamente imposible encontrar un hueco donde descansar sin ser arrollado por esa masa humana que gritaba expresando sus convicciones y que arrastraba a la gente hacia los actos celebrados dentro de la Universidad. Me encontré sentado en un anfiteatro del centro de enseñanza, viendo cortometrajes de personajes como El Ché, Mao, Fidel Castro, que eran seguidos por debates en torno a esos líderes y sus doctrinas revolucionarias.
Fue durante el debate que siguió a un cortometraje de esos que una chica que se hallaba sentada a mi lado me ofreció beber agua de una botella. Bebí y la miré para darle las gracias. Era una joven de piel morena; parecía mulata, pero no lo era. No le pregunté nada, pero me presenté y tras el protocolo de rigor, quedamos en salir fuera a presenciar los acontecimientos. Ahora dormía en mi sofá, ajena a lo que sucedía en el exterior de aquella buhardilla de la Rue Montmartre.
Minutos más tarde, yo me dirigía por la Rue de Rívoli en busca de mi Citroen ID19, más conocido por “Tiburón”, que dejé abandonado en medio de la calzada junto a otros miles de vehículos que se habían quedado sin carburante. Estábamos ya a mediados de mayo de 1968.
Todo comenzó porque los estudiantes pedían una drástica reforma en la Universidad. Los padres apoyaron a sus hijos y los sindicatos de la Regie Renault se sumaron a la huelga. Pronto se le unieron otras fábricas y toda la industria quedó paralizada. Pero lo peor estaba por venir: la paralización general del transporte.
Las ciudades se quedaron sin abastecimiento, las estaciones de servicio sin carburante; las empresas cerraban porque sus empleados no podían acudir a sus puestos. Las calles se llenaron de coches abandonados en medio de la calzada o estacionados en doble y tercera fila en el lugar en que se quedaban secos. El mío estaba frente a las tiendas de La Samaritaine, cerca del Louvre.
Comprobé que todo estaba en orden y me dirigí a Nôtre Dame. Luego atravesé el puente hacia el barrio Latino para alcanzar el Boulevard St. Michel, donde a esas horas los soldados del Ejército limpiaban las calles de adoquines, botellas, coches calcinados y botes de humo diseminados tras los enfrentamientos nocturnos.
A lo largo de la avenida personas de toda índole se arremolinaban alrededor de espontáneos oradores, que realizaban toda clase de discursos, enfrentados por la parálisis del país. En el titular del matutino París Jour, leí que el Gobierno no dejaba salir los capitales de Francia y que los trabajadores extranjeros sólo podrían enviar a sus familias remesas de 200 Francos mensuales. El día 13 se calcularon en 9 millones los trabajadores en huelga. Los actos vandálicos de los estudiantes estaban dirigidos por un tal Daniel Cohn-Bendit, un francés descendiente de judíos alemanes, que estudiaba Sociología en la Universidad de Nanterre. Días antes, había sido expulsado de Francia y regresó por sorpresa. Durante los enfrentamientos con la policía enseñaba a sus seguidores la manera de arrancar los adoquines de la calles y lanzarlos con fuerza contra los antidisturbios. La agenda se había convertido en rutinaria: manifestaciones y discursos por la tarde; barricadas por la noche, frente a una feroz respuesta de los CRS (Cuerpo Republicano Especial). En la madrugada del día 16, se contaron mil heridos de consideración. Varios coches ardieron durante la noche, proyectando siluetas dantescas de la confrontación. Yo estaba convencido de que todo aquello acabaría en una guerra civil.
Miré de nuevo mi reloj: las doce, hora de regresar. Todo estaba cerrado por carecer de existencias, ninguna panadería, carnecería o restaurante. Menos mal que yo había conseguido llenar un armario de conservas en previsión de que la huelga se alargase. En las fachadas de los edificios, en los escaparates y en las farolas aparecían carteles de todas clases, referentes a la huelga. El que más impresionaba era uno que mostraba a un policía de los antidisturbios con casco, gafas y máscara en una pantalla de televisión. Debajo tenía el mensaje siguiente: No enciendas tu televisor, el Gobierno te vigila.
Cuando llegué a mi apartamento, después de subir las escaleras hasta la octava planta, oí unos acordes de guitarra y una voz dulce y suave de mujer que cantaba:

Barlovento, barlovento
tierra ardiente y del tambor
Tierra de las fulias y negras finas
que se van de fiesta
La cintura prieta al son de la curbeta
Taki, taki ta , y de las minas.


Abrí la puerta y vi a María sentada en el sofá, tocando una vieja guitarra que yo guardaba colgada en la pared desde hacía dos o tres años. Ella la había afinado y se acompañaba de unas notas nostálgicas. Al verme me sonrió, sin dejar de cantar:

Sabroso que mueve el cuerpo
La barloventeña cuando camina
Sabroso que suena el tan
Taki , taki tan sobre las minas

Que vengan los comunqueros
Para el baile de San Juan
Que la mina está templada
para sona taki, taki ta.

Me senté en la moqueta frente a ella y aplaudí cuando acabó su canción. Entonces se levantó y vino a mí y me besó. Luego se asomó a la ventana y descubrió a las palomas que habitaban en los tejados. Me miró y sonrió. Le di un paquete de maíz que yo guardaba para alimentarlas y ella se volvió a asomar para echarles la comida. Tenía unas piernas largas y muy bonitas, bien torneadas. Al inclinarse sobre el alféizar me di cuenta de que no llevaba ninguna otra prenda debajo de la camisa larga que se había puesto. Me acerqué a ella y me arrodillé, la abracé y puse mi mejilla pegada a sus nalgas. Sentí algo inolvidable, maravilloso. Su piel me transportó por las verdosas aguas del río Paraná, a través de una selva de plantas frescas y de olores diferentes. Su perfume delicado y envolvente me llevó hasta el Corpá, y me enseñó la belleza y majestuosidad de las aguas de Guairá, despeñándose a más de cien metros de altura, enmarcadas en un arco iris alucinante. Me sumergí en ellas con pasión y deseo y me dejé arrastrar por las impetuosas aguas hasta el lejano remanso reparador que sucede a la vorágine.

Al anochecer me dijo que se iba a la Universidad para unirse a sus compañeros en la lucha. Yo la acompañé.
El boulevard estaba rebosante de gente; junto al puente de St. Michel, centenares de furgones policiales esperaban ansiosos la orden de ataque. En las calles se enfrentaban los partidarios de continuar luchando, que ofrecían por 1 franco el libro “Mao Tse Tung” para ayudar a los encerrados en la Sorbonne, contra los partidarios de la reivindicación pacifista, que repartían folletos y fotos de Luter King.
Serían poco más de las diez cuando oí el griterío que subía desde el río, me asomé a la esquina de la rue Sorbonne y vi que la gente corría hacia arriba. La masa humana se dirigía al edificio central de la Universidad a refugiarse. Miré hacia abajo y vi un espectáculo terrorífico: los antidisturbios avanzaban pegados hombro con hombro y formando filas compactas, que iban desde una acera a la otra golpeando salvajemente con sus porras a todo aquél que estuviese en la calle obstaculizando su camino. Viendo las puertas de los edificios cerradas, la gente se pegaba a las paredes y los portales. En vano: todos eran golpeados con dureza. Los que caían al suelo eran pisoteados por todo el regimiento de CRS, que se dirigía sin miramientos hacia la Sorbonne.
Me volví al escuchar mi nombre, era María Asunción que me llamaba desde la puerta del centro universitario, rogándome que me refugiase dentro con ella; pero vi que era imposible: un grupo considerable de personas se interponían entre nosotros y no me podía mover porque la calle ya estaba al completo, como el metro en las horas puntas. Le dije adiós con la mano y me salí por otra calle en dirección contraria a los guardias, hacia los Jardines de Luxemburgo. Atravesé de nuevo el Sena por el Puente de las Artes y llegué a mi casa con las luces del alba. Me duché mientras escuchaba la radio y oí que las fuerzas de seguridad habían desalojado a los estudiantes que habían ocupado la Universidad, que muchos de ellos estaban heridos, que otros estaban detenidos y que algunos serían expulsados de Francia.
El 24 de mayo, el general De Gaulle se entrevistó en Baden-Baden con otro general. Al día siguiente, París amaneció rodeado de tanques. La huelga había terminado.
El general convocó elecciones y sacó la mayoría absoluta en la primera vuelta: la gente deseaba la paz y la estabilidad. A partir de ese día los precios se multiplicaron por 100: había que pagar los destrozos.

Nunca supe más de María. Pregunté varias veces entre los universitarios y les mostraba una foto que había obtenido de ella, por si la conocían. Nadie sabía de ella.
Fue al cabo de seis o siete meses que recibí una postal de Paraguay con este extraño texto:
Ta mo apesä che ñe´é
Magma yboit recoviá
Jha ipypé toro añuá
Co che py`á renyjhe;
Jha jhetá mba`é porá
Aicua´ánde rejha´é
A yé pane oimé ndavé
Revy`á nde yuruvy
Re jhecharamo ipoty
Jha omimbi nde rapecué.


Nunca lo entendí, es verdad, pero cada vez que lo miro veo entre líneas su bellísima imagen y huelo su perfume. Me acuerdo muchas veces del poema del film” Esplendor en la hierba” y creo que es muy cierto cuando dice:
“Aunque el Sol abrase la hierba, y del rosal vuelva mustias las hojas y caigan al suelo sus pétalos de terciopelo; aunque sean éstos esparcidos por el viento… Su belleza permanece para siempre en mi memoria.”


Fin.

viernes, marzo 03, 2006

El BALCÓN


Un balcón colgado
Sobre un mar de viejas tejas
Un patio con naranjos
En la colina alcuesqueña.

Prodigioso amanecer
¡De ensueño!
Esa luz de rojo fuego
Que acaricia mi lecho.

Mujeres cotilleando en el patio
Alrededor de conos de pitarra.
Niños jugando con un gato
Que trepa a mi ventana y escapa

Balcón destartalado, viejo
Vigía de robles y almendros
De ovejas y cochinillos
Castillo de Montánchez, a lo lejos
Y del camino hacia Trujillo.

“Si un día muero, dejad el balcón abierto
El niño come naranjas
Desde mi balcón lo veo
Y el segador siega el trigo
desde mi balcón lo siento.
Si un día yo muero
Os lo ruego:
Dejad mi balcón abierto "

Estas palabras dichas
Por Federico García Lorca
Que leyeron en la radio
En la hora de la siesta
Quiero hoy hacerlas mías
Pensando en mi ventana vieja.

viernes, febrero 17, 2006

BETHLEHEN



"Enterradme en vuestros corazones y estaré siempre con vosotros”. 

Hoy observo que todos están preocupados, me miran sujetando las lágrimas: mi salud debe de haber empeorado. Mi hermana Alice se encuentra a mi lado, acariciando mis manos, y algún que otro sollozo se le ha escapado. Para animarla, yo le sonrío y le digo:

─Tienes que enviar por email el texto que he escrito sobre la violencia de género. Envíaselo a todos mis amigos; yo no tengo ya fuerzas para hacerlo.

Y mientras lo hace,  miro a través de los cristales del ventanal y me llama la atención un jinete totalmente vestido de negro que se acerca en un precioso corcel también negro; trae una guadaña en su mano derecha y mira hacia mi ventana. Comprendo enseguida la preocupación que he notado en las personas que me rodean y cierro los ojos para ocultar mi pena. Estoy asustada, deseo que todo acabe pronto y sin dolor.

Siento sueño, mucho sueño, y me dejo llevar. De pronto aparece en el cielo un carruaje de fuego resplandeciente, arrastrado por cuatro caballos blancos, que se mueve a gran velocidad y viene a mi encuentro. Un ser alado, vestido con una túnica toda blanca y con cara de hombre, bellísimo, me ofrece su mano y me invita a subir al carro. Acepto con gusto. 
Pero antes de subir miro a mi alrededor: las personas  que me aman están inclinadas sobre mí en el lecho, dando gritos y llantos. Veo en la cama el cuerpo de una joven de apenas treinta años, de cabellos largos y rizados de color plata, como los tenía mi abuela; tiene pecas en la cara y sonríe mientras duerme.
 No quiero molestarles y silenciosamente me subo al coche. Los cuatro caballos blancos de luz intensa vuelan a una velocidad vertiginosa; desde lo alto admiro las blancas cordilleras, las azules aguas de los océanos y el verde color de las praderas y montañas, ¡todo es maravilloso! Cruzo  un mundo de estrellas lejanas y al fin llego hasta un lugar desde donde se irradian todas las luces del universo.
Dos seres alados, idénticos a mi conductor, custodian la puerta de aquel lugar y se apartan para dejar pasar el carruaje. Llegamos a una explanada donde al parecer tiene lugar una asamblea. Miríadas de criaturas aladas se sitúan detrás de un trono, donde se hallan sentados el Señor de todos ellos y el Príncipe. A ambos lados se hallan millones de seres con rostros humanos, llegados allí antes que yo. Todos me sonríen. El conductor de la carroza desciende de ella y me ofrece su mano para ayudarme a bajar; me conduce hasta el centro de la asamblea y se arrodilla ante el trono. Luego se levanta y me presenta:
─Esta mujer se llama Bethlehen, tenía solamente 28 años cuando la rescaté de las garras del cáncer, una dolencia que le hizo sufrir durante largos años…
─¡Es una agnóstica!– gritó alguien desde la puerta, y todos se volvieron a mirar hacia allí. Luzbel, el ángel caído, apareció solemnemente en medio de la explanada. Miró altaneramente a los asistentes y continuó ─: Esta joven no debe de estar aquí, no creía en vosotros; me pertenece. Deseaba vivir alegremente, disfrutar del amor y del sexo sin mesura, incluso alardeaba de ello en sus escritos ante sus amigos… En los foros literarios están las pruebas. Con esos ojos verdes moteados de pintitas naranjas y su eterna sonrisa adornando esa preciosa carita pecosa volvía locos a los hombres.  No pensaba en otra cosa que no fuese disfrutar, sentir el viento en su cara, aspirar el perfume de las flores silvestres y publicar sus sueños y deseos en foros románticos. ¿Es eso suficiente mérito para estar aquí? Si eso es así, todo el mundo vale.

Yo me sentía observada por todas las criaturas presentes, todas guardaban silencio. Yo no sentía miedo ni alegría, ¡no sentía nada! Tal vez un poco de curiosidad por saber qué era todo aquello. Parecían estar todos tan felices...
 Entonces mi acompañante tomó la palabra:

─Yo fui encargado de su custodia durante toda su vida. Bethlehen murió hoy de un cáncer de huesos, contra el que llevaba luchando desde hacía ya tiempo. El lunes próximo, 20 de febrero, habría cumplido 28 años. Murió exactamente igual que vivió, luchando por todo aquello en lo que creía. Fue siempre una  firme defensora de los derechos civiles, y trabajaba activamente en ello. Comprometida con los problemas sociales, se dedicó a la defensa de los valores humanos, a la solidaridad y a promover la justicia  y a…
De pronto, mi ángel de la guarda y defensor ante aquel tribunal guardó silencio, asombrado al ver levantarse del trono al Príncipe, un ser con rostro humano. Éste se acercó a mí y me tomó de la mano, diciendo:
─Ven, querida amiga. Yo sé bien lo que significa el dolor y el sufrimiento. Nadie te comprenderá mejor que yo.
Y llevándome de la mano, me condujo ante el Presidente del Glorioso Tribunal y dijo:

─Padre, he aquí a tu hija.       

                                           FIN

    Juan Pan  García. Registro de la Propiedad intelectual de la Junta de Andalucía, clave CA─ 1632

sábado, febrero 11, 2006

Lucena del Cid




























Cádiz es la provincia de la controversia, del absurdo, de lo increíble… La única capaz de vivir durante seis meses seguidos de fiestas: al puente de la Constitución le siguen la Navidades, los Reyes, los Carnavales, la Semana Santa, las Ferias de Primavera, la Velada… , mientras que al mismo tiempo es la que tiene el porcentaje de  población desempleada más alto de Europa. Dudoso honor el de ser la primera en esa lacra. Sus jóvenes se ven obligados a hacer las maletas y marcharse lejos para buscar trabajo, intentando independizarse de sus padres y aliviar el yugo que supone para estos el tener que proveer a las necesidades, no sólo de ellos, sino también de sus hijos y nietos.
Y se van… Se marchan a buscar en provincias extrañas el puesto de trabajo que en su tierra natal no encuentran porque sus “empresarios” sólo crean trabajo mientras reciben subvenciones del Gobierno o de Europa. No desean arriesgar; si no hay ayudas, no hay trabajo. Prefieren dedicarse a cazar en sus cotos privados y a vivir de las ayudas que la UE da a los agricultores: cuando no llueve,ayudas por la sequía; cuando llueve o hace frío, ayuda por las pérdidas de las cosechas..., incluso reciben ayudas por no sembrar, para que no bajen los precios por saturación del mercado: remolacha,viñedos,cereales,tabaco.
Los primeros se fueron hace cuatro años y cuando encontraron trabajo fueron llamando a familiares y amigos, produciéndose el “efecto llamada”. Hoy son más de cinco mil los gaditanos que trabajan en Castellón de la Plana. Entre ellos está Rebeca, mi hija.

Rebeca se cansó de enviar currículums, de hacer cursos programados y trabajos en prácticas… Y cogió su recién estrenado título de Licenciada en Químicas y se fue a Castellón con unas amigas, que trabajaban en un restaurante.
A las dificultades que tenía en Cádiz para trabajar como Licenciada en Química, se le añade allí el que no puede acceder a la administración pública porque no conoce el idioma valenciano. Lo mismo le sucede en la empresa privada, donde esas plazas son reservadas para los que manejan perfectamente esa lengua. Al final, se quedó con sus amigas en el restaurante, pero como los horarios no tenían límite, se cambió a una de las miles de fábricas de azulejos que existen en esa ciudad.
Ya hace tres años que se fue. Vive en un pueblo perdido en la montaña, cercano a la fábrica: Lucena del Cid, un pueblo de 1500 habitantes, que fue cruce de civilizaciones desde la edad del bronce; campo de batallas entre iberos y romanos, entre moros y cristianos, entre gabachos y españoles, entre éstos mismos... Tanta historia mereció ser  distinguida con el título de Muy Noble Villa por la reina Isabel II por su heroica defensa durante las guerras carlistas. El pueblo está edificado al borde de un barranco; sus casas parecen que se van a resbalar por la ladera y desde sus ventanas y terrazas se contempla un paisaje maravilloso y relajante, propio para escritores, poetas y pintores. Vive junto con su novio, Daniel, y de tal unión nos ha llegado, el pasado día 24 de enero de 2006, Carolina, mi nietecita.
Esta niña nos llena de alegría, tanto a sus padres como a  sus abuelos. Sólo le pido a Dios que se críe bien, que herede nuestros principios y valores humanos y que sea tan feliz que su alegría y amor alcance y contagie a las personas que la rodean.

domingo, enero 01, 2006

FOTOS DE RONDA

No sé que tiene Ronda, esta maravilla... Cuando vengo, siento alegría; cuando me voy, fatigas.










sábado, diciembre 31, 2005

MI VIAJE A RONDA




Ronda es una ciudad preciosa, toda ella está invadida por los turistas. Su economía gira en torno de éstos y sus calles están plagadas de comercios para recibirlos: museos, restaurantes y bares, tiendas de arte, cerámicas, ropas, muebles autóctonos, aparcamientos… Y sobre todo, el tajo: un enorme barranco que la divide en dos partes, unidas por su famosísimo puente.
Los turistas que llegan proceden de la Costa del Sol. Son dirigidos desde sus hoteles de Málaga o Marbella en cientos de autobuses fletados por las agencias de viajes, que han introducido una visita a Ronda entre las actividades de sus ociosas ofertas.
Todo está invadido por ellos, todos viven de ellos, se encarece por ellos, se cometen abusos hacia ellos que todos los sufrimos por ellos…
Ayer volví a Ronda después de cuatro meses y noté una diferencia en los precios en relación a mi anterior visita. Más caro aún. En el parque, una banda de niñatos arrojaban petardos al lado de nuestro grupo, impidiendo que escuchásemos al guía turístico. Una taza de porcelana con el nombre de la ciudad, que el verano pasado costaba 4 Euros –ya demasiado cara-, costaba ahora 5 Euros. El menú del día en el mismo sitio que comimos la última vez no sólo había aumentado, sino que la bebida, el pan y el café no entraban en dicho menú y se cobró aparte, lo que hizo que el precio aumentase un 40% sobre el anunciado en la entrada.
Todos sabemos que los museos en España ya no son gratis y hay que pagar por entrar en ellos; pero lo que no sabíamos es que se pueda llamar Museo a cualquier cosa. Ronda es una ciudad situada en medio de la Sierra que lleva su nombre, y ha sido cuna y refugio del bandolerismo andaluz. Por eso no es de extrañar que si te dan un folleto donde te indican la existencia de un museo dedicado a los bandoleros, la gente acuda. Eso hice yo, acompañado de mi familia.
El mencionado museo es una casa pequeña, en cuya puerta hay un pequeño mostrador atendido por una bonita muchacha que te pide 3 Euros por entrar y te señala un cartel donde dice que no se permite hacer fotografías ni grabaciones en el interior del museo. ¿Museo? Lo que allí se encuentra son multitud de libros, recortes de prensa, tebeos y revistas que tratan sobre los famosos bandidos que fueron utilizados como héroes en el cine y la televisión:”Pasos Largos”, José María el Tempranillo, Luís Candelas. Recordemos la serie televisiva de “Curro Jiménez”.
Unos maniquíes, vestidos con las ropas típicas de los bandoleros, y una colección de cuchillos y escopetas antiguas. Eso es todo lo que encierra el “museo”. ¿El precio de la entrada? : 3 Euros por persona, casi la misma que la de El Prado en Madrid.
Te cobran una entrada por visitar cualquier cosa: La casa del Bosco: 2 E; la plaza de toros: 6 E. El jardín del Moro otros 6, ect… Sumando solamente las cantidades pagadas por entrar en cada una de estas “maravillas” -visita que se realiza en menos de un cuarto de hora en cada sitio-, te puedes dejar los 60 Euros en menos de dos horas entrando en los diferentes lugares recomendados en los folletos turísticos.
Me acordé del cuento de “La gallina de los huevos de oro” y pensé que aquí en Ronda al final lograrán matarla. Es una lástima, porque la ciudad es bellísima.

viernes, diciembre 23, 2005

MERCEDES ES UNA AMIGA MÍA.


A mi amiga Mercedes le han hecho una entrevista que hace que me sienta honrado y orgulloso de encontrarme entre sus amigos.

Entrevista realizada por Marilyn Ventura para el Diario La Información.

MERCEDES GONZALEZ, UNA ESCRITORA FECUNDA.

Las vivencias y experiencias de la doctora Mercedes González son fuente de inspiración para cualquier generación. Sus años le han enseñado a mirar la vida desde un cristal transparente y lleno de luz.

Reside en los Estados Unidos desde hace 45 años y esto le ha permitido valorar más el país que la vio nacer. Según ella, arrastrará su patria en el alma y en sus pies todavía con­serva el rocío de esta media isla.

Desde muy niña tuvo inclinación por el arte y la literatura; sus primeros pasos en estos menesteres fueron en la pintura con el profesor Yoryi Morel, donde tuvo como com­pañero a don Guillo Pérez.

En una visita a este diario recordó con nos­talgia que su primer artículo fue publicado en LA INFORMACION hace ya más de sesenta años.
Escribió el libro "Pinceladas Folklóricas Dominicanas", el cual es una recopilación de cuentos europeos y dominicanos, canciones, juegos y refranes para niños.

También redactó "La Luna fue Testigo", y actualmente se encuentra dándole las últimas pinceladas a su novela "María Luisa", la cual se pondrá a circular en noviembre de este año.

"María Luisa, se desarrolla en Sábana Iglesia, donde frecuentaba a pasar mis vaca­ciones y allí conocí a esta joven que no quería vivir en la pobreza como sus hermanas y alrededor de esto se forman muchas situa­ciones interesantes, al final encuentra su des­tino, se casa con un médico y vive felizmente en La Florida", narró Mercedes.

La escritora es una dama bastante activa, porque además redacta cuentos semanales para la página de Astrolabio en Internet, escribe "Cosas de Mujeres", trabaja en pro­gramas de radio y televisión en la ciudad de New York con Rafael Motolío en el canal 35, donde ayuda a personas que tengan problemas de inmigración.
Pero su trabajo no sólo ha sido en la parte literaria, sino que fue voluntaria por muchos años de NUCUSANNY, una institución de los Estados Unidos que se encargaba de traer ayuda al país a personas y entidades necesi­tadas como los hospicios, los no videntes y a cientos de niños de escasos recursos.
Además, Mercedes fue madre de más de veinte niños, que quedaron a su cargo de una fundación para la cual colaboraba, y a los que tuvo que criar hasta que se hicieron profesionales universitarios.
Confiesa que su vida ha sido muy accidentada en Estados Unidos, pero a este país le debe sus cuatro tesoros, que son sus hijos: Mayra, Milagros, Francisco, María Teresa y Virginia.
Esta mujer está llena de vivencias y anécdotas. Es doctora en Farmacia, y prácticamente su vida la ha dedicado a escribir y ayudar a los más desposeídos.
En sus años mozos pintó un cuadro para el Hospital Monte Sinaí en Estados Unidos, el cual aún se conserva. Plasmó en su lienzo un juego en el parque con niños de diferentes razas.
Agradece sobremanera a Dios, quien dice le ha dado la fuerza y el talento para poder escribir lo que siente y piensa.
No quiso dejar de mencionar a la licencia­da Mary Jerez, quien es su fiel amiga y quien le ayuda en las correcciones de sus obras y artículos.
Mercedes es de esas dominicanas que un buen día salen de su país a buscar un mejor futuro, pero que siempre han puesto en alto nuestra bandera y nuestras costumbres.
Tiene una gran vocación poética y un amplio potencial literario, su genio y su talento sobresalen al conversar con ella, es una mujer de muchas palabras, pero todas con una sapiencia que te ayudan a comprender más la vida.
En resumidas cuentas: Mercedes González nació en Santiago y se graduó de doctora en Farmacia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Sus primeros cuentos fueron publicados en el periódico LA NFORMACIÓN de Santiago y en Vanguardia, de la ciudad de Pimentel.
Desde hace 45 años reside en New York, donde fue miembro del Círculo de Escritores y Poetas Santiago y se graduó de doctora en Iberoamericanos (CEPI).
Trabajó como voluntaria en Godard Education. Perteneció a la directive de Strikers Bay Community Plarining Project. Escribió artícu­los en la revista Merengue y Ahora y en el periódico La Prensa. Fue presidenta por varios años del Núcleo Cultural de Santiagueses en Nueva York.
Es pintora y poetisa y ha incursionado en el periodismo y la televisión.
Publicó un libro de cuentos: "La Luna fue Testigo" y uno de los cuentos "El Péndulo" obtuvo mención honorífica y "El Sueño de Juan" ganó un segundo premio en La Esquina de las Letras en la ciudad de Nueva York.

martes, diciembre 20, 2005

¿ADÓNDE VAS, ESPAÑA?



España. Año 2010.
Carlos se hallaba mirando un expediente en su despacho de la planta 29 de la Torre de Madrid cuando, de pronto, escuchó un ruido raro en la fachada del edificio. Vio el helicóptero parado frente a él durante unos segundos; luego, el aparato fue ascendiendo, hasta perderlo de vista sobre su cabeza. Carlos se preguntó qué estaba ocurriendo. Desde hacía unos días, notaba algo raro en la conducta de sus compañeros, que apenas le dirigían la palabra, esquivando su mirada y su compañía con pretextos torpes, inventados deprisa sobre la marcha. De pronto, un hombre enmascarado con una capucha y vestido totalmente de negro irrumpió en su despacho, dando una patada en el cristal de la ventana, que saltó hecho pedazos. Casi al mismo tiempo, escuchó unas carreras en el pasillo exterior de la oficina, seguidas de una pequeña explosión, que hizo trizas la puerta de entrada a su departamento. ¡Joder!, exclamó. Carlos se levantó rápidamente y corrió hacia el cuarto de baño. Apenas tuvo tiempo de lanzar el objeto al interior del water, cuando fue empujado bruscamente y lanzado contra la pared.
No había tenido tiempo de tirar de la cisterna y el agente del grupo especial de operaciones (GEO), sonrió al ver flotando en el agua la prueba del delito. Se puso unos guantes de látex e introdujo su mano en el receptáculo, cogió el diminuto objeto, lo miró detenidamente y sonrió diciendo:
– Te tenemos, de ésta no te libras.
– Eso no es mío; lo has puesto tú ahí dentro - contestó, desafiante, Carlos.
El agente le propinó un rodillazo en el bajo vientre que le hizo doblarse en dos con un gemido. Luego le puso las esposas y le empujó hacia fuera del cuarto.
–Ya veremos lo que dices cuando encontremos tu ADN en esa prueba.
– ¿Sí? ¿Podrá sacarla estando empapada de agua? dijo Carlos, con una sonrisa irónica.
El agente le dio un puñetazo en el estómago y otro en el costado. Procuraba pegar donde no dejase marcas: no deseaba enfrentarse a una demanda judicial por el detenido. Carlos cayó al suelo hecho un ovillo. En eso llegó otro de los agentes que habían entrado por la ventana y con una sonrisa mostró un objeto, prueba irrefutable del delito.
–Lo he encontrado dentro de una carpeta de archivos, en el armario-dijo, enseñándole a su jefe la cosa que llevaba dentro de una bolsita de plástico transparente.
–¡Perfecto!
Al ver aquello, Carlos se desmoronó, no tenía escapatoria posible: la prueba era contundente, irrefutable, condenatoria. Pensó que todo había terminado: su vida en la comunidad, su trabajo en una importante empresa, sus amigos, su familia… Todo se había ido al carajo por no ser capaz de controlarse.
–Sí, es mío confesó–; pero no lo uso, lo guardaba como un recuerdo, como un objeto para coleccionistas. Dentro de unos años, tendrá un valor incalculable…
–Eso se lo cuentas al juez. Vamos. ¡Andando! –ordenó el policía, empujándole.
Todos los agentes abandonaron el despacho de Carlos, cruzaron el pasillo que comunicaba con el resto de las oficinas de la planta 29 y se dirigieron a los ascensores. Mientras esperaba la llegada del elevador, Carlos vio cómo se abrían todas las puertas de las oficinas contiguas y los empleados se asomaban para mirarle, sonriendo con cara de satisfacción por su detención. Algunos incluso aplaudieron a los agentes. Uno de los GEOS llevaba cuidadosamente en la mano la bolsita de plexiglás que contenía la prueba acusatoria: un paquete de tabaco, de la marca Ducados.


Fin


El 1 de enero de 2006 entró en vigor la Ley Contra el Tabaco en los espacios públicos y los centros de trabajo. Los bares y restaurantes tuvieron que dividir su espacio entre los fumadores y no fumadores, habilitando salones separados entre unos y otros. Las empresas no aceptaron crear salas para fumar durante las horas de trabajo y prefirieron prohibir tajantemente fumar dentro de ellas. Hubo enfrentamientos en lugares públicos entre fumadores y no fumadores; los bares no respetaban la Ley y las sanciones no parecían acobardar a nadie. El Gobierno, que ya no consideraba rentable su Monopolio de Tabacalera, al comprobar que los ingresos de éste no superaban a los gastos en sanidad pública que las enfermedades del tabaco producían, optó por endurecer las penas a los fumadores, cambiando las sanciones económicas por condenas en la cárcel.

martes, diciembre 13, 2005

HISTORIAS DE NAVIDAD



COLEGIO DEL PALACIO DE LA SAGRA. CHAPINERÍA (MADRID)
El día de Nochebuena de 1955 fue algo especial en el colegio. Por la tarde no hubo clases y asistimos a un partido de fútbol entre el equipo del pueblo y el nuestro. Al terminar el partido se entregó el trofeo por el Sr. Alcalde; después las niñas completaron la tarde con una demostración de coros y danzas populares: jotas, sevillanas, malagueñas, ect. La cena fue algo excepcional: un menú especial que culminaba con unos postres buenísimos confeccionados por las monjas del centro.
Después de cenar la madre superiora me llamó y me dijo que esa noche la misa del gallo se iba a celebrar en la capilla del colegio y no en la iglesia del pueblo, como era costumbre, y que mi compañero Anselmo y yo oficiaríamos una vez más de monaguillos en aquella ceremonia cristiana. Nos llevó hasta la sacristía y nos dio las instrucciones de todo lo que debíamos de realizar: tocar la campana de la iglesia del pueblo, mantener la bandeja en el sitio apropiado en el besa pies del Niño Jesús, ayudar a las personas mayores que no pudiesen levantarse del reclinatorio al arrodillarse para dar el beso...
Nos pusimos un traje de monaguillo de terciopelo todo blanco y preparamos las jarritas del vino y del agua para la misa (qué bueno estaba el vino del cura, una mezcla de Moscatel y Cream). Luego nos fuimos a reunirnos con el resto de escolares al salón de actos para esperar la hora de la misa cantando villancicos y acompañando con panderetas y zambombas. También se ponían dos cucharas de espaldas apretadas una contra la otra y por en medio se hacía pasar continuamente el mango de otra cuchara. Eso producía un sonido que armonizaba con las panderetas.
A las once y media de la noche los dos monaguillos salimos del colegio y entramos en la iglesia, situada al otro lado de la plaza. Braulio, el sacristán, nos estaba esperando. Una vez dentro fuimos hasta la escalera que subía hasta la torre, miramos hacia arriba por el hueco libre y cogimos cada uno una de las sogas que bajaban desde la cumbre y comenzamos a tirar con fuerza de ellas. Las cuerdas nos levantaban del suelo a cada vuelta de las campanas. No hacíamos ningún esfuerzo, la inercia del movimiento nos hacía subir y bajar durante los tres minutos que tardaba cada toque: el primero a las once y media; el segundo a las doce menos cuarto y el tercero a las doce en punto. Casi todo el pueblo acudió a la misa del colegio. Como no cabían todos abrieron las puertas de la capilla, que comunicaba con el salón de actos, y se habilitaron bancos y sillas para los asistentes.
La misa comenzó y continuó su curso en latín hasta el “Ite misa est” final. En ese momento el cura bajó hasta el reclinatorio central con el Niño Jesús en las manos, mientras el coro del colegio entonaba los villancicos.El Alcalde, don Juan, fue el primero en arrodillarse para besar los pies del Niño; luego se levantó, dejó un billete de 25 pesetas en la bandeja dorada que yo mantenía a su derecha y se fue a su asiento. Al instante se formó una fila y todos los asistentes imitaron a su Alcalde. Unos ponían un billete de cinco pesetas, otros dos, una peseta, veinte… Nadie superaba al Alcalde. Mi compañero y yo llevábamos la cuenta de quienes eran los que más habían dado: el boticario, el zapatero, el de los ultramarinos Casa Duque, los maestros del colegio público, los guardias, ect.
Una ancianita dejó un billete en la bandeja y se le cayó otro al suelo: ella no se dio cuenta y cuando se fue me agaché y lo recogí. Me lo guardé en la mano y con disimulo lo metí en el bolsillo de mi sotanita. Miré si alguien me había visto, pero todos estaban pendientes del avance de la fila. Además, la luz en donde yo estaba era escasa y sólo estaba iluminado el altar mayor con una docena de cirios. Nadie me había visto, pero los ojos del niño Jesús parecían decirme lo contrario. Me miraba fijamente, con las manos extendidas y una sonrisa en la boca. Me dio vergüenza de lo que había hecho y saqué el billete del bolsillo y lo puse en la bandeja. Entonces vi con horror que la Superiora me estaba observando y me había visto devolver el dinero. Pensé que ya estaba listo, que al día siguiente sería expulsado del centro. Me puse muy nervioso, tanto que la bandeja temblaba en mis manos. Respiré con alivio cuando la fila llegó a su fin y me pude volver de espaldas a todo el mundo: no podía sostener la mirada de la Superiora.
La misa terminó y el sacerdote cogió el cáliz y salimos los tres hacia la sacristía.Una vez dentro fuimos separando los billetes cada uno según su valor y contando las monedas. Acabado el recuento el cura le dio un duro a mi compañero y otro a mí, y nos quitamos el traje. Luego nos fuimos a nuestros dormitorios. En el reloj del pasillo pasaban algunos minutos de las dos. Todos los compañeros estaban ya acostados cuando llegamos nosotros.
Al día siguiente, cuando estábamos desayunando en el comedor, llegó la Madre Superiora y nos pidió un momento de atención. Todos callamos. Ella me dijo que me levantase y fuese a su lado; yo obedecí, muerto de miedo. Entonces dijo:
– Quiero que miréis a Juan un momento. Anoche sacó de su bolsillo el poco dinero que tenía y se lo entregó al Niño Jesús. Ese dinero se lo había dado su familia para otras cosas, sin duda, y él prefirió donarlo. Nos dio un gran ejemplo de solidaridad. Demos un aplauso a nuestro compañero. Y todos aplaudieron.
¡Yo no salía de mi asombro! Me puse muy colorado mientras todos me miraban y aplaudían, y recordé la sonrisa del Niño Santo. Parecía un milagro: ¡Apenas había nacido y ya me había perdonado! ¡Cosas de la Navidad!

¡FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS Y AÑO NUEVO PARA TODOS USTEDES!

jueves, diciembre 01, 2005

NAVIDAD, DULCE NAVIDAD.


  Faltaban unas horas para la Nochebuena.Las luces del escaparate de la tienda más importante de la ciudad destacaban sobre el alumbrado de la calle; el interior de las grandes vitrinas estaba lleno de juguetes y regalos; una música pegadiza se escuchaba por los altavoces, situados en la cornisa que cubría totalmente la acera a todo lo largo del escaparate.Sobre ella, con letras grandes e iluminadas, se leía: ¡Feliz Navidad!
  La canción navideña, acompañada de campanillas, panderetas y zambombas, se escuchaba en toda la calle:

¡Parrampín, parrampín parrampíaaaaa!
¡Parrampín, parrampín parrampánnnnn!
Que en Belén, con José y María
Hay un niño en el portal…

  En un lado, junto a la entrada del establecimiento, una estrella de luces atraía a los paseantes hacia un Belén viviente: José le daba paja al burro; María amamantaba al niño Jesús, que movía las manitas nervioso porque, quizás, la leche de la madre no llegaba con la cantidad que él deseaba.Frente al cristal del escaparate, varios padres con sus hijos miraban sonrientes y emocionados la escena. Entre ellos estaba Laura, una niña de ocho años, que cogida de la mano de su madre sonreía y señalaba al niño Jesús, que pataleaba cuando se le escapaba el pezón del seno de María.
  De pronto, un niño de diez años, de tez oscura, vestido con un chándal del Real Madrid y con un ramo de claveles rojos en la mano, se acercó a la niña y le dijo:
  –¿Tú comprar uno? Sólo me quedar este ramo para me poder ir a casa con padres.
  La niña lo miró; vio como temblaba de frío; tenía las manos moradas y los labios cortados por el viento glacial que soplaba en aquella calle. Laura sacó un pequeño monedero de su bolsillo y le dio un Euro al niño a cambio de una flor. El chico le dio las gracias y se fue a ofrecerle otro clavel a una señora que estaba mirando sola el Belén; pero ésta le dijo que no quería nada. El chico continuó ofreciendo sus flores a otras personas por la acera.
  –Mamá  –dijo la Laura–, ese chico no puede irse a su casa hasta que no venda todas las flores. Aún le quedan muchas… ¿Tú puedes comprarle algunas más para que él pueda celebrar también la nochebuena con su familia?
  Y la madre, enternecida por el corazón tan bueno de su niñita, llama al chico y le compra el ramo de claveles. El niño miró a la niña y a la madre, y les dijo:
  –¡Muchas gracias, muchas!
  –Feliz navidad  –respondió la niña.
Madre e hija se fueron caminando hacia su casa, contentas de haber hecho una buena obra: esa noche el niño también cantaría villancicos al lado de su familia.
Los altavoces continuaban proclamando la música del villancico. Antes de volver la esquina, Laura se volvió para ver por última vez las luces de la tienda, justo en el momento que un hombre grande y fuerte, de unos cuarenta años, le arreaba un tortazo al niño, que se cubría la cabeza con los brazos, y le obligaba a coger en sus manos otro ramo de claveles. La niña tiró del brazo de su madre, mientras un grito se le escapó de la garganta:
  –¡Mamá, mira!
  Vieron al niño ofreciendo una flor a una señora, vigilado desde la acera de enfrente por su padre, que se apoyaba en la pared mientras fumaba.
  La música continuaba, ajena al drama:
¡Parrampín, parranpín, parrampía…!
¡Parrampín, parrampín, parrampán…!
Que en Belén, con José y María
Hay un niño en el portal…

  La mujer le puso la mano en el hombro a su hija y le dijo:
  Vamos, cariño. No podemos hacer nada. No podemos evitarlo...
Laura miró de nuevo al chico y, con los ojos bañados por las lágrimas,musitó:
   ¿No podemos, mamá? ¿De verdad no podemos?

viernes, noviembre 25, 2005

RELIGIÓN EN LA ESCUELA








Hace una semana, las calles de Madrid se vieron colapsadas por una masiva manifestación de personas que reclamaba libertad de enseñanza, y para decir NO a la reforma del Gobierno en materia de Educación. Los informativos de las televisiones privadas españolas, y las páginas de la prensa escrita publican notas a favor de la inclusión de la Religión al mismo nivel que las otras asignaturas en todos los centros docentes del territorio español. Apelan para ello al "derecho constitucional de los padres a proporcionarles a sus hijos una educación religiosa acorde con sus creencias y a elegir libremente el centro educativo" para recibir la enseñanza elegida. Por ello acusan al Gobierno de todos los españoles de actuar de forma anticonstitucional porque ha decidido que la educación religiosa es una cosa personal y no colectiva, y que por ello el que la quiera tener que se la pague de su bolsillo, además de declarar la asignatura como opcional y sin relevancia en cuanto a la nota final del curso escolar. Hoy, viernes 25 de noviembre, los representantes de la Iglesia, de los padres, y de los partidos políticos que convocaron la manifestación –una cita a la que acudieron cientos de miles de personas–, han roto las negociaciones.
Viendo el panorama, no dejo de preguntarme cómo puede haber tanta caradura y tanta desfachatez para exigirle esas cosas a este Gobierno. Intento comprender el por qué de las cosas que están sucediendo y llego a las siguientes conclusiones:

1º Hay que remontarse a los hechos ocurridos en España en la mitad del pasado siglo para entender mejor lo que está sucediendo en nuestros días en relación a este tema.
Hay que decir por qué la asignatura de Religión estaba evaluada anteriormente con la misma potencia, con las mismas consecuencias para el alumno, que las Matemáticas, la Física o cualquier otra asignatura.

2º Hay que decir también el porqué de que el Estado financie a los profesores de Religión, aunque éstos no tengan el título oficial universitario para poder impartir esas clases en los centros escolares (son sacerdotes o miembros de la Iglesia los que imparten la asignatura).

3º También hay que conocer lo que dicen las leyes y acuerdos salidos del Parlamento para saber si se están cumpliendo en relación con esta materia.

Retomando los puntos anteriores uno a uno, encuentro que:
1º En los años inmediatamente posteriores a la segunda Guerra Mundial, los países aliados vetaron la entrada de España en la ONU y la dejaron en estado de aislamiento cultural, político y comercial por haber ayudado y pactado con los representantes máximos del fascismo, Hitler y Mussolini, enviándo tropas para luchar junto a los alemanes contra todos los ejércitos aliados: La División Azul.
Anteriormente, en nuestra horrible Guerra Civil, la Iglesia se puso a lado del Dictador, que aprovechó esa ayuda para presentarse ante los españoles como el salvador del país en una Cruzada contra los infieles ateos y comunistas. En muchos centros escolares religiosos se colgaban cuadros en los que se ve a Franco vestido con el uniforme de los cruzados y con la espada, rodeado de símbolos celestiales y religiosos tales como el caballo del Apocalipsis, que el cielo le envía para acometer su lucha exterminadora.
En los colegios religiosos, al menos en el que yo estuve durante siete años, se hacían oraciones y peticiones a Dios a favor de “Nuestro glorioso Caudillo”.
No se aceptaba el culto de otras religiones. A los testigos de Jehová, principalmente, por su eficaz labor de proselitismo, se les metía en la cárcel y se arengaba desde los púlpitos a los creyentes para que los expulsaran de sus casa y los denunciasen a la policía cuando les viesen llegar. Incluso los tildaban de traidores, porque estaban en contra de las guerras y se negaban a hacer el servicio militar. Fueron los primeros objetores de conciencia que fueron a la cárcel por ese motivo. Luego la objeción se extendió a otras organizaciones.
No se aceptaba la celebración de bodas de otras confesiones religiosas hasta la llegada de la Ley de Libertad Religiosa, en octubre de 1967. Hasta esa fecha, a esos contrayentes no se les consideraba casados legalmente, sino "arrejuntados". No se reconocían tampoco ni los derechos ni la validez de los matrimonios que no fuesen celebrados por la Iglesia Católica. Un matrimonio civil no tenía derecho a cobrar los puntos por matrimonio ni por los hijos nacidos en ese matrimonio (Como si el dinero de esas ayudas sociales fuese de la Iglesia en lugar de las cotizaciones de los trabajadores a las arcas del Estado). No tenían derecho a solicitar viviendas protegidas, ni a ser enterrados en el cementerio común (Como si el campo santo le perteneciera a la Iglesia en lugar de al Ayuntamiento), y eran enterrados en un lugar aparte, junto a los ajusticiados, suicidas y protestantes.

2º Fue en 1955 cuando Franco firma un acuerdo con el Vaticano (El Concordato) por el cuál la Iglesia se compromete a publicar oficialmente su reconocimiento y la legitimación del Régimen, a cambio de que el Estado le concediese un lugar preponderante en los Consejos del Estado, financiase todos los gastos de personal y del mantenimiento de los edificios religiosos, y la actualización de los privilegios que siempre había gozado la Iglesia Católica en España: excepción de impuestos, impartir estudios en centros propios a todos los niveles de enseñanza, otorgando títulos universitarios reconocidos con el mismo valor que los estatales (Universidades del Opus Dei).
3º En los acuerdos firmados durante el consenso constitucional se dejó claro  que el Estado financiaría durante tres años a la Iglesia Católica y que a partir de ahí serían los propios creyentes los que, asignando una cruz en una casilla determinada de su declaración de la renta, financiarían a la Iglesia, aceptando ésta la obligación de autofinanciarse.
Este acuerdo no se ha cumplido al día de hoy, treinta años después de la firma: la iglesia continúa recibiendo sus tres mil millones de euros anuales del erario público, motivo éste de quejas de los ciudadanos y partidos políticos no creyentes, que exigen que se les retire la subvención y que ésta se destine a otros fines sociales: “El que quiera religión que se la pague”, es el lema común.
Además, ¿no tienen el mismo derecho las otras religiones de recibir el mismo trato que los católicos?, ¿no son sus fieles creyentes ciudadanos que pagan sus impuestos al igual que los católicos?, ¿por qué el dinero se le concede solamente a la Iglesia Católica?
Resumiendo: ¿Qué derechos reclaman éstos cuando ellos jamás han reconocido el derecho de los demás? ¿Qué trato de favor esperaban de un Gobierno cuyos miembros vienen de un partido político a cuyos militantes persiguieron hasta la muerte durante los años felices que la Iglesia vivió junto al Dictador?

No hay nada más que ver las fotos de la época para comprender que, como dice la Biblia: “Cada uno cargará con su propia responsabilidad”. La Iglesia sufre desde el advenimiento de la Democracia, las consecuencias de sus actos en contra de las libertades de los españoles.

Para más informacion, ver http://www.fuenterrebollo.com/Gobiernos/iglesia-franco.htmldonde están publicadas los originales de las fotos de este artículo.

martes, noviembre 15, 2005

Los Caños de Meca






























En las cercanías de esta playa salvaje del término municipal de Barbate (Cádiz), quiere su Ayuntamiento, en complot con una inmobiliaria, construir unos hoteles y un campo de golf. Uno más. Ya existen en la bahía de Cádiz media docena en funcionamiento.Este año de 2005, cada municipio de la provincia, incluso los que están situados en lo alto de la sierra, tiene un campo de golf en proyecto o en construcción.¡Claro! ¿Por qué tú lo vas a tener y yo no?, parecen decirse entre ellos.Luego nos dicen que ahorremos agua los gaditanos, porque no llueve y los embalses están a la mitad.