viernes, octubre 16, 2009

KIMBERLEY

El vacío dejado por los españoles que fueron expulsados por el Gobierno por infringir la ley, fue rellenado por una nueva expedición procedente de Huelva. Venían recomendados por un tal Antonio Romero, el encargado que menciono en el tema Sudáfrica 3, de esta forma: “el encargado español — un enchufado de Huelva que no tenía idea de soldaduras ni gaseoductos; pero que hablaba inglés perfectamente y figuraba como intérprete”.

No sé qué parámetros siguieron en las pruebas de aptitud profesional para enviarlos a Sasol, pero dudo mucho que fuesen las mismas a las que nos enfrentamos en Madrid. Entre expertos soldadores se camuflaban panaderos, albañiles y otros que carecían de oficio, lo que explicaba la gran cantidad de reparaciones en las soldaduras. Los americanos, muy enfadados por la baja calidad del trabajo, reunieron al personal y amenazaron con devolverlos a España si no enmendaban. Antonio Romero me acusó de no hacer bien mi trabajo, de señalar fallos que no existían para desprestigiar a sus soldadores. A partir de ahí, cada vez que yo hacía una radiografía se la mostraba al americano para que él la interpretara. Al menos cuarenta hombres de Huelva fueron apartados de la línea de tuberías.La empresa los envió a una escuela de soldadura para enseñarles a soldar, mediante un curso acelerado de dos meses a diez horas diarias. Al parecer les salía más económico que despedirlos.

Antonio Romero, arropado por una docena de sus buenos soldadores (también los había) se enfrentaron a mí y a Iñaki, insultándonos y amenazando con represalias si les expulsaban por nuestra culpa. Le decíamos que nosotros realizábamos bien nuestro trabajo, que eran ellos quienes no hacían bien el suyo: las radiografías lo cantaban.
Romero me insultó; yo hice alusión a su astas y le mencioné a sus muertos. Y nos agarramos. Los otros se aliaron con él, y Pascasio Díez, un zamorano, que además era karateca y gustaba de enseñar en todos lados su carnet de cinturón marrón, salió en mi defensa y le arreó tal patada en el rostro al encargado que lo tiró al suelo. Este, enajenado, llamó por el walkie al americano y le explicó lo que quiso en inglés. El texano, furioso, se dirigió a Pascasio y a mí y nos ordenó regresar al campamento: estábamos despedidos.

Cuando llegamos a la oficina, el director nos dijo que había recibido órdenes de enviarnos a España al día siguiente. Aquella noche, “los de Huelva” (así se les llamaba) celebraban su triunfo cantando fandangos y bailando; pero la voz de lo sucedido se corrió por el campamento y el resto de españoles fueron a ver al director para anunciarle que, si nos despedían, ellos también se iban. Alegaron que ya estaban hartos, todo había ido bien hasta que llegaron los otros. Una de dos: o se iban los de Huelva, o los del norte. Y el director habló con el Mr. Ryan, el texano, y éste conmutó la pena y nos castigó a trabajar en una zona alejada de los españoles con italianos, libaneses y franceses.

Yo perdí el puesto de control de calidad y me pusieron a soldar con Pascasio, uno por cada lado del tubo. Iñaki vino con nosotros de ayudante.
A medida que pasaba el tiempo fueron apareciendo carteles en los hoteles y restaurantes de la zona en los que se leía: “Prohibida la entrada a españoles”. Los de Huelva creían que todo el mundo adoraba el cante flamenco, el taconeo y las palmas, y, sin respeto por otras culturas, se ponían a cantar y bailar en todos los sitios, robando la intimidad de las parejas de enamorados que cenaban en los restaurantes los fines de semana, e impidiendo escuchar la música pop del local.
Habían oído que nosotros, antes de su llegada, pedíamos permiso al esposo para sacar a su mujer a bailar, y ellos, de común acuerdo, aceptaban. Y estos recien llegados de Huelva molestaban a las mujeres, aferrándolas del brazo para sacarlas a bailar en presencia de sus novios o maridos. Al no encontrar ninguna que quisiera bailar, ocupaban la pista bailando ellos mismos agarrados como pareja, cosa abominable en un país machista y facista. Un sudafricano, ante la insistencia de un onubense que no aceptaba un no por respuesta de parte de su esposa, se levantó y le arreó un puñetazo made in Jhon Wayne que lo dejó en el suelo. Aquella noche se armó el escándalo, y fue a consecuencia de eso que aparecieron las prohibiciones de acceso para los españoles en los restaurantes y salas de fiesta de Evander, Trichard y Secunda.

Tras un mes de privaciones, logré reunir quinientos rands y me dispuse a quemarlos en un fin de semana recorriendo mundo. Julio me había hablado del Big Hole, el agujero más grande abierto por el hombre, y decidí ir a verlo. Iñaki dijo que no me acompañaba porque no tenía un céntimo: se lo había gastado todo en el hotel Holliday In, en Secunda. Pascasio, que hablaba inglés, aceptó venir conmigo.


El viernes siguiente, por la tarde, llegamos a Johannesburgo y nos quedamos en el Carton Hotel, y por la noche pasamos por la Casa de España para quedar con Julio.Al día siguiente nos estaba esperando en la puerta del hotel con su Mazda, y nos lanzamos hacia el sur a devorar los 500 kilómetros que nos separaban de Kimberley
En 1886, un tal Erasmus Jacobs encontró en una ladera una piedra blanca, que resultó ser un diamante de cinco gramos. Cinco años más tarde, otro buscador encontró uno de 16 gramos. La noticia dio la vuelta al mundo y provocó una estampida de mineros ingleses hacia ese lugar. Construyeron viviendas y comenzaron a cavar en la ladera.




La colina desapareció. Continuaron excavando hasta hacer un agujero de 240 metros de profundidad, de donde lograron sacar tres toneladas de diamantes. La mina se cerró en 1914. La ciudad que emergió en torno a ella, Kimberley, fue la primera población en el sur de África en instalar el alumbrado eléctrico en sus calles; en 1896 se inauguró la primera Escuela de Minas y la primera Academia de Aviación.


En Kimberley aún funcionaban cuatro minas de diamante. Contaba por entonces cien mil habitantes, de los cuales el 65% eran mestizos. La nuestra, fue una visita rápida pues el lunes, tal como estaban las cosas, no podíamos faltar al trabajo. El mes siguiente cumpliría los seis meses de contrato, y me tocaba venir de vacaciones a España.

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14 comentarios:

  1. Juan,
    me gustó leerte como siempre y esos problemas laborales lejos de tu pais y de tu casa uno nunca lo consigue llevar de la misma forma.Yo creo que hiciste bien que les enseñaste lo que es un hombre de bien y un buen trabajador. Que bien tu paseo, pena que Iñaki no pudo acompañarte, pero ya se habia divertido y la plata no llega para todo.
    A que siempre estabas mirando al suelo para ver si encontrabas un diamante. Si fuera yo me quedaria ciega y con la espalda curva jajajajaja.

    Y sigue el cuento...Estoy deseando saber como fué el regreso de vacaciones a España...

    Besos
    Flor

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  2. Pues sí, siempre camino mirando al suelo por si me encuentro algo, ¡ja, ja,!Así que no pierdas nada que si lo encuentro lo pierdes.
    El viaje a España te lo adelanto a ti porque eres mi amiga: fue en avión.
    Un beso, Florecilla.

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  3. Juan, como querias venir tu para España sin ser en avión? Nadando???
    Con la cantidad de piedras que traías en los bolsillos, no flotarias nunca! jajajajajajajaja
    Ay que risa me dió!!!

    Besitos
    Flor

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  4. Sigo con interés tu historia. Me deja con cierta tristeza esas conductas de los sujetos de Huelva.
    Un abrazo

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  5. Desde luego, tu estancia en Sudafrica no tiene desperdicio.
    Diamantes y patosos ¡vaya combinació!

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  6. Te comprendo, querido amigo Antonio, a nosotros nos causaba vergüenza pertenecer al mismo país que esa gentuza al sentir el peso sobre nuestras espaldas del slogan franquista " Spain is different".

    Dos años más tarde me encontré con ellos aquí en Puerto Real. También acabaron por echarlos de la planta de Dragados.
    Un abrazo.

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  7. En verdad fue una estancia muy intensa, cada día esperaba algo nuevo.
    A los patoso había que soportarlos como una enfermedad; y los diamantes, que adoraba, no estaban a mi alcance. Siempre ocurre los mismo en las diferentes facetas de la vida.
    Gracias, Lola.
    Saludos.

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  8. Querido amigo: A estas aventuras que nos cuentas y que nos tienen en vilo, lo único que les faltaba eran diamantes de por medio, jejeje.
    Anímate y llena una novela de personajes habitando este contexto, seguro que tiene más éxito del que te imaginas. Un fuerte abrazo y muchas gracias por traernos con tanta frecuencia estas historias que nos encandilan.

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  9. Gracias a ti, José Antonio. Cuando acabe lo que tengo entre manos,y siguiendo vuestros consejos, intentaré convertir el texto en novela. Un abrazo.

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  10. Juanito, los españoles siempre. Qué le vamos a hacer. Nos come la ignorancia y la falta de educación. Espero que el tiempo lo arregle. Tal vez en un par de siglos solucionemos esos problemas.
    Un saludo.

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  11. Lo malo, Manuel, es que encima nos creemos los mejores en todo. Como también es malo eso de que por unos pocos paguen tantos.
    Ni en dos siglos conseguirán cambiarnos, creo: si no lo han hecho ya con la leña que nos han dado...
    Un abrazo, amigo. Saludos a los tuyos.

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  12. Juan, vaya tela con esos de Huelva. Imagino que con todas las cosas que has contado no dejaban el pabellón español muy alto. Y por si faltase poco, los diamantes, y cuántos sinsabores les ha traído al pueblo. La verdad es que si cueces todo esto que conoces tan bien de primera mano, con esos ingredientes y le añades una historia de contrabandistas de diamantes por medio y lo condimentas con una pizca de amor por ahí, que tenga sus dificultades, de alguno de los protagonistas, te sale un novelón la mar de interesante. Es que son unas vivencias que merecen la pena que las aproveches. Tiene buena pinta, amigo.

    Un beso,

    Margarita

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  13. Hola, Margarita, la verdad es que esos de Huelva me avergonzaron tanto, me hicieron pasar tanto que es la única provincia de España que no conozco. Hace cinco años me ofrecieron un interesante contrato de trabajo en Huelva y lo rechacé por no trabajar con gente así.
    Lo de la novela, espero me sugieras lo que está pasando por esa cabecita tan creativa que Dios te ha dado.
    Aún te debo responder a tu email, no tengo perdón . Un beso.

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  14. Sigo atento el relato, que cada ves es mas divertido e interesante.
    Dime que se siente ver tantos diamantes Juntos.
    seguiré atento la historia.
    hasta pronto mario

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