Ayer se presentaba en Málaga el nº 27 de la revista de la
Asociación Utopía de las Artes, a la cual pertenezco, y aunque me coge lejos
quise por una vez asistir al evento.
La presentación era a las 18,30, pero llegué a las doce del día para aprovechar y pasear
por la bellísima ciudad. Dejé mi coche frente al Hospital Carlos Haya y me fui
caminando por la citada avenida hasta la catedral, pasando el puente sobre el río
Guadamedina y siguiendo la calle Carretería. Dos kilómetros aproximadamente.
La Alcazaba a esa hora irradiaba luz, estaba preciosa, lástima
que las casetas y barandillas de los arqueólogos que hurgan entre las ruinas
del Teatro Romano impedía que luciera en las fotos.
Y enfrente, a rebosar de gente ya tan temprano, las terrazas
del Bar Bodega Pimpi, lugar de encuentro de poetas, escritores y pintores
invitaban a sentarse y degustar un vino de los Montes de Málaga o una cerveza
helada.
Yo me senté dentro, en el mismo sitio donde en 2007 nos
conocimos en persona unas amigas virtuales, Conchi y Leola, socias como yo de
un grupo literario llamado "El Recreo". Ese día saludamos a Antonio Gala,
que apareció por el bar. La crónica de aquel
encuentro la pueden leer si les interesa en este enlace:
Pero ayer, después de tomarme varias cañas y tapear por el
centro histórico durante tres horas me alcanzó la soledad. Eché en falta compañía
e hice una llamada de teléfono a una pareja amiga que vive en la ciudad; pero
no me lo cogieron. Para colmo, acostumbrado a la siesta, me entró la morriña. Me
senté en un banco a la sombra en el Parque y di una cabezadita de una hora. Luego
fui a tomar café helado y chupito de hierba.
Luego fui caminando
poco a poco viendo escaparates y sentándome de vez en cuando en alguna terraza
para saciar la sed que procuraban los 39 º de un día tan caluroso como lo fue el de ayer.
A las seis comenzamos a reunirnos en el edificio en que se
iba a presentar la revista y c al poco comenzó el acto.
Fue algo entrañable, me sentí como en familia, y el Arte que
había allí dentro era inmenso.
Si las notas de la guitarra de Juan Lavado del Pozo erizaban la
piel, las canciones y fandango del conocido artista malagueño Emi Bonilla emocionaban y se
te hacía difícil hasta tragar saliva. Nunca he escuchado la canción "
Carcelero, carcelero" con tanto sentimiento y con una voz tan maravillosa
como la de este señor. Mejor incluso que Caracol, cuya interpretación guardo un
LP en mi estantería de música.
Yo solo iba como
oyente, y estaba deleitándome escuchando los poemas que leían o declamaban los
socios, cuando el presidente del acto, Antonio Quero, mencionó mi nombre para
que saliera a leer un poema mío que aparece
en la revista.
Al finalizar nos
hicimos la foto del recuerdo y cada cual se fue por su lado. Yo regresé a El
Puerto con alguna dificultad, pues de noche no reconozco bien los lugares por
donde paso de día, ni me da tiempo a leer las señales, mal iluminadas, por
cierto, y me equivoqué de calle y di más vueltas que una noria en la feria e
hice unos 20 kilómetros
de más. En vez de tres horas que tardé por la mañana, fueron tres y media las
que empleé en el viaje de regreso. Sí, por supuesto, ustedes dirán que
por la autopista se tarda 2 horas y 26 minutos, pero con lo que me ahorro en
peaje yo pago el gasoil que gasto en todo el viaje, y como no tengo prisa...
No me vine con las
manos vacías: me traje unas cuantas revistas para regalar y además un tomo de
una enciclopedia de las maravillas del mundo.
La enciclopedia consta de una docena de tomos, pero Antonio
fue rifándolos y hubo quien se llevó dos, otros tres, otros uno y aun otros,
nada.
Estimado Juan, muchas gracias por tu reseña, entiendo lo de las dificultades para volver, me suele acontecer lo mismo cuando voy lejos, pero es para nosotros una enorme satisfacción contar con tu presencia, en este grupo somos una familia y saber que podemos reunirnos, los que podemos es siempre motivo de alegría. Gracias y gracias por el tute que te diste, el gasto de gasolina que supone ypor las palabras que pones aquí en tu blo. Un abrazo amigo
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ResponderEliminarMientras pueda lo haré con mucho gusto, estimado Antonio. Es verdad que hacer 500 kilómetros para pasar dos horas en un acto cultural es una locura y supone gastos; pero hay cosas que tienen un valor que no se mide en euros, sino en la amistad, satisfacción y orgullo de poder pertenecer a un grupo de artistas tan bueno como lo es el tuyo. Obviamente no puedo acudir a todos los actos, pero alguno habrá. Un abrazo