Foto de la red
Navidad en la Rue Chapón.
Pocos antes de la Navidad, los
trabajadores de la fábrica Citröen recibieron su paga extra.
No había llovido ese día, y la
Luna sonreía en el cielo. En la calle, una fina capa de escarcha iba cubriendo
los coches.
En el Star Hotel, algunos
españoles mostraban orgullosos sus nóminas y hacían planes para irse de fiesta.
Unos sugerían ir al Molino Rojo,
otros a la Sala Wagran, donde cantaba "El niño de Murcia" y luego había
baile hasta el amanecer. No se pusieron de acuerdo y cada uno decidió irse por su lado.
Entre ellos estaba Antonio
Fernández, un granadino de Loja que estaba antojado por una mujer que desde
hacía un par de semanas ofrecía sus encantos en la esquina de la calle.
Se
llamaba María, tenía 38 años y era de Oviedo. Era preciosa: morena y con ojos
azules, un cuerpo esbelto de un metro setenta, con unas curvas muy sugerentes
que atraían lascivas miradas. Paseaba de un lado a otro en la acera con sus zapatos de tacón de aguja y luciendo minifalda roja y pantis claros bajo un abrigo negro ,de astracán.
Antonio Fernández "El granaíno",
bajó a la calle a por María y la subió con ella a su habitación, situada en la
misma planta que la mía, dos puertas a la derecha, al fondo del pasillo.
Al verlos llegar al rellano de la
escalera y pasar por delante de nuestra habitación, que manteníamos abierta
durante la reunión, sentí una mezcla de envidia y de pena. Envidia porque María
me había entrado por los ojos y me había prometido a mí mismo hacerla mía
cuando ahorrase algo de dinero. De momento era imposible, la mitad de mi
salario se lo entregaba a "El Chato", y con la otra mitad apenas me
alcanzaba para cubrir los gastos. Tal era mi situación que no pensaba ni
celebrar la Nochebuena.
Me gustaba María, nadie mejor que
ella para enseñarme a amar. Alguien le había contado sobre mí que había estado
cuatro meses sin trabajo. "El Chato" me había estado adelantándome
los gastos de la pensión y ahora necesitaría al menos dos años de trabajo
para saldar la deuda. Por eso ella no me
proponía subir a su habitación con ella, pero se mostraba amable cuando yo
pasaba por su lado.
A veces me paraba y me preguntaba
cómo me iba en el trabajo, qué tal estaba mi familia, y si pensaba quedarme en Francia o
regresar a Valencia. Ella afirmaba que era
madre soltera y se vino a Francia para poder pagarle los estudios en la
Universidad a su hija. Comenzó a trabajar de secretaria en una inmobiliaria
donde para mantener el puesto debía de satisfacer la lujuria del jefe, un
hombre de sesenta años, grueso, calvo y pervertido.
Decidió que si debía ejercer de
puta para ganarse la vida, lo haría en la calle por su cuenta. A su hija le
quedaban cinco años para finalizar la carrera de Medicina. Cuando eso
sucediera, María regresaría a Asturias.
No habían pasado cinco minutos de
la llegada de María con " El Granaíno", cuando se escucharon voces y
golpes en la habitación. De pronto se abrió la puerta y "El Granaíno"
empujó a la mujer para echarla fuera de su habitación, haciéndola caer al
suelo. Luego arrojó su ropa y el bolso al pasillo y cerró la puerta.
María se hallaba sentada en el
suelo desnuda y mirándonos con lágrimas negras resbalando por sus mejillas.
Mostraba un ojo morado que se le
hinchaba cada vez más, y sangraba por la nariz. Al cabo de un par de minutos se levantó y comenzó a
vestirse ante nuestros ojos, abiertos como platos:
Era un hombre
que maravilla
ResponderEliminarno esperaba ese final
Ni nosotros tampoco cuando la conocimos, jajajaja. Muchas gracias por pasar, me alegra mucho que te haya gustado. Saludos
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