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jueves, julio 28, 2016

EMIGRANDO A FRANCIA, (MEMORIAS)



El 28 de julio de 1962 dejé a mis padres y hermanos en Vergel ( Alicante) y me subí a un autocar  que me llevaba a París junto a otras 50 personas. 

Previamente había pedido la cuenta en la empresa Construcciones MATOGA S.L. donde un año antes me habían hecho fijo y me habían entregado la cartilla de la Seguridad Social. Pero aunque ganaba el salario estipulado en el convenio (3000 pesetas mensuales), la codicia me atrapó al encontrarme con Pepe "El Chato", un amigo que llevaba dos años trabajando en París. Lucía traje de marca a medida y un Renault Florida descapotable. Había venido de vacaciones y me convenció para que me fuera con él a trabajar en su empresa:

— Juan, estás perdiendo el tiempo en esa empresa. Lo que ganas tú en un mes trabajando 48 horas semanales lo gano yo en una semana laboral de 40 horas.

Al día siguiente pedí la cuenta. El director intentó retenerme pero yo insistí.

Finalmente me dijo que si decidía volver tendría un puesto en su empresa.

En el autocar había dos grupos de pasajeros: los que llevaban algún tiempo en Francia y regresaban de las vacaciones, y los que al igual que yo íbamos a probar fortuna por vez primera.

 Los primeros comentaban lo bien que le iban las cosas, el dinero que habían ahorrado, la casa que se estaban construyendo etc. Los demás escuchábamos esperanzados de que también a nosotros nos fuese bien en un país del que desconocíamos idioma y costumbres.

El autocar rezumaba mala educación. En un país donde se prohibían las reuniones no estábamos educados para convivir con otros, y al poco de iniciar el camino comenzaron los problemas: gritos llamándose unos a otros, exigencias de parada al conductor cada vez que alguno tenía alguna necesidad, cantar sin respetar el derecho al silencio y a dormir de los demás, intento de ligar con mujeres independientemente de que viajasen solas o con sus parejas, orinar por la ventanilla delante de todos porque el conductor no se detenía dado que hacía menos de media hora habíamos parado en un restaurante para comer y hacer las necesidades...

Cerca de Pamplona hubo una pelea entre dos pasajeros porque el uno, que estaba borracho, le pellizcó el trasero a la mujer del otro, y el conductor se detuvo en el arcén y se bajó del vehículo diciendo:

— De aquí no me muevo hasta que llegue la Guardia Civil de Tráfico y ponga orden.

De pronto todos los pasajeros se enfrentaron al borracho y le amenazaron con partirle la cara si abría la boca o causaba alguna molestia en lo que quedaba de viaje; luego tranquilizaron al conductor y nos pusimos en marcha. El sujeto se hundió en su asiento y permaneció calladito hasta llegar a París.

Cuando el día uno de agosto mi amigo " El Chato" fue a su empresa a trabajar y hablar por mí, se encontró con la carta de despido por haberse tomado una semana más de vacaciones por su cuenta, pues tenía derecho a 21 días y se había tomado el mes entero.

El mundo se me cayó encima.




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