Ayer, invitado por Paco
Velázquez, asistí a la inauguración de la Tertulia Fenicios del Siglo
XXI, una tertulia con vocación de continuidad, que el último jueves de cada mes
cobrará vida reuniendo a poetas de hoy para leer toda clase de poemas y debatir
sobre los temas sangrantes que vive la sociedad.
Tal como había prometido, Paco puso los churros y nosotros el café, y luego, distendidamente, dejándonos acariciar el alma con el dulce bálsamo de la poesía, fue transcurriendo el tiempo.
La cita era a las 20 horas en la calle Alcalá Galiano, justo al lado de la plaza de abastos de Cádiz, pero como sucede siempre en este país, donde RENFE institucionalizó desde su nacimiento el retraso logrando que sus trenes nunca llegaran a su hora, la puntualidad de algunos hizo aguas y comenzamos media hora tarde. Hubo menos gente de la esperada, y media docena de sillas que se habían reservado para poetas que prometieron asistir permanecieron vacías.
La tertulia estuvo bien, yo la disfruté a pesar de que el café y los churros no lograron disipar completamente la timidez o el miedo a participar de algunas personas, cosa comprensible si tenemos en cuenta que era la primera vez que nos reuníamos y que, exceptuando a Paco, que era el nexo de unión, los demás no nos conocíamos.
Tal vez influyó también para que algunos permanecieran en silencio bebiendo del jarro de agua fría con que nos obsequió uno de los presentes, erudito él: «Hoy mucha gente escribe poemas procurando que sus versos no se salgan de la línea y que tengan algún tipo de rima. La poesía es otra cosa.»
Hombre, si lo que quieres tener a tu lado son poetas consagrados y reconocidos que dominen completamente el arte de la poética pocos vas a ver en la tertulia, porque esa gente no viene a encuentros populares de gratis, su ego no se lo permite.
Hombre, si lo que quieres tener a tu lado son poetas consagrados y reconocidos que dominen completamente el arte de la poética pocos vas a ver en la tertulia, porque esa gente no viene a encuentros populares de gratis, su ego no se lo permite.
En mi caso, nunca me he considerado poeta; soy un aficionado que escribe lo que siente de la mejor manera que puede y siempre intentando aprender de los expertos.
El acto se inició con la lectura por parte de Paco Velázquez del poema nº 1 del libro «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», de Pablo Neruda:
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.
Hubo una ronda de lectura de poemas propios y de autores famosos y luego sin darnos cuenta nos vimos inmersos en el debate sobre la violencia de género.
Se hizo hincapié en la educación desde temprana edad en el reconocimiento de la igualdad de derechos y en la libertad de los seres humanos para elegir cómo y con quién vivir. Las personas que hablaban se expresaban bien, haciendo honor a sus títulos académicos. Sin darnos cuenta se nos hizo tarde, se puso fin a la tertulia y yo me quedé con las ganas de intervenir. Menos mal, porque estoy seguro que de haberlo hecho se hubiera encendido el debate.
Cualquiera que se hubiera fijado en la decoración de los muros del local, cubiertos de fotos de la Semana Santa, habría llegado a la misma conclusión que yo: de nada sirve tener un Ministerio de la Igualdad que proteja los derechos de las mujeres, de nada sirve que los legisladores promulguen leyes que obliguen al respeto y a la igualdad de oportunidades de ambos sexos si desde la más tierna infancia son adoctrinadas para que la mujer se someta al hombre. Tal adoctrinamiento se produce en los hogares católicos (más de la mitad de los españoles lo son) y en las escuelas con la asignatura obligatoria de Religión.
Carta de san Pablo: a Timoteo:
2:11 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
2:12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
2:13 Porque Adán fue formado primero, después Eva.
2:14 y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
2:15 Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.
A la mujer le lavan el cerebro haciéndole creer que debe ser fiel y sumisa al marido aun si éste le pega o maltrata. Que su función es parir y criar hijos. Sabe, porque así se lo han enseñado y machacado en el catecismo y en la asignatura religiosa que debe ser fiel hasta que la muerte los separe y por tanto aunque sufra no debe denunciar sino perdonar y ser paciente y bondadosa. Y si no lo recuerda se lo repiten en los púlpitos de las iglesias o en los programas cristianos que emite la radio y televisión de este país que la Constitución declara ser no confesional.
Habría de prohibirse la enseñanza de Religión en la escuela: sus credos, al igual que el de los talibanes, son incompatibles con los proyectos de libertad e igualdad de la Mujer que promulga la Democracia. Eso es lo que me quedé con ganas de decir ayer en la primera Tertulia de los Fenicios del Siglo XXI