Esperando sus favores en un futuro, los cuervos sellaron las
puertas para que las ratas no pudiesen entrar en la jaula donde querían encerrarlas.
Las ratas corrieron por las calles, alarmando al personal
humano, que aunque mucho gritaba permanecía inmóvil, asustado, para evitar
mordeduras y arañazos.
Y así, sin ser molestadas, llegaron felices a un valle de
verdes prados y bosques, de vacas
lecheras, montañas nevadas y lagos.
Y agradecidas a los
cuervos, cuyos favores ellas no olvidaron,
depositaron parte del grano que habían amasado en una cuenta a sus nombres en
un silo alpino.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
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