domingo, enero 21, 2018

LA NIEBLA


¡Buenos días, amig@s! Ya ha llegado de nuevo el sábado sabatete... Para los que tengan esa suerte. Yo no; yo soy ahora más casto que los leones de las Cibeles. Bueno a lo que iba. Que tal como dije ayer, los días se siguen pero no se parecen y hoy amanece con una niebla espesa que me hace recordar la niebla de Londres, “the great smog”, que en Francia llaman pureé de poids, (puré de guisantes)

Los días que aparece no se ve ni a un metro de distancia. ello dio lugar a leyendas terribles a mediados del pasado siglo sobre asesinos en serie que quedaron impunes debido a la niebla, al "pureée de poids".

Leyenda o no yo me lo creo porque lo sufrí en mis carnes cuando trabajaba en París. Fue un día que acompañé a mi jefe en un viaje relámpago a Londres para reparar uno de nuestros contenedores anti radiactivos.

Íbamos caminando por la dársena del Támesis cogidos de la mano como dos mariquitas para no perdernos y con miedo a cera en el río. 

De pronto tropezamos con un estivador del muelle, y mi jefe, que sabía Inglés, le preguntó:

— Por favor, ¿dónde está el río? 

— Detrás de mí

— ¿Y cómo lo sabe si no se ve nada?

— Acabo de salir del agua.

Y nos asustamos. No sabíamos hacia dónde dirigirnos por todos lados había niebla, tan densa que se podía cortar en tranchas con un cuchillo. Esa fue la razón de que monsieur Dupont ( mi jefe) se cayera unos metros más adelante.

El hombre, que hablaba inglés pero que no sabía nadar, se sujetaba clavando las uñas en las piedras del muro y gritaba como un cochino en el matadero. 

Yo, guiándome por sus gritos me acerqué y aproveche para pedirle aumento de categoría si quería que yo arriesgase mi bonito cuerpo para salvar el suyo.

¡Aceptó! Me nombró Jefe de Taller.

Me puse de rodillas, le tendí la mano y le ayude a salir.

No me lo explico, pero desde aquél día el carácter de mi jefe cambió a peor. Con la excusa de que yo debía de atender a mis nuevas obligaciones como jefe de taller, dejó de llevarme en sus viajes y cuando tenía que decirme algo en el taller traía un cara de candado.

¡Qué desagradecida es la gente!


No hay comentarios:

Publicar un comentario