Representar por medio de imágenes
historias reales o ficticias que nos conmueven y transmiten conocimientos es un
arte.
El Cine está considerado como el
7º Arte, y hace honor a ese titulo cuando crea películas extraordinarias que
sobresalen del resto por su fantasía, por sus decorados, su banda sonora o
efectos especiales. Son películas que por las novedades que muestran se graban en nuestra memoria para siempre:
Ben Hur, Los diez mandamientos, Lo
que el viento se llevó, La conquista del Oeste ( Técnica de Cinerama), Terremoto
( Técnica del Sensurround), El coloso en llamas, Terminator, La guerra de las
galaxias...
Son tan buenas que muchos cineastas exprimen
la idea incansablemente mientras dure el éxito de taquillas.
Hasta que llega a
cansar.
La primera película de la Guerra
de las galaxias atrajo a millones de espectadores al cine, De nuevo se podían
ver colas esperando todo una sesión para poder entrar en la siguiente. Yo mismo,
esperé con mis hijos dos horas en la
cola de la sala que la proyectaba en Valencia, la misma en que mi suegro y yo vimos Terremoto.
Era algo nuevo, impactante por
sus increíbles imágenes y su maravillosa banda sonora, algo nunca visto en el
Cine.
Pero Hollywood abusa de la buena
fe del público sacando interminables entregas de esta historia. Ayer vi la VIII
entrega.
Más de lo mismo.
Comprendo que para quien no haya
visto ninguna de ellas ésta le maravillará como me maravilló a mí la primera en
1977. Pero a quienes hemos visto dos o tres capítulos ya no nos conmueve.
Los mismos cazas, las mismas
naves, la misma guerra...
Mejor fotografía debido al
sistema digital y al trabajo del ordenador, pero ya digo, nada nuevo bajo el
Sol.
En la primera hora llegué a bostezar
dos veces sin darme cuenta, señal de que me aburría; pero a partir de ahí la
historia comenzó a atraparme y la seguí
con interés hasta el espectacular final.
A pesar de todo lo dicho
anteriormente debo confesar que me ha gustado. La sala estaba llena de niños con
sus padres, y de adolescentes. A mi lado había una madre con tres chiquillos de
entre cuatro a diez años, que miraban asombrados las imágenes. Me emocioné al
verles, me recordaba tiempos de una época familiar muy feliz.
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