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miércoles, diciembre 19, 2007

LA BODA

Tengo una amiga en un foro literario con quien a veces me distraigo escribiendo relatos en los que cada uno de nosotros asumimos el papel de uno de los protagonistas. Este es uno de ellos. También participó Wolfman, un amigo de Atenea.

LA BODA
Relato escrito conjuntamente por ATENEA, Wolfman y Juan Pan
Finalmente el día se había arreglado y las nubes que durante tres días habían presentado la imagen de una Bahía de Cádiz lluviosa y triste se alejaban por el Este, dando paso a un sol espléndido brillando en un cielo azul celeste, limpio de contaminación y moteado de nubecillas blancas como la nieve.

Segismundo miraba por la ventanilla, divertido por la sensación que causaba el vehículo a su paso por las calles. Se hallaba frente a la basílica, sentado en el asiento trasero tapizado en piel blanca de un lujoso automóvil antiguo, y con su esmoquin rosa haciendo juego con el velo lila de su madre, que sonreía orgullosa junto a él sujetando su mano, muy nerviosa.
A las doce en punto las campanas de la basílica de Nuestra Señora de los Desamparados de El Puerto de Santa María comenzaron a sonar, y una banda de palomas salió en estampida del campanario
Segismundo bajo del coche lentamente, más por no tropezar que por dignidad, y espero a que su madre hiciera lo propio y se colocara a su derecha para acompañarle en el paseo hasta el altar. Cuando ella estuvo a su lado se miraron una vez más y se besaron, sonriendo felices, intentando disimular sus nervios.
Mientras caminaba hacia la entrada del templo se sentía observado con envidia por los ángeles de piedra que ornaban el portón y esto le producía una sensación de agradable orgullo. Se iba a casar con una bellísima y encantadora muchacha y todo el mundo debía envidiarle. Segismundo era perfecto: alto, guapo, inteligente, varonil, sensible, tierno, cariñoso, ¿qué más podía pedirle a la vida?
Por fin llego a la enorme puerta que se abría al pasillo central de la basílica, mostrando al fondo el altar. Al fondo, entre los asistentes, vio a su amigo Rodolfo de pie, sereno, sonriente.
El interior de la basílica estaba lleno de gente, expectativa y curiosa por ver aparecer a los novios al final de la alfombra roja extendida entre las dos filas de bancos que ocupaban la nave central.
Cuando Segismundo apareció en la puerta, los invitados se giraron para verle entrar y en sus miradas encontró muchas cosas: la aprobación a su elegante traje, el rencor de los despechados, la felicidad de los amigos comunes… Cerró los ojos, respiró hondo, y en ese momento la música cambió y empezó a sonar la marcha nupcial de Mendelssohn.
Engalanado para la ocasión con muchas flores blancas y velas, el suntuoso altar sobresalía por encima de las cabezas de los fieles. Cinco escalones llevaban hasta el reclinatorio donde debía celebrarse la ceremonia.
El novio y la madrina, los mismos que momentos antes habían descendido de un coche de los años treinta, un Mercedes blanco y descapotable, cuyas ruedas de radios plateados brillaban al sol, se situaron al lado derecho del altar, y permanecían de pie y erguidos, mirando hacia la puerta de entrada, esperando la entrada inminente de la novia.
En el lado izquierdo de la iglesia, entre los invitados de la primera fila de bancos, Rodolfo contemplaba a Segismundo y repasaba cada pliegue de su traje, cómo se había colocado la corbata, la forma de su peinado, tan extrañamente formal para lo habitual en él…, en fin, que se fijaba en cada detalle como si no fuera a volver a verle nunca más después de aquel día.
Mientras la música elegida para la espera de los invitados –el Canon en Re Mayor de Pachelbell–, sonaba por la megafonía de la iglesia, Rodolfo cerró los ojos y dejó que las suaves notas del aria fueran penetrando en su conciencia.
Su mente voló lejos, retrocedió hasta cuando conoció al chico que permanecía erguido ante el altar. Lo había conocido en la biblioteca dos años antes. Aquel día, se presentó a él como Segismundo y le ayudó a llevar la escalera hasta una de las estanterías en que se hallaba el libro que él necesitaba.
A la salida habían coincidido y se fueron charlando. Así descubrieron que tenían muchas cosas en común. Quedaron esa tarde para tomar una cerveza y seguir hablando y, al separarse, él ya se había enamorado.
Las dos horas de tapeo y conversación con Segismundo fueron deliciosas y confirmaron los sentimientos que nacían en Rodolfo. Como éste no se atrevió a confesárselo, nunca supo si su amor era correspondido y además se había quedado con la duda de hacia donde se inclinaba su propia sexualidad.
Lo invitó a matricularse en el gimnasio donde él hacía sus ejercicios para mantenerse en forma y conseguir una línea esbelta.
Después de mirarse un buen rato, terminaron la charla entre risas y se despidieron, confusos los dos.
Con un esfuerzo de voluntad, Rodolfo secó sus lágrimas y dejó como único testigo de su sufrimiento la rojez de sus ojos. Herido, pero íntegro, miró al frente, sorprendiendo los ojos serios de Segismundo observándole con una expresión indescifrable, y se dispuso a seguir el enlace lo más dignamente posible.

Apenas diez minutos después del novio, llegó un carruaje tirado por seis caballos cartujanos blancos y conducido por dos pajes ataviados con sombrero de fieltro cordobés, chaquetillas cortas y borladas y calzón ajustado y largo, cubriendo la mitad de las botas de cuero de tacón cubano adornadas con espuelas de plata: el típico traje campero andaluz. De él descendió la novia, acompañada de su padre. Ella iba vestida toda de blanco, con un traje nupcial diseñado para ella, que acababa en una larga cola que sus doncellas, tres niñas de apenas nueve años, corrieron a levantar del suelo para ayudarla a caminar.
El murmullo entre los asistentes a la ceremonia elevó su tono al descubrir la silueta de Dorotea entrando en la puerta del brazo de su padre. En ese momento, el colosal órgano de la iglesia-catedral inició la marcha nupcial de Wagner, y la gente se puso de pie para observar a la novia, que avanzaba lentamente para reunirse con Segismundo, ayudada por unas infantiles doncellas que mantenían en vilo el extremo de la larga cola del vestido.
Para entonces, la iglesia estaba abarrotada de gente, que contemplaba su entrada triunfal. Era la más guapa, la más atractiva, la mejor, la reina de la fiesta: era la novia.
Su semblante estaba radiante, casi eufórico. Miró a su alrededor buscando algo o alguien y sus ojos se detuvieron en una figura empequeñecida, un cuerpo con hombros caídos, vencido, dolorido.
Rodolfo se giró hacia la puerta. En la entrada estaba Dorotea.
Sonreía, radiante, a derecha e izquierda, con la belleza artificial que da el maquillaje a todas las novias del mundo, que impide encontrar una sola novia fea.
Acompasando torpemente sus pasos a los acordes de la música, comenzó a desfilar por el pasillo escoltada por su padre, que la sujetaba el brazo como si temiese su huida. -¡Será idiota!, pensó Rodolfo, ¿Quién huiría del futuro, fuera el que fuera, junto al hombre perfecto?
Al llegar Dorotea junto a él le miró directamente a los ojos. La expresión de su sonrisa se tornó de dulce y feliz a vengativa y satisfecha. Por fin llegó el día que durante tanto tiempo había estado esperando.
Soñaba con este momento desde que él, Rodolfo, le dijo que no podía amarla, que iba en contra de sus principios.
Al verlo llorar sonrió. Todos creerían que esas lágrimas se debían a la emoción de ver casarse a su mejor amigo, al igual que creerían que la sonrisa de ella era de agradecimiento; pero los dos sabían la verdad.
Sabían que el chico lloraba de dolor y Dorotea sonreía de puro placer por verle tan angustiado. Las circunstancias impedían que ella le gritase lo que pensaba:
“¡Mírate Rodolfo, pedazo de estúpido, ahí arrinconado, llorando a moco tendido, odiándome cada vez más por haberte arrebatado lo que más querías! Solo te pago con la misma moneda. Quiero verte sufrir por amor, poder contemplar como te retuerces en la desesperación de ver que la persona amada no te corresponde; ojo por ojo”.
Rodolfo aguantó la mirada desafiante de ella con ojos lagrimosos. Estaba claro que ella no había olvidado el asunto de la montaña rusa.
Ellos se conocían desde pequeños, ya que eran vecinos puerta con puerta y siempre habían conectado muy bien.
Iban juntos al colegio, hacían juntos los deberes y Rodolfo, al crecer, se convirtió en el hermano mayor que Dorotea nunca había tenido al ser hija única.
Todo estaba en su sitio hasta que un día, de eso hacía ya dos años, ella le hizo entender de una forma muy grafica que lo que quería no era un hermano mayor. La chica descubrió casi sin darse cuenta que estaba enamorada de él. Desde entonces se había comportado como una idiota, suplicándole un poquito de amor y entregándose en cuerpo y alma a unas caricias que él no quería dar.
Vestía con ropa sensual, provocativa, le buscaba, le llamaba; pero el chico no hacía ni pizca de caso.
Por aquel entonces Rodolfo ya tenia claro que lo suyo no eran las mujeres, pero nadie más lo sabía. No había compartido aquella faceta de su personalidad con Dorotea porque nunca había sido necesario hasta aquel día primaveral en que fueron juntos a la feria.
Estaban en el parque de atracciones, subidos a la montaña rusa, y ella gritaba poseída por un miedo de mentira en cada bajada a toda velocidad.
Cuando pararon la máquina, la tenía colgada de su brazo con tanta fuerza que no lo sentía. Bajaron por las escaleras de la atracción y al llegar al suelo ella le sujetó la cara con las dos manos y le besó en la boca durante lo que a él le pareció una eternidad. Cuando sus caras se separaron y se encontraron sus miradas quedó claro que Dorotea no entendía muy bien la frialdad de Rodolfo, pero sin darle más importancia al asunto le abrazó y terminaron la noche sin más situaciones embarazosas hasta que llegaron al portal y llegó el momento de la despedida.
Cuando ella le abrazó, metiendo por debajo de su ropa las manos, y le intentó volver a besar él se separó, quizá más bruscamente de lo que hubiera deseado, y le contó cual era el problema:
- Dorotea, soy gay. Estoy enamorado de un chico fantástico, lo siento.
Todo se lo esperaba, menos eso.
Esas palabras las llevaba grabadas en su memoria como si de un hierro candente se tratase. Abofeteó aquella cara que tanto anhelaba y desde aquel momento se propuso hacerle todo el daño del que fuese capaz.
Aquella lejana noche, Rodolfo se fue a pasear con la cara ardiendo del bofetón y una sensación de vacío enorme en el corazón.
Con el paso de los días, Dorotea se calmó y aunque la relación no volvió a ser la de antes disfrutaron algunos momentos juntos. En uno de esos encuentros, mientras tomaban un helado en el parque, apareció Segismundo, y ella, por lo rojo que se puso Rodolfo, supo inmediatamente que era el chico del que se había enamorado. Desde aquel día de presentación fueron quedando cada vez con más asiduidad los tres juntos y Dorotea comprendió porqué Segismundo tenía tan fascinado a Rodolfo. Efectivamente, era casi perfecto.
Segismundo era un chico guapo, simpático y de buen corazón, y Dorotea se planteó en serio y con todas sus armas de mujer conquistarlo para ella, con la sola intención de hacer comprender a su verdadero amor cuánto dolor se siente al verse rechazado. Consecuentemente, pasó a extender una tela de araña para atrapar a Segismundo sin dejar escapar a Rodolfo. Así se hizo amiga de ambos y mientras seducía a uno, controlaba al otro.
Y lo que comenzó siendo una amistad, terminó en el día de hoy: una novia radiante, un novio con semblante serio y un amigo destrozado por el dolor y arrepentido de haber venido a la boda.
Un leve tirón del padrino al brazo de la novia volvió a poner el tiempo en movimiento, y cuando sus miradas se desclavaron la memoria de Rodolfo se desató y desbordaron los recuerdos, produciendo tal reacción de sentimientos en él, que no pudo evitar los sollozos.
La novia llego al pie del altar y justo cuando el novio la recogía del brazo de su padre y la acompañaba por la escalinata frente al sacerdote el órgano dejo de tocar y, tras el eco de los últimos acordes, se hizo el silencio.
El momento crucial se acercaba. El sacerdote, después de leer y comentar la palabra de Dios, se aproximó hasta los novios.
Como en una nube, la chica oyó unas palabras lejanas que decían:
- Segismundo, ¿aceptas a Dorotea como legítima esposa y prometes serle fiel en la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, honrarla y respetarla todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?
Los ojos de la novia tropezaron con los de Rodolfo. Una mirada triunfal, arrolladora, desafiante retó a otra mirada herida de muerte, sumisa, humillada.
Esperó impaciente la tan ansiada respuesta “si quiero”, pero en su lugar oyó un sollozo apenas perceptible acompañado por un suspiro que salió de un corazón roto por la tortura.
Un silencio atroz se produjo en la sala. Las pupilas de la novia, dilatadas por la sorpresa, miraron al que iba a convertirse en su marido al tiempo que exigía: “Di que sí, di que sí”.
Segismundo la miró y se volteó un momento para mirar a su amigo. Ambas miradas se cruzaron, Rodolfo parecía hundido, más que emocionado; sus ojos se mostraban llorosos, sus labios se entreabrieron como intentando decir algo y, luego, se contuvo y atrapó con sus dientes el labio inferior mientras movía negativamente la cabeza; otra lágrima descendió lentamente por su cara y se detuvo en la comisura de su boca.
Segismundo recordó sus años de instituto, sus juegos en la playa, las horas de sauna… Siempre estaba solo. Hasta que conoció a Rodolfo en la biblioteca. Se convirtió en su mejor amigo y lo admiraba. Admiraba su extremada delicadeza, sus conocimientos culturales, su carácter impulsivo, pero amable, tierno y considerado; su cuerpo atlético, bien formado, alto y esbelto, exento de vello.
De pronto sintió rubor al recordar lo sucedido un día en el vestuario del gimnasio: cuando entró en la sala de las duchas, Rodolfo ocupaba una de ellas con la cortina descorrida hacia un lado. Estaba vuelto de espaldas, disfrutando del agua fría, y Segismundo no pudo evitar contemplarlo un momento; tenía una cintura esbelta y estrecha; sus glúteos redondos, altos y blancos, muy blancos. Las marcas del bañador contrastaba con el resto moreno del cuerpo. Entró en una ducha ubicada en frente y permaneció recreándose en él mientras se duchaba. Sentía un calor dentro de sus entrañas y de pronto notó la erección, una erección como no había sentido nunca antes, ni incluso con la chica que estaba a su lado en ese momento. Siempre había necesitado los preámbulos amorosos de ella antes de realizar el acto para poder ponerse a punto. Sus caricias amorosas no lograban su cometido y, a veces, eyaculaba sin erección. El miedo a ser impotente lo atenazaba desde siempre, cada vez que acudía a una cita con una mujer.
Y, sin embargo, aquel día la tuvo sólo con mirar a su amigo. Recordó que Rodolfo se giró hacia él en ese momento, y le sorprendió observándole mientras se enjabonaba un miembro increíblemente erguido. Enrojeció de vergüenza y se dio la vuelta.
Rodolfo jamás mencionó nada sobre lo sucedido y continuó actuando naturalmente, como si no hubiese visto nada. La escena se repetía cada vez con más frecuencia. Después de los ejercicios, procuraba encontrarse con él en las duchas para recrearse en su cuerpo. Por las noches, pensaba en el amigo continuamente a solas en la cama, esperando la llegada del sueño. Lo imaginaba desnudo, sonriéndole e invitándole a unirse a él. Y lo deseaba.
En esos momentos de tensión notaba que su corazón bombeaba la sangre con fuerza y la llevaba ansiosa por todo su ser, hasta lograr que su miembro viril se irguiera con una dureza desconocida. Bastaba con pensar en sus nalgas blancas, en sus labios entreabiertos, en sus ojos verdes y su cabello negro ensortijado; imaginar que lo abrazaba y eso era suficiente: su cuerpo se estremecía, su respiración se aceleraba y alcanzaba una sensación de felicidad y un placer tan inmenso mientras le sacudían los espasmos del orgasmo, que lo dejaba exhausto hasta el amanecer.
Responde, Segis…- dijo la novia.
El sacerdote se volvió hacia el chico y repitió la pregunta:
Segismundo, deseas tomar por esposa a Dorotea, jurándole fidelidad en el amor y el dolor, en la pobreza y la abundancia, hasta que la muerte os separe?
Segismundo lo había intentado todo para ser un hombre normal. Cada vez que había tenido un orgasmo pensando en Rodolfo había sentido una desagradable sensación de culpabilidad, de aberración, de miedo a ser descubierto y depreciado.
Sus padres eran personas influyentes en la sociedad; se confesaban católicos, de misa diaria, observadores de las tradiciones y moralidad cristiana. ¿Qué pensarían de él si descubrían sus inclinaciones sexuales? Si se enterasen de que se casaba sólo por huir de sí mismo, para evitar caer en el fango de la aberración… ¿Y Dorotea? , ¿qué haría cuando comprobase que ella no le atraía, que aquella relación sólo significaba para él la vía de escape, la pantalla que ocultaba su verdadera personalidad ante la sociedad?
La miró a los ojos y se vio reflejado en ellos: descubrió una imagen triste, apenada, torturada. Ella le sonreía, esperando oírle pronunciar la frase mágica: “Sí, quiero”.
Recordó la amistad que la unía a su amigo, sus juegos en la playa. Mientras él permanecía tumbado en la arena, ellos se iban al agua, y Dorotea se abrazaba a Rodolfo y se colgaba de su cuello, buscaba sus labios y los besaba…
“Creo que intentaba ponerme celoso, excitarme, enfrentarme a mi amigo”, pensó.
Su novia se pasaba el día colgada al teléfono, intentando hablar con Rodolfo; pero éste la ignoraba, adivinando, quizás, sus intenciones. La solía rechazar diciéndole que Segismundo era su mejor amigo y no le iba a traicionar con nadie. Era un buen chico, su lealtad le enorgullecía.
Miró a su novia a los ojos una vez más antes de responder:
–No, no puedo hacerlo. Lo siento…
Dorotea se llevó las manos a la boca, ahogando un grito, clavando en él una mirada asesina. Su padre saltó por delante del reclinatorio y le espetó:
– ¡¿Pero qué dices, desgraciado?!
La madre del novio, que hacía de madrina, lo miraba horrorizada, cubriéndose la boca para no gritar. Abajo, el público se preguntaba qué había pasado, qué sucedía para que los novios y los padrinos se mostrasen tan alterados. Dorotea dio un grito que retumbó en el enorme y majestuoso templo:
–¡¡¡Hijo de puta, asqueroso!!! ¡¿Hacerme esto a mí?!
La novia, fuera de sí, se abalanzó sobre el chico con tal fuerza que el empujón hizo que perdiese el equilibrio y cayese de bruces sobre el suelo del altar. Dorotea, furiosa y enloquecida, gritaba y blasfemaba mientras deshacía el ramo de flores en mil pedazos cubriendo el lugar de infinitos pétalos de colores. Cuando Segismundo se levantó del suelo, la novia le arreó la más grande bofetada que jamás había recibido.
La gente, ignorante de los motivos que habían provocado tanto revuelo, permanecía de pie, expectante y sin querer perderse ningún detalle del acontecimiento. Un murmullo creciente se produjo en la iglesia, mientras el sacerdote rogaba una y otra vez sin resultado alguno que guardasen silencio en la casa de Dios, mientras Dorotea salía corriendo hacia la salida.
El público salió detrás de ella, ansioso por descubrir el fin de la tragedia. El padrino se acercó a Segismundo y le escupió en la cara, amenazándolo:
–Nunca me gustaste para mi hija, intuía algo anormal en tus modales. Podías haberlo dicho antes y mi hija no hubiera hecho el ridículo. Jamás te perdonaré esto, desgraciado. Desearás haber muerto.
Luego se fue en busca de su hija. La madrina también se fue, dejando a su hijo solo. El sacerdote recogió sus cosas y se fue a la sacristía. Diez minutos más tarde, la iglesia se había quedado vacía.
Segismundo comenzó a descender las gradas hasta el piso de la basílica y entonces vio a Rodolfo que salió de detrás de una columna y acudía a su encuentro. Miró un momento a su amigo, que caminaba como un autómata, totalmente hundido, y entonces lo abrazó.
Segismundo estaba confuso y no reaccionaba, se deshizo del abrazo y caminó despacio hacia la puerta de salida, temiendo lo que se iba encontrar afuera.
Al atravesar la puerta, el sol le golpeó de lleno en la cara y lo cegó un instante, el chico se puso la mano sobre los ojos, a modo de visera, y entonces vio el alcance de su acción: La carroza de la novia ya no estaba, y la plaza estaba repleta de gente, que le observaba, silenciosa y expectante. Las cámaras de una emisora de televisión local le enfocaban desde lo alto de un furgón, y una reportera se dirigía a él sin dejar de hablar por su micrófono.
Segismundo deseó morir. Sus piernas vacilaban, sentía que se desvanecía. Fue entonces que Rodolfo le sujetó, pasando su brazo por la cintura. Miró hacia la gente y las cámaras y gritó: ¿Qué os pasa? ¿No lo entendéis? ¡Lo amo, lo amo más que a mi vida!
Descendieron la escalinata así cogidos por la cintura y subieron al Mercedes. El conductor les miraba sin saber qué hacer.
¡Sáquenos de aquí!– gritó el novio.
FIN


lunes, diciembre 17, 2007

FELICES FIESTAS



Se acercan las fiestas navideñas y un nuevo año. Y como en cada vez que esto ocurre, en millones de hogares se reunirán las familias para estar unos días juntos, intercambiar regalos y hablar de proyectos.

Atrás quedará este 2007, un año que también comenzó de igual modo: en familia. ¿Se os han cumplido todos los deseos que expresásteis la pasada Navidad? Yo espero que sí, o que vayan camino de cumplirse.

A mí estas fiestas me producen tristeza, aunque las espero porque con ellas llegan mis hijos, quienes atraviesan España para pasar unos días conmigo y mi esposa en casa.

Pienso que deberíamos intentar vivir así durante todo el año, no solamente en unos días señalados, como obligados a ello: estar junto a la familia y amigos, compartir regalos y experiencias, repartir amor, mostrar amabilidad y tolerancia hacia los demás, ayudar a los necesitados.

No debiera ser necesario que la tradición nos empujase a comportarnos así sólo durante unos días al año, sino que ésa debería ser nuestra forma de actuar cada día de nuestra vida.

Es lo que vino a decirnos aquel niño llamado Jesús, cuyo nacimiento celebramos en estos días. Y es lo que permitiría que en este planeta enfermo pudiésemos vivir en paz.

A todos les deseo

¡¡FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO 2008 DE PAZ, AMOR, SALUD Y ABUNDANCIA!!

miércoles, diciembre 12, 2007

NACIMIENTO DE "LA ALDABA"

IMPRESIONANTE Y ATRACTIVO, CUAL BELLÍSIMA MUJER, NACE EL COLECTIVO CULTURAL "LA ALDABA"


Y hoy por fin la he conocido

después de tanto tiempo…

He admirado su belleza:

Es alta, joven y hermosa;

sus piernas, muy largas.

sostenían un cuerpo esbelto,

muy bien diseñado:

armoniosas curvas,

y sensuales movimientos;

senos redondos, firmes y erguidos…

¿Y qué decir de sus ojos,

de su misteriosa mirada?

Sentía que me hipnotizaba.

Sus dientes, espejos de nácar,

resplandecían en cada sonrisa,

dejando escapar palabras aladas,

que revoloteaban, cual mariposas,

en cada rincón de la sala,

penetrando como navajas

hasta el fondo de las almas.

Durante el encuentro no dejé de observarla,

de oír sus risas y su voz cantarina y fresca,

como la brisa de las montañas.

¡Dios, que estaba guapa!

Sus ojos negros,

sus pestañas largas,

y sus hoyuelos en la cara…

Va vestida de poesía,

sus palabras son lienzos coloridos,

que, saliendo de ella,

cubrirán pueblos y ciudades,

montes y llanuras,

jarales, olivos y alcornocales …

Le pregunté su nombre:

Oye, hermosa, ¿cómo te llamas?

Y con deslumbrante sonrisa

ella me respondió:

“ Me conocerás por La Aldaba

sábado, diciembre 08, 2007

NOTICIA CULTURAL

El pasado día 6 de diciembre, Día de la Constitución, tuvo lugar un encuentro en el pueblo gaditano de Prado del Rey entre poetas, escritores, pintores y amantes de la fotografía.

Sentados en torno a una larga mesa, mientras bebíamos unos refrescos, tuvo lugar el nacimiento del Colectivo Cultural La Aldaba, cuya misión será la de promocionar la cultura popular realizando exposiciones, festivales poéticos, lecturas y publicaciones literarias en el mayor número de ciudades y pueblos posibles.

Una dura y larga tarea nos espera. Pero el bebé ya comienza a caminar: ya tenemos aprobados los estatutos y elegida a la Junta Directiva.

Y un miembro del colectivo, Juan Kalvellido, ha creado el logotipo que nos distinguirá, éste:

Ver Nota de Prensa en:
http://www.sierradecadiz.com/noticias/modules.php?name=News&file=article&sid=2953

LOS ENLACES CON ALGUNOS MIEMBROS DEL COLECTIVO SON LOS SIGUIENTES:

http://bienaldepoesia0607.foros.tv (Foro de la Bienal de Poesía de Villamartín)
http://poemaserranos.blogia.com (Blog de la Poesía Serrana)
http://tomasmielke.blogspot.com ( T. Mielke, Berlín-Villamartín-Estepona)
http://jabani-grazalema.blogspot.com (Juan Antonio Baena, Grazalema)
http://www.miguelangelrincon.com (Miguel A. Rincón, Ronda-Prado del Rey)
http://www.pozopoley.blogspot.com (Curro Pozo, Prado del Rey)
http://www.davidromeroraposo.es (David Romero, Sanlúcar)
http://www.nanitas.es (Paco Rodríguez, Villamartín-San Pedro)
http://ellugardejuan.blogspot.com (Juan Pan, Algar-El Puerto)
http://losgirasolesdevangogh.blogspot.com (Caro Rosúa, Sanlúcar)
http://www.kalvellido.net (J. Kalvellido, Villamartín-Fuengirola)
http://www.flickr.com/photos/lashitoriasdekronen (Álbum de Alejandro Márquez, Prado del Rey)
http://www.flickr.com/photos/baena90mm (Álbum de J.A. Baena)
http://www.flickr.com/photos/miguelangelrincon (Álbum de Miguel Ángel Rincón)
http://www.flickr.com/photos/arctarus (Álbum de J. Kalvellido)

Información en: colectivoaldaba@gmail.com

miércoles, diciembre 05, 2007

OBSESIÓN EN LOS FOROS DE INTERNET

Foto de http://www.terra.es/tecnologia/articulo/html/tec12646.htm


Esto no puede continuar así, debo alejarme de Internet una temporada. Incluso si para ello debo tirar el ordenador. Tengo mi novela abandonada, ya ni sé de qué iba el tema, no escribo nada, no se me ocurre nada. Lo sé, lo sé, debo dejar esto…
¿Y ésta qué hace ahora? ¡Ja,ja,ja! Qué ocurrencias tiene.¿Has visto qué comentario? Lo mismo se pica luego la autora y deja de colgar textos en una temporada.
Como ese comentario de un usuario hace unos días, justificando que él mismo se suba sus cuentos:
"He rescatado mi relato de la segunda página, porque valía para una discusión muy buena y no se merece estar allí".
¿No es un insulto hacia todos los que escribimos aquí? O sea: ¿Su relato no merece estar en segunda página y los demás sí?
Y digo yo: ¿Si se considera tan bueno, ¿por qué no escribe un libro y se presenta al Planeta? ¡Son 100 kilos de premio y la publicación en toda Hispanoamérica!
Lo mismo que este otro, un conocido, que se queja de haber estado durante más de un año reescribiendo sobre la obra de su amiga y ahora exige tener derechos de coautor. ¿Y por que en vez de hacer eso no escribió una obra propia y la publicó? ¡Claro! Es más fácil cambiar las palabras escritas y donde dice "borrico" poner "bonito". Eso es lo que pueden pensar de él todos los que han leído su queja: que es un bonito borrico.
¡Y alega que lo hizo como un favor! Dios me libre de favores de amigos como ése.
¿Y Flor? Hace días que no entra en el foro, qué raro… ¿Le habrá pasado algo con su amigo? Lo mismo se ha ido al foro de antes, voy a ver…
¡Sí, aquí está!, su última entrada es de ayer, y le comenta a Picasso, otro sabiondo, uno que se cree Dios. ¡Y qué zalamera es, cómo le gusta dar jabón a los que pueden ayudarla! Pobre hombre, caerá en sus redes, tal como caí yo, como todos los que precedieron, y como los que me siguieron. ¡Qué se apañe, él ya es mayorcito!
Bueno, voy a ver a qué sitios además de éste acude ella ahora. ¡Astrotegui! ¡Vaya, también nos ha salido científica! A ver…. ¡Tonterías! Eso de los campos magnéticos lo ha leído en alguna parte y lo ha copiado: ella no tiene idea de esas cosas. ¿Por qué le gustará aparentar tanto? ¡Si no somos nada, mujer! Es mejor ser sinceros y no ir engañando a la gente, por que, al fin y al cabo, ¿a quién le importa quién eres, cómo vives y la cultura que tienes? Nadie va a ir a comprobar tus datos, nadie podrá solucionar tus problemas. ¡Esto es Internet! Da lo mismo que te despidas con un beso ardiente, que un abrazo o un adiós. ¡Son letras, nada más! Nadie te va a besar ni estrechar en sus brazos…

¡Bueno!... ¿Y éste otro? ¿Habrase visto qué poemas escribe? ¡Más que un poema, es una verdadera declaración de amor! Nada, nada, seguramente que mañana tendremos la respuesta, esto se anima. ¿Y Tartesos?, fue él quien comenzó el juego de las estrofas, y ahora ha sentido celos y se ha marchado de ese foro; ya no escribe versos. ¡Claro, Míriam le da de lado y responde sólo a este otro. ¡Qué fuertes los versos! Son apasionados: aquí quizás haya algo.
María no me ha dejado ningún comentario en mi relato, aún está molesta porque cuando me envió las fotos le dije que estaba para mojar pan y comer, que la miraba cada día antes de dormirme y que con gusto le haría un traje a medida con un tejido húmedo que yo me sé. Su último correo fue para decirme que ya no me escribiría más ni me enviaría fotos y que, por favor, eliminase las que guardaba de ella, “¿Qué te has creído, imbécil?”, me escupió. A ver… Ah sí, aquí está; otra que tal, se ve que tiene un lío con Anibal, cada mensaje está escrito en clave: “Como ya sabes”, “Como te dije en MP”. Estos foros parecen las antiguas corralas: líos de faldas entre vecinos, todo se sabe y se comenta. O se supone.
¡Caray, las doce de la noche ya! ¡Cómo pasa el tiempo! Tengo que apagar, mañana debo madrugar, pues a las cinco entran los usuarios de ultramar que se conectan un rato antes de acostarse. Me gusta platicar con la cubanita y la venezolana. La una, intentando convencerme de las bondades de su país y su Gobierno; la otra, que no tardaría ni veinte horas en reunirse conmigo y casarse para obtener los papeles. Ésa se ha creído que soy soltero. Y la foto que le envié es de hace treinta años, ¡ja,ja,ja!
Ambas escriben muy bien y son genialmente creativas, pero se les ve venir a los lejos. ¿Y Encarni? Voy a ver qué ha escrito. Ésta ha dejado este foro y se ha marchado con Flor, quien a la vez que intenta quitarle a Picasso, le escribe a ella tales comentarios que parece amarla. ¿Serán lesbianas?: “Mi amada Luisa, mi querida niña…”
Y Picasso, ¡Ja,ja, ja… ¡La desilusión que se llevarían cuando discutí con él y le llame “gigoló” y “Play boy” del foro y él confesó que no, que era homosexual! ¡Ja,ja,ja,ja!
Las dos de la madrugada, ya lo dejo, no puedo permitirme trasnochar. Me acostaré y mientras llega el sueño pensaré lo que le voy a decir a Julio. ¡Ése sí que sabe! Tiene la cabeza bien amueblada, dice Gloria.
Ésta es una espabilada: Hemos quedado en escribir un relato entre los tres.
Ella quiere hacer el papel de la novia; Julio que sea el novio, y yo el suegro.¡Cómo no!
¡Claro, si se ve que está colgada por él! Yo hago simplemente de pantalla, o de telonero, para disimular ante su marido, que, según dice ella, lee todo lo que escribe. ¡Mira, ya hay uno que escribe en el foro de “Buenos días”! ¿A éste lo echan de la cama? “Buenos días hace un frío que pela, el santo de hoy….” Pero ¿a quién le importa si hace frío allí o no? Mientras no sea aquí… ¡Ostras, ya le han contestado! Ésta dice que va a sacar a su chucho antes de ir a trabajar… ¿Pero qué hora es? ¡Diooosssss, las seis! Voy a poner el Messenger, ya debe estar esperándome mi mulatita.
– Hola, mi cielito lindo, ¿estás?


viernes, noviembre 30, 2007

Y UNO APRENDE ....... ¿de Jorge Luis Borges?


Después de un tiempo,
Uno aprende la sutil diferencia
Entre sostener una mano
Y encadenar un alma,

Y uno aprende
Que el amor no significa acostarse
Y una compañía no significa seguridad
Y uno empieza a aprender ...
Que los besos no son contratos
Y los regalos no son promesas
Y uno empieza a aceptar sus derrotas
Con la cabeza alta y los ojos abiertos

Y uno aprende a construir
Todos sus caminos en el hoy,
Porque el terreno de mañana
Es demasiado inseguro para planes ...
Y los futuros tienen una forma de
Caerse en la mitad.

Y después de un tiempo
Uno aprende que si es demasiado
Hasta el calorcito del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín
Y decora su propia alma,
En lugar de esperar a que alguien
Le traiga flores.
Y uno aprende que
Realmente puede aguantar,
Que uno realmente es fuerte,
Que uno realmente vale,
Y uno aprende y aprende, ...
Y con cada día uno aprende.

Este precioso poema, atribuido a Borges y recitado por él, sin que aparezca en ninguna de sus obras, es en realidad un plagio. Tal vez sea ése el motivo que lo llevó a no publicarlo.
Se cree que Borges hizo un arreglo personal del texto de Shakespeare.


Después de un tiempo...
Por William Shakespeare

Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre
dar la mano y socorrer a un alma,
y aprenderás que amar no significa apoyarse,
y que compañía no siempre significa seguridad.

Comenzarás a aprender que los besos no son
contratos, ni regalos, ni promesas. . .
comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida
y la mirada al frente, con la gracia de un niño
y no con la tristeza de un adulto
y aprenderás a construir hoy todos tus caminos,
porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos
y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo aprenderás que
el sol quema si te expones demasiado. . . .
aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez
y necesitarás perdonarlas. . .
aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma. . .
descubrirás que lleva años construir confianza
y apenas unos segundos destruirla
y que tú también podrás hacer cosas
de las que te arrepentirás el resto de la vida.

Aprenderás que las nuevas amistades continúan creciendo
a pesar de las distancias,
y que no importa que es lo que tienes, sino a quien tienes en la vida,
y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir.

Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos,
si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian.
Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos
con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa
o simplemente nada, solo por el placer de disfrutar su compañía.


Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera
a las personas que más te importan
y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos,
porque nunca estaremos seguros
de cuando será la última vez que las veamos.

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea
tienen influencia sobre nosotros, pero nosotros
somos los únicos responsables de lo que hacemos.

Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás,
salvo cuando queramos imitarlos para mejorar.

Descubrirás que se lleva mucho tiempo
para llegar a ser la persona que quieres ser,
y que el tiempo es corto.

Aprenderás que no importa a donde llegaste,
sino a donde te diriges y si no lo sabes cualquier lugar sirve. . . . .

Aprenderás que si no controlas tus actos ellos te controlarán
y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad,
porque no importa cuán delicada
y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.

Aprenderás que héroes son las personas
que hicieron lo que era necesario,
enfrentando las consecuencias . . .

Aprenderás que la paciencia Requiere mucha práctica.
Descubrirás que algunas veces,
la persona que esperas que te patee cuando te caes,
tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte.

Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido
de las experiencias, que con los años vividos.
Aprenderás que hay mucho mas de tus padres
en ti de lo que supones.

Aprenderás que nunca se debe decir a un niño
que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes
y sería una tragedia si lo creyese
porque le estarás quitando la esperanza.

Aprenderás que cuando sientes rabia,
tienes derecho a tenerla,
pero eso no te da el derecho de ser cruel.
Descubrirás que solo porque alguien no te ama
de la forma que quieres, no significa que no té ame
con todo lo que puede, porqué hay personas que nos aman,
pero que no saben como demostrarlo. . . . .

No siempre es suficiente ser perdonado por alguien,
algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo.
Aprenderás que con la misma severidad con que juzgas,
también serás juzgado y en algún momento condenado.

Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió,
el mundo no se detiene para que lo arregles.
Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás,
por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma,
en vez de esperar que alguien te traiga flores.

Entonces y solo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar;
que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas
cuando creíasque no se podía más.
Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla! ! ! !


miércoles, noviembre 21, 2007

PSICOSIS

"El grito", de Edvard Munch
                                            PSICOSIS

  Para Lola  no hay vacaciones en Navidad. El día de Nochebuena ha terminado su trabajo de canguro en una casa de la calle Delicias y  viaja en el último servicio del Metro de la jornada. Apenas media docena de pasajeros ocupan el vagón. El tren anuncia  la inminente parada en Sol, la suya, y ella se apresta para salir. De súbito ve levantarse de su asiento a un joven moreno, alto, de pelo largo y cogido en una coleta en la nuca, que la mira insistentemente con sus ojos color miel.
  Ella siente un escalofrío y se vuelve hacia la puerta, rezando para que la estación esté atestada de gente y ella pueda perderse entre la masa. El sonido del tren deslizándose a gran velocidad por las vías, la voz en off del sistema anunciando la próxima parada aumentan la ansiedad de Lola, que ve cómo los segundos se tornan horas.
  De pronto las luces de la estación pasan rápidamente ante ella y se escucha el peculiar sonido del aire al accionar el maquinista los frenos y la apertura de las puertas. Lola sale, mirando de reojo hacia el chaval moreno, y ve que la sigue sin dejar de observarla; ella acelera el paso, intentando mezclarse entre los escasos pasajeros que se han apeado del tren, pero éstos se pierden en los túneles de las correspondencias y en las diferentes salidas. La chica se aterra y siente aumentar sus pulsaciones; mira hacia atrás y ve que el chico está a unos diez metros y se detiene para encender un cigarrillo. Entonces ella inicia la carrera precipitadamente, gira en una curva y encuentra las escaleras mecánicas de la salida. Vuela sobre ella, saltando los escalones de dos en dos y se gira al llegar arriba: el chico también corre, y Lola siente verdadero pavor; sale a la esquina de la calle Montera y corre por ésta hacia la Gran Vía.
  En el camino sortea a prostitutas y travestís, que muestran generosamente sus encantos a los peatones; el chico moreno la sigue, empinándose para descubrir a la chica tras la masa de gente que circula en ambas direcciones. La ve detenida en la Gran Vía mirando a izquierda y derecha. Lola atraviesa la calzada corriendo, sin esperar a que el semáforo cambie y le dé luz verde. La gente se vuelve al escuchar un chirriar de frenos precipitados seguido de un estruendo y ruido de cristales rotos. Un claxon se queda enganchado, pitando sin cesar.
  Los conductores y algunos peatones gritan a  Lola y la insultan; un coche de la policía, estacionado junto a una boca de metro cercana, hace sonar su sirena y se pone en marcha; pero ella no está para perder tiempo en dar explicaciones: ya la violaron una vez y no desea repetir la experiencia.
  ¡Y el moreno está en la acera, junto al semáforo, mirándola fijamente! Ella aprovecha para aumentar distancias y entra en la calle Ballesta, corre entre los  transexuales, prostitutas y hombres maduros y solitarios que le lanzan piropos soeces y proposiciones  odiosas.
  Decide girar en la primera calle y  volver a la Gran Vía para dirigirse a la buhardilla que ocupa en un viejo edificio renacentista cercano a la Torre de Madrid.
  Está cansada, muy cansada, su corazón parece querer escapar por la boca; mira hacia atrás y ve con horror que el chico corre tras ella a cincuenta metros. Lola tuerce en la esquina y se mete en el primer portal que encuentra abierto, sube las escaleras, se detiene en la primera planta y se acurruca en un rincón.
  Teme que el sonido de su agitada respiración la delate; busca en su bolso el teléfono para llamar al 112, pero no lo encuentra. Entre los diversos objetos que contiene el bolso toca una lámina fina y corta: la lima de las uñas, y la sujeta con fuerza, cerrando el puño en torno a ella.
  La escalera está  oscura, pero ella siente que las sombras se hacen más negras cuando alguien entra por la puerta de la calle. “¡Está allí!”, piensa.
   De pronto escucha unos pasos que se detienen al pie de la escalera y luego comienza a subir, marcando los escalones. Lola se ahoga, no puede aguantar la respiración, ¡Ah… Ah… Ah…. Ih, ah, ih, ah…! El aire silba al aspirar;  el miedo la atenaza, y ella  aprieta firmemente la lima en su mano, dispuesta a defenderse.
  De pronto la luz se enciende y Lola da un grito al ver de pie ante ella al chico, que la mira con ojos deshorbitados. Ella grita con todas sus fuerzas:

    —¡Ayudaaaaaaaaaaaaaa!, ¡socorroooo!

 El chico mira a todos lados, asustado;  se escuchan ruidos de puertas que se abren y voces preguntando qué sucede.
Lola llora, tiembla y se orina encima. El chico se inclina y pregunta, mostrándole un celular:
—¿Se encuentra usted bien, señorita? Se le cayó el teléfono al salir del metro. Yo sólo quería entregárselo. Sé lo importantes que son, y si alguien lo encuentra y lo usa será usted quien pagará  la factura.
  Ella lo mira con los ojos desorbitados, no entiende, está bloqueada y no puede pronunciar palabra, y por eso permanece muda cuando unos policías se lanzan sobre el chico y le golpean, lo controlan en el suelo y le ponen las esposas.

  —Éste ya no atracará a nadie más.

  Otro policía busca dentro de su cazadora, saca una cartera y examina los documentos que contiene. Luego, mirando despectivamente hacia el chico que está en el suelo, dice:
—Es un “sudaca”, un sin papeles. Lo ficharemos y ojalá lo devuelvan a su país.

                                                FIN


martes, noviembre 13, 2007

ROJOS

Foto tomada de la página web inSurGente.org

                                                                      ROJOS
Sentada en una silla de ruedas, tomando el sol en el patio de la residencia de la tercera edad de Arcos de la Frontera, con la mirada de ojos vidriosos y tristes fija en el horizonte y las manos arrugadas y temblorosas sobre su regazo, María, una nonagenaria, recibe la visita de su hija y su bisnieta, una preciosa chiquilla de nueve años. La niña tiene un admirable parecido a su hija, y al mirarla y contemplar sus ojos, su boquita, sus gestos y oír sus risas los recuerdos regresan a su mente:

El sol del medio día cae implacablemente y las chicharras expresan sus quejas elevando el tono de sus vibrantes alas. Bajo la parra enredada en el porche de la casa, ella come unas gachas con su hijita, de tres años. La quietud de la montaña, la paz del alcornocal y los buitres volando alto se ve interrumpida por la aparición de un jinete en la vereda del cortijo. Ella se alza, deja la niña que tiene en sus brazos sobre una sillita y entra rápidamente en la casa. Instantes después sale de nuevo, alisándose el vestido y mirando fijamente y angustiada al hombre que se acerca.
Éste no es otro que D. Juan, el dueño de aquellas tierras.
Al llegar a la choza, el hombre detiene su precioso caballo negro de raza árabe y se queda mirando a la hermosa mujer morena. Y sin quitarse siquiera el sombrero en señal de respeto al pisar casa ajena, sin bajar del caballo, le dice, con sonrisa sarcástica:
–Acabo de enterarme de que a tu marido lo trasladan de la cárcel de Cádiz y se lo llevan a trabajar a El Escorial, en Madrid, para construir un gran mausóleo con una cruz inmensa sobre la montaña.Eso le pasa por ser "rojo" ¿Qué? ¿Te lo has pensado?
– Intente tocarme y será lo último que haga. ¡Se lo juro! Y ahora, ¡largo de aquí!
–No, si no te voy a tocar; serás tú misma quien venga a buscarme. Yo puedo hacer que le traten bien, que lo revienten a trabajar hasta que desee con toda su alma estar muerto, o que lo fusilen…
Ella lo mira con odio, sus labios tiemblan, los aprieta para evitar pronunciar las palabras que fluyen a su boca. Permanece así unos instantes y luego dice, suavemente:
–Ya le he dicho que soy una mujer casada y a mi marido me debo en respeto y cariño. Le pido por favor que me deje tranquila, se vaya y no vuelva.
–Tu marido no volverá nunca si yo no quiero. No seas tonta, te dejo trabajar y vivir en mis tierras, puedes criar a tu hija, te puedo ayudar con dinero… No me seas arisca, niña, que yo ya tengo mi familia y en ella no hay lugar para ti. Sólo deseo un refrigerio contigo. Los dos disfrutaremos… ¡Piénsalo!
El hombre tira de las riendas, da la vuelta, golpea con las rodillas sobre el costado del animal y sale al trote por la senda sin mirar atrás. Cuando se pierde en la lejanía, ella entra en la casa y se dirige al anafe a atizar el fuego, entonces saca un cuchillo de su bolsillo y lo coloca junto a los otros cubiertos. Luego sale, coge en brazos a su hijita y comienza a besarla, llenando su carita de lágrimas.
Afuera, la quietud de la montaña, la paz del alcornocal y los buitres volando alto son los únicos testigos del drama que viven en aquella pequeña casa...
–Abuelita, no me has contestado. Mañana es tu cumpleaños y te he comprado un regalo. ¿Quieres saber qué es?

sábado, noviembre 10, 2007

MI ÚLTIMO CUADRO.



CALABAZAS


A lo largo de mi vía,

dó muhere  yo adoraba,

 calabaza ella  me dieron.

cuando  meno lo ezperaba-


Y de mi láo ze fueron,

zin mirá una vé pa atrá,

dehándome mu  abatío

y zin gana de hacé ná.


Ma, ¿qué le vamo a hacé?

Noz tenemo que aguantá

zon la coza del queré

y no ze puen evitá

Placere no da la vía,

y hoy  me dio por dezeá

 la "berza" de Carmencilla:

su calabaza, dorá,

con zu col y zu morcilla,

el chorizito de El Bosque,

y tocinito del güeno,

callo, garbanzo y papita...


¡Ay, qué güeno, Dio! ¡ Ay, qué güeno!

!Y qué pringá! ¡Qué pringá!

Ya zé que me voy a hartar.


¡Qué manhá me viá comé!

Mi muhé, de maravilla,

¡la berza la zabe hacé!



Bueno, ¿ qué os parece? Lo acabo de escribir sobre el sitio, improvisando. Es que la berza inspira.



viernes, noviembre 02, 2007

MI ESPOSA



MI ESPOSA
Amaneció con cara cansada y marcas azuladas en torno a los ojos; no había pegado ojo en toda la noche, yo lo sabía. En la oscuridad, la notaba tensa y estirada boca arriba en el lecho, y no escuché ni uno solo de sus habituales ronquidos. Tenía miedo.
Por la mañana temblaba, y no era de frío, ni de fiebre: era el miedo. Ella intentaba no preocuparme y sonreía, con esa sonrisa triste que ya conozco de otras veces.
A las nueve de la mañana del día 30 de octubre, mi esposa estaba citada en los quirófanos del Hospital Virgen de El Puerto, para extirparle un quiste de un seno. Otro. Y, como en el anterior, ella, mi niña, temblaba de miedo. ¿Sería grave? ¿Maligno?, me preguntaba mirándome a los ojos para que fuese sincero. De nada valía que el médico y el cirujano en visitas previas la tranquilizara diciendo que era algo superficial, que no estaba “dentro”, que era un bulto de grasa… El miedo es libre, y se había apoderado de su frágil cuerpo.
“Si me pasa algo, ya sabes lo que tienes que hacer”–me decía con una triste sonrisa, esperando que yo negase su razonamiento, que la abrazara y le diese un beso de ánimo, segura de que yo estaría allí a su lado, nervioso, tras la puerta del sufrimiento.
Y llegó la hora, entró en el quirófano y le sacaron ese maldito quiste horadándole el seno, ese seno que amamantó a sus cuatro hijos, el mismo que me entregó a mí el primero…
A las dos horas salimos hacia nuestra casa muy contentos; ella sonriendo y hablando mucho, contando las bromas que le habían gastado los médicos. Bromas, trato y atención piadosas, ¡que son muy humanos los médicos!, y le decían cosas para hacerla reír, para que distendiera sus alborotados nervios.
Mi niña venía muy contenta y riendo, a pesar de los seis puntos que mostraba en el seno. Y yo era feliz por ella: no se merecía sufrir tanto y quería verla sana y contenta, escuchar sus risas, esquivas desde hacía tanto tiempo. Risas que le robaba el viento del miedo.
Ésa es mi niña, la mujer que yo tengo, la que me soporta desde hace tantos años, tanto tiempo… La mujer que tanto quiero.
Y ahora, mientras ella reposa en el sofá, calladamente sufriendo el dolor de la herida del pecho, yo me he asomado al balcón, he alzado la vista y he buscado entre las nubes a ese Dios que está en los Cielos y calladamente, con mi corazón, le he dicho:
Gracias, Dios, por haberla traído entera, con sus dos senos completos. Perderlos era lo que ella más temía, y en eso has sido benévolo. Déjala ya tranquila, son tres veces las que ambos hemos sentido miedo. Ya vale. Si es necesario, si no hay más remedio, tómame a mí y déjala a ella, que es lo mejor que en esta familia tenemos.
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lunes, octubre 29, 2007

CRÓNICA DE UNA MUERTE CANTADA

Foto de Manuel Murrieta Saldivar

MUNDIAL DE FUTBOL en los Estados unidos de América. Año 1994.
El mundial había comenzado con mal pie desde su gestación. La FIFA, empeñada en dar a conocer y promover el fútbol en la más poderosa nación del planeta, donde sólo unos de treinta millones de aficionados –la mayoría hispano parlantes– practican ese deporte, debía enfrentarse a las lógicas protestas de los países europeos, quienes aducían motivos de la diferencia horaria, y a los sudamericanos que se veían obligados a jugar al medio día para complacer a los europeos, los más ricos y poderosos.

Llegado el momento, Maradona se erige en representante de todos los jugadores sudamericanos e invita a los grandes ejecutivos de la FIFA a ponerse ellos las botas y salir al césped con temperaturas de más de cuarenta grados en algunos casos. Arguye que los que juegan son los futbolistas, y que sin ellos no existiría el espectáculo. La FIFA responde que sin los cientos de millones de telespectadores que verán los partidos en Europa y África, que pagan los derechos de las retransmisiones, tampoco existirían los torneos, los equipos ni los jugadores.
Vence la FIFA: los partidos se jugarán a temperaturas asesinas para los futbolistas. En algunos casos, la temperatura alcanzará los 50 º y la humedad casi al 200%.
Será la primera vez que se sumarán tres puntos al vencedor de cada partido; la primera vez que entrarían vehículos motorizados en vez de camillas para sacar del terreno de juego a los lesionados; el éxito de la Televisión, que retransmitiría la final a 2,300 millones de telespectadores.

En América no existen las quinielas, son las apuestas directas por un equipo u otro lo que mueve a miles de millones de dólares. Las mafias vetan a árbitros y jugadores incómodos; algunos jugadores reciben amenazas y se retiran de la competición; el día anterior al partido entre Colombia y EE.UU fueron amenazados de muerte el entrenador colombiano Francisco Maturana y Gabriel “Barrabás” Gómez, medio campista de dicho seleccionado. Los autores de las amenazas exigían que el Barrabás fuera excluido del partido contra los estadounidenses. Y lo consiguen: “Barrabás desapareció de la concentración colombiana y se dirigió junto a su mujer y a su hijo a una playa en Los Ángeles. Luego declararía que se retira del fútbol y fue sustituido por Gaviria.
Los otros jugadores estaban dispuestos a llegar hasta el límite para llevar a su selección a la gloria, aun a riesgo de su propia vida.
Era el caso de Andrés Escobar, un jugador colombiano de 27 años, procedente de una familia acomodada, que destacó en el equipo del colegio donde estudiaba y que cambió sus estudios por el fútbol, llegando a ser el ejemplo de la juventud colombiana, el espejo donde mirarse, el símbolo de la libertad de la esclavitud y la pobreza.
Unos años antes, el 24 de mayo de 1988, marcó el único gol en el estadio de Wembley contra Inglaterra.
En las preliminares del mundial, Colombia había derrotada a la Argentina por 5–0, revelándose como uno de los candidatos a llevarse la Copa del Mundo.

A las seis de la tarde del día 22 de junio, el estadio Rose Bow de Pasadera está rebosando con sus 93, 689 espectadores. Las gradas son un paisaje de colores, con sus banderas y disfraces; el griterío de la gente es impresionante; el calor, agobiante; las gradas muestran a hombres y mujeres en bañador o en top-les.
Por el cielo azul pasan bandadas de loros, unas aves procedentes de una granja incendiada en 1964 y de donde los loros fugitivos han logrado multiplicarse por miles de veces, transformándose en una verdadera y odiosa plaga para los pasadenos.

Las cadenas mexicanas Univisión y Telemaco en lengua castellana y la ABC y ESPN americana en inglés se encargarán de retransmitir el partido que enfrenta a Colombia con EE.UU a todos los países del mundo.
El defensa colombiano notaba que algo no iba bien, que el partido se le iba de las manos. En ese partido, la selección colombiana se jugaba su pase a la siguiente ronda. La selección estadounidense, contrariamente a todos los pronósticos, se estaba revelando como un terrible adversario. Los colombianos jugaban con la tensión de haber perdido antes contra Rumanía y las amenazas contra la familia de Barrabás.

Escobar se había preparado desde hacía años para este momento, deseaba llevar a Colombia a lo más alto, se había entrenado para ello, había logrado destacar con sus esfuerzos en los campos de fútbol, y que Maturana, el seleccionador nacional, le llevase a todos los encuentros de la selección.
Ahora veía que el mundo se le venía encima. A los 22 minutos del primer tiempo su equipo no conseguía dominar el partido.
De pronto sintió elevarse el murmullo de las gradas; un delantero enemigo, Jhon Artes, avanzaba en paralelo por su izquierda, al otro lado otro corre con la pelota, le lanza el balón y Escobar se lanza, se estira para evitar el remate y logra despejar el balón. Aún no ha caído al suelo cuando el graderío explota:

¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!
Y de pronto el silencio.
El estadio permanece mudo; las banderas colombianas se repliegan. Nadie comprende. Colombia es eliminada del mundial por un equipo del que nadie ha apostado un solo céntimo.
En los hogares, bares y centros televisivos de Colombia la gente masculla, maldice, llora… En algunos despachos se echan las manos a la cabeza. El empresario ha apostado su fortuna y se arruina. La gente rompe las fotos del ídolo, lo pisotea, lo quema. En las gradas del Rose Bow se escuchan pitidos e insultos; incluso amenazas.
Escobar está en tierra, vuelto hacia el cielo. Una bandada de loros aún cruza el espacio visible, pero él no la ve, no ve nada: el mundo se le ha caído encima. Se sienta con la ayuda de un compañero, y le nota áspero, el portero se golpea la cabeza contra el poste y da patadas en el aire. Sus compañeros miran hacia otro lado cuando Escobar les mira. Se siente la tragedia. Los americanos marcan un gol en el minuto 52 y es en el minuto 89, a punto de finalizar, cuando Colombia marca el suyo. El árbitro toca el pitido final y entre abucheos e insultos, el equipo desaparece en los vestuarios.
De regreso a Medellín, Escobar se aísla, no desea ver a nadie, sabe que es el causante del mayor desastre que podía sucederle a su país. La prensa le crucifica, y el antiguo ídolo se convierte en el traidor que ha regalado la clasificación a Estados Unidos.
Pasan diez días y por fin una pareja amiga le convence para salir de su enclaustramiento. La vida debe continuar, le dicen, otros jugadores también fallaron. Incluso en la final, Bagio falló el penalti que supuso el triunfo para Brasil. Debe seguir luchando y pensar ya en el próximo mundial: éste pertenece ya al pasado.
Se van a un bar alejado de la ciudad, un pub de carretera, el “Estadero Indio”. Escobar va con una amiga y la otra pareja, y allí se divierten y beben. En el mostrador se hallan tres hombres que no dejan de observarles desde que entraron. Uno es Humberto Muñoz, el chofer de Santiago Gallón Henao, un importante banquero y empresario que ha perdido una fortuna por haber apostado por el triunfo de Colombia. Humberto está allí como guardaespaldas de los otros individuos que le acompañan. Estos cruzan algunas frases insidiosas con Escobar.
Humberto se dirige a la mesa de Escobar y le incordia, le llama traidor y poco hombre; Escobar, que al comienzo intenta evitar la discusión, acaba por responder a los insultos y llegan a las manos. Los otros y los amigos los separan y la velada continúa; pero Humberto no cesa de mirarle fijamente y le reta a la salida.
Son las tres y media de la madrugada y el dueño del bar, previniendo males mayores, dice que es hora de cerrar. Las quince personas que estaban en el establecimiento salen y se dirigen a los aparcamientos.
Escobar y sus amigos se disponen a entrar en su coche cuando Humberto se acerca, le llama, y sin mediar palabra saca una pistola y le mete doce balazos. Mientras grita: “ Golazo, golazo ” y “ gracias por el autogol ”.
Escobar se cae sin entender nada.
Más de ciento veinte mil personas, incluido el presidente de Colombia, César Gaviria, asistieron a su entierro.
La policía detiene al asesino. Una gran revuelta se instala en Medellín; la gente exige justicia. La prensa se divide, el Gobierno exige un escarmiento para acabar con la violencia en el deporte. Algunos jueces son recusados por los carteles mafiosos. No se llama a los testigos. El juicio se lleva casi a puerta cerrada, y Humberto es finalmente condenado a 43 años de cárcel.
Pero los jueces cambian el código penal en 2001 y lo aplican con efecto retroactivo. Humberto ve reducida su condena a la mitad y luego, increíblemente es liberado en 2005, tras haber cumplido solamente 11 años de condena.
El hermano de Andrés Escobar, entrenador del equipo Atlético Nacional, cansado ya de luchar porque se haga justicia, ha dicho en rueda de prensa
“De los hombres, no espero la justicia, pero sí la Divina. Humberto sólo era un enviado, los verdaderos asesinos están libres en sus despachos”
El fútbol ha dejado de ser deporte para convertirse en negocio, en arma política, en somnífero para las masas. “Dadles toros y fútbol”, se decía en España en épocas no muy lejanas. Hoy día, en ciudades azotadas por el desempleo, pueden verse los estadios a rebosar, y muchos de los desempleados que perciben una ayuda social para mantener a sus familias, muestran con orgullo sus carnés de socios de sus equipos favoritos.
Definitivamente, mientras se piensa en el fútbol, no se exigen soluciones a otros problemas.

martes, octubre 23, 2007

LA VUELTA AL COLE

EL CAMINO AL COLEGIO PÚBLICO "EL JUNCAL"

Jaramagos, amapolas,
violetas y margaritas
y algunos almendros en flor
bordean el camino al colegio,
por donde irán los niños, sin temor.

Por la mañana temprano
por el camino de El Juncal
lleva una mujer, andando,
a sus hijos a estudiar.

Con la carita recién lavada,
cargados de libros para estudiar;
los ojos todavía con sueño,
van los niños a “El Juncal.”

Y una niña chiquitilla
se inclina en la orilla
y coge, para su madre,
un ramo de florecillas.

Un perrito pequinés,
de color canela,
en la puerta del colegio espera
la salida de su ama y compañera.

sábado, octubre 20, 2007

INCH ALA por KARIM, un amigo de PLANETA de ESCRITORES

NCH ALÁ

Llueve sobre Bagdad metal y fuego,
empapando una vida que se va
y mientras muere el niño se oye un ruego:
la guerra ha de acabarse...Inch Alá.

Y ante el núbil cadáver pasa un ciego
y tropieza y se cae mas ¿Qué hará?
En su oscuro y total desasosiego
susurrarle al oído...Inch Alá.

¿Acaso el niño -mártir inocente-
del odio impersonal -pero terrible-
entiende la razón –Inconcebible-

que con discurso asaz grandilocuente,
explica a un auditorio indiferente,
la causa de esta guerra aborrecible?

KARIM