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domingo, febrero 13, 2011

ESTRELLA

Hola, me llamo Estrella y vivo en la finca «Las Navas de Gibraltar». Situada a medio camino entre Cádiz y el Peñón, la finca es un verdadero paraíso de cuatrocientas hectáreas, que pertenece a mi familia desde hace… bueno, no sé exactamente cuánto; pero mucho tiempo.

«La Navas de Gibraltar» está dentro del Parque Natural de los Alcornocales y se compone de dos partes: la primera es una gran extensión de pastos naturales de gran calidad; la otra, es monte poblado de acebuches y alcornocales, bajo los cuales me refugio durante todo el año, pues vivo en completa libertad.

Aquí llueve mucho, la mole del Monte Tarik se enfrenta a los vientos y se bate a diario contra las nubes; penetra en ellas y las hiere cruel y dolorosamente, haciéndolas llorar tanto que vierten mil litros de lágrimas por metro cuadrado al año.

La finca es muy bonita, su fama ha alcanzado los confines de la Tierra y mucha gente acude a verla desde los más lejanos países y nos miran descaradamente con unos ojos lascivos, pringados de codicia.

Algunos jeques árabes incluso han propuesto comprarme y llevarme con ellos para formar parte de su harén, ¡qué barbaridad, qué falta de educación! Como si yo fuera un objeto, sin opinión ni sentimientos. Menos mal que tengo a Juan, que me adora y sabe disuadirlos educada pero firmemente.

¡Juan, qué hombre! Pobre, cuánto le he hecho sufrir.

Una chica tan guapa como mimada se quejó de que yo no me mostraba amable y convenció a Juan, que estaba colado por ella, para que me enseñara modales. Y el chico vino a mí decidido a todo, incluso a pegarme si fuere necesario, por complacerla. Al principio yo me resistía, no me convencían sus palabras zalameras ni sus caricias interesadas. Muchas veces me sujetaba e intentaba dominarme subiéndose encima de mí contra mi voluntad. Yo sentía su virilidad pegada a mi cuerpo, sus piernas rodeaban mi talle, violando mi derecho a decidir libremente. Más de una vez peleé con él y le vencía: levantaba de improviso mi trasero y lo lanzaba por encima de mi cabeza, pegándose de bruces contra el suelo.

Pero el chico era tozudo y lo intentaba de nuevo. Para nada.

Al ver que no conseguía sus propósitos cambió de método: dejó a un lado sus malos modales y comenzó a conquistarme piropeándome y musitando en mi oído palabras dulces, mientras me acariciaba suavemente el entorno de las orejas y me besaba en la frente.

¡Ay!, soy mujer y no puedo permanecer insensible ante el amor. Y me dejé llevar…

Al amanecer, cuando los pájaros se despertaban escandalizados y comenzaban sus ruidosos cantos, las hojas de los alcornocales danzaban al ritmo de la brisa y el sol perfilaba de oro la cresta oscura de la sierra, Juan venía a verme y me mostraba su dulzura hablándome y acariciando mi cabeza, preparándome para el acto de entrega amorosa. Al cabo de unos minutos yo sentía el calor de su cuerpo cabalgando sobre el mío. Una leve presión de su rodilla, una caricia en el cuello, un susurro agradecido pidiendo una respuesta bastaba para que yo, toda excitada, le complaciera.

Y así pasó el tiempo; estábamos tan unidos que parecíamos formar un solo cuerpo.

Entonces apareció ella, la pija, la niña mimada. Retozábamos en el corral cuando de súbito se puso a aplaudir. Juan se giró, sorprendido, y todo ruborizado fue a su encuentro y me señaló:

—Ahí la tienes, puedes montarla cuando quieras.— le dijo

¡Ah, no, eso no. ¿Qué se ha creído este imbécil? No estoy dispuesta a formar un trío, yo soy una chica seria, de costumbres conservadoras; no me van ciertas modernidades. Amo a Juan, sí; pero no me dejaré humillar por nadie.

¡Y la joven mimada quería que yo me entregara! Puso las manos en mi espalda e intentó echarse sobre mí, la muy estúpida. Yo no podía permitirlo, por mucho amor que sintiera hacia Juan, y levanté mi torso y manos todo lo que pude y luego me incliné hasta casi tocar el suelo con mi cabeza, lanzando a la chica por encima, yendo a caer a dos o tres metros por delante y quedando postrada en el suelo sin poder moverse y gritando de dolor: se había partido un brazo.

Desde entonces no ha aparecido por la dehesa. Juan parecía desilusionado y permaneció muy serio durante un tiempo; pero ahora creo que ya la ha olvidado. Sólo me tiene a mí, y viene cada día a montarme para perdernos ambos en el espacio infinito…



10 comentarios:

  1. esta asturiana te da infinitas gracias por la inmensa belleza del video que compartes, un besin para tu Estrella bonita.

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  2. Estrella es guapísima.
    Y además parece que muy sensible.

    Saludos.

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  3. Hola, OZNA-OZNA, ya quisiera yo que este caballo fuera mío, ja,ja,ja.

    Uno de las muchos que se crían en esta provincia.¿Verdad que son preciosos?
    Gracias por tu visita. Feliz domingo.
    Saludos.

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  4. Así es, amigo Toro Salvaje. Gracias por pasar.Feliz día.

    Saludos.

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  5. Mouto obrigado, Orquidea. Besos

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  6. Juan, soy yoooo! La Florecilla, solo que en el blogue de la muñequita yo soy cocinera jajajaja.

    Lisboa es la capital de Portugal, Sintra pertenece a Lisboa.

    Pero me puedes llamar como quieras.

    Un beso

    Flor, Florecilla,Orquidea,Isabel.

    Tu ves? así con tantos nombres soy como una princesa jajaja

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  7. Perdona me olvidé de decirte que me encantó tu cuento, hasta me he reído con la descripción de cuando Estrella tiraba al suelo a Juan y a la niña mimada.

    Besos
    Flor

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  8. muy buen Juan muy sutil especial y con visos de histrionismo.
    un beso amigo desde mi corazón

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  9. Muchas gracias, María Susana. Un beso para ti.Feliz semana .

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