¡Hay que ver cómo está el patio de esta arrugada, descolorida
y sufrida piel de toro que es España!
Hombre, yo ya había notado que algo fallaba: los seis
millones de parados, el aumento de los precios y estancamiento de pensiones,
las continuadas manifestaciones y huelgas en las calles, las personas rebuscando
comida en los contenedores de basura...
Pero nunca imaginé que los artículos de segunda mano
alcanzaran un precio tan alto. En esta época de crisis, la ropa y el calzado de
temporada siguen siendo caros a pesar de las rebajas y la gente se inclina por
los mercadillos y tiendas de usado, y es tal la demanda que los comerciantes
del género se aprovechan y suben los precios de tal modo que algunas cosas
antiguas y taradas cuestan más que los nuevos a estrenar.
Ayer me convencí de ello.
Estaba paseando por la calle más aburrido que una ostra en
una catedral y veo un local abierto con el cartel "La pieza del mes. Entrada
libre", y me cuelo con disimulo y comienzo
el recorrido por las salas para ver el contenido de las vitrinas y escaparates.
¡Pasmaíto me quedé! ¡¿Pero cómo tienen
valor de exponer tantos desechos?!
Yo, la verdad, había entrado con la intención de
aprovecharme de la penuria que padecen la mayoría de comerciantes y comprarle por
muy poquitos euros un regalito a mi Carmen del alma, una maceta o una jarra
para poner flores. Y me dio vergüenza pedirla.
De un centenar de cántaros, jarras y vasos no había uno entero, y los que aparentemente lo estaban era
porque estaban pegados con loctite.
Pero lo peor, el no va más, fue comprobar que el adeene de
especulador está incrustado en la mente de todo el que comercia con algo en
este lamentable y puto país de mierda.
Perdonen ustedes por mis exabruptos, pero es que a mí estas
cosa me sacan de quicio.
¿Pues no va una señorita con una sonrisa de parte a parte de
su cara bonita y me dice que el objeto que yo quiero para macetero no tiene precio,y que por nada
del mundo me lo vende? Un jarro roto que han recuperado pegándole un trozo y que
luego no han lucido ni disimulado y se le notan las fisuras.
¡Coño! Si por pedirle una porcelana rota se pone así, ¿cómo se pondrá
si le ofrezco veinte euros por este artilugio viejo y oxidado que dice que hace mil años servía para sacar agua
y regar el jardín?
O por esta especie de
violín al que le faltan cuerdas.
Y lo que ya es para
pegarse contra la pared, colocar la picha sobre un yunque y darle martillazos o tirarse por la muralla de Santa Catalina es que me
cuente las excelencias de este fragmento de flauta, lo que le ha costado
conseguirla y su enorme valor. Vamos que es idiota si se cree que yo voy a darle
algo por ella cuando yo si quiero voy al bazar de los chinos y me compro una flauta mueva por dos o tres euros.
Lo mismo me dijo de
la pandereta: que si ya la tocaban en el siglo X , que era en piel auténtica,
que se la habían encontrado cavando en el castillo de Doña Blanca, que si...
¡Que no te enteras, chiquilla, que no te voy a pagar más de
cinco euros!, y porque está bien conservada y dice la etiqueta que es genuine leahter,
que si no, ni eso!
El cañón del siglo XV
no le pregunté cuánto valía porque de todas formas pesaba mucho y no podía llevármelo para
ponerlo en el césped del jardín, y tampoco era cuestión de alquilar una
furgoneta para llevar ese trasto herrumbroso, pues creo que me saldría más caro el transporte que el cañón.
Y es que esta gente estudiosa y bien maqueada piensa que nosotros,
la gente de a pie, somos tontos.
Porque ustedes no se imaginan el valor que le da esta señorita a esta lámpara de cuatro brazos, aunque haya perdido dos de ellos
Dado que la factura de la luz no para de subir, pensé en llevarme estas lámparas de aceite para cuando ENDESA me la corte por falta de pago (la luz, ¿hein? no vayamos a pensar otra cosa). Pero no hay manera, la chica no se baja del burro: "¡Es que son muy antiguas, tienen mil años!, decía la listilla.
A saber lo que me pedirán por un cuerno de rinoceronte prehistórico de tres metros de longitud que han encontrado en unas excavaciones. Ahora lo están limpiando para mostrarlo al público este verano.
Os prometo averiguarlo.
– ¿Y ése qué hace ahí acostado?
– Es el vigilante nocturno. Tiene contrato fijo, lleva así más de mil años.
– Ah, vale.