lunes, septiembre 05, 2005

La novia

El coche se detuvo ante la escalinata de la iglesia, llena de curiosos. Las campanas de la catedral tocaban sin cesar, proclamando con su tañido el feliz acontecimiento. Del vehículo especial -un Hispano suiza de los años cincuenta, descapotable y adornado para la ocasión-, bajó la novia vestida toda de blanco, con un traje nupcial de diseño creado especialmente para ella. Un par de niñitas se colocaron rápidamente detrás para recoger la larga cola del vestido e impedir que ésta rozase sobre el suelo. La gente se agolpaba a su alrededor, dejando un estrecho pasillo por donde la joven comenzó su lento ascenso hacia la entrada de la basílica. Al pasar el umbral del templo, comenzó a sonar la marcha nupcial de Wagner, y centenares de ojos se volvieron desde los bancos de oración para contemplar la bellísima imagen de la novia agarrada del brazo de su padre. A medida que se iba acercando al altar escuchaba los comentarios que dejaba a su paso entre los invitados a la ceremonia: “Está guapísima”, “Qué bonita”, “Está muy nerviosa, se le nota”, “¡Qué bonito vestido! ¡Estás preciosa, hija!
Mientras tanto, la chica avanzaba lentamente, mirando a un lado y al otro, con una sonrisa forzada, de circunstancias, agradeciendo con leves inclinaciones de cabeza la presencia de los asistentes y los comentarios que su paso ocasionaba. De vez en cuando volvía su cabeza hacia ambos lados de la enorme sala, inquieta, como intentando descubrir a alguien en especial. El órgano de la catedral continuaba con sus célebres notas, marcando el paso del cortejo. De pronto la joven se encontró  frente a su novio, que la había estado observando, orgulloso, en pie en lo alto del estrado y  al lado derecho del reclinatorio. El novio se acercó y le ofreció su brazo a la joven. Formaban la clásica pareja apreciada por la sociedad: él era más alto y más fuerte que ella, que aparecía más bajita y más frágil. Parecía una muñeca de porcelana, toda blanca, de pechos pequeños, los justos para hacerlos atractivos; el óvalo de su cara radiante mostraba unos ojos negros, grandes, con largas pestañas húmedas por unas imprudentes lágrimas que se le escapaban. El compañero parecía ser de edad mucho mayor que ella: su cabeza estaba poblada de abundantes canas; los rasgos de su cara se presentaban flácidos y rugosos. Ambos se acercaron al altar y permanecieron de pie mientras el sacerdote se acercaba hasta ellos. En ese momento cesó la música y un silencio sepulcral invadió el santuario.
- Don Francisco de la Torre y Almenara, quiere usted por esposa…
La chica parecía ausente mientras el sacerdote hacía las usuales preguntas; miraba hacia ambos lados, inquieta. Una lágrima resbaló por la mejilla y alguien exclamó: “Está emocionada de alegría, pobrecilla”
La voz del cura la sacó de sus pensamientos cuando se dirigió a ella y le preguntó:
- Doña María Mercedes, ¿quiere usted por esposo a don Francisco de la Torre y Almenara?
Fue entonces que le vio. Estaba en el lado derecho, pegado a la pared. El chico la miraba intensamente, muy serio, sus ojos clavados en los de ella… Por su mente desfilaron rápidamente todos sus recuerdos: los años en el instituto, sus escapadas a la playa, sus besos y caricias, sus promesas de amor eterno, su cuerpo esbelto y musculoso sobre el que ella había reposado después de haber gozado intensamente del amor… La novia secó sus lágrimas traidoras, miró al sacerdote y dejando escapar un sollozo respondió:
– Sí, quiero.
En ese momento, el coro de la Iglesia entonó el Ave María. El novio levantó el velo que ocultaba la cara de su esposa y le dio delicadamente un beso en los labios. Ella volvió a mirar hacia el lugar donde había visto al joven, pero ya no estaba, había desaparecido. ¡Ave María!, repetían las voces del coro. Su voz, quebrada por el dolor, quedó anulada por el cántico cuando, mirando hacia el enorme crucifijo que ocupaba el centro del altar, dijo: ¡Perdóname!

Registrado en el Registro de la Propiedad Intelectual CA-2000

3 comentarios:

  1. Un bonito cuento si bien yo estaba esperando que ella saliera corriendo buscando su antigo amor pero eso ya sería otro cuento jajajaja.

    Besos Juan.
    Flor

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  2. El amor no tiene nada que hacer ante el interés...casos como el que narras conozco algunos, y uno cercano...el corazón suele perder en la balanza ante la vida supuestamente resuelta. Muy real tu relato. Un abrazo amigo Juan

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  3. El dominio del idioma y de la técnica narrativa hace de este cuento una pequeña joya. Un abrazo, Juan.

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